lundi 25 novembre 2024

Una semana de foto (2. a ppr oc he)



22 de noviembre de 2024, por Lunettes Rouges





Hiên Hoàng, serie Across the Ocean, 2024



Como decía, este es un salón en el que se quebrantan las reglas. Algunos artistas juegan con la materia, cubren sus fotografías con pintura o tierra (Isabelle Chapuis), les ponen fondo de oro (Antoine de Winter), las hacen quemar al sol (Jesse Wallace), juegan con técnicas de impresión (Alessandra Caló, Elles Walschaerts, Sara Imloul) o con micelio (Benoît Lefeuvre) y exploran técnicas antiguas (Alexandre Dupeyron, Inés d’Orey). Entre aquellos que se basan en imágenes existentes y modifican su apariencia, me gustaron en especial los objetos fotográficos de la vietnamita Hiên Hoàng (galería Mucho Mas) que expresan las tensiones entre su cultura y el país que la acoge, Alemania Oriental en donde su tía fue trabajadora inmigrante y sufrió del racismo y las discriminaciones. Para expresar la tensión confronta frutas y alimentos estereotipados de su país de origen con fragmentos desencarnados de su propio cuerpo, deforma la imagen y construye un derroche barroco de colores fuertes y así crea composiciones que molestan y atraen al mismo tiempo. Las improntas de su cuerpo se manifiestan en la placa de poliéster sobre la cual imprime las imágenes en relieve. De su seno brota un hilo de aceite de soja, las manos rompen cerámicas, los pies pisan pasta y el cuerpo va envuelto en papel de arroz. Es un trabajo fuerte visualmente y un enfoque innovador de la fotografía. 


Daniel Bourgais, La ceinture, paisajes invisibles, 2024, 74x49cm



Es en el momento de la toma que Daniel Bourgais (galería Data) hace una obra innovadora, recorre incansable un paisaje (alta montaña, Nueva York, o aquí, la Línea de Pequeño cinturón), acumula centenas de tomas para combinarlas con la fotogrametría. La técnica ha sido bastante utilizada en el universo de los videojuegos y su aplicación a los paisajes reales produce resultados bastantes asombrosos, una impresión muy personal e inmersa de los paysages que ha recorrido, imágenes vibrantes y oníricas. Tiene una exposición en Courbevoie hasta marzo.  


Sandrine Marc, Pliegues -paisaje, 2024, 50.5×61 cm


Para terminar, único aquí, el trabajo de Sandrine Marc, procedente de su residencia en Picto Lab, es sin duda el más consagrado a la experimentación: es una búsqueda de abstracción fotográfica, partiendo de juegos con el pliegue, el efecto iridiscente, y experiencias de Talbot, de Simon Hantai y de Liz Deschenes, que esta última confronta con imágenes de tul o de naturaleza. Un trabajo de investigación riguroso e inspirado. 





dimanche 24 novembre 2024

Kénosis y magia en la obra de Florence Jung

20 de noviembre de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)




En la Fundación Pernod Ricard (hasta el 1 de febrero), cuando se entra en la exposición de Florence Jung no se ve nada: paredes blancas, suelos blancos, ventanales que dan al patio Paul Ricard o a las carrileras de la estación Saint-Lazare. Nada, solamente letras en la pared o en el suelo, de B a H. Se puede pasear por las salas como quiera, mirar por las ventanas, pensar en la exposición Vacíos del Centro Pompidou, y no entender nada. La clave está en la letra A : una hoja de sala en la entrada enuncia nueve escenarios, una guía, un descifrador, quizás un psicopompo. 



Vemos entonces mucho que ver, por las ventanas, detrás de las letras, de los escenarios: lo que ocurre, lo que ocurrirá, y, quizás lo que pueda ocurrir en el momento preciso en el cual se está mirando, como si lo ocurrido se volviera intemporal. ¿Lo veremos? puede ser, con perseverancia y con suerte veremos a aquella persona que llega con retraso y cuyo olor a quemado no podremos sentir, o el mensajero entregando un paquete en el n°4. Se trata de parcelas de tiempo inmovilizado, robado, inalcanzable, frustraciones visuales y generadores de sueños despiertos. Son, como dice Ginzburg, huellas de vida que aquí se encuentran álgidas (como fotografías barthesianas). 



No es un vacío sino un vaciamiento, una kénosis, es decir una conjunción entre anonadamiento, metamorfosis y transposición. Si San Pablo en su Epístola a los filipenses (2.7) y los teólogos bizantinos al debatir sobre la Trinidad, veían la kénosis como un despojamiento divino del Cristo hecho hombre, la kénosis viene a significar más bien el hecho de encontrar en una simple imagen de Cristo la presencia de Dios, su encarnación, en suma su vaciamiento. No es presencia sino la huella de ausencia, como dice Jean-Baptiste Carobolante cuando intenta integrar la imagen en un relato de creencias. Si en una pintura de crucifixión Dios no está, pero de su paso queda un aura mágica y poderosa que nos encanta, ¿no sentimos una emoción similar frente a la ausencia-presencia, a la huella mágica que impregna la exposición de Florence Jung, una artista siempre dispuesta a despistar? Esa magia, la capacidad para traspasar los velos de lo invisible nos recuerda también la exposición actual en el Museo Rodin, Corps In.visibles (Cuerpos In.visibles) sobre la envoltura y la ausencia de cuerpo (en este caso de Balzac). 



Lo único que sentimos: que la entrada sea gratuita y que debería ser cara, no tanto para que la visita de la exposición sea percibida como meritoria y satisfactoria, sino al contrario, para que los ahítos, los drogadictos de la imagen, los que chupan televisión e Instagram, se sublevaran y fueran a reclamar el reembolso de la entrada, protestando «Es un escándalo, no hay nada que ver», y a quienes se les podrían entregar los psico-estimulantes y los analgésicos previstos en el escenario A. 


jeudi 14 novembre 2024

Una semana de foto (1. Paris Photo)


11 de noviembre de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


August Sander, Los hombres del soglo XX, sección 23a


He aquí algunas notas dispersas sobre Paris Photo y « a ppr oc he », la semana pasada. Al entrar a Paris Photo vemos primero que todo una pared con la obra completa de Hombres del siglo XX de Augusto Sander: buena jugada marketing, y, si se vende la totalidad, buena jugada comercial. Sander, al que ya vimos en Paris en 2008 en el Instituto Goethe y en 2009 en la Fundación Cartier-Bresson, al igual que fue honorado en el Georges Pompidou en 2022con una exposición más bien floja. ¿Qué más decir en esta ocasión? Que se destaca el hecho de tener una obra completa, los 619 retratos. La clasificación por categoría no es exactamente la misma que la de Sander en su libro, pero poco importa. Es una lástima que las impresiones que muestran sean tan duras y tan contrastadas; el hecho de que las haya realizado su nieto (y que su bisnieto las venda) es una garantía de autenticidad y no necesariamente de calidad, pues recordamos la belleza de las impresiones originales que mostraron en la Fundación HCB. También percibimos que Sander es un hombre de su época agitada y que su punto de vista sobre la sociedad está influenciada por su posición social y política. Primero, vemos a pocas mujeres y la inmensa mayoría son «mujeres de» (de arquitectura, de pintura, ...), esposas y madres; se cita siempre a la secretaria de rasgos severos peinada como un muchacho, pero es una excepción rara. Luego, hasta el nazismo, Sander hace un retrato más bien conservador de la sociedad que lo rodea: vemos más bien artesanos que obreros, el bajo proletariado de la Ruhr, sin embargo cercano, parece ausente de su campo visual y los reemplaza por trabajadores dignos e independientes que parecen no padecer de la explotación capitalista, además todo el mundo es blanco, claro (los gitanos aparecerán más tarde, cuando el nazismo y la muerte de su hijo, cambiarán su perspectiva). Todos sus personajes son categorías evidentes según la ocupación, el estatus, su lugar en el mundo y los indica inmediatamente de manera simbólica, sin ambigüedad: el habito hace al monje (hay sacerdotes y pastores pero ningún rabino), el yunque define al herrero, el maletín lo lleva el vendedor ambulante, y el pelo enredado y la mirada de fuego muestran al gitano. Todos o casi todos llevan unos rasgos, un tipo, casi exagerados: el director de orquesta Wilhelm Furtwängler, tiene los cabellos eléctricos y EL pintor Otto Dix tiene los ojos penetrantes; en cuanto al marchante de arte Sam Salz, francamente tiene pinta de estafador... Y los nazis son también hombres del siglo XX (lo que subraya, por cierto, esta paradójica exposición). 



Después del desarrollo crítico sobre la exposición estrella de la feria, tengo apenas algunas notas breves lejanas a toda tentativa de exhaustividad y determinadas a causa de detalles vistos a un lado y otro. El humor mordaz de Alfredo Jaar en la galería Jean-Kenta Gauthier en estos tiempos sombríos es especialmente divertido.



Christian Berst descubrió las fotos de un desconocido, John Kayser, obsesionado con el aplastamiento: sus modelos desnudas o vestidas, aplastan con los pies o con el trasero toda clase de objetos, on oso disecado, un recipiente para fondue, un carrito miniatura, una barra de pan o el cuerpo del artista, en unas escenificaciones aberrantes. Un trabajo obsesivo, absurdo y fascinante. 


Denis Malartre, Les Objectales


En cuanto a fotografía experimental (sigue siendo mi ámbito de investigación), Bigaignon le consagró un espacio a Denis Malartre, quien durante dos años, recluido en un apartamento vacío, intentó explorar la esencia misma de la fotografía a través de un proceso de investigación difícil, riguroso y sin concesiones (catálogo en The(M) éditions, con un texto corto de su servidor). También hay unas bonitas composiciones de Mustapha Azeroual en la galería Binôme, en las que el soplo de la respiración del artista modula la superficie de vidrio de la obra, y, la única fotógrafa verdaderamente experimental aquí es Alice Pallot y sus imágenes biológicas sometidas a la acción de las bacterias (si se considera experimental la transgresión de las reglas establecidas y no una simple exploración). 

En cambio, en « a ppr oc he » si hay transgresión de las reglas, y muy alegremente: continuará. 

Fotos del autor, salvo Denis Malartre.