7 de julio de 2022, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Frida Orupabo, Dos cabezas, collage con clavos de dos patas, 2022 |
Frida Orupabo es una fotógrafa noruega de padre nigeriano, que hace constar la violencia contra los cuerpos de las mujeres negras, violencia machista y violencia racista: recorta fragmentos de cuerpo, los ensambla, deforma y los remacha juntos, su composición es mucho más que un simple collage, vemos el relieve y el ensamblaje. Son imágenes atormentadas que proceden de los archivos coloniales, nos miran a nosotros, espectadores blancos que quisiéramos ignorar, ignorar nuestro pasado y nuestra historia: pero nadie puede escapar a aquellas miradas de trauma, de supervivencia, de resiliencia. Proyectan la violencia, la cólera, la resistencia y una dignidad que impresionan. Sacadas de sus contextos de origen y reunidas de esta manera, cuentan contra historias e interrogan nuestra forma de mirarlas. La artista nos habla de raza, familia, género, sexualidad e identidad, pero su trabajo cuestiona también la estructuración misma de la imagen. Orupabo muestra también una proyección de imágenes recolectadas y publicadas en Instagram, un desfile rápido y vivo que arrastra y envuelve al espectador en un torbellino que éste quisiera detener.
Orlan, Tentativa para salirse del marco con cara descubierta, 1966/2019 |
Al lado, la inmensa exposición de la colección de la compañía de electricidad austriaca Verbund presenta 200 obras de 71 mujeres de los años 1970, sobre cinco temas feministas: reducción de la mujer a sus papeles tradicionales, el encierro, dictados de la belleza, sexualidad, diversidad de roles. Es una buena cosa denunciar los estereotipos sexistas que cubren un amplio espectro, pero con demasiada frecuencia el simplismo y el primer grado desconciertan y perjudican: expresar la opresión con una boca amordazada (Eisenegger) o la rabia con los puños cerrados (Pilz) es seguramente meritorio y justificado pero falta sofisticación. De las 70 artistas solamente unas quince salen del montón y presentan obras densas, inteligentes y con perspectiva: recordaremos a Ana Mendieta, a Orlan, Esther Ferrer, Carole Schneemann, Helena Almeida, Leticia Parente, VALIE EXPORT, Francesca Woodman, Gina Pane, Martha Wilson, Cindy Sherman y otras más, y pensamos que una exposición mas reducida sobre las quince artistas hubiera sido mejor que todo esa palabrería, que a su manera se convierte también en un encierro dentro de un marco de estereotipos convencionales (de los que precisamente Orlan intenta salirse).
Jansen Van Staden, Las cenizas de Papá, 2018 |
Con el curioso título «Si un árbol cae en un bosque», encontramos a siete artistas muy diferentes, sobre el tema mételo todo «la observación del vacío y de los silencios». El trabajo apasionante de Belinda Kazeem-Kamiński sobre el etnólogo y fotógrafo Paul Schebesta de principios del siglo XX, interroga su perspectiva y se concentra sobre su sombra en las fotos; y es una lástima pero en el video la carcajada que aplaude los subtítulos en francés en escritura inclusiva cuando traducen «the lions» por «les leones.as» debilita el trabajo (al fin y al cabo...). El sudafricano Jansen Van Staden descubre un secreto después de la muerte de su padre en un accidente aéreo, una cara desconocida (y poco loable): ¿qué hacer con eso? Cerrar la caja de Pandora o por el contrario intentar explorar y comprender (y todo padre se pregunta entonces qué harán sus hijos después de su muerte...). El artista expone fragmentos de historia en medio de los cuales tratamos de reconstituir la cronología, entender el relato fragmentario y está muy bien logrado: es a la vez la exploración de las relaciones complejas entre un padre y su hijo y un trabajo formal de reconstitución a partir de fragmentos. Es una historia que se abre (al opuesto por ejemplo, de la burbuja familiar cerrada de Julia Gat en una sala vecina).
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