26 de abril de 2022, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Portada del libro, con Edvard Munch, Madonna, 1895/96, óleo sobre lienzo 101x75cm, col. privada |
Ha habido relativamente pocas exposiciones sobre la influencia que Edvard Munch pudo tener sobre artistas contemporáneos. Me parece que la única exposición que estableció el diálogo entre Munch y los artistas contemporáneos fue Munch Revisited (Dortmund 2005), que lo hizo ampliamente con 36 artistas más o menos conocidos (entre ellos Doig, Baselitz y Emin, presentes aquí igualmente). En cambio varias exposiciones han tratado las relaciones entre Munch y un contemporáneo: Jasper Johns en 2016, Andy Warhol en 2018, Marlene Dumas en 2018, et Tracey Emin en 2021 (además, para artistas más históricos hubo también algunas exposiciones que ponían su obra en perspectiva con las de van Gogh (Oslo 2015), Holder y Monet (Marmottan 2016 y Martigny 2017) o de los expresionistas (Neue Galerie 2016)). La exposición que acaba de abrir en el Albertina en Viena (hasta el 19 de junio) es una buena cosa, pues al lado de unas 60 obras de Munch bastante conocidas, presentan en perspectiva obras de siete artistas contemporáneos, los cuatro ya mencionados, Johns, Warhol, Dumas, Emin, y también Georg Baselitz, Miriam Cahn y Peter Doig. Puesto que no estoy seguro de poder ir a ver la exposición en Viena, deseo presentarles desde ahora el catálogo (en inglés o alemán; Prestel, 2022, 280 páginas, más de 180 reproducciones de página entera. Al contrario del anuncio hecho por Prestel, Louise Bourgeois y Francis Bacon no están en el catálogo ni en la exposición). Más que un diálogo obra por obra, el catálogo presenta primero las sesenta obras de Munch y luego para cada uno de los siete artistas, entre 5 (Johns) y 19 (Warhol) obras escogidas, si bien entendí, por el artista y no por los curadores.
Edvard Munch, Autumn Rain, 1892, óleo sobre lienzo 71.2×66.7cm, col. privada, pág. 84 |
En la parte que le dedican a Munch, la mitad de las obras son cuadros posteriores a su cambio de 1908, momento en el que después de haber pasado por una clínica psiquiátrica para «curarse los nervios», evoluciona hacia un estilo y temas diferentes: mientras que la mayoría de los críticos (y los aficionados) no se interesan sino por los lienzos más trágicos y expresionistas del periodo 1890-1908, y desatienden e incluso menosprecian los últimos 36 años de trabajo, la idea de insistir aquí, en los paisajes, los obreros, la pintura más colorida, más fluida, que caracterizan este periodo, es bastante acertada. Del periodo (1895-1907), la mitad (16 de 30) de las obras presentadas son grabados, principalmente sobre madera, un medio en el cual Munch fue excelente e innovador; si algunos de los lienzos de este periodo son bien conocidos (El Beso, La Madonna, El Niño enfermo, Celos), otros lo son menos, por ejemplo Lluvia de otoño de 1892, arriba. Las obras no llevan reseña individual, hace falta el contexto y es una pena. Los temas principales que sobresalen aquí y que son los que han inspirado a los artistas contemporáneos, están vinculados a la vez con el tema (las emociones, las angustias, el amor, el deseo y la muerte al igual que la naturaleza) y la técnica de las obras (inventiva, creatividad, trabajo en el grabado, pintura ágil, que deja ver el lienzo). Si desean saber más sobre Munch, no es el libro adecuado (ni la exposición), pero no es ese el objetivo.
Jasper Johns, Corpse and mirror, 1976, serigrafía, 92.7×119.4cm, col. privada, pág. 177 |
Cada uno de los artistas contemporáneos que presentan aquí han sido influenciados por los temas y por el estilo de Munch en medidas diferentes. La influencia más formal está relacionada ciertamente con Jasper Johns y Andy Warhol. Jasper parte de un motivo de uno de los últimos autorretratos de Munch (1940-43, no está en la exposición) en el cual se representa viejo, con una rigidez casi cadavérica, entre un péndulo sin aguja y su cama, esperando la muerte. Johns que rechaza todo patetismo, desdobla, multiplica y colorea de nuevo el motivo geométrico blanco, rojo y bronce de encima de la cama. Alejándose de la lectura habitual que privilegia emoción y tragedia, le rinde homenaje al talento del pintor, a su composición, y, ante todo, a ese coqueteo incierto que Munch, pintor figurativo pero experimental, mantuvo toda su vida con la abstracción.
Andy Warhol, Madonna and Self-Portrait with Skeleton’s Arm (after Munch), 1984, serigrafía, 82.3×101.6cm, col. privada, pág. 161 |
A Andy Warhol le fascinaron los grabados sobre madera de Munch, su capacidad para componer y ensamblar bloques coloreados, la materia misma de la madera que aparece en el grabado cuyas venas y nudos se convierten en lineas del dibujo, y su interés por lo multiple. Entonces, Warhol hizo varias serigrafías de los cuatro grandes grabados emblemáticos de Munch: Madonna, Eva Mudocci con broche, El Grito, y el autorretrato con brazo de esqueleto. Esa idea no es inocente: una mujer ideal durante el amor, una mujer real, deseada, amada pero (más o menos) inalcanzable (Eva Mudocci era lesbiana), la angustia absoluta y el artista serio y sereno, marcado ya por la muerte. Reinterpreta los iconos, conserva las lineas pero las reubica en otro medio, crea una mutación de colores, Warhol parece darles una nueva vitalidad.
Peter Doig, Echo Lake, 1998, óleo sobre lienzo, 230.5×360.5cm, Tate, págs. 248/249 |
Parece que lo que más le interesa a Peter Doig, son los paisajes de Munch, la escansión vertical de los árboles y la luz lunar que los baña: tenemos también una inspiración más bien formal pero que va de la mano con la dimensión meditativa, silenciosa, melancólica, de los paisajes. Maxime considerando que el paisaje es casi vacío, despoblado, salvo por el personaje solitario y desamparado, al igual que en Cenizas de Munch (no está en la exposición) en el cual, al lado del hombre abatido después del amor, la mujer expresa su desesperanza ambigua con una pose similar.
Georg Baselitz, The Lovers, 1984, óleo sobre lienzo, 250x330cm, col. privada, págs. 190/191 |
La influencia formal sobre Georg Baselitz es menos evidente pero a su manera retoma algunos retratos de Munch y subraya la tensión trágica (tal y como los cuadros de árboles). Los numerosos autorretratos de Munch (quien se representa siempre más viejo de lo que es entonces) están llenos de melancolía, angustia, incluso de desesperanza. En este cuadro de Amantes, Baselitz retoma una serie de lienzos (ninguno está en la exposición) que Munch pintó después de que en una disputa con su amante Tulla Larsen una bala de revolver se disparara y le rompiera un dedo (¿quién disparó? ¿ella o él? no se sabe). Esos lienzos de Munch se intitulan La Muerte de Marat y representan (sin ninguna relación con el revolucionario en sí) a un hombre herido, sanguinolento, acostado, y al lado de la cama a una mujer triunfante, a veces desnuda, su asesina. Es a esta escena traumática (pero cuya representación fue catártica para Munch) que Baselitz le da un giro y la transpone.
Tracey Emin, You Kept It Coming, 2019, acrílica sobre lienzo, 152.3×152.3cm, col. privada, pág. 269 |
A Tracey Emin lo que la inspira es la dimensión trágica y autobiográfica de la pintura de Munch: melancolía y miedo son los temas principales. Su manera no es tan diferente de la Munch en algunos cuadros, en los que la linea se vuelve incierta y en los que el color deja ver partes del lienzo en bruto, vírgenes. En la exposición, Emin presenta también una película, Homenaje a Edvard Munch y a todos mis niños muertos, una alusión muy clara a sus abortos, en un pontón a la orilla del agua delante de la casa de Munch en Åsgårdstrand, un grito largo y trágico sale del cuerpo desnudo y postrado de la artista, una citación evidente.
Marlene Dumas, Snow White and the Broken Arm, 1988, óleo sobre lienzo, 140.2×300.2cm, Kunstmuseum La Haya, págs. 222/223 |
En el caso de Marlene Dumas es también la intensidad emocional de Munch la que se impone: se trata de amor y de dolor, de identidad y de muerte. Su trabajo más estrechamente vinculado con Munch no lo presentan en esta exposición: la serie gráfica de Munch Alpha y Omega la traspuso en Venus y Adonis. Pero aquí hay varios lienzos que sin ser citaciones literales evocan muy bien el universo de Munch. El de arriba, Blanca Nieves con el brazo roto, mientras retoma el tema de la blancura de la piel, corriente en la obra de la sudafricana Dumas y el de la fabricación de imágenes con la cámara fotográfica en primer plano, evoca también, en la composición cadavérica (a la Holbein), el episodio trágico de Munch herido en la mano por aquella bala de revolver: él se pintó (el cuadro no está en la exposición) en la mesa de operaciones, desnudo, sangrando y bajo la mirada de los espectadores, como aquí de los Siete enanitos.
Miriam Cahn, Madonna (bl.arb.) 12.9.1997, óleo sobre lienzo, 182x90cm, col. privada, pág. 205 |
Haber elegido a Miriam Cahn es menos convincente. Sin embargo había tema para una artista feminista, al evocar la relación compleja y ambigua que Munch tuvo con las mujeres (y con La Mujer...), su aceptación progresiva de la nueva condición de las mujeres de su país alrededor de 1900, sus tragedias amorosas y su alivio posterior. Pero nada de todo eso aparece en los cuadros de Cahn, solo se trata de ella, de sus miedos, de su sexualidad, de su visión sobre la opresión de las mujeres; poco en común con Munch.
Edvard Munch, Women in the Bath, 1917, óleo sobre lienzo, 72.5×100.5cm, Museo Munch, pág.121 |
El catálogo lleva tres ensayos. Dieter Buchhart habla sobre varios aspectos importantes de la originalidad radical de Munch, «tratamiento de caballo» al que sometía sus lienzos, el coqueteo ambiguo con la no-figuración, la desconfianza hacia el mercado. La comisaria Antonia Hoerschelmann retoma de cada artista las similitudes principales con Munch, a veces exagerando un poco (La Factory de Warhol inspirada en la relación entre Munch y Auguste Clot, ¿su litógrafo parisino pág. 35? la organización -bastante banal- del espacio de exposición similar en la obra de Cahn y Munch pág. 31 ? la curva de la ribera, un tema común entre Doig y Munch pág.35 ?), pero con frecuencia de forma justa y sintética, aunque es lo mismo que las reseñas de Lydia Eder sobre cada artista dentro del catálogo. Richard Shiff insiste sobre las formas, su separación y su incompleto, evoca también a Bourgeois y a Bacon, ausentes de la exposición y acude a Deleuze para que le ayude. Nada inolvidable.
Edvard Munch, The Alley, 1895, litografía, 43.5×22.7cm, Albertina, pág. 65 |
Vean también que:
- el 20 de septiembre el Museo de Orsay abrirá la exposición Edvard Munch, «un poema de amor, de vida y de muerte»
- en julio saldrá un libro de su servidor, intitulado « Angoisses et Désir selon Edvard Munch » -Angustias y Deseos según Edvard Munch- en la editora Ateliers Henry Dougier.
Y no olviden que se dice [muŋk], y no «munch»