jeudi 4 juillet 2024

Jacqueline de Jong (1939-2024)

1 de julio de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Mi amiga Jacqueline falleció el sábado, de un cancer repentino de hígado.




La baronesa gitana de vida llena de aventuras, de mente siempre curiosa y con talento explosivo ya no me hará reír, ya no me consolará, ni me llevará más por caminos inexplorados. 


La había conocido hace 15 años en Ramallah (y si...) y nos volvimos amigos instantáneamente. La pintora, la situacionista, la rebelde, la « Papoue », la bruja de las papas, el bebé salvado del Jura: tantas mujeres en ella...


Escribí un poco sobre su trabajo (aquí y aquí), pero, lo más importante es que en 2015 me pidió que escribiera un texto para el libro-estuche The Case of the Ascetic Satyre, un proyecto elaborado en 1962 con su pareja de entonces, Asger Jorn (1914-1973), redescubierto y publicado medio siglo más tarde. Entonces yo había redactado una «Carta a un amante de otro tiempo, cuarenta y cinco años más tarde», en la cual tomaba la palabra en su lugar para contar una historia de amor y de desamor. He aquí unos breves pasajes:  


«Te conocí el día de mis diecinueve años, el 3 de febrero de 1958, en Paris, en tu casa. Yo estaba entre dos edades, entre dos mundos, aún dudosa de mis deseos y llena de potenciales aún insatisfechos.»


«poco a poco, entre tú menos dominante y yo menos miedosa se organizó una relación sutil y sólida, una relación «eternamente episódica», un vínculo de seducción menos desequilibrado. Te dije que nunca me casaría contigo y que no quería hijos, siendo que tu aspirabas tanto a una vida familiar. Te dije que no viviríamos bajo el mismo techo siendo que soñabas con una casa grande repleta de los tuyos. Te dije que viviríamos vidas paralelas y sin duda no pasaríamos con frecuencia una semana juntos. Y tú me dijiste que sí. Y empezó entre nosotros una historia de amor que duró diez años, intensa y poética, compleja y enriquecedora.» 


«Fue un periodo rico y feliz y fue durante aquellos años que hicimos el proyecto de este libro, hecho de aforismos que escribías en trocitos de papel y grabados míos. Me gustaba aquel trabajo a cuatro manos y me gustaba también la imagen que daba de ti: menos austero, menos rigoroso, más irónico y leve que lo que pensaba la mayoría de la gente.»


«Tenías 54 años y es por ello que pensé que ya no era de tu edad, entonces tomé consciencia de que te dejaría para amar a un hombre más joven mentalmente y fisicamente. Y lo hice poco a poco. No hubo ruptura violenta, nunca habíamos vivido juntos, no estábamos casados, no teníamos nada en común. Poco a poco nos fuimos alejando, ineluctablemente.»


«En abril de 1973 murió mi padre, y unos días más tarde, el 1 de mayo, tú también. Y hoy, que aquel proyecto de libro reaparece, te escribo, cuarenta y cinco años después de nuestra separación, para decirte hasta qué punto fuiste importante para mí.»


Descansa en paz, querida Jacqueline.


mercredi 3 juillet 2024

Resumen del 2° trimestre 2024

30 de junio de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



17 reseñas este trimestre


6 de abril: Volverse vegetal (Aurélien David)


de abril: Toni Grand, la escultura pobre


11 de abril: Lo disforme en la obra de Velázquez


19 de abril: Espacio color (Silvana Reggiardo)


25 de abril: Dos libros sobre Edvard Munch


19 de mayo: La locura Cabrita


26 de mayo: Mohamed Bourouissa y la resistencia


27 de mayo: Past and Present Disquiet : museos en exilio


28 de mayo: El exilio, otra vez


29 de mayo: Presencias árabes


30 de mayo: Demasiado Jean Hélion


31 de mayo: El cuerpo de Hannah (Villiger)


1  de junio: Apoyo a Deborah de Robertis


de junio: Hervé di Rosa en Pompidou : modesto, demasiado modesto …


de junio: Silencioso frente a Brancusi


29 de junio: La caverna de la memoria (Sallisa Rosa)


30 de junio: Los Profetas (Aleijadinho)




Los Profetas


30 de junio de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Nada nos prepara para esto, ni las reproducciones vistas por un lado y otro, ni los libros de arte, ni siquiera, aquél pinero, de Germain Bazin, ni las esculturas individuales que vi en los museos e iglesias los días anteriores, ni siquiera, creo, sus estatuas de madera policroma en las seis capillas, de un breve viacrucis, más abajo, si hubiera podido verlas puesto que están en restauración. Después de unos días en las ciudades del oro, de inmersión en la exuberancia barroca hecha de torneados contorneados, doraduras impresionantes, Cristos ensangrentados, aureolas en forma de cofias con plumas, demonios aterradores, pinturas piadosas banales y coloridas, ex-votos conmovedores o extravagantes (y de todo ello el santuario de arriba está repleto), no estamos preparados para esta sencillez, esta grandeza, esta pureza trágica. 


Aleijadinho, Jonas, 1800-05


Para apreciar mejor este Monte Sagrado póngase en la parte baja de la escena cuidadosamente organizada: escaleras dobles en roleo organizan desde ya una distorsión de la vista. En las rampas, tres hileras de cuatro estatuas de un gris bastante oscuro, de piedra de jabón (esteatita) que la contaminación minera de los alrededores sigue atacando. Primero hay que verlas desde abajo, en contrapicado, para entender el conjunto y para dejarse envolver por la escena, y solamente después se sube lentamente por las escaleras yendo de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, dándole la vuelta a cada estatua, confrontándose con la singularidad de cada una. Son los profetas del Antiguo Testamento, los cuatro mayores y ocho de los doce profetas menores. Primero vemos a los dos más conocidos, Isaias, anciano iluminado, y Jeremías, más joven y menos expresivo; son los más tranquilos, puestos frontalmente en la entrada, los únicos que están verdaderamente frente a nosotros, el uno anunciando al Cristo y el otro denunciando la decadencia de los judíos. 


Aleijadinho, Abdias, 1800-05



Aleijadinho, Habacuc, 1800-05


A los lados, una abertura, dos profetas levantan los brazos hacia el exterior, en posturas dinámicas, casi inestables. El joven Abdías profetiza la destrucción de los Edomitas, antiguos habitantes de Palestina (sin comentarios) y su gemelo Habacuc de turbante exuberante, la destrucción de Asiria. Los brazos levantados equilibran la composición y la dinamizan.


Aleijadinho, Ézéchiel, 1800-05



Arriba, Ezequeil de cuerpo torcido y cara atormentada está alineado con el tranquilo Baruch. A los lados Nahum de barba larga parece resignado, mientras que Amos, campesino imberbe de ojos inmensos se agacha hacia el suelo. 


Aleijadinho, Osée, 1800-05


La tercera hilera es la más asombrosa, un juego de miradas en toda la línea: Jonás (aquí arriba) con su pez al lado levanta los ojos al cielo, Daniel (aquí abajo), acompañado de un león, mira hacia el suelo, como encerrado en sí mismo. Oseas mira fijamente a Daniel y Joel (abajo), el más vigoroso, se vuelve melancólico de la escena hacia el horizonte montañoso. No son los cuerpos los que se responden e interactúan, toda la tensión procede de la arquitectura de las miradas. Y volviendo a la arquitectura del conjunto, dejando de lado la individualidad de cada estatua, nos dejamos envolver por la unicidad de la composición total. 


Euclásio Ventura, Supuesto retrato de l’Aleijadinho, siglo XIX


Las estatuas se las debemos al gran maestro del barroco brasileño, Antonio Francisco Lisboa, llamado Aleijadinho, el lisiadito, hijo mestizo de un arquitecto portugués y de una esclava negra, emancipado a su nacimiento. Los esculpió entre 1800 y 1805 (muere en 1814) en un momento en el que sufre de una grave enfermedad y sólo se puede desplazar cargado por esclavos, ha perdido varios dedos (en el retrato de arriba se disimulan las manos) y solamente puede esculpir con el martillo y el buril amarrados a las muñecas (Matisse o Hartung también estuvieron disminuidos al final de sus vidas pero eran pintores, no escultores). En el Brasil colonial explotado por la corona portuguesa, en un país en donde antes de 1808 los periódicos y los libros irreligiosos son prohibidos, en una región, Minas Gerais, en la cual las minas de oro deben producir cada vez más para satisfacer la codicia de Lisboa, y en donde la esclavitud es la base misma de la sociedad (la capital, Ouro Preto es entonces la ciudad más grande de toda América, dos veces más poblada que Nueva York), aparece este artista excepcional. Y sus Profetas, su última obra importante, expresan bien el recorrido del final de su vida hacia una expresión más pura, igual de vigorosa, incluso más, pero que se apoya sobre la forma y la puesta en escena de las estatuas, sin artificios, sin colores o accesorios. ¿Es la cercanía de la muerte que lo vuelve más severo? ¿Es la crisis económica (las minas producen menos) y política (la conspiración minera en 1789) que lo vuelve más sobrio, que lo conduce a más moderación, a un arte más profundo?


Aleijadinho, Daniel, 1800-05


Criticados por sus proporciones a veces arriesgadas (un siglo antes de Rodin) de anatomías incorrectas, de narices demasiado grandes, de brazos desproporcionados, rebajadas a veces al rango de piezas de taller, las estatuas no fueron apreciadas sino en el momento del modernismo brasileño, después de 1922, por Mario de Andrade y Tarsila de Amaral, los primeros capaces de deshacerse de un punto de vista europeo clásico y despectivo: es entonces que el arte barroco brasileño es reconocido, es entonces que Aleijadinho se convierte en el artista brasileño más emblemático. 


Aleijadinho, Joël, 1800-1805

Por fortuna hoy estamos lejos de las maldiciones de los profetas contra los enemigos de Israel (bueno, eso creo, espero...). Impresiona que fue esencialmente en las culturas antiguas judía y musulmana, religiosas y comunitaristas, que los profetas tuvieron tanta importancia: nuestra civilización greco-romana, más racional, nos protegió y el catolicismo en el fondo, les dio poca importancia. Más que Jeremías es Casandra la que nos revela nuestras debilidades y espejismos. Y actualmente ¿quienes son nuestros profetas? ¿Edgar Morin? ¿Noam Chomsky? ¿Greta Thunberg ? Liberados del peso de la religión, ¿no son ellos, entre otros, quienes nos alertan sobre la destrucción de nuestros valores, sobre las derivas populistas y las arbitrariedades del poder? Y como a Casandra, nadie les cree. 





lundi 1 juillet 2024

La caverna de la memoria (Sallisa Rosa)


29 de junio de 2024, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Sallisa Rosa, Topografía de la Memoria, Pinacoteca São Paulo, vista de la exposición, foto del autor.


Se entra en la semi penumbra ocre de una sala silenciosa, como si entráramos en un templo, como si regresáramos al seno materno. Se reflexiona un poco, antes de iniciar el recorrido individual en medio de formas verticales, 32 de ellas que ocupan el suelo, formas morenas de tierra cocida que recuerdan las termiteras o las estalactitas. En la cima de la mayoría, un pezón (a veces dos) erecto, como si la caricia del amante o la succión del bebé mamando, lo estimulara. Por encima de ese bosque más bien fálico, igualmente morenas, hay 62 esferas de diversos tamaños, suspendidas, organizadas como el cosmos de un planetario, simultáneamente reconfortantes por su redondez sensual y vagamente amenazadoras por su fuerza de gravedad.  


Sallisa Rosa, Topografía de la Memoria, Pinacoteca de São Paulo, vista de la exposición, foto del autor


Sallisa Rosa es una artista brasileña de origen indígena que explora su memoria, su historia, la de su familia y la de un país tan variado como el suyo. Y al luchar contra el olvido, escribe sus recuerdos en las cerámicas, como si programara en la memoria de un computador, los recuerdos de su abuela llamada América, puesto que nació el mismo día de la llegada de Colón a Guanahani, y el recuerdo olvidado de sus antepasados o el de las víctimas indígenas y de los esclavos negros. Recoge arcilla bruta en los alrededores de Río de Janeiro, la modela en forma de rollo y progresivamente monta las piezas a mano, las cuece en un horno artesanal de leña y durante ese tiempo les cuenta sus sueños extraños y sus recuerdos conmovedores para que impregnen la tierra. Terrícola en el alma, como anclada en el barro, nos invita a compartir su intimidad pagana, arcaica, matricial. 


Sallisa Rosa, foto Audemars Piguet


En lugar de contarnos su historia a través de su instalación, nos invita a que la recorramos y a que nos confrontemos físicamente para que dejemos la huella de nuestros propios recuerdos, para que sea la ocasión y nos lancemos con nuestra propia memoria utilizando sus esculturas como el diván de nuestras propias angustias, para que entremos en correspondencia con sus fantasmas y registremos nuestra memoria junto a la suya. Hay que quedarse un buen rato en esta sala, aclimatarse, meditar, soñar, quizás rezar, en todo caso corresponder no solamente con Sallisa y sus antepasados sino con nuestros propios ascendientes, y también con los primeros alfareros, los primeros magos que supieron combinar la tierra y el fuego. La exposición Topografía de la memoria estuvo en La Rotunda de Miami Beach durante el Art Basel Miami, y actualmente está en la Pinacoteca de São Paulo hasta el 28 de julio.