mardi 3 mai 2022

Resumen de marzo y abril de 2022, y algunos libros

 


30 de abril de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


10 reseñas este bimestre


 7 de marzo: En búsqueda del genio de Graciela Iturbide


10 de marzo: ¿Regreso a Bagdad? (Michael Rakowitz)


14 de marzo: La imagen sin el Hombre (BAL books)


21 de marzo: La paradoja portuguesa en Tours


31 de marzo: Gérard Fromanger en Lisboa


    4 de abril: Doble silencio estadounidense (Robert Adams)


  19 de abril: Imágenes del exilio (Maurice Fréchuret)


  26 de abril: Munch dialogando


  28 de abril: Unos libros de fotografía (Mathieu Pernot, The NY School, Saul Leiter,    Terri Weifenbach, Stéphanie Solinas)


  29 de abril: La ocultación de René Leichtnam en el MUCEM


 Libros



La curieuse cabine d’Edith, artiste et collectionneuse -La curiosa cabina de Edith-, artista y coleccionista (ediciones Arnaud Bizalion, Arles, 2021; 112 páginas, 48 ilustraciones de página entera) presenta el trabajo de Edith Laplane, ginecóloga y artista, sobre el tema de la vulva, con motivo de una exposición en Pangolin (lugar fundado por Edith Laplane y Michael Serfaty), cuya comisaria fue Elisabeth Chambon. Su manera más poética, menos clínica que Jean-Jacques Lequeu y menos sistemática que Henri Maccheroni, y naturalmente con empatía femenina, Edith Laplane dibuja, borda y esculpe vulvas que son también barcas, cohetes, máscaras, origamis, mandorlas. También las colecciona (Paul-Armand Gette, Annette Messager, …). Hay una entrevista muy interesante entre la artista y la comisaria, sobre el feminismo, la ginecología, el bordado.


Portada con Gustave Moreau, Edipo y la Esfinge, 1864


Alain Le Ninèze, Moi, Oedipe … -Yo, Edipo...- (ateliers Henry Dougier, 2022, 128 páginas, 12 ilustraciones de página entera y dos solapas ilustradas) es el primer volumen de una nueva colección, Autobiografía de un mito, que le da la palabra a figuras legendarias. Es entonces, el relato de la vida de Edipo en primera persona, quien, ciego, ya acercándose a la muerte y acompañado por su hija Antigona, se la cuenta al pastor Démeter. Fuera del relato bien conocido y escrito aquí de manera amena y cautivadora, el interés está en la riqueza de las ilustraciones (Gustave Moreau, Ingres, Miguel Angel, Füssli, otros pintores, un escultor y Pasolini), las cuales, cada una a su manera hubiera podido desviar el relato. La sección final presenta textos de Freud, Jean-Pierre Vernant, René Girard y Lévi-Strauss que aclaran el mito de Edipo: hubiéramos preferido que las dos secciones, relato y reflexiones, no fueran como dos ríos separados, y que los conceptos de la segunda parte impregnaran más el relato. 




Henry Dougier, La quête éperdue d’un éditeur impatient, amoureux du beau et du vivant -La búsqueda apasionada de un editor impaciente, enamorado de la belleza y de lo viviente- (ateliers Henry Dougier, 2022, 160 páginas) es la autobiografía lúcida y franca del editor que funda Autrement en 1975, libros/revista que marca duraderamente toda una generación, por su originalidad y su independencia. La primera parte cuenta la vida bastante clásica de un joven burgués que obtuvo en la escuela primaria el «premio del movimiento perpetuo», por su agitación, y siempre estuvo dispuesto a trazar su propio camino (incluso aquí); tiene a veces un perfume sartriano, pero ello no hubiera dado materia sino a un relato un poco convencional si no hubiera fundado su vida singular de editor. Más que editor, Dougier es un transmisor, mediador, lanzador de ideas, curioso perpetuo, y es esta efervescencia que le es propia (angustia existencial, dice) lo que ha constituido el motor de sus aventuras editoriales y de su voluntad constante de diálogo y confrontación de diferencias. Nota deontológica: un libro del autor de este blog será publicado en julio por ateliers Henry Dougier 


Libros recibidos en servicio de prensa.

lundi 2 mai 2022

La ocultación de René Leichtnam en el MUCEM

 


29 de abril de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Dibujo de René Leichtnam


René Leichtnam nació en 1920 en Algeria que entonces era francesa. Lo diagnosticaron esquizofrénico y estuvo interno en hospitales psiquiátricos a partir de 1943. En 1962, su familia repatriada, lo dejó en Blida (Joinville). En 1963, con otros enfermos así abandonados, fue trasladado a Francia, al hospital de Picauville en Normandia; murió en 1993 en una casa de retiro cerca del hospital. El historiador Philippe Artières descubrió en los escombros del hospital, hoy abandonado y que explora con Mathieu Pernot, más de cincuenta dibujos y cartas de René Leichtnam, abandonados en un rincón del dormitorio común. Es el tema de una exposición en el MUCEM (hasta el 8 de mayo) y de un libro (recibido en servicio de prensa), intitulados los dos «Historia(s) de René L. Heterotopías contrariadas».


Portada del catálogo (detalle), con dibujo de René Leichtnam


Primero vemos la desaparición del nombre, la reducción del nombre (que aparece claramente en la firma d dibujos y cartas) a una simple inicial. En el contexto del arte marginal esta práctica puede justificarse cuando los pacientes están aún vivos, pero ello los reduce a su condición de pacientes y niega su existencia artística y su calidad de autor. Además es por eso que en 1965, el doctor Navratil fue, me parece, el primero que publicó dibujos de un paciente (Walla) con su nombre, haciéndolo pasar del estatuto de simple enfermo al de autor. La desaparición del nombre no sería tan grave si ello no fuera el primer síntoma de la ocultación de René Leichtnam que vemos aquí en obra. 


Vista de la exposición (foto François Deladerrière; escenografía Freaks); los dibujos de René Leichtnam están en la línea superior. En primer plano, Germaine Richier, El Corredor, bronce, hacia 1955.


En la exposición hay dos posibilidades para ver los dibujos de René Leichtnam. En la entrada en una pantalla pequeña se pueden ver en diaporama, pasan cada tres segundos, lo que evidentemente no deja tiempo para mirarlos bien ni ver los textos que llevan. A la exposición vayan con zancos o una escalera personal plegable, pues los dibujos están puestos a una altura de dos metros: pueden mirarlos todo el tiempo que quieran torciéndose la nuca, pero no esperen tampoco leer nada ahí. Queda el catálogo: si saca 19 euros puede ver unos treinta (de los cuales uno está cortado en dos en dos páginas diferentes, páginas 84 y 87), al igual que un fragmento de su carta al Dr. Achallé. Extraña falta de respeto con un artista. 


Dibujo de René Leichtnam, cortesía del servicio de prensa del MUCEM


La razón es sencilla: a René Leichtnam no lo consideran como un artista sino como un paciente, un paciente que le sirve de material, de «hilo rojo» a las teorías de Philippe Artières. Esos dibujos, dice la co-curadora Beatrice Didier, no son obras de arte sino simples documentos. De acuerdo, Artières lo pone en la Historia, pero al hacerlo, lo hace entrar a la fuerza en una demostración científica sobre la heterotopía, y parece utilizarlo únicamente en la medida en que puede servir de ejemplo para un discurso teórico. No es que el discurso sea estúpido o errado, ¡muy al contrario! Basándose en Michel Foucault (Artières fue director de los Archivos Foucault), convocando a Georges Perec, al Corbusier o a Frantz Fanon (quien ejerció en la sección indígena del hospital de Joinville, cuando René Leichtnam era interno en la sección de los europeos), enuncia las heterotopías a las que Leichtnam estuvo más o menos expuesto: el asilo, claro, la colonia, pero también, de manera más indirecta, los grandes conjuntos, estadio, playa, la exposición, el trasatlántico France. 


Dibujo de René Leichtnam


De las once mesas vitrina de la exposición, en una sola está Leichtnam, en las demás están los conceptos y los pensadores. También vemos unas esculturas de Germaine Richier (más arriba), de Sol LeWitt, de Étienne-Martin, un dibujo de Fernand Léger, una maqueta de Le Corbusier, todos movilizados para apoyar el propósito del comisario, todos a la altura de los ojos, todos bien visibles a diferencia de los dibujos de René Leichtnam. Una sola obra de arte marginal, una maqueta de barco de Auguste Forestier. Y (fue el único momento estimulante de mi visita) un corto de Yann Le Masson y Olga Baïdar-Poliakoff (con René Vautier) de 1961, sobre dibujos de niños argelinos durante la guerra de la independencia, «Tengo ocho años». 


Dibujo de René Leichtnam


¿Y si miráramos seriamente los dibujos de René Leichtnam? Puede que no sea uno los papas del arte marginal (pág.90, Artières se preocupa por aclarar que no es ni Lepage, ni Wölfli, ni Séraphine), pero hay en su trabajo una mezcla de sistematismo y de candor que atraen. La mayoría de los dibujos presentados aquí son dibujos a lápiz, de arquitectura, casas (individuales, de pueblo, de otros lugares, en lugar que de grandes espacios, al contrario de lo que teorizan), planos de estadios o de hoteles: sin fantasía, una organización bastante estructurada del espacio, sistematización obsesiva, líneas simples. Otros dibujos aportan el mismo rigor clasificador a objetos diversos: me gustó mucho la representación de quince vasos esquemáticos, cada uno con una marca de agua mineral (Vichy, Volvic, Badoit, …) o de bebida (limonada, Selz, ...), un intento de organización del mundo. Otros son más misteriosos: en una serie de «marinas», barcos, playas y tiburones, una cruz gamada al lado de una cruz Lorena (abajo). Otros muestran pájaros, frutas, peces, motivos múltiples que llevan con frecuencia, concienzudamente, juegos de degradados de colores; el más poético, me parece, intitulado «Teología de la paz en el mundo» (no está en el catálogo, ni en el dosier de prensa y del cual sólo les puedo ofrecer la mediocre imagen de arriba) representa a un hombre y a una mujer desnudos, recostados espalda contra espalda, cada uno al pie de un árbol esquematizado, ella con un bebé en brazos, él con un libro en el que dice «Paz=Pan». Al lado de los dibujos en los que Leichtnam intenta apropiarse el mundo imponiendo sus esquemas organizacionales, lo que justifica un análisis heterotópico, hay muchos otros en los que expresa sus utopías poéticas y sensibles, descuidadas en este enfoque teórico.


Dibujo de René Leichtnam



Los artistas marginales son presas fáciles: marginalizados, internados y privados de libertad (algunos), sin integración en el mundo del arte, solo encuentran rara vez personas que respetan su trabajo, y con demasiada frecuencia son objeto de apropiaciones, algunas veces financieras (por ejemplo Tichý con Buxbaum), a veces intelectuales, como en este caso. No son «verdaderos» artistas, sus dibujos nos son «verdaderas» obras de arte, y  René Leichtnam no es aquí sino un pretexto para llevar a cabo una historia teorizada, una «memoria paralela» de la segunda mitad del siglo XX. Es una lástima, se espera más, tanto del MUCEM como de un historiador reputado como Philippe Artières. 


dimanche 1 mai 2022

Unos libros de fotografía

 


28 de abril de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Mathieu Pernot, La Ruine de sa Demeure -La Ruina y su morada- (Atelier EXB, 2022, 216 páginas, 210 fotografías en color) es el catálogo de la exposición actual en la Fundación HCB (no la he visto todavía). En 1926 el abuelo de Mathieu Pernot, René, que se había instalado en Líbano el año anterior, emprendió un viaje turístico (que podríamos calificar de orientalista: ruinas y pintoresco) en la región, que en ese entonces estaba bajo mandato francés. El libro abre con un facsímil de su album de fotografías, desde el Cabo Bon hasta Palmira. Partiendo del apartamento en Beirut en donde su padre vivió hasta 1958, Mathieu Pernot hizo el mismo viaje que su abuelo y lo prolongó hasta Mosul. Al confrontar las fotografías antiguas, turísticas o familiares, con las que él tomó, Mathieu Pernot muestra la catástrofe: explosión de Beirut, huellas de enfrentamientos en Tripoli, desasosiego en Damas, bombardeos de Homs y de Alep, destrucción de Palmira y de Nimrud, entre Daesh y Assad, ruinas de Mosul, por todas partes las huellas de las guerras y de las colonizaciones, una fascinación curiosa por las ruinas; sólo quedan más o menos preservadas algunas ruinas antiguas, Baalbek, el Crac de los Caballeros. Al contrario de su práctica habitual hay pocos seres humanos, no hay retratos sino habitantes pasando, limpiando, reconstruyendo, algunos niños jugando, enamorados en Baalbek, sostenedores de muros en Damas (y las fotos de Assad en las paredes); un anciano descontento mira al fotógrafo con una desconfianza bien diferente de la humildad aparente de los indigenas fotografiados por el abuelo. El album del nieto concluye con unas veinte fotografías de bebés, familias, amigos reencontrados en las ruinas de Mosul: impresiones dañadas, manchadas, sucias, quemadas, tan elocuentes como las imágenes de ruinas. Tejiendo su historia familiar con la (parcial) de la región, Mathieu Pernot explora un nuevo campo de la fotografía, el desplazamiento antes que la serie, el arraigo en la historia más que en la sociedad. Hay una entrevista de Etienne Hatt con el artista y antes que todo un bonito ensayo de la siria Hala Kodmani sobre el ingenuo fotógrafo que descubre aquellas regiones y «llora sobre las ruinas» (un resumen sobre poesía árabe clásica). Ya se han fotografiado bastante las ruinas, no solamente las antiguas sino también las ruinas de las guerras modernas, tema predilecto y a veces algo malsano de tantos fotógrafos. Al igual que un homenaje al abuelo, es sin duda la mirada ingenua de Mathieu Pernot, lo que hace aquí la diferencia. 



Howard Greenberg & Gilles Mora, The New York School Show, Les photographes de l’école de New York, -Los fotógrafos de la escuela de Nueva York- 1935-1965 (Hazan, 2020, 144 páginas) es el catálogo de la exposición en Montpellier en el Pavillon Populaire en 2020/21. Presentan el trabajo de 21 fotógrafos, cada cual con su corta reseña bibliográfica y entre una (Diane Arbus, Morris Engel) y 15 (Leon Levinstein) fotografías, casi todas en blanco y negro (salvo algunas excepciones en color de Sy Kattelson, Louis Faurer, Saul Leiter). Algunos son bastante conocidos: Lisette Model, Helen Levitt, Robert Frank, Diane Arbus, Saul Leiter, William Klein, Bruce Davidson; otros menos, y entre ellos me gustaron mucho Dave Heath y Leon Levinstein (en especial sus madres e hijo pág.48/49), además de las fotos afiebradas de Ted Croner. Un texto personal del galerista Howard Greenberg que representa un buen número de entre ellos y una presentación sintética de Gilles Mora. De paso, una buena parte de los fotógrafos es de cultura judía: ¿Existe algún estudio sobre esta eventual dimensión cultural-religiosa? 



Forever Saul Leiter (textuel, 2021, 310 páginas) es la traducción en francés del catálogo en japonés de una exposición de Saul Leiter en Tokyo y Kyoto en 2020. Las primeras 280 páginas son casi exclusivamente fotografías de Leiter, de página entera, acompañadas de algunas citaciones de él y de algunas reseñas breves sobre sus autorretratos, sobre su hermana Deborah, su modelo y amante Soames, sus diapositivas en color y sus fragmentos de fotos rotas. Siguen un texto de los directores de la Fundación Saul Leiter a propósito de sus trabajos y un ensayo un poco leve de la fotógrafa y escritora japonesa Otake Akiko (quien confiesa que hace diez años no había oido hablar nunca de Saul Leiter). Apreciamos el número de reproducciones y su calidad, pero la pobreza de los textos hace que para comprender el trabajo de Leiter no es suficiente. Y es una lástima, había mucho que decir (por ejemplo Arnaud Jamin). 



Terri Weifenbach, Cloud Physics (Atelier EXB, 2021, 216 páginas), primero fotografió instrumentos de medida (radiómetro, pluviómetro), y de ahí pasó a fotografiar los fenómenos naturales que los instrumentos intentan captar: el agua, la luz, el fuego, las nubes. Podría ser del estilo de la fotografía de Berenice Abbot en el MIT o de Harold Edgerton, pero es infinitamente más sensible y poética; en especial el juego constante entre borroso y nítido que le da a las imágenes un colorido casi emocional. Me avergüenzo mucho pues no conocía a esta fotógrafa (que vive en Paris), y tanto el planteamiento como el resultado me parecen interesantes. Aquí presenta al mismo tiempo un instrumento de medida (fotografía nítida y fría), un gráfico de sus medidas e imágenes de plantas, cielos, aguas, hechas en el momento de captar los datos, los cuales entrega cada imagen. Hay un interesante ensayo de Luce Lebart, quien, además de encontrar un eco sensible con las fotografías,  también las sitúa en una perspectiva histórica, yendo al enfoque estético-científico en el Renacimiento en torno a las condiciones climáticas y a la ciencia naciente de las nubes en el siglo XIX. Bonito descubrimiento.



Stéphanie Solinas, Le Soleil ni la Mort -El sol ni la muerte- (Delpire, 2022, 160 páginas) es una serie de fotografías tomadas desde un avión pequeño y muestra por un lado la luna llena y por el otro el atardecer, cada una fechada con una precisión de segundos, entre 19 59' 30" y 20 28' 58". Es un trabajo se serie bastante fascinante, incluso increíble, del cual es difícil desprenderse. Son fotografías que solas hubieran hecho un bonito libro, sin nada más. Pero les pusieron trozos de una entrevista con la fundadora y el presidente de una empresa estadounidense de criogenia, que dicen, entre otras, que «hay que tener fé» y que sus adversarios «se focalizan en el mínimo riesgo de que ello no salga bien», ello, viene a ser el cuerpo de un muerto (o, en mas de la mitad de los casos, de su cabeza) y su futura resucitación (a los decapitados, la ciencia del futuro sabrá reconstruirles un cuerpo); perdón, hay que decir «paciente», no «muerto». Bueno, estará de moda, pero no me cambió la idea de hacerme incinerar (como Timothy Leary). El título viene de la única máxima de François de La Rochefoucauld -de costumbre más preocupado por el amor, las mujeres, la vanidad y el poder- que trata de la muerte: «Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente». 

Libros recibidos en servicio de prensa.