samedi 31 août 2019

Arles 5 : de todo, un poco (penúltima reseña en forma de conclusión)


05 de agosto de 2019, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Maté Bartha, Kontakt IV, 2018

Me queda por escribir una reseña bastante completa sobre la exposición Photo Brut; como el libro tiene 320 páginas, necesito todavía unos días. Entonces, mientras tanto, una reseña sobre las otras exposiciones de los Encuentros de Arles que me dan ganas de hablar. Ante todo, los dos otros galardonados del Prix Découverte (junto con Laure Tiberghien) son también los que me habían llamado la atención, en medio de contribuciones, además, de una calidad bastante regular (salvo Hanako Murakami, también mencionado anteriormente). ¿Quién hubiera imaginado que podríamos interesarnos por un campo paramilitar para adolescentes húngaros? Apenas se pronuncian esas palabras suben a la superficie bastantes prejuicios y eventualmente algunos recuerdos desagradables. Y sin embargo la exposición de Maté Bartha es excelente, un joven artista húngaro presentado por la galería Tobe. (co-galardonado del Prix du Jury). Él mismo dice que al principio lo asustó su propio tema, por el miedo al paramilitarismo, a la violencia. Y luego de haber pasado un año y medio con esos adolescentes a menudo perdidos; entendió cómo, gracias a las obligaciones y a la disciplina, logran forjar su personalidad y refinar sus emociones, dice que, es como «una experiencia liberadora inesperada». Es la única calidad de esta exposición: nos hace reflexionar, cuestiona nuestras ideas prefabricadas, nos instala en la intranquilidad y la ambigüedad. Y es raro. Le agradecemos a Maté Bartha, en un contexto difícil que no podemos olvidar.

Alys Tomlinson, Ex-voto, Les Fidèles, Vera, 2018, captura video

La otra exposición del Prix Découverte que nos cuestiona obtuvo el premio del público (votos de los profesionales la primera semana). Tan improbable como un campo paramilitar húngaro, una monja ortodoxa bielorrusa. Alys Tomlinson, presentada por la galería Hackelbury (de quien conocía sobre todo el lado fotografía experimental), siguió durante semanas a la hermana Véra, una jovencita que encontró su vocación, vive en un monasterio retirado en donde se ocupa de los caballos y trabaja con hombres en un programa de reinserción. La pureza de las imágenes, fotografías y película en blanco y negro, inducen en el espectador, ateo o no, una emoción y un respeto que sentimos rara vez. De ahí también se sale desconcertado, cuestionado y un poco inquieto. 


Kystyna Dul, Pube, serie Resonance, 2017

Sin transición, como dicen, Krystina Dul cuenta que descubrió en una casa abandonada, el tesoro fotográfico de un hombre del que dice no saber nada. Algunas (¡sacrilegio!) las muestran en el altar lateral de la capilla barroca de la Caridad, las demás están en una torrecilla que representa la escalera de la casa abandonada. Esas fotografías  trazan en contrarrelieve el retrato del «invento», de un hombre sin duda de cierta edad, quien, una vez demasiado viejo para soñar o hacer soñar, reinventa la memoria de su vida amorosa y sexual. Sus fantasmes voyeristas se expresan a través de imágenes eróticas finalmente bastante suaves, recortadas en revistas para adultos, estatuillas, tres Gracias o Virgen María, e imágenes más personales, recuerdos lejanos de amantes pasadas: un erotismo galante de otra época, en las antípodas de la pornografía internet. Krystyna Dul construye así, fisicamente y metafóricamente, un «escudo», muestra sin mostrar demasiado, hace soñar sin revelar demasiado. ¿Seremos cómplices de la intrusión de la artista en una intimidad? ¿Somos víctimas de un engaño? Para ella es también una narración fantasmada, en la que el cuerpo femenino es a la vez glorificado y objetivado, y en la cual el deseo masculino no es sino concupiscencia descarada. Catálogo elegante con un bonito texto de Gattinoni.

Emeric Lhuisset, serie Quand les nuages parleront, 2018-2019

De nuevo, sin transición, la reflexión de Emeric Lhuisset sobre la imposibilidad de mostrar. Este último es otra cosa que un fotógrafo aventurero en Medio Oriente y que ha demostrado su capacidad para sacar fotos y sacar la inmediatez del fotoperiodismo, también sabe mostrar la complejidad de lo que está en juego en una región, tal como lo hizo con el agua hace tres años, pero esta vez, me parece, va más lejos en su reflexión sobre la fotografía y su relación con el mundo, probablemente gracias al estímulo del Premio BMW (del cual no me canso de decir hasta que punto se ha mejorado desde 2017 y Dune Varela). A primera vista, esta exposición habla de los kurdos y de la opresión que están sufriendo; podemos ver una opinión más contrastada, evocar el genocidio armenio o las manipulaciones israelíes, pero el verdadero tema no es ese. Lo central aquí es más bien el hecho de no saber ver, de no querer ver, de luchar contra la evidencia. Una desaparición (ni un genocidio o una depuración étnica) no se puede documentar sino a través de vestigios, de escondidos, de ausencias, de huellas. La imagen de aquí arriba es una foto aérea de una ciudad del este de Turquía, en donde los barrios kurdos bombardeados, fueron recortados en la imagen misma: es de cierta manera un índice fotográfico doble, visual y material. Cuando se nos impide fotografiar lo real la otra solución es fotografiar el cielo y las nubes o filmar el enfoque, ya que no se puede mostrar el verdadero sujeto. Lo que está haciendo aquí Emeric Lhuisset es dar unos pasos hacia hacia un enfoque más conceptual, más desprendido de lo real (que quizás no pueda lograr plenamente sino sobre un tema que lo toque menos personalmente); en ese camino puede que se encuentre con Walid Raad o W.G. Sebald. El catálogo es un bonito libro de artista con un encarte intitulado Bulutlar (nube). 

Shelbie Dimond, Autorretrato, 2015

Bueno, un párrafo rápido para terminar con las exposiciones sobre las cuales tengo poco que decir. Me gustó la Zone, muy bien documentada. Me reí bastante con las imágenes burlescas del CNRS. Me sedujo la puesta en escena de la exposición-jardín, me sedujeron menos las clásicas imágenes de Mario del Curto. No me convencieron las exposiciones «ecológicas», demasiado convencionales y sin sorpresas (Sur terre -Sobre la tierra-, el comercio justo, ...), ni aquellas sobre la casa (ni esta, ni mucho menos la puesta en escena doméstica de aquella). Lamenté la comercialización a marcha forzada de Mohamed Bourouissa: me gustó ver de nuevo sus primeras obras y me decepcionó lo que se ha vuelto, sin duda influenciado por su galerista. Me hizo falta haber podido ver a Pouillon (por haber vivido un año en uno de sus complejos en Argelia, soy un gran aficionado a la arquitectura de Fernand Pouillon). Lamenté mucho haberme perdido la presentación de Voces Off de Shelbie Dimond, hija de testigos de Jehová que se escapó, y explora el cuerpo algo así como en la linea de Francesca Woodman, «algo así como entre psicosis y neurosis». Y es todo (mientras saco Photo Brut).


vendredi 30 août 2019

Arles 4 : Historias


03 de agosto de 2019, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)




Helen Levitt, New York, 1940

Es verdad, los Encuentros de Arles fallaron con la celebración de sus 50, pero existe sin embargo una constante, la generalmente buena calidad de las exposiciones históricas, sobre fotógrafos-monumentos, con un aparato crítico bien hecho. Tres de ellas llaman la atención este año: la de Helen Levitt, la del  periplo de Germaine Krull y (fuera del programa oficial) la del Museo Réattu. Helen Levitt es una fotógrafa que creemos conocer bien una vez que hemos visto una exposición de ella (tal como ésta, hace doce años): los niños de las calles de Nueva York, su alegría de vivir a pesar de la miseria, su ternura por ellos sin ir (al contrario de muchos de sus contemporáneos) hasta un compromiso político, y listo. La presente exposición no se sale casi nada de ese marco predefinido: disfrutamos de nuevo del teatro de la calle, los niños, ni patéticos, ni discretos, juegan y ríen, son ellos quienes subvierten el mundo, siempre vemos una pizca de singularidad (este «espejo»), además unas máscaras algo inquietantes y también fotos de grafiti. Quizás en particular con el tema de la puerta de la calle en donde los adultos ociosos miran pasar el tiempo, hay un enfoque más fríamente documental, etnográfico, distante. Únicamente sus fotos de México en 1941 (que se muestran rara vez) son más duras, más violentas: no hay humor, Helen Levitt ya no tiene un vínculo particular con sus sujetos, documenta la miseria, es todo. Y sigo tan poco impresionado por sus fotos en colores

Germaine Krull, ST, Guyane, 1941

Magnífica historia la del Capitán-Paul-Lemerle, en el que en 1941 embarcan en Marsella, proscritos, judíos, intelectuales y artistas que quieren irse de la Francia de Vichy vía la Martinica: Claude Lévi-Strauss, André Breton, Victor Serge, Wifredo Lam, así como una fotógrafa (de origen alemán pero con pasaporte neerlandés), Germaine Krull (nacida en 1897) y un joven guionista judío de 30 años, Raymond Assayas, quien, con un certificado de bautismo falso (lo muestran en la exposición), se hace llamar Jacques Rémy. Después de haber sido internados en Fort de France, algunos se fueron para Estados Unidos, Germaine Krull irá a Brasil pasando por la Guyana. Adrien Bosc hizo una novela con ello y esta exposición (y su catálogo) utilizan los textos de Jacques Rémy y las fotos inéditas de Germaine Krull, que encontraron en la casa de Olivier Assayas. Es una muy bella historia, los textos, que hay que leer en esta exposición bastante lineal, son emocionantes, a pesar de algunos errores (Para y Pernambouc son estados y no ciudades del Brasil) y simplificaciones (el Lazaret de Fort-de-France, por duro que hubiera sido no fue ningún «campo de concentración», y Rio no se define únicamente con el carnaval). Magnifica historia, pues, pero fotografías que defraudan: es verdad que son formatos pequeños un poco amarillentos, pero aunque se miren bien, en ninguna de ellas, se encuentra la fogosidad, la libertad, la poesía revolucionaria de aquella que apodaban «perro rabioso». Se trata de vistas convencionales, retratos de viajeros, pequeñas escenas divertidas, pero nada, que fotográficamente, esté a la altura del evento. No es que «haya perdido la mano» después de 1940, como lo pretendieron algunos: meses más tarde hace unas fotos de Ouro Preto de las cuales algunas son buenísimas. Es probable que aquel viaje agotador no se prestara para otro tipo de producción fotográfica que no fuera anecdótica. Sólo las fotos de «mis amigos condenados» y las de negros «pintorescos» del Maroni de las dos semanas pasadas en Guyana elevan un poco el nivel.


Joseph Jachna, ST, Water, 1958-61

Bajo un título demasiado abstruso que no le hace justicia, una excelente exposición histórica que presenta el Museo Réattu (hasta el 29 de septiembre; curadora asociada Françoise Paviot) sobre cinco fotógrafos (más uno) vinculados al Bauhaus de Chicago (Instituto de Diseño). Después de una historia del Bauhaus transplantado a Chicago en 1937 con Laszlo Moholy-Nagy y los que le siguen, Arthur Siegel, Harry Callahan y Aaron Siskind, la exposición hace una descripción de ese movimiento y de su estética, y cita también a Nathan Lerner y Minor White. Documentan el encuentro en Aspen en septiembre/octubre 1951 (entre  Beaumont Newhall, Ansel Adams, Dorothea Lange, Berenice Abbott, Ferenc Berko y Minor White, entre otros) que desemboca en el lanzamiento de la revista Aperture el año siguiente, bajo la dirección de Minor White. Y presenta sobre todo el trabajo de cinco estudiantes de Chicago, los cinco primeros que obtuvieron un Master en fotografía, trabajos que Aperture publica en 1961. Los cinco estudiantes, que pasaron por la misma escuela de pureza y de rigor, se interesan por temas bien diferentes: Ray Metzker por la vida urbana, Ken Josephson por las imágenes múltiples, Joseph Sterling por los retratos de adolescentes, y aquí arriba Joseph Jachna por los juegos abstractos del agua, del barro y de la luz.

Charles Swedlund, ST (the search for form study of the human figure), 1961

El quinto (que me parece el más interesante, el más discreto) es Charles Swedlund, que juega con la descomposición de las formas de los cuerpos con lo borroso, la sobre imposición, la larga duración de las tomas. La exposición presenta también a un alumno japonés del instituto, Yasuhiro Ishimoto, quien se unió a los otros cinco para una nueva presentación en 1966. El paralelo con Arles es interesante: una escuela (desde 1937), encuentros (en 1951 pero que seguirán), y, una gran diferencia, una revista de referencia que Francia no tiene. 

Barbara Crane, ST, Human Forms, 1963

Y como no había sino hombres en esta exposición, cosa muy mal vista en Arles en estos tiempos, los curadores añadieron una sala con Barbara Crane, alumna de Siskind en el Instituto. Sus investigaciones formales, sus fotos de corte abstracto, completan el cuadro. El catálogo retoma palabra por palabra aquel número de Aperture, y sobre todo pone el movimiento, poco conocido en Francia, en su contexto histórico y estético. Es una exposición histórica de calidad.

Camille Fallet, Approximation remotivée (American re-photographs), 2016

Es también el caso de la exposición sobre la revista belga Variétés, creada en 1928 y en donde encontramos, entre otras, a Germaine Krull. En fin, bonito guiño, Camille Fallet, anti fotógrafo acostumbrado a esos homenajes, reconstituyó en tres dimensiones y en color un monumento de la historia de la fotografía, el License Photo Studio, New York, 1934 de Walker Evans; construyó la maqueta, luego la fotografió, como una construcción en abismo. Es una manera creativa y original de apropiarse de la historia con su mirada propia. También podemos visitar la historia. 

mercredi 28 août 2019

Arles 3 : Investigación

2 de agosto de 2019 por Lunettes Rouges 

(artículo original en francés, aquí)



Laurence Aëgerter, Cathédrales hermétiques, Coutances

Es casi como reinventar la fotografía: imágenes de interiores de catedrales que no se ven bien sino al calor del sol. En la oscuridad y el frío son casi invisibles, y luego, cuando se exponen al sol de Arles, las formas emergen, los trazos se precisan, la imagen se revela, y cambia a cada instante para borrarse de nuevo al atardecer. Las más hermosas son las cistercienses, sencillas y puras. Laurence Aëgerter nos presenta una trabajo simple y maravilloso: fotografía las imágenes en los libros de arte, les hecha un barniz termo sensible que actúa sobre la visibilidad de la imagen. Ren Hang utilizaba el procedimiento como adminículo, Laurence Aëgerter lo usa como reflexión sobre la fotografía. 

Laurence Aëgerter, Cathédrales, vue d’expo

El otro trabajo que presenta es magistral: una imagen de la fachada de la catedral de Bourges en un libro (se ven las grapas de la encuadernación) puesto sobre su mesa de trabajo, delante del ventanal, que fotografía cada minuto durante más de dos horas. El sol se mueve, pasa, el tiempo se desgrana. Surge un detalle de la sombra, una puerta convertida en sombra parece abierta, tal un hueco negro. El cielo se cubre y aparece una nube, se oscurece la imagen y poco a poco desaparece en la oscuridad. Es una imagen viva. Me gustan esas obras conceptuales sencillas y potentes; se trata del paso del tiempo, creo que también de la muerte, quizás de la fe. Podemos pensar en Monet en Rouen ( y en los pintores flamencos holandeses del Siglo de oro, como Pieter Saenredam, con los interiores), y también en una fuga de Bach o, dice la artista, en Canto Ostinato de Simeón Ten Holt, y, menos conocidas en Francia, en las investigaciones de Fernando Calhau, con las cuales veo muchas similitudes intelectuales más que formales. Este año la exposición de Laurence Aëgerter fue mi más bello descubrimiento en Arles. La serie comprende 126 imágenes, algunas expuestas aquí y nos gustaría ver todo. Un libro de RVB las tiene todas: único reproche, la portada que quiere representar el sol no es buena. 


Annabel Aoun Blanco, Souffle, 2017

Otro trabajo de investigación sobre la imagen (pero oficialmente no forma parte de los Encuentros, ni siquiera en la categoría « Grand Arles Express »*) es el de Annabel Aoun Blanco en el Museo Réattu (hasta el 29 de diciembre). Esta serie, Eloigne moi de toi, (Aléjame de ti) es un trabajo extraño y misterioso de esta casi desconocida. Fotografías y vídeos muestran caras grises, arena y ceniza, casi siempre huellas o máscaras, en el límite de lo visible, entre la vida y la muerte, entre resurrección y desaparición. Hay que quedarse bastante tiempo delante de cada uno para ver surgir la imagen, como un mandylion, una verónica. De una imagen a otra, o en los vídeos, las facciones se concretan o se borran. Es un trabajo sobre el tiempo, la memoria, la pérdida de un ser querido y de su recuerdo. Me emocioné y lo hubiera estado aún más si no hubiera tanto texto y tantas explicaciones, exégesis en las paredes (y en el catálogo, imágenes de buenísima impresión). Más sobriedad en las palabras iría bien con la pureza de las imágenes. 

Laure Tiberghien, Suite, vista de la exposición, f. Lumière des Roses

La co galardonada del Prix Découverte (Premio Descubrimiento) este año (puesto que el jurado no se pudo decidir entre dos proyectos; presentaré los otros más tarde), fue, para mi sorpresa, una joven fotógrafa que sigo desde hace unos años y cuyo trabajo sobre la materialidad fotográfica se sitúa en el campo experimental. Laure Tiberghien, presentada por la galería Lumière des Roses (que al tiempo con su programa histórico y vernáculo, sabe comprometerse con artistas jóvenes), realiza, sin cámara fotográfica, en su cuarto oscuro, fotogramas de colores. Química, luz y tiempo, alteran el material fotográfico que la artista trabaja muy de cerca y con profundidad. Compone su imagen abstracta como una pintora pero haciéndola emerger no del lienzo y de la paleta, sino de sales de plata y del papel fotosensible y obtiene formas luminosas, translúcidas, únicas y resplandecientes. Otra de las candidatas al Premio, Hanako Murakami, ha presentado también un trabajo interesante sobre la esencia de la fotografía. 

Hélène Bellenger, Brainbow 2019, 577x380cm

En los  nuevos locales de ENSP (pero las obras que faltan para septiembre impidieron que las exposiciones continúen durante el verano), además de la colección de Agnès B., revisada por sus alumnos, presentaban el trabajo de cuatro alumnos recientes que trabajaron en equipos del INSERM. Entre ellos Hélène Bellenger (que sobresalió el año pasado en el Premio Dior por su presentación radicalmente diferente) explora de nuevo la artificialidad de los juegos de color, esta vez con imágenes médicas : no hay color de verdad, no hay imagen verdadera, no es sino construcción, manipulación,  ciertamente para que el objeto sea más visible (aquí el cerebro de un ratón), más comprensible; pero la realidad, la objetividad son inalcanzables y siempre dependientes de los parámetros escogidos al principio. De paso, me conmovió ver en esta exposición el rostro juvenil de Carlos Eugenio Clemente, resistente contra la dictadura brasileña, enfermo cardiaco (de ahí que este incluido en la obra de Pauline Rousseau), que falleció dos días antes de la apertura de la exposición. 

Randa Mirza, Issaf et Naila 2015.

Otros trabajos de investigación fotográfica interesantes: la cámara oscura de Claude Martin-Rainaud, en la cual podemos entrar; las composiciones oscuras de Sara Imloul, descubierta aquí hace cuatro años y hoy galardonada con el Premio Levallois (la exposición en Arles ya se acabó: la veremos este otoño en Levallois), que utiliza calotipo de baja intensidad, lo que le permite un trabajo bastante «material».  También los dioramas ante islámicos de Randa Mirza, quien hace resurgir mitos antiguos, sellados por la lucha anti pagana del Islam virtuosamente iconofobico, y presenta en este dispositivo daguerriano pre fotográfico, el diorama animado por la luz. Aquí arriba Issaf y Naila que hicieron el amor en la Qaaba pagana, fueron transformados en piedras y llevados a dos colinas diferentes, fuente de un rito pagano de fertilidad.

Photomontage film Al Chaytan, 1969, 18×25 cm, recto verso, FAI

Para terminar, y se trata de una investigación de un tipo diferente, el trabajo sobre el archivo presentado por la Fundación Arabe para la imagen. Esta fundación, basada en Líbano, está haciendo un excelente trabajo de archivo, de memoria y de reflexión, y varias veces lo he mencionado aquí. Su colección 0069FA, muy desigual, está formada por 85 lotes que hacen el inventario de 8000 objetos colectados por 14 investigadores en 6 países diferentes, de 1998 a 2018. Se trata tanto del gesto del archivista y del coleccionista, jamás neutro, como del gesto del fotógrafo. Las fotografías son objetos, tienen biografía con huellas de retoques y alteraciones, anotaciones y comentarios, con estratos que son a la vez memoriales y tontos. El fotomontaje aquí arriba, realizado con fotos del plató de la película egipcia Al Chaytan (El diablo, 1969) lo ilustra bien en ambas caras. Al lado de fotografías históricas como la de Mohamad Arabi en Tripoli y unas fotos atrevidas y chistosas disimuladas debajo de una pantalla de pudor (tal como los recién casados aquí abajo), algunos artistas contemporáneos intervienen también sobre el archivo, Randa Mirza, de nuevo, Parine Jaddo en Baghdad, o Yazan Kopti en fotos de refugiados expulsados procedentes de la UNRWA. En esta región de historia atormentada, trabajar sobre el archivo (verdadero o falso), sobre la memoria, no es raro: así  Walid Raad con The Atlas Project o Hadjithomas y Joreige con el ficticio Abdallah Farah de quien hablaba en mi primera reseña. La FAI, de cierta manera, propone un marco conceptual y un estimulante a esas investigaciones. 

Collection 0069FA de la FAI

*PS. : ¿Soy el único que no entiende las categorías en las que Encuentros acomoda sus exposiciones? : « Habiter », « Relecture » y « Emergences », pasan, pero « Mon corps est une arme » , « A la lisière », « Construire l’image », « Plateformes du visible », ¿qué quiere decir?

Fotos 2, 3 & 8 del autor

dimanche 25 août 2019

Arles 2 : Dictaduras y liberaciones


01 de agosto de 2019 por LUNETTES ROUGES

(artículo original en francés, aquí)




Gundula Schulze Eldowy, Berlin 1987, serie Berlin par une nuit de chien
« El arte nace de ataduras, vive de luchas y muere de libertad » (André Gide, Nouveaux Prétextes, 1911).

Podemos preguntarnos sobre la vitalidad artística bajo las dictaduras: ¿De qué manera el hecho de tener que resistir sin cesar se transforma en acción creadora? Uno de los mejores ejemplos en Arles este año es la exposición sobre sobre la fotografía en la República Democrática Alemana en los años 80: un ámbito del cual la mayoría de nosotros (incluido yo) no sabía nada antes de ver esta exposición. Además está muy bien presentada y puesta en contexto (tanto por las explicaciones de las paredes como por el catálogo); como decía ayer, su curadora, Sonia Voss, fue una de las galardonadas de las nuevas becas de curaduría de los Encuentros. La resistencia a la monotonía de la RDA se expresa entonces en fotografía, no de manera documental, directamente política o social, demasiado difícil, sino a través de la glorificación del cuerpo; los fotógrafos celebran la sensualidad, la diferencia, la performance, o sencillamente la belleza del cuerpo. No son verdaderamente rebeldes (salvo una o dos excepciones), están al margen. Algunos captan la alegría de vivir en su esplendor, lo que también es una forma de sobrevivir, de resistir, tal como aquí arriba Gundula Schulze Eldowy yendo a la búsqueda de explosiones eróticas, impulsos salvajes con fondo de ruinas. 

Manfred Paul, Autorretratos I / N° 6, 1988

Otros se refugian en un exilio interior, limitando sus vidas a los amigos, la familia, incluso el autorretrato triste, y reflejan así la tragedia que los agobia, tal como Manfred Paul aquí arriba, fotógrafo de lo intimo y de la angustia; o Thomas Florschuetz fragmentando su cuerpo; o Kurt Buchwald cuyo cuerpo oculta la imagen. Hay bastantes desnudos en la exposición, sin duda también una forma de escapatoria de lo real, entre morbilidad (Gabriele Stöetzer) y cierto glamur (Eva Mahn).

Sybille Bergmann, serie chic charmant & dauerhaft / Allerleirauh, Berlin

Una parte interesante de la exposición trata del estudio de costura alternativo 
« chic, encantador & dauerhaft (durable) » cuyas estilistas creaban ropa con cualquier cosa. La madre de una de las creadoras, Sibylle Bergemann, fotografió los desfiles de moda -performances intituladas Allerleirauh, Ding aus Licht, Raum, Klang und Leder (Piel de mil animales o Piel de asno, la cosa hecha de luz, de espacio, de sonido y de cuero) en mayo de 1988. Y luego, cuando la revista Stern hizo un reportaje, estilistas de Alemania del Oeste llegaron y alisaron todo, normalizaron todo. Pero las fotos de Bergemann fueron tomadas antes y se siente la revuelta, la rabia contra el sistema: incluso la ropa es rebelión (es lo mismo con los pobres punks este alemanes fotografiados por Christiane Eisler). Por una vez que la foto de moda expresa una (verdadera) rebelión ...

Libuse Jarkovjakova, serie Ordinary Life

Otro país comunista de entonces y del que conocemos mejor la fotografía: Checoslovaquia. Si la «clásica» fotografía checa se basa, para simplificar, sobre la pureza, la reflexión, la composición, la distancia, las fotografías de Libuse Jarcovjakova, que goza el hermoso espacio de la iglesia Santa Ana, se encuentran en las antípodas de esos conceptos. Tal como los alemanes del este, es con el cuerpo, el suyo y el de sus amigos y amantes que resiste a la monotonía comunista, alcohol, droga, sexo; se trata de un testimonio muy personal, intimo y a veces violento. Pero, al contrario de los alemanes, las fotos de sus aventuras underground parecen elevarse, poco ancladas en el universo en el cual vive; más que un exilio interior, ella muestra la mayor parte del tiempo, una desconexión total, una deriva hacia el abandono en lugar de un cuestionamiento, una escapatoria en lugar de una disconformidad. 

Libuse Jarkovjakova, Cubana y moto

De lo que muestran aquí, realmente preferí sus series más construidas, en especial la de los gitanos (aquí y allá): es verdad que es un gran clásico checo, pero aquí sentimos la ternura, la cercanía del instante compartido que conmueve (arriba, el velorio de un niño muerto). Cuando empezó, obrera en una imprenta, fotografiaba a sus colegas de trabajo durmiendo en los rincones del taller, vagos anti héroes socialistas: esta primera postura bastante radical se diluirá después en su postura underground y soy de los que lo lamenta. Esos obreros resisten y los gitanos también; ella, esquiva. También tenemos sus fotografías por encargo (para mandar al país), bastante divertidas y enternecedoras, de bonitas cubanas que trabajan en Checoslovaquia, país hermano, y que posan con orgullo y sensualidad sobre bellas motos, y vietnamitas (a quienes ella enseña el checo) posando con sus autos. 

Ouka Leele, Madrid, 1984

En 1985 Libuse pudo emigrar a Berlin Oeste, y ahí, al fin libre, habiendo ganado contra el sistema, dice que se sintió perdida. ¿Porque tal como lo dice Gide, será que la libertad mata el arte? Otra exposición en Arles es sobre el paso a la libertad, la movida en España cuando muere Franco. Esta exposición, cuenta aquella explosión cultural y social de manera muy fragmentada al concentrarse en cuatro fotógrafos de los cuales tres (hombres) se contentan haciendo retratos de sus amigos que están de moda, lo más excéntricos y marginales posible, que posan con narcisismo ante el objetivo: nada vivo, nada vibrante, nada revolucionario. La mujer, Ouka Leele es la única que rompe con los códigos e inventa nuevas formas de fotografía, y sacude todo. No solamente sus fotografías son de locura, barrocas, divertidas, irreales, sino que además van pintadas, no fotochopeadas sino pintadas con pincel y con pintura, en general con colores chillones. 


Ouka Leele, série Peluquiera, 1979

Se trata de una interpretación de la veracidad fotográfica: la artista crea una imagen, toma un foto en blanco y negro, y luego le da vida gracias a la acuarela. La fotografía no es sino un medio y no un revelador del mundo tal cual es, es una de las herramientas de la creación híbrida. Su serie Peluquería, en la cual peina a sus modelos con atributos surrealistas, es de un brillo y de una desfachatez que al lado de sus colegas salva la exposición. 

Philippe Chancel, Corée du Nord

En fin, para salir un poco de las creencias populares sobre dictadura y libertad, vemos en la exposición, bastante teatral de Philippe Chancel, dos imágenes sorprendentes. Mientras que su tema es el de las catástrofes que nos amenazan, mientras que Chancel desde hace por lo menos quince años, documenta la degradación continua de nuestro mundo, mientras que aquí construye un relato en catorce capítulos sobre los síntomas alarmantes de la decadencia, muestra Palestina sin hablar de resistencia, describe Marsella sin hablar del dinamismo de los barrios, fotografía Flint (Michigan) sin percibir en ello cualquier resiliencia, mientras que todas las personas en sus fotografías se ven tristes, deprimidas, desmoronadas a causa de la catástrofe que se acerca, encontramos, buscando bien, en un rincón, en una vitrina, dos fotos de hombres sonrientes, unos tomando cerveza, otros haciendo un piquete, visiblemente felices de la vida. Solo dos fotos que vienen de un país que Chancel conoce bien, al que ha ido diez o quince veces: Corea del Norte (y no son fotos oficiales sonrientes por que lo mandan, no, son gente ordinaria y feliz; otra aquí). ¿Será el único país posible para refugiarnos? Tal como dice este artículo«y ¿de qué se ríen los norcoreanos? ¿con quién se ríen? El fotógrafo nos perturba con esas preguntas. ¿Y si se rieran de nuestra inaptitud para plantearnos que ellos pueden, también, ser felices?»

Foto n°3 del autor, no había mejor

Sumario del trimestre mayo-junio-julio de 2019


31 de julio de 2019, por LUNETTES ROUGES


24 reseñas este trimestre

11 de junio : Lisboa cultural 
18 de junio : Banksy : la deshonra
19 de junio : Artaud dibujante
19 de julio  : Prehistoria y modernidad
20 de julio  : Mujeres marginales
29 de julio  : Dora Maar sorprendente

* artículo destacado en la página de lemonde.fr

Livres recibidos (fuera de los catálogos de las exposiciones visitadas y servicios de prensa específicos) :

Florence de Mèredieu, Antonin Artaud, Portraits et Gris-gris, Blusson, Paris, 1984/2008, 120 páginas, correspondencia con mi reseña sobre otro libro de dibujos de Artaud. El primer libro de esta especialista de Artaud sobre el artista, escrito en 1980-81, aquí en edición revisada, con dos textos nuevos, « Artaud / Balthus » y « Artaud / Graffiti ». Un texto más denso y más crítico : con leer los títulos es suficiente, « Une peinture du vide », « L’aventure plastique », « Histoire de l’art et primitivité », « Entre abstraction et figuration », « Figurer l’infigurable » (mi preferido), « L’écorché pictural », « L’autophagie créatrice », « L’effacement du visible ». Con siete textos cortos de Artaud, y numerosas planchas en colores (en total 76 ilustraciones).

To Lose your Head (Idols), (catálogo del pabellón catalán en la Bienal de Venecia), Tenov, Barcelona, 2019, bajo la dirección del curador Pedro Azara, en inglés y en catalán, 192 páginas, correspondencia con mi reseña sobre el libro sobre los ídolos, y en particular con mi elogio del texto del mismo Azara en este libro. Cómo las estatuas, religiosas o políticas, en un espacio público, pueden asumir un papel activo y animado en la ciudad; con las obras de seis escultores.

Jean-François Chevrier, Bernard Réquichot, Zones sensibles, Flammarion, Paris, 2019, 272 páginas. Réquichot, nacido en 1929, qui se suicida a los 32 años la  víspera de la inauguración de su exposición en donde Daniel
Cordier, redescubierto ahora, en parte gracias a esta galería. Es una pintura esencialmente abstracta, informal, algunas veces alucinante, anatómica, más bien biológica, también hay dibujos vigorosos, como automáticos, explosiones o espirales, una obra que Chebrie reubica en su contexto de los años 60, Dado y Dubuffet en particular. Algunas piezas hechas con collages de fotos de revistas (« Papeles escogidos »), se sitúan en alguna parte entre arte marginal y Dada. 

Le monde d’après Thierry Girard, Lightmotiv, La Madeleine (59), 2019, 240 páginas. Thierry Girard fotografía el país minero del Norte, en los años 80 en blanco y negro y hoy en color : los mismos paisajes, la dislocación urbana, la pobreza, mineros de ayer, familias de hoy de origen marroquí, italiano, polaco, las fiestas patronales, las pulgas y los colombofilios. Y la escombrera omnipresente (que fue el mugrero de mi infancia), ayer todavía humeante, hoy algo reverdecida o transformada en pista artificial de esquí. A partir de un microcosmos, Thierry Girard da un testimonio conmovedor sobre la muerte de una región.

samedi 24 août 2019

Arles 1 : Vista general y primeros flechazos

30 de julio de 2019, por Lunettes Rouges 

(Artículo original en francés, aquí)


Davor Konjikusic, serie Aura F37, frontera serbio húngara, 2015-2017, toma con  aparato fotográfico térmico.

Este año los Encuentros de Arles están cumpliendo 50 años. Hubiéramos podido esperar una reflexión sobre la evolución de la fotografía y de la manera de exponer desde hace 50 años (pues en 50 años ¡han pasado muchas cosas!); hubiéramos podido esperar una mirada crítica sobre la evolución de los Encuentros, un análisis de las corrientes que en ellos se han desarrollado (y de aquellas que han sido excluidas), algunas estadísticas pertinentes sobre las fotografías mostradas (por nacionalidades, género, enfoque, incluso por estética), nos hubiera gustado que alguien se interesara un poco por la socio economía de la fotografía y de su impacto sobre los Encuentros (el mercantilismo, el costo de las exposiciones, el peso de las galerías). Esperábamos mucho y no obtuvimos gran cosa: algunas conmemoraciones flacuchas y anecdóticas dignas apenas de las páginas locales de un periódico de prensa regional cotidiana. Únicamente la exposición Clergue & Weston aportaba pálidamente una cosilla que podía contribuir en la reflexión sobre la historia de la fotografía en los últimos 50 años. 

Rosalie Parent, ST, 2019

Y si fueron negligentes hasta ese punto sobre la reflexión histórica, es sin duda porque todas las energías se movilizaron hacia el objetivo principal de esta edición, lo que tiene que quedar como su marca insigne, la paridad hombres-mujeres. Y es bueno que lo hayan logrado al fin, bajo presión, es verdad (fui uno de los primeros signatarios de la petición), y era indispensable. Desgraciadamente a veces tenemos la impresión de que este objetivo tuvo más importancia que la calidad de las exposiciones y que algunas personas fueron incluidas en el programa esencialmente a causa de su sexo, para poder alcanzar la cifra mágica del 50% (en realidad 47% me dicen); una china narcisista, una francesa cuya hora de gloria pasó hace tiempos, una griega kitsch, parecen estar ahí porque había que rellenar casillas sin que tengamos la impresión de percibir una calidad deslumbrante en sus trabajos (y para prevenir las críticas, también podemos aburrirnos de lo lindo con hombres que muestran casinos, pájaros, el Rhône o una montaña china). El peor aunque no entre en las estadísticas es el Premio Dior, que recompensa fotos sobre la belleza del rostro femenino, es todavía peor que el año pasado: salvo una excepción (la francesa Rosalie Parent, cuyos rostros se descomponen con los estratos del cartel), esas fotógrafas (casi todas mujeres) no hacen sino una fotografía glamur de base. 


Susan Meiselas fotografiando a Ginger, Carlisle, Pennsylvanie, 1975, ph. Cate Muther

Uno de los ejemplos más impactantes es el de la exposición femenina y feminista que yuxtapone a Susan Meiselas y a dos otras estadounidenses, en torno a sus libros que desafortunadamente no muestran. La serie de Meiselas sobre las mujeres que hacen estriptís en ferias es tan fuerte, tan precisa, da tal testimonio de una relación revolucionaria equilibrada entre fotógrafo y modelos, hay tal complicidad, tal contrato civil de fotografía, como dice Ariella Azoulay en otro contexto, que las banalidades de las dos otras fotógrafas, al lado, parecen vacías: sea cual fuere el interés militante, mostrar a Marilyn Monroe sin maquillaje o promover a través de la imagen el auto examen ginecológico no son exactamente, en términos de fotografía, actos feministas revolucionarios de peso ante Susan Meiselas. Pero, afortunadamente, también están Helen Levitt, Germaine Krull, Laurence Aëgerter, Krystina Dul, Randa Mirza, Annabel Aoun Blanco, Ouka Lele, y mujeres fotógrafas del Prix Découverte, de quienes hablaré próximamente. Contrapunto a esta apoteosis feminista, Tom Wood quien, es cierto que fotografía mujeres en la calle, pero no se preocupa por mencionar sus nombres, de 40 de las 42 fotos presentadas (sólo Rachel y Tracy tienen la fortuna de ser identificadas, y ni sus hijos ni sus hermanas están en la misma imagen): una reducción sintomática de la mujer a simple objeto fotográfico que no merece ni siquiera que la nombren, negando así su identidad. En resumen, el anti Meiselas. Pero aparentemente a nadie le chocó. 

Khalil Joreige & Joana Hadjithomas, serie Wonder Beirut, 1997-2006

En fin, uno de los otros elementos importantes de los Encuentros y de los cuales pocos han hablado, es, que por primera vez se entregaron tres becas de investigación en curaduría, una excelente iniciativa para mejorar el nivel, algunas veces bastante elemental de los comisarios aquí. En otra reseña volveré sobre la excelente exposición sobre la foto en RDA (curadora Sonia Voss); quiero decir unas palabras por una exposición bien hecha, bien pensada tanto estética como sociológicamente, sobre la tarjeta postal (comisarías Magali Nachtergael y Anne Reverseau): la tarjeta postal como visión estereotipada del mundo, como soporte de sueños y de fantasmas más o menos exóticos (incluso coloniales), con John Stezaker, las tarjetas quemadas de Wonder Beirut (Joreige et Hadjithomas), y un conjunto de Susan Hiller, magnifica lo vernáculo para hacer con ello un monumento a los artistas desconocidos; el único reproche es la instalación de Fredi Casco (se puede hacer mucho mejor con tarjetas QSL). 

Marcell Piti, Embajada de Israel en Paris, serie Les Bords de l’Europe, 2019, Google Street View

La tercera exposición galardonada con una beca en curaduría, es un conjunto bastante político y también poético, armado por el curador húngaro Istvan Viragvölgyi, sobre los muros en Europa, a partir de imágenes de todas las procedencias, foto periodistas, artistas,  testigos, militantes, los mismos migrantes, y se trata en su mayoría de muros físicos, clasificados aquí en muros de influencia, muros de segregación y muros de (contra) migraciones, y todos tienen como objetivo rechazar, excluir y encerrar. Se trata únicamente de fronteras terrestres europeas, entre las cuales el curador excluyó el muro del apartheid israelí y Frontex en el Mediterráneo (aunque estén incluidos Ceuta y Melilla), lo que hace que la mayoría de muros evocados aquí sean de relativa baja intensidad. Treinta años después de la caída de la cortina de hierro, un húngaro (cuyo país fue uno de los primeros en abrirse en 1989 y que es hoy uno de los más anti migrantes) nos muestra el resurgimiento de divisiones, clausuras, exclusiones. Las formas son siempre las mismas: concreto y púas, cámaras, detección electrónica, miradores; uno de los artistas el croata Davor Konjikusic, desvía esos medios al hacer imágenes con las cámaras térmicas, imágenes «operacionales» (arriba). Entre los muros llamados de influencia, muchos están en la frontera rusa con los estados vecinos, cada uno intenta protegerse de la influencia del otro. Los más antiguos están en Chipre entre griegos y turcos, y en Gibraltar. La exposición incluye los muros electrónicos y los que protegen las embajadas (a menudo prohibidos de fotografiar: aquí arriba, una imagen de Google Street View que el fotógrafo húngaro Marcell Piti retoma, con los policías que intentan intervenir). 

José Palazon, ST, Melilla, 22 de octubre de 2014

Los muros de segregación separan a las comunidades, católicas y protestantes en Irlanda del norte, pero sobre todo a los gitanos en Europa Central y Oriental. La hipocresía no tienen límites, esos muros que encierran a las comunidades romaníes son presentados como un medio para proteger a los niños del tráfico o una herramienta para favorecer la práctica del deporte y después los habitantes los distorsionan ya que los pintan y los decoran. 

Daniel Leal-Olivas, Refugees cross Russian-Norway border. Middle-Eastern families cross the Russian-Norway border along with bicycles as directed by Russian authorities, with the help of Norwegian authorities in Storskog. The border crossing has received a steady flow of refugees and migrants in the last months. Kirkenes, Norway. 22/10/2015

Los muros contra las migraciones son los que más presentes están en nuestras mentes. Además de Ceuta y Melilla (más arriba, foto terrible y tan simbólica de los migrantes y las jugadoras de golf por el militante José Palazon), y Calais, se trata sobre todo de las barreras en los Balcanes y Europa Central. Nos enteramos también de que existe una ruta de migración vía la frontera ruso noruega en el extremo norte de Europa: los rusos prohiben el paso a pie y los noruegos no autorizan fácilmente la entrada de automóviles, los migrantes pasan todos.... en bicicleta (aquí arriba, foto de Daniel Leal-Olivas).

Lukasz Skapski, Model for a reinforced border between Hunagry and Serbia, Serie The Clinch, New Architecture of European Borders, 2016/2017

La exposición se termina con unas bonitas maquetas pequeñas de muros, obra del polaco Daniel Leal-Olivas, como si estuviéramos en un salón comercial de la seguridad. Es una exposición documental muy bien hecha fruto de una búsqueda y de una reflexión de calidad. Sólo falta un catálogo (no hay sino un folleto pequeño de 20 páginas: sugiramos a los Encuentros que incluyan desde ahora la edición de un libro de las oportunas becas de curaduría.)