(artículo original en francés, aquí)
François Kollar, Cargador de carriles, Arles, 1933: Museo Réattu. |
¿ Será necesario haber sido obrero para fotografiar bien a los obreros ? Exigencia que se les aplica rara vez a los legionarios, a los pescadores de perlas, a los políticos o a las prostitutas, pero que aparece en el trasfondo de prácticamente todo lo que se ha escrito sobre François Kollar (Jeu de Paume hasta el 22 de mayo), desde el subtítulo de la exposición ("un obrero de la mirada") hasta la revista de prensa. Hubiera tenido sentido si por lo menos lo hubieran demostrado, argumentado, si hubieran tenido la voluntad de explicarnos porqué, por esta razón, la mirada fotográfica de este ex obrero (bueno, no lo fue mucho, dos años en Billancourt) difiere formalmente, estéticamente, de la de Killip, Hine o Doisneau (sin ir hasta el archiburgués Thiollier), todos, "hijos de kuláks", y que, que yo sepa nunca marcaron tarjeta en la fábrica, pero aquí, me parece que es un mantra demasiado fácil.
Francia trabajando, Éditions des Horizons de France, 1932-1934, 15 cuadernos. |
No se trata de decir que Kollar no es un buen fotógrafo de trabajadores,
al contrario : los glorifica, crea héroes positivos; en sus composiciones sabe plasmar perfectamente bien la relación de ellos con la máquina que visualmente los aplasta, subordinación y dominio técnico. En su obra el obrero es siempre noble y sereno.
La parte central expone sus fotografías de la serie Francia trabajando, una bonita edición que glorifica al pueblo francés laborioso y creativo. En el diaporama que la acompaña, de repente reconocí la Plaza del pueblo de mi infancia : y entonces me puse a buscar en las imágenes, las caras, para mí desconocidas, de mis abuelos, uno pasamanero, el otro zapatero, que habrían estado bien ubicados en este fresco obrerista. Sobre mi ciudad natal, hace también un foto montaje perturbador en el que las chimeneas de los altos hornos vienen a aplastar la iglesia y las casas.
François Kollar, Saint-Étienne, 1930, foto montaje, 18x24cm |
En esta obra sobre el pueblo trabajando, Kollar tiene un estilo casi soviético : uno se espera un elogio de Stakhanov. Aquí, el argumento parece resonar con un discurso estalinista : los obreros son los señores del mundo, y no hagan preguntas. Las preguntas que, y es sorprendente, Kollar no hace, son las de la historia : estamos en los años de la crisis, de degradación radical de la economía, de la próxima llegada del Frente Popular, y de todo eso usted no verá nada en su trabajo de narrador de historias bonitas, ningún indicio, ni el más ínfimo. Como lo dice discretamente el catálogo, cumple lo mejor que puede las misiones que se le confían. Sin vacilaciones. En los años 50 se hará el apóstol del colonialismo en AOF, haciendo resaltar, claro, el aspecto humano.
François Kollar, Ampollas de medicamentos, 1930. 28.2x22.3cm. Pompidou |
François Kollar, Escalera en la casa Chanel, 1937. Rebelado gelatino-argéntico de la época, 29x21,9 cm. Donación François Kollar, Médiathèque de l‘architecture et du patrimoine, Charenton-le-Pont
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En resumen, Kollar es un fotógrafo que solo hay que juzgar por su estilo, un fotógrafo neutro, sin compromiso, sin punto de vista, lo que mejor le va es el pedido, ya sea industrial o de moda; hace lo que esperan de él, y en ese caso tiene el talento para realizar bodegones estupendos, como el de las bombillas, o para jugar con los códigos que posiblemente heredó de los surrealistas, como con esta modelo multiplicada (aunque no parece que los haya frecuentado mucho; además sus efectos experimentales de luz sobre la cara de su esposa, al principio de la exposición, no son verdaderamente convincentes).
François Kollar, Traje de la casa Lanvin para ir a los refugios anti bombardeo (guerra 1939-1945), 1940. 18x24cm. MAP Charenton (foto ligeramente diferente a la de la exposición)
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Fotografiadas de forma banal, pero tan bellamente incongruentes son los dos trajes sobrios y elegantes de Lanvin y de Schiaparelli que datan de 1940 : "Traje para ir a los refugios anti bombardeo". Cuando suene la sirena, cámbiese rápido para que sean elegantes bombardeadas, incluso muertas; podríamos exportarlo a Gaza, ¿no?
François Kollar, Lino en el Norte, 1932, 29.3x23.2cm, Pompidou |
François Kollar, Publicidad para Máquina de escribir Hermès, 1930. Rebelado de época, 30,1 x 23,7 cm. Donación François Kollar, Médiathèque de l‘architecture et du patrimoine, Charenton-le-Pont
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Puesto que en resumen es su estilo lo que admiro, prefiero concentrarme sobre sus fotografías de objetos, haces de lino cortado en el Norte, máquina de escribir, vidrio roto, peras en un plato, un hermoso alineamiento de piñas de pino secando al sol en Carcans, un apilamiento de barras de acero en Longwy, bacalaos secando al sol en Fécamp, hilos de algodón en Epinal, hileras de champanesas en Saumur, y una fotografía cuya misteriosa leyenda (para mí) me colma de júbilo poético : "cuarto de estátor de alternador con eje vertical en Kembs (Belfort)".
Y en esta última imagen, poco me importa la dulzura de los rasgos de las mujeres de los mineros, que imagino inmigrantes polacas, solo miro el juego de sombras y de luz sobre los cilindros que se encajan, hasta el infinito. En resumen, cada cual su Kollar...
Fotos 5, 8 & 9 cortesía del Jeu de Paume
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