jeudi 9 mai 2019

Jean-Jacques Lequeu, Principe del fracaso

04 de mayo de 2019, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Jean-Jacques Lequeu, Frontispicio del Nuevo Método aplicado a los principios elementales del dibujo, 1792, 28.6x23cm, BnF

Un poco tarde para escribir sobre la exposición de dibujos de Jean-Jacques Lequeu en el Petit Palais (terminó el 31 de marzo), pero su obra es tan fascinante que no pude decidir no escribir sobre él. Hay tres familias de dibujos : de arquitecturas, de sexos, y de autorretratos. Todos hechos con el mismo dominio técnico, la misma minuciosidad, la misma preocupación obsesiva por los detalles. Y todos conducen a un callejón sin salida.

Jean-Jacques Lequeu, Temple de la devination, qui forme le fond septentrional de l’Elysée, 51.7×36.4cm, Architecture civile, pl.63, BnF

Primero la arquitectura : Lequeu, simple dibujante, no tuvo nunca una misión de arquitecto y nunca construyó nada (aparte algunos elementos decorativos de un palacete). A pesar de la mezcla social de la Revolución y del Imperio, nunca logró situarse por encima de su condición de dibujante, por falta de aptitudes interpersonales y de ambición, probablemente. Sus arquitecturas son todas o prácticamente, ficciones, fantasias, quimeras, inspiradas en la Antigüedad griega, egipcia y a veces bíblica, en las cuales podemos detectar también influencias de la mazonería. Lequeu es un constructor estéril, onanista, obsesivo, que no deja de producir (en el papel) y no crea nada. Cada quien reconoce su habilidad, su método y redacta manuales sobre sobre la sombra y el volumen, pero su perfeccionismo no produce frutos sino en sueños. 

Jean-Jacques Lequeu, Edad para concebir, 17 x15.6cm, BnF

Sus dibujos de sexo son tan poco eróticos como sus arquitecturas son estériles, no generan ninguna pasión, no estimulan ninguna libido; no falta ni un pelo, pero estamos solo ante un dibujo anatómico hiper-preciso y no ante un objeto de deseo. Además, en sus descripciones y leyendas se obsesiona por la concepción y la virginidad. Sus penis son ornamentos de piedra, o sino órganos rara vez triunfadores y en general enfermos o deformes; demuestra un interés evidente por la ambigüedad, el hermafrodismo, la transgresión. Sabemos (según el inventario de sus bienes después de su muerte) que se vestía de mujer (en su armario había diez vestidos, veintisiete enaguas y un camisón de seda), pero su autorretrato en travesti no estaba en la exposición.

Jean-Jacques Lequeu, Y nosotras también seremos madres; pues …!,  An II(1793/94), 50×36.4cm, BnF

Cuando sus dibujos se alejan de la obsesión anatómica para mostrar un poco de acción, esta es bastante pobre : la monja que desnuda su seno (en el año II, después de la supresión de las órdenes monásticas) solamente proclama su deseo de maternidad, aunque la mantilla levantada se vuelva un falo en su mano. Prácticamente no muestra escenas de interacción entre los sexos : únicamente un detalle de la Guinguette, una pareja haciendo el amor en una hamaca, y casi ninguna escena de seducción, de libertinaje, de pareja enamorada. Su repertorio es más bien la sexualidad solitaria y auto centrada, como la Bacante auto sodomisándose con un aulós.  

Jean-Jacques Lequeu, Él tira la lengua, 34.5×23.4cm, BnF

En cuanto a sus (auto)retratos, estos componen un ejercicio psicótico grotesco que produce muy buen efecto : haciendo muecas, gritando, las facciones deformadas, las mímicas exageradas, Lequeu tiene una visión extraña de sí mismo. Sólo podemos pensar en su antecesor Messerschmidt, también maestro de la expresión, también al margen. Es en sus retratos en donde se encuentra la mayor dosis de vida y de expresión, a diferencia de sus arquitecturas más o menos eróticas (aquí abajo una sinagoga fálica) y de sus sexos minerales.

Jean-Jacques Lequeu, La Petite Synagogue, 51.6×35.4cm, Architecture civile pl.52, BnF

Pero Lequeu el arquitecto de papel, Lequeu el erotómano estéril, Lequeu el casi psicótico, Lequeu principe del fracaso, logró algo grande en su vida apagada : le dejó sus dibujos a la Biblioteca Nacional de Francia (BnF). Esa proeza lleva una dimensión trágica, una tristeza infinita en el hecho de dibujar (así de bien) toda su vida, pero de dejar todo para una incierta prosperidad futura. ¿Cuándo y cómo aceptó finalmente que no sería nada en su época? Más cerca del divino Marqués que de los surrealistas (a pesar de lo que diga el historiador del arte que también ve en sus dibujos el estilo clandestino de Duchamp), Lequeu sigue siendo un enigma, y toda nuestra fascinación procede de esa distancia entre vida y obra, entre esterilidad y creación. 

Muy buen catálogo, leer también el libro, basado sobretodo en la arquitectura, de Elisa Boeri (y eventualmente, el de Philippe Duboy, mencionado aquí, con muy buenas ilustraciones, en inglés). 

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