dimanche 18 septembre 2022

Rita Magalhães, melancolía sensible

 


12  de septiembre de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Texto escrito para presentar la exposición de la fotógrafa portuguesa Rita Magalhães en la galería Pedro Oliveira, en Oporto, hasta el 22 de octubre


Rita Magalhães, serie Paisagem, 2022


Paisajes. Paisajes soñados, entre realidad e invención, entre materialidad y ensueño, entre expresión y secreto, entre evidente y escondido, entre expuesto y enterrado. Paisajes de colores indeterminados atenuados, difuminados. Aquí nada violento. El sol no es ardiente como el del país sino una suave luz ámbar atenuada. El cielo no es azul inmaculado como el que vemos siempre sino una escala de tonos acariciadores, rosados o azulados como si fueran nubes evanescentes. Los dibujos de las colinas, las formas de los árboles no tienen la nitidez dura y fina a la que estamos acostumbrados. Al contrario, están sumergidos en cierta humedad atmosférica que vuelve las lineas difusas y los bordes borrosos. El degradado de la luz, el moldeado de las nubes parecen mas tangibles y materiales que la tierra misma. Las formas se disuelven en la luz como si estuvieran detrás de un velo traslúcido. Fondos oscuros y misteriosos de una laguna que imaginamos poblada de fantasmas, de tanto que sus aguas inmóviles parecen trémulas. 


Rita Magalhães, serie Paisagem, 2022


Algunos de los paisajes son nocturnos, invadidos por sombras monstruosas y amenazadoras aclarados apenas por una luna débil o la luz tenue y perturbadora de una casa lejana. ¿Quién vive en esas miedosas tierras? Una sensación de inquietud profunda nace en nosotros ante tales imágenes, es como si percibiéramos la sepultura de la felicidad perdida, como si fuera un manto negro que flotara sobre la tierra. 


Rita Magalhães, serie Paisagem, 2022


Y en todos esos paisajes indecisos no hay historia, ni huellas ni vestigios, ninguna presencia humana o casi; apenas se adivinan aquí dos siluetas extrañas, casi líquidas, sin contornos, mas bien luminosidades que seres de carne y hueso. Se adivina en otro lugar una construcción baja, posiblemente agrícola que parece devorada por la vegetación, fundida en los árboles. Tranquilidad absoluta. Silencio de fin del mundo fuera del tiempo. Conmueve lo sublime antes que una belleza encantadora. 


Rita Magalhães, serie Paisagem, 2022


Son imágenes creadas hace poco, en aquellos tiempos en los que el mundo se había mas o menos detenido, en los cuales el tiempo se había suspendido: momentos perfectos, dice la artista, en los cuales ya nada tenía importancia, en los cuales podíamos sumergirnos en el interior de nosotros mismos, partir para descubrir el yo profundo, escondido, olvidado, perdido, para redescubrir. 


Rita Magalhães, serie Paisagem, 2022


¿Cómo elige sus temas? Siempre pendiente, deja deambular su mirada hasta el momento en el que una composición es posible, forma y luz captan su atención, se detiene, va hacia atrás, hacia la izquierda, dos pasos hacia la derecha, hasta encontrar el punto de vista perfecto para una toma inmediata. Si no lleva su equipo apunta el lugar, la hora, la luz, puede que tome una foto con su teléfono para ubicar y vuelve más tarde: a veces para decepcionarse por el cambio de luminosidad, por una atmósfera que ha perdido la suavidad para volverse brutal. Otra vez será. 



Se trata de fotografías; como cada cual sabe desde hace 150 años, se supone que la fotografía es para representar la realidad, para ser el pincel de la naturaleza. ¿Con qué magia la artista logra transformar ese mundo real, simplemente real, en imágenes de ensueño que mas parecen salir de su inconsciente que de su cámara fotográfica? Manipulaciones técnicas, por supuesto, pero también demiúrgica creadora. 



Empecemos por la técnica, es lo más evidente, la explicación más sencilla, la menos peligrosa. Nos encontramos en las antípodas de los fotógrafos del picturalismo y de las manipulaciones complejas de la imagen. Rita Magalhães obtiene sus imágenes mágicas con herramientas muy simples. Algunas las hace con una suerte de cámara oscura, una caja rudimentaria con un lente que era de una lupa. Para evitar toda polución luminosa manipula la cámara debajo de una sábana negra con la se envuelve totalmente lo que la vuelve no invisible sino abstracta, forma piramidal en lugar de cuerpo de mujer, y una vez tomada la foto sale por la abertura de esa bolsa negra; es como un nacimiento, una llegada al mundo, una revelación mucho más que fotográfica. Otras imágenes las hace poniendo una bola de vidrio delante de su cámara fotográfica, la bola más o menos esmerilada que difracta la luz y deforma las lineas: otro intento, menos espectacular pero igual de eficaz para dificultar la óptica del aparato y jugar contra sus reglas para expresar su libertad frente al universo de la tecnología. 


Rita Magalhães, serie Paisagem, 2022


Al igual que la artista que tomó distancia con la visión demasiado realista del mundo, el espectador tiene que distanciarse de las imágenes, retroceder uno o dos metros, entrecerrar los ojos, deformar su visión, dejarse llevar por una suerte de transe de la mirada, de vibración innata en el fondo de sí. Entonces parece que la imagen flota y el tiempo se distorsiona y se detiene al igual que parecía haber lentificado a la artista confinada durante largos meses, y nos parece suspendido, detenido, pasmado. No pasa nada, apenas un suspiro, quizás el último. 


Rita Magalhães, serie Paisagem, 2022


Pero ello no es suficiente. Esta creación tiene que ver con la pintura, es evidente, y con la acuarela. Pensamos en Monet o en Turner, también en Ruysdael, en los maestros de la atmósfera que supieron pintar la luz y el efecto que produce en las cosas. Son pintores del norte, de los climas más fríos y húmedos, lejos del duro sol lusitano. Pero Rita Magalhães no pinta, aunque lo hiciera hace tiempos, impregnada toda de pintura y rica con esta cultura, fotografía, solamente fotografía y logra recrear en los paisajes de su país atmósferas luminosas suaves y etéreas. Su mirada sobre el mundo es singular pues no deja de buscar paisajes que pueda capturar. Como escribe Bernardo Pinto de Almeida: «Poco importa que se trate de ciudades, de transportes de imágenes captadas en algún exterior, sombras de muros de piedras y de cielos claros o de paisajes que recuerdan los de Barbizon, puesto que lo que esas imágenes plantean es una manera de mirar. Ello se afina y va cada vez más lejos en su búsqueda consciente de algo que la mirada no puede alcanzar. El camino estrecho y misterioso de otra forma de relación con el mundo» (Bernardo Pinto de Almeida, La fuente de la mirada pura, para la exposición Espello negro de Rita Magalhães en la galería Vilaseco. A Coruña, España, 2017).


Rita Magalhães, serie Odaliscas, 2009, no está en la exposición


Sus series más antiguas ya mostraban el desfase y la distancia; Cidade, la primera y la única en blanco y negro decía la inquietud, la soledad, la diferencia, la presencia-ausencia. Otras, más inspiradas en la pintura hablaban de la nostalgia de un universo antiguo, casas burguesas viejas y baúles con recuerdos, un mundo que languidece, recuerdos frágiles de un mundo que va desapareciendo. Sus Odaliscas o su Ofelia tenían cuerpos sensuales, sus bodegones ofrecen una sensualidad contenida, limitada, quizás reprimida, que se percibe apenas bajo la superficie de las frutas de pulpas abiertas o de flores ensanchadas. 


Rita Magalhães, serie Paisagem, 2022


Todas las series ya llevaban huellas de cierta tristeza, la que muestra aquí es tal vez la más melancólica, no por los temas elegidos, simplemente paisajes que otro no hubiera visto, no como escenas románticas habitadas por tempestades o erupciones volcánicas sino por el efecto casi mágico que las imágenes ejercen en el espectador. Es una melancolía voluptuosa y saludable: que se abandona y se halla sumergida en una poesía desconocida, sumergida en el ensueño, hundida en una ola sensible que viene de lo más profundo del alma de la artista y que aflora aquí solamente. 


mardi 6 septembre 2022

Blog adormecido/ Munch

 


01 de septiembre de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Buenas,

Últimamente el blog ha estado algo adormecido, no es por motivos veraniegos sino porque estoy trabajando con frenesí para terminar el manuscrito de un nuevo libro para la colección Roman d'un chef d'oeuvre -Novela de una obra maestra- editora Ateliers Henry Dougier, cuyo lanzamiento está previsto para la primavera. Todavía no hablaré del tema.

A causa del incremento en la carga de trabajo y de algunas conferencias que estoy preparando, no tendré nada de tiempo para escribir el blog antes de octubre. Mil excusas especialmente para los artistas, autores y editores que me recibieron en sus exposiciones o que me enviaron libros y catálogos y de los cuales no podré hablar por ahora. 




Mi segundo libro en la colección: Angoisses et Désirs selon Munch -Angustias y Deseos según Munch- (sin traducir) saldrá el 8 de septiembre, unos días antes de la inauguración de la exposición Munch en el Museo de Orsay. El sábado 24 de septiembre a las 3 de la tarde, tendré el placer de firmar mi libro en la galería Jérôme Poggi que expone tres lienzos de Munch a partir del 17 de septiembre. 


Edvard Munch, La Danza de la vida, 1899-1900, óleo sobre lienzo, 125x191cm, Galería Nacional Oslo


Además del Grito, ¿qué sabemos de la vida y obra de Edvard Munch (1863-1944)? El libro es una biografía novelada de Munch y centrada en su relación con las mujeres. Traumatizado por los dramas de su infancia, herido por una relación tumultuosa con Tulla Larsen, obnubilado por la libertad necesaria para la creación, atormentado por el deseo, Munch tuvo una relación bastante ambivalente con las mujeres, tanto en su vida como en su arte. El cuadro La Danza de la vida, pintado en 1899-1900 expresa su ansiedad y desasosiego. Claramente angustiado, incluso obsesionado con el fantasma de la mujer destructora, Munch no era sin embargo misógino. Hasta el final de su vida tuvo relaciones tiernas y equilibradas aunque no fueran realmente apacibles y sus pinturas expresan su amor y respeto por las mujeres. El monólogo ficticio que se le atribuye les da la palabra a dos mujeres que le fueron cercanas. 


A continuación mi texto personal de presentación del libro:


Al igual que muchas otras personas, hace 20 años yo no conocía de Munch nada más que el Grito, cuadro de angustia convertido en ícono, en afiche para habitación de adolescente y desde hace poco en emoticón. Hasta un día de 2005 en que visité la exposición de sus autorretratos en la Real Academia de Londres. Decir que me conmocionó es poco. En el texto corto que escribí entonces yo decía: «He aquí a un artista que hizo de él mismo su materia prima, que no hace diferencia entre su arte y su vida, que se expone y se transforma al hacerlo; he aquí a un pintor que partiendo del simbolismo y del realismo encuentra un camino que le es propio, una expresión plástica tan fuerte que sorprende.» Conmovido hasta el punto que pasé un mes en Noruega el verano siguiente para ver sus obras en los museos y recorrer los lugares que había frecuentado y pintado. Acumulé casi hasta la obsesión los libros sobre él y visité sus exposiciones en todos los rincones de Europa (incluso en Nueva York en 2006). Asistí incluso a una subasta en la cual Sotheby's vendía ocho de sus cuadros (sin la mínima ilusión de adquirir uno...). No obstante, Munch era poco conocido en Francia aunque había estado varias veces y que su determinación artística se había forjado en ella: en los museos franceses no hay sino dos lienzos de él y antes de 2010 (con «L’AntiCri» en la Pinacothèque), había habido pocas exposiciones en Francia. La exposición en el Museo de Orsay de septiembre 2022 hasta enero de 2023 presentará 60 cuadros (en total 150 obras). Además, en francés hay pocos libros sobre él que no sean traducciones. Al aprender a conocer tanto su vida como su obra, fui entendiendo poco a poco su complejidad y aprendí a desconfiar de los juicios demasiado superficiales. Decidí escribir sobre su relación con las mujeres: demasiadas veces tachado de misógino, reducido al episodio de su relación dramática con Tulla Larsen, en realidad tuvo relaciones serenas, respetuosas, armoniosas pero reservadas con varias otras mujeres. Elegí uno de sus cuadros más representativos, La Danza de la vida, en torno del cual reconstruí el hilo de sus amores.  

 

Edvard Munch, La Montaña humana, detalle, 1927-28, Museo Munch, Oslo


Cuando volví a Oslo a principios de 2022 descubrí en el nuevo Museo Munch un autorretrato desconocido en andrógino: quise concluir con esa otra ambigüedad. Aquí nada es falso (salvo algunos detalles): todo está basado en los escritos de Munch que algunas veces se tomó algunas licencias con la realidad en sus relatos. Se cruza lo que dijo Munch con relatos de otros testimonios. Además, junto al monólogo de Munch, quise darle la palabra a dos mujeres que le fueron cercanas: su última pasión (cuya identidad sólo fue revelada después de fallecida en 2018), de quien intenté reconstruir las palabras, y la compañera de su amante la violinista Eva Mudocci, basándome en su correspondencia y su biografía.  


Disfruté tanto escribiendo este libro que empecé otro en la misma colección sobre otro de mis artistas preferidos. Les doy cita en la primavera. De aquí a allá el blog habrá arrancado de nuevo, lo prometo.