24 de julio de 2020, por Lunettes Rouges
Lo esencial de la exposición de Christo* en el Centro Pompidou (hasta el 19 de octubre) es que se trata de una exposición documental sobre el empaquetado del Pont Neuf. Verá cantidades de dibujos y croquis más o menos técnicos, cartas, fotografías (con Chirac, Débré...), e incluso algunos trozos de lona y de correas. Es bastante interesante y bien documentado, pero no son sino migajas de un proyecto que no existió sino porque se podía experimentar. En ese entonces yo vivía cerca y pasaba varias veces al día, y no son todos esos documentos interminables los que me harán soñar. Christo financiaba sus proyectos vendiendo los dibujos del ante proyecto y realizaba cantidades enormes; aquí vemos los que se quedaron sin vender.
Ello explica quizás porqué no hay casi nada en la exposición sobre el próximo empaquetado del Arco del triunfo, previsto para septiembre de 2021. Vemos un pequeño foto-montaje de 1962 y un video de Christo trabajando en el proyecto poco antes de su muerte: ¿será que el resto tiene que seguir inédito para poder venderlo? Hay que leer el número especial de Connaissance des Arts para saber un poco más. La hoja de sala del Centro Pompidou se contenta con tranquilizarnos: «La Llama de la Nación delante de la tumba del Soldado Desconocido seguirá encendida». iQué alivio!
Christo, La Cortina de hierro calle Visconti, 27 de junio de 1962, muro de barriles de petróleo, f. Jean-Dominique Lajoux |
Supimos que Christo sólo quería en Pompidou una exposición documental sobre el Pont Neuf y que el Centro insistió para mostrar también obras de su periodo parisino entre 1958 y 1964, que se exponen rara vez y quedan en la sombra de los grandes proyectos de empaquetado. Se sabe poco de la performance que consistió en bloquear la calle Visconti con barriles (con la complicidad de Jeanne-Claude, claro, que negoció con los policías que llegaron a la una de la mañana para desmontar la barricada), una evocación vaga del Muro de Berlín que entonces estaba en construcción, pero fue una verdadera intervención de Land Art urbano agresivo.
Christo, Paquete sobre mesa, 1961, tela, laca, cuerda y objetos diversos sobre mesa pedestal, 107x42x42 cm, col. Centro Pompidou, f. Eeva-Inkeri |
Tenemos principalmente dos tendencias en las obras. Primero, empaquetar una gran cantidad de objetos de todo tipo, que quedan más o menos reconocibles: cajitas, botellas, sillas, caminadores, barriles, cuadros, ..., con tela, papel, laca, arena, polvo, piolas. Se trata de un juego de texturas, brillantez, colores; un trabajo que se vincula con toda la historia del drapeado: nos hubieran gustado más referencias en la exposición, por ejemplo Sansevero, Clérambault o Giacometti (en donde el joven Christo vio las esculturas de arcilla envueltas con paños húmedos para que no se secaran), o, incluso más audaz, Judith Scott, parentesco obsesivo lejano. Pero no se habla de nada de todo eso aquí, y la presentación es bastante ponderada y muy lineal.
Christo, Fachada de almacén malva, 1964, 235x220x35 cm, madera, metal, esmalte, metacrilato, papel, tela, lámpara, f. Wolfgang Voltz |
En la misma linea, unas vitrinas camufladas, como un impedimento, o un desplazamiento: mientras los objetos eran reconocibles, aquí, desde el interior, no sabremos nada, como con el objeto de À bruit secret.
La otra serie, que no ha sido mostrada prácticamente nunca, comprende lienzos matéricos, ahuecados, deformados, hinchados, triturados, casi tridimensionales. Christo dice que fue inspirado por Dubuffet, pero también podemos ver algún parentesco con Fontana aunque menos liso (Fontana fue la segunda persona que le compró una obra en 1958), con Burri aunque menos audaz, o con Millares aunque más tranquilo. Fue lo que más me interesó en esta exposición demasiado convencional.
*si, ya sé, hay que usar la corrección política y decir «Christo et Jeanne-Claude», la responsable del mercadeo, relaciones públicas y finanzas que desde ahora tienen la misma importancia que el creador. Algo así como la ropa de Yves Saint Laurent y Pierre Bergé o las novelas de Virginia y Leonard Woolf, o de George Sand y Alexandre Manceau...