mercredi 27 janvier 2021

«Pensaba convertirme en Victor Hugo, me convertí en Delacroix » (Frédéric Bruly Bouabré)

 


19 de enero de 2021, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Portada


André Magnin lo descubrió a última hora, justo antes de tomar el avión cuando terminaba un viaje de prospección y preparación en Costa de Marfil para la exposición «Los Magos de la Tierra», así el sorprendente Frédéric Bruly Bouabré que entonces tenía 66 años, expone sus dibujos (de los cuales ocho están en el catálogo, abajo) en una sala solo para él, entre Sigmar Polke, Sarkis y Nam June Paik. Invitado a la inauguración de la exposición en el Centro Pompidou y en la Villette en mayo de 1989, Bruly Bouabré redacta un informe de su semana parisina intitulado «Paris la concienzuda, Paris la guiadora del mundo» que acaba de ser publicado por SyndicatEmpire y las ediciones Faro, en facsímil del manuscrito (además con la autobiografía de noviembre de 1988 con el mismo formato y una introducción de Jean-Hubert Martin, el curador de Magos de la Tierra). En mayúsculas, 325 páginas, cuenta su viaje con espontaneidad, con un lenguaje gráfico, florido y encantador: la mirada de un africano sobre Francia, mirada de un hombre admirativo de la cultura francesa y orgulloso de su africanismo, mirada de un «Negro de raza violeta» sobre los Blancos. Anécdotas, descubrimientos, emociones y fascinaciones: vamos de la lectura de un artículo sobre «Gauguin, Paul» en la revista UTA en el avión, al encuentro con Danielle Mitterrand y Jack Lang la noche de la inauguración. Hay notas saborosas («los artistas no son borrachos»), una expedición en Picardie para llevarle boñiga de vaca a una artista sudafricana cuyo atuendo a él le parecía ridículo (Esther Mahlangu), para que pudiera preparar la pintura de su casa reconstituida en la Villette, con su acompañante Pierre Salès, «mi hijo Pierre» (su otro ángel de la guarda es Christophe Domino), y un leitmotiv: «no tengo medida del tiempo, no tengo reloj». Es, como dice Jean-Hubert Martin en el prefacio, «una mente libre y observadora que busca entender un mundo en transformación a partir de su propia cultura». 


Primera página del libro e imagen debajo de la solapa 


El libro no tiene, es una pena, sino dos tarjetas de Bruly Bouaré, una de visita, de 2005, bastante banal y, más interesante, «La Brasserie Lipp en el ojo de Paris» de 1993, pero la sobrecubierta de plástico violeta que nos da miedo rasgar no las deja ver bien. No sé si dibujó durante su estancia parisina, el dibujo de Lipp aparentemente data de otro viaje cuatro años más tarde. Y, como lo dice en su citación del título, una frase dicha durante una cena de inauguración de los Magos de la Tierra, es sin duda en aquel momento que se vio pasar del estatuto de escritor al de artista. Después de haber sido escritor, no escritor literario sino de correspondencia comercial y contable, después de haber cometido escritos, como dice con humor, su escritura se desarrolla después de una revelación divina que tuvo el 11 de marzo de 1948, por la cual se volvió Cheikh Nadro, el revelador; su principal tarea entonces fue crear un alfabeto bété, inventó 448 signos simbólicos, geométricos, silábicos, aptos para adaptar todas las lenguas del mundo. «Nuestro objetivo fue crear una escritura más que un dibujo» escribió en 1957 a Théodore Monod, quien publicó entonces un artículo sobre su alfabeto y lo hizo entrar en el Instituto Francés de Africa Negra. Denis Escudier (su «hermano» a quien ve con emoción en Paris) publicó después su primer libro, On ne compte pas les étoiles -Las estrellas no se cuentan-, poco antes de la exposición. Sus dibujos eran desconocidos antes de los Magos de la Tierra. 


Páginas 108 y 109 del catálogo Les Magos de la Tierra, Centro Pompidou, 1989


Y en efecto, la exposición de 1989 lo hace descubrir en Europa como artista dibujante (los azares del alfabeto lo sitúan en el catálogo entre la página blanca de stanley brouwn y un texto teórico de Daniel Buren, dos vecinos anicónicos), y a partir de ahí las exposiciones prestigiosas se suceden situándolo enseguida en el panorama del arte contemporáneo, un descubrimiento repentino y fulgurante que recuerda ciertos fenómenos del arte marginal (Tichy vivió más o menos lo mismo). Sus dibujos en tarjetas sueltas que existen en cantidad enorme constituyen una enciclopedia informal, un conocimiento del mundo. A menudo, la leyenda en francés en mayúsculas existe en torno al dibujo, lo que impone una visión plural, una operación de retorno para captar a la vez la imagen y el texto, cuyo final encuentra el principio como si fuera un uróboros que incita a volver a empezar. Esta enciclopedia povera, más similar a Wikipedia que a Bouvard y Pécuchet, tiene vocación universal: está hecha por Bruly Bouabré como una herramienta de influencia mundial para promover y engrandecer la visión africana del mundo. Bruly Bouabré quien se define no como negro sino como «de raza violeta» es muy sensible a los colores de la piel; prácticamente cada persona del libro está definida como blanca o negra, y este dibujo expuesto en Magos de la Tierra es bastante explícito «el orden genealógico / Adán, su hijo, su nieto. Las razas presentes: Negra, Albina, Mulata», como si se riera de la genética y del racismo. 

Libro recibido en servicio de prensa.

samedi 23 janvier 2021

« Humilde sirvienta de las artes » (Bacon & d’Agata)

 


16 de enero de 2021, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)




Bonita iniciativa de la casa editora The Eyes, que reúne en el mismo libro pinturas de Francis Bacon y fotografías de Antoine d'Agata. Es un bonito libro hecho con dos cuadernos pegados, el uno del pintor con 24 cuadros y litografías, el otro del fotógrafo con 32 imágenes (de las cuales 4 hojas de contacto), cuadernos desplegables y que permiten al contrario que un leporello, componer todas las comparaciones combinadas posibles entre las obras del uno y del otro: el lector tiene así la posibilidad de construir sus propios montajes, de poner en escena las confrontaciones que quiera; crea un espacio de autonomía que podríamos calificar de político. Aparte lleva también un librito con tres textos (en inglés y en francés), de tipografía pequeña y roja con fondo negro: Bruno Sabatier sobre la relación de Bacon con la fotografía (sobre ese tema ver el libro de Martin Harrison), Perrine Le Querrec con un poema apasionado, y Léa Bismuth analiza los vínculos entre las obras de los dos artistas. Es sin duda la primera vez que se confrontan las obras de estos dos artistas y las analogías son evidentes. Los dos muestran cuerpos, desnudos, atormentados, torcidos, violentados, algunas veces confundidos entre ellos; los dos muestran más carnes que seres. Los dos muestran universos cerrados, claustrofóbicos, agobiantes, con cuartos-jaula. Los dos juegan con la estética de lo borroso, sin precisión, de lo indeciso (aunque d'Agata cuya firma es lo borroso, ha pretendido que es accidental, que no sabía enfocar bien). Los dos hacen vibrar el color creando una tensión a veces estridente. Los dos escenifican el movimiento, el uno con trípticos que recortan la acción el otro con hojas de contacto (como Muybridge pero más fijo).


Antoine d’Agata, Nuevo Laredo, 2005; Francis Bacon, Estudios del cuerpo humano, offset litográfico, 1980


Más allá de las similitudes formales que le parecen erróneamente evidentes, Léa Bismuth argumenta que la comparación entre los dos artistas tiene que ver más con la intensidad del gesto artístico y con la implicación personal en el acto creativo. Es una tesis bastante convincente que toma distancia con una lectura formal y que privilegia la investigación de la psiquis del artista. Los vincula a los dos «con las deformaciones serpentinas, con las ambigüedades eróticas y el juego formal [sic] de la escuela manierista», no solamente los italianos del siglo XVI, sino también, dice ella, Goya, Manet y Velasquez: una búsqueda de la fiebre, que cita a Batalla. Esta diferencia entre similitudes formales y cercanías creativas era obvia en la Strozzina hace ocho años, al lado de artistas estructuralmente cercanos a Bacon pero sin más (Nathalie Djurberg, Adrian Ghenie), otros alcanzan con él un suerte de parentesco espiritual, por ejemplo Arcangelo Sassolino, y especialmente Annegret Soltau, me parece, más allá de las similitudes formales, más que d'Agata. 


Antoine d’Agata, Etna, 2004; Francis Bacon, Máscara mortuoria de William Blake, litografía, 1991


Sin embargo las fotografías de d'Agata sufren con la comparación: no es que su implicación personal y la intensidad sean menores que las de Bacon, pero la gran cercanía, su falta de distancia en relación con el tema, su sumersión en ese universo, le confieren a su trabajo menos densidad. Allí en donde Bacon sabe sublimar sus emociones y transformar sus dolores y pasiones a través de un gesto creativo liberatorio, las fotografías de d'Agata no se elevan por encima del nivel de lo real. ¿Será porque se trata de fotografías y no de pinturas, «sirvientas humildes» (Baudelaire) incapaces de diferenciarse de la realidad? Nada esencial sin embargo: hay tantas fotografías que han sabido evadirse de la prisión de la realidad que la distancia que le falta no es a causa del medio sino más bien a causa de lo que quiso el artista. 

Libro recibido en servicio de prensa.


mardi 19 janvier 2021

Museo de la gentrificación y derecho al regreso

 


15 de enero de 2021, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)



Nikolai Nekh, photo de João Laia, The Smallville Hotel, Beyrouth, 18/10/2019, 5:36 pm


Beirut, 18 de octubre de 2019: miles de libaneses manifiestan contra el «impuesto WhatsApp» y van a hacer caer el gobierno de Hariri. El artista ruso portugués Nikolai Nekh, entonces en residencia en Beirut con una beca Gulbenkian, teme salir a la ciudad en medio de los amotinados y prefiere quedarse en el hotel para disfrutar de la piscina del último piso, lejos de los problemas locales. Su foto, impresa en una tela enorme del tipo de la que se usa en las obras de construcción, atrae la mirada cuando se entra en la galería Balcony en Lisboa (cerrada por confinamiento). El trabajo presentado forma parte de un proyecto empezado en 2018, intitulado «Museo de la gentrificación». Al igual que aquellos que compran apartamentos en los barrios «gentrificados» y que viven en ellos (especialmente los extranjeros que lo hacen en Portugal), están protegidos de las realidades económicas y sociales del resto del país, Nekh se protegió de la vida real del país en el que tenía que pasar unos meses. 


Vista de la exposición, foto del autor


Además de esta fotografía, la pequeña exposición consiste en esculturas hechas a partir de objetos recogidos en la calle y depositados ahí durante las obras de renovación de los edificios en curso de gentrificación: tubos, marcos de cama, tarimas, andamios, todo lo abandonado después de las obras. También hay fotografías de los objetos que quedan de las renovaciones inmobiliarias. La idea es que una vez transformadas en obras de arte, esas esculturas y fotografías sean compradas por coleccionistas que las instalarán en los mismos apartamentos de donde procedían aquellos objetos. Un derecho al regreso, tan político como el otro. 


Vista de la exposición, cortesía de la galería



Esta es la última crítica de exposición antes de cierto tiempo, me lo temo...

Mujeres fotógrafas

 


14 de enero de 2021, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)





Como no hay exposiciones, algunos libros. Hoy, libros y revistas sobre mujeres fotógrafas, un tema que me interesa muchísimo. 

The Body Issue, Hatje Cantz, 2020, 144 páginas, 135 fotografías. Algunas mujeres fotógrafas fotografían cuerpos humanos, casi exclusivamente cuerpos de mujeres: solamente cinco fotografías del libro (de Paula Winkler y de Brandy Eve Allen) tienen a un hombre como tema principal; para las demás, el hombre no es sino un accesorio (Lilly Urbat, por ejemplo). Se trata de la primera iniciativa editorial (parcialmente financiada por recaudación de fondos) del colectivo Female Photographers, cuyas veinte miembros invitaron a otras nueve fotógrafas para que participaran en el proyecto, entre ellas Tamara Dean, Chanell Stone (mi preferida, una estadounidense que hace retratos íntimos y reservados) y Yushi Li. Es, claro,  una iniciativa para mostrar mujeres fotógrafas, sin mostrar estadísticas sino afirmando un punto de vista creativo. Lo que está en juego es ante todo un cambio de punto de vista, no solamente el hecho de denunciar lo que hicieron los hombres históricamente, quienes al fotografiar a las mujeres predispusieron cierta forma de ver y promovieron cierto ideal estético; ellas intentan proponer ante todo, otras formas de ver, como por ejemplo la percepción de la maternidad cuando la fotógrafa ha hecho ella misma la experiencia (Katharina Bosse por ejemplo) o, para la mayoría, la percepción de la sexualidad en la fotografía del desnudo cuando una mujer está detrás del objetivo. Dijo John Berger «En el arte el desnudo femenino no es un factor de su sexualidad sino de la de aquellos para quienes la imagen ha sido producida». Para mí Yushi Li (que descubrí en PARALLEL) est característica, cuatro de sus fotografías están en el libro, pues no solamente impone su mirada femenina en los cuerpos de los hombres (reclutados en Tinder) e invierte los papeles hombre/mujer, fotógrafo/modelo sino que también cuestiona esos papeles en lugar de simplemente invertirlos como si fuera una revancha; cuestiona los parámetros de control y de fragilidad del evento fotográfico (Dani Lessnau). Son iniciativas prácticamente desconocidas en Francia, puesto que en este ámbito, la creación pasa a menudo al segundo plano, detrás de la reivindicación, una de las raras excepciones es la revista Femmes Photographes (ver más abajo). El texto de introducción en inglés de Emma Lewis, va en contra de las diferenciadoras y se sitúa bajo el auspicio de Dorothea Tanning quien decía que es tan absurdo hablar de mujeres artistas y de hombres artistas como de elefantes artistas y que rechazaba la idea de que su trabajo fuera interpretado a través del prisma del género (esto no le va a gustar a algunas). Lewis insiste más sobre la solidaridad en el interior del colectivo que sobre los trabajos individuales. Para compensar la portada austera, la cubierta se despliega formando un afiche con esta fotografía de Laurie Simmons. El libro no lleva leyendas, es necesario ir a la lista ilustrada al final para saber quién es quién, lo que es poco cómodo. Libro recibido en servicio de prensa.

 


 

Charlotte Jansen, Girl on Girl, Art and Photography in the Age of the Female Gaze, Laurence King, 2017, 192 páginas (en inglés), es un trabajo que tengo ya hace algún tiempo pero sobre el cual no había escrito directamente; aquí es apropiado para corresponder con el libro anterior. La autora presenta a 40 mujeres fotógrafas de 17 países (no hay francesas, no es extraño...), que fotografían mujeres, algunas veces a ellas mismas (Isabelle Wenzel, por ejemplo, ver abajo) y en general a otras mujeres; cada artista tiene su página con un texto que la presenta, y en promedio seis a diez imágenes. Vemos entre otras a Zanele Muholi (y sus fotos de la comunidad LGB), Lalla Essaudi (y los cuerpos que se funden en el decorado cuestionando el orientalismo), Lebohang Kganye (y el juego con la imagen de su madre), Mariana Rothen (y sus bellezas de los 60), Pinar Yolaçan (y sus extraordinarios cuerpos abstractos), Aviva Wyse (y la estandardización del cuerpo femenino), Pixy Liao (y la dominación de su novio al tiempo que rechaza decirse feminista), Phebe Schmidt (portada del libro), y muchas más. Lo especial de este libro es que la especificidad de la mirada femenina es reconocida y analizada tanto en el prefacio como en las reseñas individuales, cuando tantas feministas no quieren aceptarlo pues temen los estereotipos (leer también, y esta entrevista). Este libro significa un paso hacia adelante que completó The Body Issue. ¿En Francia? Nada, o casi.

 




Isabelle Wenzel, Counting till ten, Art Paper Editions, 2020, 176 páginas, 87 fotografías, sin texto. Isabelle Wenzel es una mujer objeto. Su cuerpo, puesto que prácticamente todas sus fotografías, son autorretratos, está reducido al estado de objeto. No es un objeto sexual o un objeto de deseo (aunque, comentario machista, desvela generosamente sus hermosas piernas y sus bonitas nalgas), ni siquiera un objeto de consumo. No es objeto inútil, ni siquiera decorativo, sólo incongruente, puesto ahí, en un ámbito de oficinas o en un potrero. También es acróbata, pone el temporizador y, como dice el título, tiene entonces diez segundos para posar de forma aberrante, torcida, inútil, algunas veces cubierta de accesorios horribles, silla de plástico o abrigo fluorescente. Es tan objeto que la mayoría de las veces no se le ve la cara, volteada, escondida en una tela, o disimulada con un zapato a la altura de los ojos. Y los doce primeros planos de su cara de virago quemados por la luz ocultan toda expresión. En medio del libro el autorretrato es más revelador: delante de un matorral, su cámara sobre tres pies, el cuarto sin abrir. Es una lástima que no haya textos para acompañar el libro: demasiado molesto para la crítica clásica, ¿historiadora o feminista?  Libro recibido en servicio de prensa.


Marianne Mispelaëre, Silent Slogan, 2014 Cisjordania


Revistas:

La revista francesa de Femmes Photographes -Mujeres Fotógrafas- (que me parece el único colectivo femenino de calidad en Francia) en su último número (no dije nada del anterior, demasiado simplista, sin suficiente distanciación, para mi gusto) propone esta vez varios portafolios que me parecen de calidad y aportan además del argumento sobre el tema, una dimensión estética formal bien lograda: Dune Varela (ya admirada aquí) muestra fotografías de grandes conjuntos sobre concreto, imperfectos, incompletos, que llevan en sí la marca de su fracaso. Emmanuel Blanc muestra paisajes de montaña casi abstractos, propicios para la meditación; la serie de Patiente Zalanga sobre Black Lives Matter va más allá del documental y combina imagen y texto, reportaje y emociones, público y privado; y el alfabeto fascinante del juego de manos que despliega Marianne Mispelaëre puede ser visto como un trabajo de semiótica de la imagen (arriba, un gesto de la resistencia palestina).


La revista danesa Katalog (bilingüe danés-inglés) en su número 31.2 presenta, bajo la pluma de Ingrid Fischer Jonge, a cuatro mujeres fotógrafas danesas reconocidas pero yo no conocía ninguna. De las cuatro mis preferidas son Lis Steincke (nacida en 1942) y su trabajo sobre el cuerpo, y los paisajes brumosos de Kirsten Klein (nacida en 1945); también tenemos los templos griegos de Tove Kutzvell (1938-2018) y los bodegones de Nanna Bisp Büchert (nacida en 1937).  Esta famosa revista Katalog hizo un excelente número especial sobre el grupo inglés Fast Forward Women in Photography, que acaba de editar un número especial de la revista Photography and Culture, que no he leído puesto que cuesta ¡138 euros! Feminismo fotográfico exclusivamente para ricos... ¡Pero lean el resto!


lundi 11 janvier 2021

Recuento 2020

 


31 de diciembre de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Durante este año extraño, habiendo visto menos exposiciones desde marzo (unas sesenta en total este año), escribí bastante sobre libros (cerca de 50, entre los cuales unas veinte reseñas específicas, los otros en los resúmenes para recapitular) y, en Paris, en diciembre, sobre obras de arte de algunas iglesias (Periplos parisinos), puesto que los museos estaban cerrados. 


La mejor exposición del año es indudablemente la de David Brognon y Stéphanie Rollin en el MAC VAL.


La mejor exposición fuera de Paris (también es un libro), la de Ariella Aïsha Azoulay en Barcelona (segunda reseña)


Esperaba más de la exposición del Louvre sobre la figura del artista, no verdaderamente mala, decepcionante.

 

El mejor libro «gordo» de la lista, el libro sobre Kirchner de la editorial Prestel, su genio y ambigüedades, catálogo de la exposición en la Neue Galerie.


El mejor libro «pequeño» de la lista, Éros et Vertu d’Alberto Maria Banti, editorial Alma.


Peor libro, el catálogo de la exposición Masculinities en el Barbican, editorial Prestel.


Y, entre los dos, un libro cuya intensión era excelente pero la realización imperfecta, Histoire mondiale des femmes photographes, editorial Textuel.


Total de visitantes este año, 315.000.


El artículo más leído este año, más de 8000 veces, mi reseña de 2019 sobre Charlotte Salomon.

El artículo más leído de 2020, el de la exposición «Nuestro mundo en llamas» en el Palacio de Tokyo, cerca de 2000 veces (no me lo esperaba).


Para los obsesionados de la paridad, en total 29 reseñas consagradas a las mujeres (entre ellas 20 exposiciones) 31 a los hombres (de 22 exposiciones): una cosa a la que no le pongo atención cada día, solamente cuando recapitulo el año. Como no podemos decir que el mundo del arte ya es igualitario, es entonces, que inconscientemente, mi mirada está sesgada. En cambio, el arte en las iglesias, es otra cosa. 


 


Periplos parisinos : pequeño recuento

 


Publicado el 27 de diciembre de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Visité estas diez iglesias parisinas para satisfacer mi curiosidad intelectual puesto que los museos estaban cerrados. Más que la arquitectura, un campo en el cual soy poco competente y solamente diría banalidades, me interesé por las obras de arte, en especial por las pinturas, algunas esculturas y vitrales. Descubrí cosas bellas y espero haberles dado a los lectores el deseo de seguirme.


Pero no vi todo, claro que no. También pueden ir a San Eustaquio para ver la Vida de Cristo de Keith Haring entre otras obras contemporáneas; a Santa Margarita por la Masacre de los Inocentes de Pacecco de Rosa, a San Pedro de Montmartre por la Lamentación de un alumno de Ribera, o, más difícil pues rara vez accesible; a la Capilla de la Enfermería María Teresa por la hermosa Santa Teresa del Barón Gérard, y muchas otras más; también pueden salir de Paris. 


Primera conclusión: no estamos en Roma, Nápoles o Venecia. 95% de las obras de arte en las iglesias son de calidad mediocre, incluso espantosa, sin la menor búsqueda artística (también visité algunas iglesias sobre las que no escribí puesto que no hay NADA que decir). En general, salvo síndrome de pedantería aguda, apenas se echa un vistazo sobre la abundancia de santurronerías de arte sulpiciano (expresión inventada en 1897 para calificar las «santurronerías» tales como las estatuas de santos o los cuadros figurativos de los vitrales de estilo estereotipado, remilgado, incluso sensiblero y sin genio) principalmente del siglo XIX y es suficiente. Como decía Huysmans, esteta refinado, dejemos que se pudran y se apaguen en la humedad de las capillas. Pero es una pena, todo el mundo no está de acuerdo, es patrimonio inalienable y sacrosanto, etc. 


Segunda conclusión: solamente vi obras de hombres, con una excepción (en Paris solamente la iglesia del Espíritu Santo, terminada en 1935, que no he visitado, muestra obras de varias mujeres artistas, unos frescos de seis mujeres miembros de los talleres de los Ateliers d'Art Sacré). Doble patriarcado, el del mundo del arte y el de la Iglesia, dirán ustedes. ¿Habrá otras artistas escondidas? Si duda alguna. En Italia, Portugal, Flandres, Londres, existen mujeres pintoras/artistas de iglesia, ¿porqué no habría en Paris? ¿Las Guerrilla Girls se irán a movilizar por esta noble causa? ¿Existirá una Historia mundial de las mujeres en el arte sagrado, así como éstaFueron visitas interesantes, agradables, con algunas buenas conversaciones. Sacarle partido a la pandemia para salirse del camino. Pero diez son suficientes, por ahora. 


Mis principales fuentes de información: primero el Guide Bleu, esta excelente página y también este libro de Bertrand Dumas.



Resumen de diciembre de 2020, y algunos libros

 

31 de diciembre de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Este mes, 17 reseñas, de las cuales 11 sobre iglesias parisinas


1 de diciembre: Cristina Ataide, en rojo y negro

de diciembre: Tres exposiciones en Lisboa (Filipa Ventura, Catarina Marto & Raquel Pedro, et Elisa Pône)

de diciembre: El régimen israelí de ocupación, archivo fotográfico (1967-2007), Ariella Aïsha Azoulay

14 de diciembre: El pinball situacionista (Jacqueline de Jong)

15 de diciembre: Christo y los cernícalos (Cahiers d’Art)

16 de diciembre: Tiempo fantasma, tiempo gratuito (Raphaël Dallaporta)

17 de diciembre: Periplos parisinos 1 : Iglesia de San Dionisio del Santo Sacramento (Delacroix)

18 de diciembre: Periplos parisinos 2 : Iglesia de San Pablo y San Luis (Delacroix)

19 de diciembre: Periplos parisinos 3 : Iglesia de San Sulpicio (Delacroix)

20 de diciembre: Periplos parisinos 4 : Saint-Germain-des-Prés (Restout et Heim)

21 de diciembre: Periplos parisinos 5 : Saint-Germain-l’Auxerrois

22 de diciembre: Periplos parisinos 6 : Saint-Gervais-Saint-Protais (Préault)

23 de diciembre: Periplos parisinos 7 : Saint-Louis-en-l’Île (Lehmann)

24 de diciembre: Periplos parisinos 8 : San Francisco Javier (Tintoretto, Giordano, Gennari)

25 de diciembre: Periplos parisinos 9 : Saint-Michel-des-Batignolles (Morgan Snell et Chicotot)

26 de diciembre: Periplos parisinos 10 y último : Saint-Séverin (Bazaine, Brueghel, Schneider)

27 de diciembre: Periplos parisinos : pequeño recuento


Algunos libros

Nota de deontología: Desde hace algunos meses, como veo menos exposiciones escribo mucho más sobre libros. Quisiera explicar las reglas que me he fijado. Sistemáticamente escribo sobre los libros que le he solicitado al editor (difusor o museo), a veces unas líneas, otras artículos enteros, según mi interés y mi inspiración. Casi siempre escribo sobre los libros que me envían sin haberlos solicitado, salvo si para nada me interesan. Y, en los dos casos escribo «recibido en servicio de prensa». También escribo sobre libros que yo mismo compro e incluso sobre libros que he solicitado y que no me han enviado por temor a la crítica y que de todas maneras he comprado (y, por perfidia indico entonces el precio). Y, espero que ustedes lo hayan visto, aquí por ejemplo, no es porque recibo un libro gratuitamente que ello influencia mi juicio. 


Yves Klein, Les éléments et les couleurs, Paris, Arteos, 2020, 248 páginas, más de 120 reproducciones en color de obras de Yves Klein y numerosos documentos en blanco y negro. Una obra que acompaña la exposición del mismo nombre (que no he visto, hasta el 29 de enero, pero no soy el único: solamente encontré una crítica) en el Domaine des Etangs en Massignac (hotel de lujo con un espacio para exposiciones), comisarios Daniel Moquay y Philippe Siauve. Ensayo bilingüe francés inglés de Kalus Ottmann, reseñas de Ottmann sobre algunas obras. No es verdaderamente un catálogo de exposición sino más bien una obra de referencia sobre Yves Klein que está organizada en seis partes: los cuatro elementos alquímicos, fuego, agua, tierra y aire (cada de las obras va con uno de los elementos), además de lo inmaterial (en particular las Zonas de sensibilidad pictórica inmaterial), y un capítulo un poco flojo sobre los colores (entre ellos el exvoto a Santa Rita de Cascia), además de unas imágenes de reactivación de algunas de sus instalaciones (y vistas del parque del castillo...). El ensayo de Ottmann insiste sobre la espiritualidad de Klein, católico y rosacruz, utopista sin ser místico, influenciado por Fourier y por Bachelard; se trata sobre todo de una historia intelectual de Klein (su libro anterior se llamaba Yves Klein el filósofo) respaldada con numerosas citaciones del artista. En ese contexto, más filosófico, hubiéramos podido desear más referencias a la alquimia y a la Rosacruz, incluso al pensamiento de los Arqueros de San Sebastián, pero es una demostración interesante y original en relación con la mayoría de los escritos más clásicos sobre el artista, aunque pueda desconcertar. Libro recibido en servicio de prensa.


Manifesta 13 Marseille, Le Grand Puzzle, Berlin, Hatje Cantz, 2020, 336 páginas (también existe en inglés). Con motivo de Manifesta, el gabinete holandés de arquitectura MVRDV y la universidad de Delft (The Why Factory), bajo la dirección de Winy Maas realizaron un estudio urbanístico de Marsella, la ciudad francesa más abierta al mundo, ciudad rebelde, multicultural, creativa, orgullosa y que acoge a todos los exiliados. Después de las entrevistas a personalidades (prefacio de Jean-Claude Gaudin, eso era antes...), a universitarios, a gente de la cultura y también a un agente de mantenimiento y a dos dirigentes del OM (Olímpico de Marsella), el libro presenta 35 representaciones cartográficas con datos estadísticos que comparan a Marsella con otras ciudades portuarias europeas (Oslo, Copenhague, Rotterdam, Valencia, Nápoles y Atenas; curiosamente Barcelona no): Marsella es la número uno por vivienda insalubre, por voto a la extrema derecha, por número de barrios cerrados, número de habitantes de la calle, n°2 por homicidios (después de Atenas) n°3 por pobreza, n°4 por número de mezquitas y n°6 por la proporción de habitantes extranjeros (sin ciudadanía), muy diferente de lo que se cree. En fin, unas treinta propuestas más o menos utópicas, como por ejemplo un pulverizador gigante delante de la Mayor, un puente hacia Argelia (752km) y un coloso a la entrada del Vieux Port (para reemplazar el puente trasbordador). Y poca cosa para mejorar la vida en los barrios del norte... Libro recibido en servicio de prensa.


Nino Migliori, Lumen, Cappella dei Pianeti e dello Zodiaco nel Tempio Malatestiano, San Severino Marche, Quinlan, 2017, 100 páginas, 40 fotografías en blanco y negro. Nino Migliori no tiene sino 94 años, y es uno de los más grandes fotógrafos italianos contemporáneos, es muy poco conocido en Francia; su obra va del neorrealismo a la experimentación alquimia, pasando por una reinterpretación de la realidad, cuyas series Lumen son un ejemplo. ¿Cómo veían las esculturas en bajorrelieves los contemporáneos del Medioevo y del Renacimiento en la oscuridad de las iglesias a la luz de las velas? Entonces, Migliori, iluminado con vela fotografió los leones de la Catedral de Modena, la lamentación sobre el cuerpo de Cristo de Boloña, el Cristo velado de Nápoles, la Tumba de Ilaria en Lucques, el Bautisterio de Parma y, aquí, la Capilla de los Planetas y del Zodiaco del Templo Malatestiano en Rimini, con los bajorrelieves de Agostino Duccio que muestra los doce signos zodiacales y también siete dioses y diosas de la antigüedad para los planetas (lo que no apreció nada Pío II: «menos una iglesia cristiana que el templo de infieles adorando al demonio»). Las hermosas fotografías en primer plano, de bellísima impresión sobre fondo negro, juegan con la materia del bajorrelieve y la fragilidad de la luz. Textos en italiano de Moreno Neri y de Roberto Maggiori, comisario de la exposición en Rimini en 2017/18. Libro recibido en servicio de prensa.


Varios libros de fotografía, también de la editorial italiana Quinian: Fabio Torre sobre el famoso Hotel Chelsea en New York (en inglés e italiano); A Macchia do Leopardo de Renato Gasperini (con un bonito texto de Sabrina Ragucci sobre la silla de Vincent, en italiano); Populusque, de Pietro de Tilla y Carlo Matteo Golla sobre unas personas en traje de centurion romano (texto de Sergio Giusti, en italiano); una reedición (prefacio por Italo Zannier) de un libro de 1903 sobre los tatuajes de los criminales (por temas: religioso, de vendetta, políticos, eróticos y obscenos, afectivos, contra la mala suerte, de animales) con 42 fotografías sorprendentes y textos en italiano de Emanuele Mirabella y del famoso Cesare Lombroso; Miss Q Lee de Jacopo Benassi sobre un transexual; y el catálogo de una exposición de unos cien retratos nada tradicionales de 27 fotógrafos italianos, entre ellos Nino Migliori (nacido en 1926), Guido Guidi, Mario Cresci, Paolo Gioli (Sconosciuti), Fabio Sandri, hasta Fabrizio Bellomo (el más joven, nacido en 1982; dibujos variopintos con bolígrafo), y un texto en italiano de Roberto Maggiori. Libros recibidos en servicio de prensa.


Para terminar, varios libros de fotografía publicados por Espacio Jhannia Castro en Oporto: la española Ampara Garrido fotografía a lo largo de las estaciones,  Tiergarten, un jardín romántico; Juan Rodriguez, en Nowhere, muestra fotos de  viaje que son a menudo inciertas y misteriosas; Igor Sterpin, que vive en Oporto, muestra paisajes brumosos, detalles ambiguos, sombras invasoras; unas vistas nocturnas de Paris por Andréas Lang; y las sombras fotográficas de prostitutas filipinas de Guy Monnet procuran devolverles la dignidad a esas mujeres, sin voyerismo (textos de Elvira Lindo y de Maité Leal). Libros recibidos en servicio de prensa. 


 


samedi 9 janvier 2021

Periplos parisinos 6 : Iglesia de Saint-Gervais-Saint-Protais

 


22 de diciembre de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Auguste Préault, Cristo agonizante, 1840/46, cedro, 267x139x43cm, Iglesia Saint-Gervais-Saint-Protais, Paris © Courtauld Institute of Art


El Cristo de Auguste Préault está maldito. Préault (cuya obra más conocida es la Ofelia en el Museo de Orsay), escultor romántico rebelde, que dicen fue provocador y escandaloso, reprobado en Bellas Artes, rechazado en el Salón, tenía aquí, en 1840, su primer encargo oficial. Pero en lugar de presentar a un Cristo lastimero, meditativo y sufriendo como era lo adecuado en la época, esculpe a un agonisante que grita su dolor: la obra fue rechazada por el jurado del Salón porque le encontró una «falta de elevación», al cabo de un año lo retiraron de la iglesia de Saint-Germain-l’Auxerrois, el cura declaró «no es Cristo, es el mal ladrón que bebió vitriolo», la iglesia de San Paul San Luis tampoco lo acepta. Furioso, Préault va a ver al cura de Saint-Gervais, que se encuentra moribundo y que declara que no acepta su escultura; Préault se volverá mahometano y el cura tendrá esa apostasía sobre la conciencia. El buen cura, preocupado por no irse al infierno por la pérdida de esta alma acepta la escultura. Pero todavía hoy está puesta de lado en una pared desnuda que conduce a la sacristía pues no se considera digno del coro de Saint Gervais; y me temo que en la Francia actual protestar amenazando con convertirse al Islam no tendría muchos efectos positivos. 


Auguste Préault, Cristo agonizante, detalle


Préault se ajuició durante el Segundo Imperio: reconocido, colmado de pedidos oficiales, pierde la creatividad del principio para convertirse en un cacique del romanticismo oficial. Pero su Cristo agonizante, atormentado, dolorido, la cabeza torcida corresponde a una veracidad, es de un realismo que pocas veces encontramos en la escultura católica de la época, cuyo clasicismo insípido carece tanto de intensidad. Su intensidad, su capacidad de emoción son desconcertantes, y el pulido de la madera resalta la tensión del cuerpo crispado en su agonía. Es una obra bastante perturbadora. Su otro Cristo crucificado, de bronce, en la iglesia de Saint-Ferdinand-des-Ternes, de 1850, se sitúa en la misma línea, pero sus otras esculturas en las iglesias parisinas (fuera de una estatua de Saint Gervais del exterior), el monumento del abate de l'Épée en la iglesia de San Roque, el monumento del abate Liautard en la iglesia Saint-Joseph-des-Carmes,, una María Magdalena en la iglesia de la Madeleine, no tienen la misma fuerza: los honores de la edad lo volvieron soso. Por otro lado, en la iglesia Saint Gervais son los vitrales lo que más llama la atención, pero yo vi una bonita escena doméstica con caldera brillante y utensilios de cocina encima de la puerta de entrada a la derecha, un Jesus en casa de Marta y María, anónimo del siglo XVII. 


 

vendredi 8 janvier 2021

Periplos parisinos 10 y último : Saint-Séverin

 


26 de diciembre de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Jean Bazaine, El Matrimonio, 1967, vitral, iglesia Saint-Séverin, Paris


En Paris intramuros hay relativamente poco arte contemporáneo en las iglesias, salvo en San Eustaquio que además expone con frecuencia instalaciones temporales (como ésta en la que participé). Decidí entonces terminar mis periplos por la iglesia Saint-Séverin, por la galería que depende de ella y por los vitrales de Jean Bazaine que datan de 1967 (el maestro vidriero fue Henri Déchanet). Saint-Séverin siempre ha sido mi iglesia parisina preferida, fue mi parroquia (si puedo decir que tuve una) y la elegancia de sus bóvedas de palmera flamígeras y el doble deambulatorio con su pilar retorcido, de entrada me habían seducido, la «maravillosa flora de piedra» decía Huysmans. El ambulatorio se ilumina con los vitrales de Bazaine, motivos abstractos de colores vivos, más cálidos al norte (a la izquierda), más indeterminados al sur. Cada ventanal es de forma y de tamaño diferente, cada vitral está dedicado a un sacramento: la extremaunción (con dominante naranja), el matrimonio (dominante amarillo, arriba), la confirmación (rojo), dos vitrales para el bautismo (en azul), la eucaristía (rojo), la penitencia (naranja) y orden o sacrificio (violeta). Mientras que durante siglos, desde el Medioevo, el vitral había sido una repetidera estéril y ociosa, a mediados del siglo XX apareció, con Manessier, Bazaine y algunos otros (más tarde Soulages en Conques o Robert Morris en Maguelone), un nuevo arte del vitral abstracto: ya no es figuración narrativa (Chagall, Art Nouveau, Raysse), sino la construcción de un ambiente de luz y color en el cual el fiel se sumerge completamente. Los vitrales de Bazaine son el mejor ejemplo en Paris. Al desplazarse lentamente por el deambulatorio al ritmo de los pilares un día de sol, los colores lo envuelven, se pasa del naranja al amarillo, al rojo y luego al azul y al violeta. Cada vitral va acompañado de una frase santa escogida por el artista, de Isaías a la Carta a los Corintios: la del matrimonio, del Cantar de los cantares, como se debe (VIII, 7), dice así: «las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos». El vitral del amor, es el único hecho de un sólo bloque puesto que su ventana no está adornada con maineles, solamente los plomos dibujan los contornos. Este conjunto es quizás, estéticamente hablando, el lugar más espiritual que he visto hasta ahora, el lugar en donde la fé y la emoción son las más puras, las menos sumidas a la narración, al detalle, a lo pintoresco. 


Claude Vignon, San Pablo 1630-40, óleo sobre lienzo, detalle



Si antes de Bazaine algunos vitrales históricos de Saint-Séverin ya eran de admirar (en especial el Árbol de Jesé de 1482 en fachada, pero es un tesoro escondido poco visible desde el interior a causa del órgano), no podemos decir lo mismo de las pinturas: Flandrin, Heim, Signol, Schnetz, Hesse, Biennoury, etc. hicieron estragos (Huysmans, esteta experimentado, los calificó, página 180, de funestos, y se alegraba de verlos pudrir y apagarse en medio de la humedad de las capillas; pero algunos vituperan...). Se destaca sin embargo un muy oscuro San Lucas escribiendo el Evangelio, de Trophime Bigot, a la izquierda, y en el curioso San Pablo de barba ensortijada, del prolífico Claude Vignon, por encima de la puerta de entrada en la Sacristía, un bodegón de papeles, plumas y tintero que hacen buen efecto pues parecen salirse del cuadro. Un pequeño detalle, busqué sin encontrar, esta clave de finales del siglo XV que muestra una discusión conyugal aparentemente animada entre los padres de la Virgen (pero parece ser en realidad un beso que expresa la casta concepción del hijo).


Pierre Brueghel el joven, Crucifixión, hacia 1600, óleo sobre madera, 90x130cm


Hay que pasar la puerta auspiciado por el sacristán para ver el único cuadro de Pieter Brueghel el Joven que se puede ver en Paris. Y como suele ser en su obra, se trata de una copia de alrededor de 1600, se trata de una Crucifixión de su padre que data de 1559 y que ha desaparecido. El hijo hizo por lo menos tres copias: una está en Filadelfia, la otra en manos privadas, la tercera aquí, en la sacristía, que este visitante calificó de escobero. Este año en la Cuaresma el padre Vincent Thiallier vicario de Saint Séverin, escribió un texto muy completo sobre el cuadro (en cuatro partes: I, II, III, IV), como vector de una meditación sobre la Pasión a partir de un análisis iconográfico bastante detallado que les aconsejo que lean. Lo que vemos es una crucifixión en proceso, acaban de terminar con el ladrón malo y están instalando la cruz del buen ladrón, composición muy poco frecuente, menos vertical que de costumbre. El montaje de aquí abajo es sacado del texto del padre Thiallier. 


Pierre Brueghel el Joven, Crucifixión, hacia 1600, detalles (P. Vincent Thiallier)



No es la escena que encierra a algunos protagonistas, las cruces emergen de una confusión tumultuosa, hay una gran cantidad de gente, unas 150 personas, soldados (en primer plano tres de ellos se disputan la túnica de Cristo) y dignatarios a caballo (uno de manto rojo atrae la mirada). La mirada que se desplaza en medio de esta muchedumbre variopinta no encuentra a la Virgen sino al cabo de un rato, no al lado de la Cruz como de costumbre sino en segundo plano a la derecha, tres Santas Mujeres la reconfortan al igual que Juan y José de Arimatea. Otra originalidad, la escena, en lugar de ocurrir en la cima de un monte, aparece dominada por montañas altas, a lo lejos Jerusalén y la Cúpula del Templo al fondo en el eje central y la Cruz está descentrada (lo que según la exégesis citada más arriba, deja ver el vínculo entre el Templo y la Cruz, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento). Desde diferentes puntos de vista este cuadro es entonces una Crucifixión bastante original del que no se encuentran muchas huellas en la literatura ni en las bases de datos. 


Georges Schneider, Nuestra Señora del Buen Saber, 1985, bronce


La capilla construida por Mansart en 1673, ovalada, clara y de un clasicismo que contrasta con el gótico flamígero de la iglesia, normalmente no se visita, está reservada para la oración, lo que respeto pero es una pena, pues es allí que se muestran, rotando, las 58 planchas del Miserere de Rouault (quien fue aprendiz vidriero aquí mismo), también hay un altar, un ambón, un tabernáculo y dos estatuas de bronce de Georges Schneider, esta Virgen y el niño llamada Nuestra Señora del Buen Saber, patrona de los universitarios, cuyo niño podría recordar un libro abierto, también hay un Cristo de dolor, torcido y suspendido sobre el muro claro; pero no hay tiempo para admirar no se puede uno quedar allí para eso.  


Vista de la galería Saint-Séverin desde le pórtico de la iglesia, foto del autor


Para terminar, justo enfrente de la iglesia se encuentra en centro de arte contemporáneo más pequeño de Paris, manejado por Art Culture Foi y que expone hace 30 años en esta vitrina una obra, una solamente, vinculada con la espiritualidad cristiana y en especial este año con las cuestiones de migración y exilio. Con el enigmático nombre PétrichorGiulia Andreani muestra su cuadro (hasta el 31 de enero) Il ratto di Europa (el rapto de Europa) en el cual cuatro médicos caballeros del Apocalipsis, impotentes, resignados, dejan morir a su joven paciente: Europa, no la Unión Europea sino nuestra cultura, nuestras Luces, nuestras solidaridades de antaño, nuestra hospitalidad y nuestra apertura al mundo, todo lo que se está deshaciendo desde hace varios años. Y es con esta nota pesimista y angustiada que se terminan, por ahora, los periplos en las iglesias parisinas de los que haré un resumen mañana.