mercredi 20 juillet 2022

Eugène Leroy, mágico

 


18 de julio de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Eugène Leroy, Concierto campestre, 1992, óleo sobre lienzo, 61x73cm


Esta es quizás la exposición más grande sobre Eugène Leroy, (en el MAM hasta el 28 de agosto) ciento cincuenta lienzos y dibujos, se podrían pasar días enteros. Es un placer inmenso mirar los lienzos de Eugène Leroy. Podemos pegar la nariz, quitarnos las gafas para mirar mejor desde muy cerca y perdernos en la cartografía del lienzo, montañas y valles, ríos de lava, un magma original, campos de color, oleajes, burbujas, grietas. En medio de una masa orgánica descubrimos de repente un trazo minúsculo de color escarlata casi invisible. Luego nos ponemos las gafas y tomamos distancia metro a metro lentamente, entrecerrando los ojos, deformando la visión para concentrarla en el lienzo sin dejarnos distraer por nada. Y es entonces cuando emerge una cabeza, un busto, una cara, un cuerpo desnudo, que adivinamos, que intentamos entender, capturar. Solamente después, agotados y felices es que podemos leer el cartel. Pero aquí hay que hacerlo unas cien veces. Como escribe Dagen, «se dice uno con pena que será imposible estudiarlas todas tan detenidamente pues cada una necesita un ejercicio de percepción especial». 


Eugène Leroy, Concierto campestre, 1992, detalle



O hacemos lo contrario: ponernos lejos para apreciar, entrecerrando los ojos, los contornos de un cuerpo o una cara y luego acercarnos lo más posible para entender la complejidad de la pintura. No hay distancia justa ni visión apropiada, solamente experiencias para ver de cerca o de lejos, zigzagueando como se nos antoje según las sensaciones que sintamos frente a estas paredes de pintura. ¿Nos quemaremos si nos acercamos demasiado? Cada lienzo es único, incluso doble o triple según nuestra mirada. 


Eugène Leroy, Flores, hacia 1990, óleo sobre lienzo, 61x50cm


Y alguna veces es en el visor de la cámara fotográfica que aparece más claramente el motivo: visión distanciada y reveladora. Vean en otro lugar de qué manera el color cambia según en donde estemos, cerca o lejos. Sin importar el tema, puede ser un desnudo, una cara o un paisaje que existe sólo para revelar la pintura: ni motivo, ni anécdota, pintura pura. Dijo un crítico cuando tuvo lugar su primera exposición en 1937: «Leroy no es un pintor tranquilo. El arte de Leroy es rudo y agresivo a primera vista». 


Eugène Leroy, Flores, hacia 1990, detalle


Leroy decía: «Yo no quise hacer un lienzo bonito, solamente quise pintar». Sus lienzos que pueden pesar hasta 90 kilos, rebosan de materia pictórica que forma masas y torrentes que se recubren sin cesar, y bajo la dura capa de la superficie la pintura se queda largo tiempo blanda, movediza, y a veces deja aparecer colores enterrados, otros que se disuelven para mostrar más valles, más cúmulos a través del tiempo. Y además, con frecuencia, Leroy volvía a trabajar sus cuadros, estamos ante una pintura animada. 


Portada del libro « Toucher la penture comme la peinture vous touche »


Catálogo grande (65€) con numerosas y bonitas reproducciones pero que tuvo la idea absurda de imprimir todas las letras en mayúsculas,  ¿quita esto las ganas de leer? Cómprenlo por las imágenes más bien lean su libro de escritos y entrevistas Toucher la peinture comme la peinture vous touche, prefacio de Eric Darragon, fotografías de Benjamin Katz (L’atelier contemporain, 264 páginas, recibido en servicio de prensa). En medio de anécdotas y relatos autobiográficos, de declaraciones divertidas y provocadoras, recorridos circunvalados del pensamiento, Leroy afirma su rechazo de los conceptos clásicos de estilo, forma, tema, rehusa la cultura dominante de su época y arraiga su trabajo en la historia. 




mardi 19 juillet 2022

El perizonium, entre rigor y poesía (Jacqueline Salmon)

 


17 de julio de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Jacqueline Salmon, El punto ciego, Variación sobre Cranach


El perizonium es la tela que rodea la parte baja del vientre de Cristo durante la Pasión y que por lo tanto disimula su órgano sexual. Está (casi siempre) presente y nunca nadie ha hablado de ello: es un punto ciego, un hueco en la imagen, una evidencia que salta a la vista, cuya ausencia sorprendería et incluso chocaría y que sin embargo nunca se mira. Casi nada en los tratados de iconografía religiosa en mi biblioteca (Toscano, Schiller), nada en la obra de Daniel Arrase, por tanto tan atento con los detalles reveladores. Sólo Malonus (cuya Historia de imágenes y pinturas sagradas desarrolla en detalle los preceptos del Concilio de Trento que había insistido sobre la decencia) dedica un capítulo sobre la pintura de la crucifixión de Cristo en el cual escribe que fue crucificado probablemente desnudo, como era la costumbre en el Imperio romano (así son representados siempre los ladrones), y que posiblemente María le puso alrededor de los riñones el velo que le cubría la cabeza. Molanus escribe que por deferencia y pudor generalmente se le representa velado pero no dice que sea un precepto explícito; vemos además en Malonus la reproducción de un grabado de Hans Burgkmair, en el cual Cristo está desnudo en la cruz. Miguel Angel lo representa desnudo varias veces (como este crucifijo), y muchas de sus obras fueron sometidas a la ofensa de un braghetonne para cubrir esas indecencias. Hay que recordar que dos libros fueron dedicados especialmente al sexo de Cristo, pero el perizonium no es sino un detalle, un adorno, incluso un impedimento: Phallophanies de Alexandre Leupin, y The Sexuality of Christ in Renaissance Art and in Modern Oblivion, de Leo Steinberg. Es entonces un tema que en cuanto a la estética ha estado ausente y en todo caso dejado de lado y que en teología parece que no ha sido planteado sino para subrayar la encarnación divina, el Verbo hecho carne. 


Jacqueline Salmon, El punto ciego, vista de la exposición, Museo Réattu



Es precisamente con el título «El punto ciego» que Jacqueline Salmon está realizando desde 2016 un proyecto de investigación y de fotografía sobre el perizonium, y el estado actual de su trabajo se expone en el Museo Réattu de Arlés hasta el 2 de octubre: en medio de una edición de los Encuentros de calidad general regular esta exposición se distingue, y como yo, la mayoría de las personas que ví durante la semana la ponían ampliamente a la cabeza. Jacqueline Salmon es una persona metódica y rigurosa; recuerdo sus cartografías meticulosas de hace doce años. Descubrió el perizonium a través de una investigación sobre el drapeado y lo ha perseguido desde hace seis años a través de Europa, visitando museos, iglesias, galerías de anticuarios, y también fuera de Europa, a través de catálogos y páginas internet (entre ellas esta, fascinante y obsesivo), también ha hecho o recogido cantidades de fotografías. Se impuso reglas sobre el periodo (de los siglos VIII al XX), sobre el origen (las obras europeas; ojalá que en una próxima fase cubra el barroco brasileño), sobre el medio (pintura, escultura, manuscrito ilustrado, dibujo, grabado) y sobre el tema (la Pasión de Cristo). Dotada de las reglas, primero recogió y compuso cuadernos (y una pequeña parte de su recolección está en las vitrinas de la exposición), luego fotografió (alrededor de doscientas fotografías en la exposición presentadas cronológicamente en el laberinto complejo del museo). 

 

Jacqueline Salmon, El punto ciego: Bonaventura Berlingheri, Cristo crucificado, 1260-1270, Roma, Palazzo Barberini


Y es ahí en donde intervienen su talento y su poesía: no es un trabajo serio pero frío de documentación iconográfica, es un enfoque artístico total que cada vez define el marco y excluye salirse del cuadro, se concentra sobre la parte baja del cuadro, no muestra nunca la cara de Cristo y si puede, tampoco los brazos. Pero se ven con frecuencia manos, las que lo sostienen, incluso que lo acarician; rara vez otras caras. Y en encuadre es fundamental: miles de persona han visto esta estatua de Luvaina, pero fotografiarla así, de espalda difuminando la corona de espinas y las marcas de flagelación le dan un aura y una sensualidad evidentemente femenina que son únicas. Así Jacqueline Salmon expone su razonamiento, el resplandor de un flash, el reflejo de una ventana, todo lo que nos muestra que una fotógrafa intervino para transformar una forma bruta en obra de arte. Vemos las fisuras y las grietas de las obras, su materialidad. 


Jacqueline Salmon, El punto ciego: Colijn de Coter, La Santísima Trinidad con Dios el Padre sosteniendo a Cristo, Louvre-Lens


Existen todo tipo de perizoniums (perizoma) y, en lugar de una presentación cronológica, un enfoque temático hubiera sido posible. Tomo prestado a la introducción de Sébastien Allard en el catálogo un intento imposible de tipología: las trasparencias sutiles, las voluptuosas extravagancias que desafían la gravedad, las escenas silenciosas, las violencias expresionistas, la opulencia de los blancos y la coloración diáfana, rosada o azulosa. Existen perizoniums anudados y otros pegados al cuerpo por el viento y que flotan de manera absurda (Cranach, arriba), existen, aquí arriba, que la mano de Dios Padre mantiene firmemente sobre el sexo de su hijo temiendo que caiga. Algunos son sanguinolentos como por la menstruación. A veces como en Luvaina, el cuerpo de Cristo parece femenino, andrógino; a veces al contrario su masculinidad surge de todas partes y dibujan un seudo penis sobre el abdomen (arriba). 


Portada del libro, con Jacqeline Salmon, Variaciones sobre la Crucifixión, Zurbarán / Cano



No es verdaderamente un catálogo de la exposición (Silvana, 320 páginas), sino más bien un inventario parcial de su cosecha, con 125 planchas, cada una con un montaje de varias fotos (recibido en servicio de prensa). Aquí aparece mi primera crítica: las leyendas de las imágenes están al final del volumen (páginas 287 à 309), lo que vuelve complicadas las idas y venidas entre imágenes y leyendas: un cuaderno amovible ¡hubiera sido más práctico! La introducción de Sébastien Allard es estupenda, un texto del comisario de la exposición Andy Neyrotti que describe el proceso que la artista siguió, un texto del historiador del arte Jean-Christian Fleury (su marido) sobre la investigación y su enfoque y un ensayo incomprensible del psicoanalista Guy Le Gaufey al cual hubiera sido bueno adjuntarle las reflexiones de un teólogo. Exposición dentro de unos meses en París en la galería Eric Dupont.



lundi 18 juillet 2022

Arles 6 : los libros

 


12 de julio de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Portada de Katalog de Barbara Iweins


Esta reseña está dedicada a los libros / catálogos sobre o en torno a las exposiciones en Arlés; salvo el de Frida Orupabo, todos fueron recibidos en servicio de prensa (y les agradezco). Lo interesante es que algunos de ellos aportan una dimensión suplementaria a la exposición, conducen a una nueva perspectiva y hasta pueden hacer revisar el criterio inicial. Empecemos por una de las exposiciones que más me conmovió, Katalog de Barbara Iweins (delpire, 368 páginas): la exposición divierte, el libro preocupa y cuestiona. Ante la acumulación sistemática, percibimos, mejor que en la exposición, angustia y fragilidad, necesidad de referencias y de estabilidad, para las cuales esta obra obsesiva ha servido de terapia: «puesto que poseo todos estos objetos, existo y el mundo existe»; y curiosamente (o no), el valor monetario es omnipresente. Es divertido encontrar un libro raro que también tenemos y que nos gusta (Strapless) y que, extrañamente, es vecino en la mesa de noche con el vibrador que no sirvió sino una vez pues se le perdió el cargador; conmueve la exhibición de la intimidad que comparte sin falsa modestia. Podríamos hablar de la escala de las fotos, todos los objetos, o casi, los ha reproducido del mismo tamaño. Además el libro va salpicado de 46 textos pequeños fechados, la mitad de sus 40 (tiene 47 años), solamente dos de sus 20, y un bonito texto del futuro, sobre la picardía que tendrá a los 80. Lo único que critico (pero seguramente hubiera sido quizás otro libro) es que faltan puntos de vista complementarios, de un historiador del arte o de un psicoanalista por ejemplo. 


Páginas 126/127 del catálogo 160 años de fotografías a través de las colecciones de la Cruz Roja y del Creciente Rojo 


No escribí a porpósito de la exposición sobre la Cruz Roja, una exposición documental y hagiográfica, que es cierto, cuestiona el peso de la fotografía y su veracidad pero cuando glorifica la neutralidad de la institución, evacua el contexto con demasiada frecuencia. Tomo como ejemplo esta imagen del catálogo (Textuel, 240 páginas) aquí arriba, en la que vemos al noble delegado de la Cruz Roja rodeado de alambres de púas y con una leyenda única y vertical en el libro, «Un delegado del CICR en la puerta de una sección del campo de Ansar, Líbano, 1983»: ¿Cuál es el contexto? ¿Quién construyó ese campo? ¿Quiénes son los prisioneros? ¿Quién los detiene allí? ¿Quién los tortura? No hay información alguna: la Cruz Roja es neutra, no toma partido. Se tiene entonces que cuestionar ese discurso, averiguar para saber que ese campo fue creado el 14 de julio de 1982 por el ejército israelí de ocupación, cuando invadieron el sur del Líbano y que miles de libaneses y de palestinos estuvieron presos en ese lugar y algunos fueron torturados. Ni una palabra tampoco sobre la visita del delegado Maurice Rossel, de la Cruz Roja, el 23 de junio de 1944 a Terezín, «la ciudad que Hitler les había dado a los judíos» (el mismo Rossel visita Auschwitz el 27 de septiembre de 1944 y no vio ninguna prueba de asesinato masivo). Para cuestionar la seudo neutralidad me invitaron a presentar el trabajo de Ariella Aïsha Azoulay, a quien el CICR le prohibió que publicara con otras leyendas que las del CICR, las fotografías que demostraban su implicación en la Nakba: las leyendas llevan un discurso engañoso, califican la depuración étnica de «repatriación». Azoulay encontró una salida dibujando las escenas representadas en esas fotografías y explicando el contexto, que no se encuentra en las leyendas del CICR. 


Portada del catálogo de Frida Orupabo


Evoqué la exposición de Frida Orupabo en Arlés; retomo lo que escribí sobre su libro en febrero pasado. «Frida Orupabo es una fotógrafa noruega de padre nigeriano, cuya reciente exposición tuvo lugar en el Kunsthall de Trondheim en 2021 (una nueva exposición acaba de abrir en Winterthur). Vimos sus collages en el último Paris Photo (principalmente en esta galería), fragmentos grandes de cuerpos negros, la mayoría femeninos, ensamblados con remaches, compuestos de seres híbridos e inquietantes que nos miran frontalmente, fijamente, y crean un efecto hipnótico ante el cual nadie puede quedar indiferente. Formados a partir de su archivo de imágenes de africanos y de esclavos americanos y de fotos sacadas de las redes sociales, son imágenes que proyectan violencia y cólera, resistencia y dignidad y que impresionan. Esas imágenes sacadas de sus contextos originales y ensambladas así cuentan contra historias e interrogan la manera en que los miramos. Orupabo nos habla de su raza, por supuesto, de familia, de género, sexualidad e identidad pero también se trata aquí de composición, de collage y de estructuración de la imagen (ver también). Además de la reproducción de unas 70 obras y 28 páginas de imágenes de sus archivos, el catálogo (Sternberg, 150 páginas, en inglés) tiene tres ensayos sobre su uso del archivo (Stefanie Hessler), sus «fantasmas» (Lola Olufemi) y su cuenta Instagram (Legacy Russell). Esperamos una exposición en Francia...» Y mi deseo final fue concedido. 


Portada del catálogo de Romain Urhausen


Fui bastante crítico con la exposición de Romain Urhausen: la instalación indiscriminada de sus fotografías al lado de las de Doisneau o de Cartier-Bresson, jueguito estúpido de adivinanza o similitud, no le favorecía. De regreso a casa estoy feliz de leer su catálogo (delpire, 112 páginas) y de revisar mi criterio. Originario de Luxemburgo, entre Francia y Alemania, Urhausen navega también entre la fotografía humanista a la francesa y la Subjektive Fotografie d’Otto Steinert; pero su fotografía humanista privilegia sus juegos de oscuro, de contraluz, de borroso, incluso la desaparición de personajes en movimiento, sin embargo su fotografía experimental incluye huellas de una realidad subjetiva, ya sean chorros de acero o desnudos evanescentes. Para reflejar esta dualidad, el libro está organizado en dos cuadernos separados por una presentación de Paul de Felice y un ensayo sobre la escuela Steinert por Carolin Förster (en francés y en inglés). El catálogo está mucho mejor hecho que la exposición que sin embargo siento no poder ver de nuevo...


Portada del catálogo de Songs of the Sky, Photography & the Cloud


También fui expeditivo con la confusa exposición sobre las nubes; pero el catálogo de la exposición similar en Berlín (Spector, 304 páginas, en alemán y en inglés) me parece igual de confuso y es una pena. Además de las reproducciones de las obras de la exposición, encontramos aforismos impresos en hojas traslúcidas que se siguen, lo que crea una superposición ilegible (hay que intercalar una hoja blanca para poder leer). El ensayo de la comisaria Kathrin Schönegg explica la problemática de la exposición (me parece débil), los seis textos cortos del «Journal», que salen en todas las direcciones, no hacen sino añadirle confusión mental al lector. Pero puede que yo no sea lo bastante inteligente para esta exposición...


Portada del catálogo de Songs of the Sky, Photography & the Cloud


Pasé demasiado rápido por la exposición de Katrien de Blauwer,me arrepiento ahora que descubro su libro, Las fotos que ella no le muestra a nadie (Textuel, 144 páginas, en francés e inglés). Se trata de collages, montajes y recortes, especialmente de cuerpos de mujeres fotografiados por hombres, publicidades, imágenes glamur o voyeristas. Al recomponerlas, Katrien de Blauwer les da otra identidad, otra feminidad; y para ella no son palabras vanas: educada como si fuera un chico, se tuvo que volar adolescente pues no quería ser «transgénero» y quería poder afirmarse como mujer. Hay fotos de mujeres cortadas en dos y recompuestas en una composición desfasada, son las más cercanas al surrealismo; hay ensamblajes con dos o tres fotos que se responden y se abrazan, hay porciones de cuerpos femeninos que perdieron su contexto reemplazado por un fondo liso de color; hay realces con pintura, rojo, violeta, amarillo haï (durante el confinamiento) y azul braghettone que disimula las nalgas y los sexos. Existe una manipulación, una respiración, una deconstrucción, que vuelven borroso el deseo: intimidad desvanecida.                  


Portada del catálogo Una vanguardia feminista


El gran catálogo (delpire, 472 páginas) de la colección Verbund está hecho a la imagen de la exposición: profusión de imágenes de calidad desigual, mensaje fuerte y necesario que hubiera podido expresarse de manera más corta y menos simplista, con una selección de artistas más rigurosa. Podemos decir lo mismo del texto de introducción de la curadora Gabriele Schor: treinta páginas densas llenas de ideas indispensables e importantes pero que hubieran podido expresarse de manera más concisa. 


Portada del catálogo El Atlas en movimiento de Mathieu Pernot


En cuanto a la exposición de Mathieu Pernot en el MUCEM (parte del Grand Arles Express), no pude verla y tengo que contentarme con el catálogo (textuel, 352 páginas, en francés e inglés). De un artista por el que me intereso y aprecio desde hace tiempo (2007), y sobre quien he escrito bastante, me encanta ver lo que podríamos calificar de cantidad, una reunión de sus trabajos sobre los migrantes desde el Medio Oriente hasta Calais. Volvemos a ver imágenes conocidas y descubrimos otras (astronomía, cartografía, botánica). Con frecuencia Pernot le da la palabra a un migrante que dibuja, traza un mapa, escribe un relato, fotografía o filma él mismo, y el artista se convierte en facilitador, testigo, organizador de un proceso multiforme. Hay tres bonitos textos: una entrevista que nos explica el artista por Jean-François Chougnet, y dos ensayos que parten ambos de la idea de atlas, por Roland Recht y Patrick Boucheron, o de qué manera el atlas define la alteridad y cómo permite nombrar al otro. 


Ezio d’Agostino, serie True Fait, 2019


Para terminar, algunos ajustes: sobre  Ezio d’Agostino, que no vi en Arlés pero es la misma exposición que en Lille (al final de artículo); sobre Lee Miller cuya exposición se hubiera podido limitar a las fotografías de guerra, bien presentadas en el Jeu de Paume hace 14 años (leer también este bonito artículo biográfico de Claire Guillot); y, sobre Estefanía Peñafiel Loaiza, este libro que hice con ella hace siete años. Queda por escribir un papel sobre el Perizonium.



jeudi 14 juillet 2022

Arles 5 (y fin) : 12795 veces Barbara Iweins, y otras exposiciones

 


9 de julio de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Barbara Iweins, Katalog, vista de la exposición


Se trata de un espacio bastante pequeño, la antesala de las ediciones Photosynthèse, frente al sitio maravilloso de Lee Ufan, y en ese espacio cabe toda la vida de Barbara Iweins. Toda su vida no, sino todos los objetos de su casa, todos, totalmente, que ella preparó y fotografió concienzudamente para luego  catalogarlos siguiendo reglas precisas. Resulta una clasificación rigurosa según el material, el color, la utilidad, la frecuencia de uso, incluso la molestia (el vaciado de sus dientes fue el objeto, dice, más incómodo de mostrar, más que la bolsa de agua caliente de su amante que ella despedazó cuando él la dejó; y ¿para mi? ¿cuál sería el objeto más incómodo de mostrar en un ejercicio así?). Sigamos, 16% de los objetos son azules, 4% de vidrio, 56% no se utilizan nunca, y muchas otras estadísticas igual de útiles. El conjunto va acompañado de cuentos cortos sobre el hermano, el marido o el amante. Pero lo esencial es la investigación sistemática de la cual resulta cierta forma de angustia y es eso lo que más me conmueve. La escenografía íntima de la exposición recrea un espacio doméstico, cierta forma de encierro en lo casero. Cuando lea el libro seguro que les contaré. 


Gaëlle Delort, Aven des Offraous, Causse Méjean, 2021


Las dos alumnas de la ENSP que fueron seleccionadas por atención particular exploran las profundidades: Cassandre Colas, un túnel debajo de una carretera en Fos, lugar de paso y de transición, que atrae e inquieta a la vez. Y Gaëlle Delort, las simas de las cavidades karsticas del Causse Méjean, espacios misteriosos, bocas de los infiernos, lugar de exploración y de transgresión, entre dos mundos, los vivos y los muertos, los hombres y los brujos; sus fotografías muestran bien la inquietante extrañeza que se adueña de nosotros en medio de este entre dos matricial. Al lado, unos diez fotógrafos del subcontinente indio (y un iraní) exploran de manera desigual la fotografía cuadro y la puesta en escena de cuentos. 


Vanessa Winship, Richmond VA, serie She dances on Jackson, 2012


Hay que ir hasta el museo Arles Antiques para ver este concentrado de América con título desconcertante (¿qué tiene que ver la obstinada renuencia de Galileo con esas visiones fragmentadas? ¿la mirada de desilusión, tal vez?): nueve fotografías (de las cuales un duo) cuentan en imágenes la vida de comunidades, no siempre homogéneas, a veces separadas en dos por las desigualdades y la raza (Brutti & Casotti en St Louis), otras veces cohesivas y sólidas (Los negros de Alabama de RaMell Ross), otras en simbiosis estrecha con la naturaleza (Kristine Potter en el Colorado) y otras flotando en una banalidad desconcertante y solitaria (Richard Choi). Aquí arriba una fotografía de Vanessa Winship, premiada con el Prix HCB que le permitió viajar por el país durante un año, en 2012, rastreando la melancolía, la nostalgia y la soledad omnipresentes: la belleza trágica de esta joven negra aprieta el corazón.  


Y para concluir vuelvo a la primera reseña, no fue Seif Kousmate quien ganó el Prix Découverte, Rahim Fortune ganó el premio del jurado y Mika Sperling el premio del público. Conclusión de los cinco días que pasé: una temporada bastante regular, demasiado convencional, sin sorpresas o «WAW!», pero con algunas exposiciones de calidad (que se salen del sendero, algo poco frecuente aquí). 



mardi 12 juillet 2022

Arles 4 : la precisión nítida de Lukas Hoffmann, y otras exposiciones

 


7 de julio de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Lukas Hoffmann, Bronx River Avenue, NYC, 2016


Después de las dos últimas temporadas hubiéramos podido temer que el espacio de exposición encima del Monoprix, estuviera dedicado de un tiempo a acá, a los artistas prometedores otrora pero que le habían vendido el alma al mercado y a los temas de moda. Pero, aunque este año fui con precaución, me encantó descubrir a un artista exigente y riguroso, y que no busca gustar a cualquier precio. Lukas Hoffman presenta polípticos de hasta 24 imágenes, ordenados y metódicos que exponen visiones amplias de superficies difíciles de identificar: cerco, el costado de un contenedor Evergreen con las letras borradas, piedras, un muro con marcas, arañazos, cicatrices. Son series que hacen resaltar formas imprecisas y texturas extrañas que nos llevan hacia la abstracción. Hoffmann también fotografía a la gente en las calles, un trabajo metódico también pero menos pulido. 


Marie Clerel, Mediodía 2018


Las salas vecinas exponen un panorama de nubes con unos veinte artistas: hay bastantes obras interesantes tanto históricas (Charles Nègre y Lisa Oppenheim replantean las manipulaciones de Gustave Le Gray) como contemporáneas, los algoritmos de Raphael Dallaporta y un bonito calendario solar de Marie Clerel (cada día del año al mediodía una hoja insolada). Pero la idea de la curadora de vincular las nubes atmosféricas con los clouds de la informática (que son irrepresentables) no convence mucho. 


Julien Lombardi, La Pérdida, serie La tierra en donde nació el sol, Wirikuta, Méjico, 2017-2021


Este año parece que la moda son los Amerindios: en medio de exposiciones bastante documentalistas sobre estos pueblos, la mas interesante es indudablemente la de Julien Lombardi quien se distancia de su tema: no se lleva los objetos del territorio en el cual interviene sino que hace vaciados y deja que el sol o el polvo intervengan en sus tomas lo que crea extrañas interferencias en la imagen, desdoblamientos y contaminaciones inesperadas.  


Joan Fontcuberta & Pilar Rosado, Beautiful Agony, 2021, detalle


En dos exposiciones diferentes Pilar Rosado y Joan Fontcuberta exploran la inteligencia artificial y el deep learning (aprendizaje profundo), primero creando obras ficticias pero verosímiles ya que son parecidas a otras de un museo de Deauville; y luego analizando (gracias a esta página) las características faciales expresivas del orgasmo y aplicándoselas a cuatro sátiros conocidos: Trump, Juan Carlos, Berlusconi y DSK. Es verdad que nos reímos mucho y admiramos la tecnología AI pero preocupa la facilidad con la que se puede construir un «deepfake».


Los Zoomers, vista de la exposición, galería Huit, 2022


Dentro de Arlés que se ha vuelto burguesa y de derecha, el escritor Philippe Fenwick y la fotógrafa/activista Olivia Moura se dieron cuenta de que ningún natural de Arlés ha expuesto en los Encuentros, ni ha sido admitido en la ENSP, y que los habitantes de los barrios que fotografían nunca han sido presentados en el centro de Arlés sino que los dejan en las periferias. Entonces, durante el confinamiento lanzaron un proyecto, Los Zoommers: les entregaron cámaras desechables a unos habitantes (entre 13 y 83 años) de Barriol, Trébon y Griffeuille para que fotografiaran su entorno urbano. Las imágenes fueron expuestas primero en la galería Huit en el centro de la ciudad, luego en Photodoc en Paris y ahora en el espacio Biocoop Arélate cerca de la ENSP. Algunas de las imágenes documentan sencillamente el entorno de los fotógrafos pero otras presentan puntos de vista creativos sobre motivos originales. Bonito proyecto para apoyar. 



Arles 3 : las miradas fulminantes de Frida Orupabo, y otras exposiciones

 


7 de julio de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Frida Orupabo, Dos cabezas, collage con clavos de dos patas, 2022

Frida Orupabo es una fotógrafa noruega de padre nigeriano, que hace constar la violencia contra los cuerpos de las mujeres negras, violencia machista y violencia racista: recorta fragmentos de cuerpo, los ensambla, deforma y los remacha juntos, su composición es mucho más que un simple collage, vemos el relieve y el ensamblaje. Son imágenes atormentadas que proceden de los archivos coloniales, nos miran a nosotros, espectadores blancos que quisiéramos ignorar, ignorar nuestro pasado y nuestra historia: pero nadie puede escapar a aquellas miradas de trauma, de supervivencia, de resiliencia. Proyectan la violencia, la cólera, la resistencia y una dignidad que impresionan. Sacadas de sus contextos de origen y reunidas de esta manera, cuentan contra historias e interrogan nuestra forma de mirarlas. La artista nos habla de raza, familia, género, sexualidad e identidad, pero su trabajo cuestiona también la estructuración misma de la imagen. Orupabo muestra también una proyección de imágenes recolectadas y publicadas en Instagram, un desfile rápido y vivo que arrastra y envuelve al espectador en un torbellino que éste quisiera detener. 


Orlan, Tentativa para salirse del marco con cara descubierta, 1966/2019

Al lado, la inmensa exposición de la colección de la compañía de electricidad austriaca Verbund presenta 200 obras de 71 mujeres de los años 1970, sobre cinco temas feministas: reducción de la mujer a sus papeles tradicionales, el encierro, dictados de la belleza, sexualidad, diversidad de roles. Es una buena cosa denunciar los estereotipos sexistas que cubren un amplio espectro, pero con demasiada frecuencia el simplismo y el primer grado desconciertan y perjudican: expresar la opresión con una boca amordazada (Eisenegger) o la rabia con los puños cerrados (Pilz) es seguramente meritorio y justificado pero falta sofisticación. De las 70 artistas solamente unas quince salen del montón y presentan obras densas, inteligentes y con perspectiva: recordaremos a Ana Mendieta, a Orlan, Esther Ferrer, Carole Schneemann, Helena Almeida, Leticia Parente, VALIE EXPORT, Francesca Woodman, Gina Pane, Martha Wilson, Cindy Sherman y otras más, y pensamos que una exposición mas reducida sobre las quince artistas hubiera sido mejor que todo esa palabrería, que a su manera se convierte también en un encierro dentro de un marco de estereotipos convencionales (de los que precisamente Orlan intenta salirse). 


Jansen Van Staden, Las cenizas de Papá, 2018


Con el curioso título «Si un árbol cae en un bosque», encontramos a siete artistas muy diferentes, sobre el tema mételo todo «la observación del vacío y de los silencios». El trabajo apasionante de Belinda Kazeem-Kamiński sobre el etnólogo y fotógrafo Paul Schebesta de principios del siglo XX, interroga su perspectiva y se concentra sobre su sombra en las fotos; y es una lástima pero en el video la carcajada que aplaude los subtítulos en francés en escritura inclusiva cuando traducen «the lions» por «les leones.as» debilita el trabajo (al fin y al cabo...). El sudafricano Jansen Van Staden descubre un secreto después de la muerte de su padre en un accidente aéreo, una cara desconocida (y poco loable): ¿qué hacer con eso? Cerrar la caja de Pandora o por el contrario intentar explorar y comprender (y todo padre se pregunta entonces qué harán sus hijos después de su muerte...). El artista expone fragmentos de historia en medio de los cuales tratamos de reconstituir la cronología, entender el relato fragmentario y está muy bien logrado: es a la vez la exploración de las relaciones complejas entre un padre y su hijo y un trabajo formal de reconstitución a partir de fragmentos. Es una historia que se abre (al opuesto  por ejemplo, de la burbuja familiar cerrada de Julia Gat en una sala vecina). 



vendredi 8 juillet 2022

Arles 2, repeticiones de Estefanía Peñafiel Loaiza, y otras exposiciones

 


6 de julio de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Jacqueline Salmon, Cristo después de la flagelación (?), Museo de Lovaina

Segundo día que me entusiasmó mucho más que el primero. Ante todo la exposición sobre el perizonium de Jacqueline Salmon en el Museo Réattu, que merece un artículo entero, la semana que viene, pues el tema es rico y el enfoque obsesivo de la artista es apasionante. 

 

Estefanía Peñafiel Loaiza, sfila (detalle), Carmen (repeticiones), 2022

En la ENSP, Estefanía Peñafiel Loaiza sale a la búsqueda de su tía Miriam / Carmen, quien en 1980 aseguró que se iba a estudiar a Europa, pero en realidad se unió a un grupo clandestino en Ecuador y la mataron unos meses más tarde. Enfrentada a la heroína familiar que borró su rastro, la artista usa tres categorías: primero la memoria y los recuerdos que encontró en los armarios acerrojados de la familia, fotografías, cartas (supuestamente escritas de Europa), testimonios de compañeros y el cuadro mítico del 4° estado que adornaba la sala familiar y del cual su padre construye el rompecabezas. Sigue, la imaginación: si Myriam / Carmen hubiera regresado de Europa, ¿qué hubiera visto? ¿en qué luchas hubiera participado? Pero ello no es suficiente para saber, para entender, para hacer el duelo: hay que ir al lugar, encontrar los lugares en donde vivió, buscar sus huellas, tratar de vincular el pasado con el presente. Y es ahí en donde todo se descarrila: la cámara deja de funcionar, la película se bloquea, la artista no trae sino unas imágenes dañadas (arriba). El destino se burla de ella, el intento por completar la historia fracasa. Habrá que seguir repitiendo más y más. 


Bettina Grossman, vista de la exposición

Sobre la desconocida Bettina Grossman (1927-2021), hay una exposición pequeña de la cual emerge su rigor conceptual y su pureza. Yto Barrada quien presenta la exposición fue su amigo y mentor y se apoyaron mutuamente. 


Frank Horvat, Nochebuena en un bar de marineros, Calcutta, 1962

En el sótano de la librería Actes Sud, una pequeña exposición de Frank Horvat: la noche, las mujeres ganchos desilusionadas y bailarinas de striptis despreocupadas. Imágenes granulosas, tiernas e irónicas sobre el deseo y el aburrimiento. 


Natacha Polli, Exactamente antes

Y, en el claustro del hotel Jules Cesar los ganadores del Premio Arles Expo: las fotografías documentales de Olivier Föllmi sobre el Himalaya; impresiones híbridas vegetales de Aurélien David; los testimonios secretos de los saharianos de Elli Lorz y las imágenes lastimadas y reconstituidas a partir de unas placas de vidrio que datan de 1938, por Natacha Polli