03 de mayo de 2019, por Lunettes Rouges
Anne-Louis Girodet, Jean-Baptiste Belley, diputado de Santo Domingo en la Convención, 1797, 159x112cm, Castillo de Versailles |
La exposición « Le modèle noir » (El modelo negro) en el Museo de Orsay (hasta el 21 de julio) es a la vez necesaria y decepcionante. Adopta dos perspectivas, la una, indispensable, más propiamente histórica, y la otra, según la esencia del lugar, más bien artística. En Francia hay demasiado pocas grandes exposiciones sobre la esclavitud, la colonización y el racismo (y todavía demasiados vestigios memoriales, como por ejemplo, los nombres de las calles de Burdeos), y solamente podemos alegrarnos de la dimensión histórica de esta exposición, que va desde la Revolución (y la primera abolición de la esclavitud en ciertas colonias, no en Martinica ni en las Mascareñas), hasta 1940. La esclavitud, la trata y la abolición, en los textos presentados y en el catálogo (en particular el ensayo de Stéphan Guégan), la cronología y las aventuras de sus héroes son considerables. Podemos, sin embargo, echar de menos la ausencia de enfoque económico sobre las consecuencias de la abolición. E indudablemente no era el lugar para hacer además la historia de la colonización y del racismo metropolitano, que hubieran sido pertinentes para la comprensión del recorrido artístico; pero no es sino una exposición. Vemos entonces emerger figuras simbólicas de la emancipación, entre las cuales el convencional Jean-Baptiste Belley, primer diputado negro de nuestra historia, colmado de dignidad republicana, y sin embargo pintado por Anne-Louis Girodet como auspiciado por un blanco, el padre abolicionista Guillaume-Thomas Raynal fallecido un año antes.
Pierre Gobert (attribué à), Mauresse de Moret, 1695, Bibliothèque Ste Geneviève, pas dans l’exposition |
El recorrido documental indispensable fusiona y se confunde con el recorrido artístico. Empezamos con la Revolución, pero ya había antes representaciones de negros, del Rey Balthazar a van der Kerckhoven, que a menudo no eran sino tipos no identificados, no individualizados. Algunos servidores negros fueron sin embrago identificados con sus nombres (Paul Zaigre de Pigalle, Auguste de Carmontelle), pero muy pocos retratos dignos y respetuosos, por falta de sujetos lo suficientemente 'respetables' sin duda. Una rara excepción (no está en la exposición) es el retrato atribuido a Pierre Gobert, de la benedictina de Moret, de la que se presume fue el fruto de los amores de la reina Maria Teresa y de su page negro.
Marie-Guillemine Benoist, Retrato de Madeleine (ex Retrato de una Negra), 1800, 81x65cm, El Louvre |
La exposición empieza realmente con el famoso cuadro de Marie-Guillemine Benoist. Veamos que en esta exposición se tiene la voluntad de nombrar las obras de manera « moderna » y correcta, ya no se dice Nègre sino Noir (y mañana, ¿los rebautizaremos retrato de un afro descendiente?), o mejor, conseguirse su nombre (de ahí la instalación bastante banal de Glenn Ligon en el vestíbulo del Museo). El cuadro que conocimos durante 200 años como 'Retrato de una negra' ahora se llama 'Retrato de Madeleine' según la hipótesis de que se trata de la criada del cuñado del artista. (En la misma linea normativa, Olympia es calificada como 'trabajadora sexual' en el catálogo de la co curadora estadounidense ...) Es un cuadro fundamental puesto que uno de los primeros en los que parece que se establece un diálogo entre el pintor y su modelo, una comunicación igual : posiblemente ilusión, dado el rango social de las dos mujeres y sobre todo porque Benoist desnuda y crea de hecho un objeto sexual, arquetipo del supuesto erotismo desenfrenado de esa raza (no soy experto de la señora Benoist, pero me parece que si le gustaban los descotados profundos, no vemos el pezón rosa de ninguna mujer blanca en su obra). Madeleine aúna así los dos atributos que se encuentran sin cesar en la representación de las mujeres negras, la sexualidad y la domesticidad.
Aquí se trata de la mirada del pintor sobre su modelo, y de la manera como el modelo se doblega ante las normas de esa mirada. Ya sea la Aspasie de Delacroix, la Venus Africana de Charles Cordier, la María de Félix Nadar, o la Aïcha de Kisling, el estereotipo racial de la hiper-sexualidad negra se encuentra totalmente asimilado por el artista sin problema alguno. Además Joséphine Baker, en el limite de lo obsceno, o la artista de circo Miss Lala se apropian ellas mismas el estereotipo y crean con él de cierta manera 'la base de su negocio'. Son también numerosas las sirvientas, dóciles inclinadas : en la Esther de Chassériau, en el Baño de Bazille, en el Baño Turco de Gérôme, o en la dócil niñera del Beso infantil de Feyen y la Chica joven con peonías de Bazille. El súmmum es quizás la sirvienta de Olympia (de quien las curadoras están bastante orgullosas de haber encontrado el nombre, Laura, y la dirección, 11 rue de Vintimille). Indudablemente Jeanne Duval, amante de Baudelaire y pintada por Manet sobresale, pero Manet no la 've' sino porque está ligada con Baudelaire y no por su personalidad o su éxito propio. Y así hasta los años 40, con Ady Fidelin, « musa » de Man Ray con quien vive contento porque hace todo, « embolar zapatos, servir el desayuno, pintar el fondo de mis lienzos grandes, y todo al ritmo de la beguine o de la rumba »; cuando él se va precipitadamente para Estados Unidos, ella se queda en Francia y desaparece de la historia del arte, al contrario de las tres otras de esta foto de Roland Penrose : Lee Miller, Leonora Carrington y Nusch Eluard.
Jules-Robert Auguste, Dos mujeres desnudas (o Africa y Europa), hacia 1825-26, pastel, 31.6x38cm, Museo del Quai Branly |
Cuerpo negro y cuerpo blanco juntos, doble sexualización sáfica : la negra ya no es sirvienta sino compañera, o por lo menos sirvienta-ama : ¿ será que el oscuro Jules Robert Auguste transgrede un tabú y da un paso cuarenta años antes de Courbet, ciento diez años antes de Lee Miller y Adrienne Fidelin fotografiadas por Man Ray ?
Théodore Chassériau, Etude d’après le modèle Joseph (ex Etude de Noir), 1839, 54.8×73.5cm, Montauban, musée Ingres |
La forma como se mira al hombre negro está igualmente colmada de mitos, de estereotipos. Para empezar el negro es el color del infierno : Ingres, entonces en Roma, le pide al joven Chassériau (quien disimula lo mejor posible su condición de sangre mezclada y el color de su piel) que le pinte según un croquis que le entrega sin decirle para quién es (El Señor expulsando al demonio de lo alto de una montaña) y muy secretamente, el cuerpo negro del modelo Joseph suspendido. Chassériau tardará mucho tiempo e Ingres abandonará el proyecto, pero esa figura del Mal volando antes de su caída resulta ser uno de los estereotipos más extraordinarios del cuerpo negro.
Pierre Puvis de Chavannes, Jeune Noir à l’épée, 1848-49, 105x73cm, Musée d’Orsay |
Aunque no sea necesariamente el diablo, el negro es violento y sanguinario, y el muy reaccionario Puvis de Chavanne no duda en sumar estupor y ferocidad en este joven Negro desnudo (a la antigua) con gorro frigio, sable en mano : indudablemente un cuadro trasgresivo, posiblemente pro abolición, pero también fruto de una mirada dominante. Más tarde, en la misma linea, el Negro es deportista, boxeador del XIX, corredor, futbolista en el XX. Y en fin, el Negro es buen trabajador, sólido, alegre y algo simplista; y ahí saltamos a Banania pasando por los tiradores de Senegal y a este Negro cargando una caja.
Théodore Géricault, Etude d’homme d’après le modèle Joseph, vers 1818-19, 47×38.7cm, Los Angeles J.Paul Getty Museum |
¿ Quién se libra de los estereotipos racistas ? ¿ quién mira a su modelo sin racismo, sin dominar ? No muchos; quizás Géricault al incluir a tres hombres negros en La balsa de la Medusa, y, que para ello, realiza este estudio, según el mismo modelo Joseph. Matisse quizás, después de su viaje a Nueva York y cuando dibuja a sus modelos antillanas en Cannes. Aquí no se está intentando distribuir títulos retrospectivos de anti racismo, sino de constatar que la mirada del blanco en general no sabe deshacerse del ambiente racista de la sociedad que lo rodea.
Paul Gauguin, Tête de femme, Martinique, 1887, craie de couleur, 36x27cm, Amsterdam, Musée van Gogh |
Sin duda solamente Gauguin lo logrará verdaderamente, Gauguin el proscrito, Gauguin el revoltoso, primero en Martinica, luego en Polinesia, cuando pinta a sus amantes y grita contra la destrucción de su sociedad (pero ¿ se es negro en Polinesia ? La definición del catálogo incluye algunos árabes, pero no a polinesios ...). Y no serán los pintores mestizos quienes manejen el combate, felices de integrarse en la sociedad blanca, preocupados por el rechazo : Chassériau, además del Satanás (arriba), pintó a una sirvienta negra bien juiciosa al lado de Esther, y Guillon-Lethière, también él hijo de liberado, aunque se atreve a mostrar cierta igualdad entre hombre blanco y hombre negro en El Juramento de los Ancestros, no lo hace sino una vez y en secreto, antes de enviar el lienzo clandestinamente a la joven república de Haiti.
Aunque la mayoría de los ensayos son bastante eruditos, muchos tiene dificultades para afrontar la problemática de la mirada blanca. Se desprende claramente el excelente ultílogo de dos ex curadores de la exposición sobre los zoos humanos, Lilian Thuram y Pascal Blanchard [uno y otro criticados muchas veces por sus posiciones : Thuram y Blanchard], « Cuerpo negro, mirada blanca ». Su análisis del poder blanco es bastante cruel con la mayoría de las otras presentaciones. Como ejemplo, este lienzo pomposo de François-Auguste Biard celebrando la segunda abolición de la esclavitud en 1848 que analizan con razón así : « Ese cuadro glorifica la acción de los Blancos que liberan a los Negros. Como si fuera idea de ellos, como si los Negros no hubieran hecho nada. Como si los rebeldes no hubieran existido.» Esa es la mirada blanca.
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