samedi 23 janvier 2021

« Humilde sirvienta de las artes » (Bacon & d’Agata)

 


16 de enero de 2021, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)




Bonita iniciativa de la casa editora The Eyes, que reúne en el mismo libro pinturas de Francis Bacon y fotografías de Antoine d'Agata. Es un bonito libro hecho con dos cuadernos pegados, el uno del pintor con 24 cuadros y litografías, el otro del fotógrafo con 32 imágenes (de las cuales 4 hojas de contacto), cuadernos desplegables y que permiten al contrario que un leporello, componer todas las comparaciones combinadas posibles entre las obras del uno y del otro: el lector tiene así la posibilidad de construir sus propios montajes, de poner en escena las confrontaciones que quiera; crea un espacio de autonomía que podríamos calificar de político. Aparte lleva también un librito con tres textos (en inglés y en francés), de tipografía pequeña y roja con fondo negro: Bruno Sabatier sobre la relación de Bacon con la fotografía (sobre ese tema ver el libro de Martin Harrison), Perrine Le Querrec con un poema apasionado, y Léa Bismuth analiza los vínculos entre las obras de los dos artistas. Es sin duda la primera vez que se confrontan las obras de estos dos artistas y las analogías son evidentes. Los dos muestran cuerpos, desnudos, atormentados, torcidos, violentados, algunas veces confundidos entre ellos; los dos muestran más carnes que seres. Los dos muestran universos cerrados, claustrofóbicos, agobiantes, con cuartos-jaula. Los dos juegan con la estética de lo borroso, sin precisión, de lo indeciso (aunque d'Agata cuya firma es lo borroso, ha pretendido que es accidental, que no sabía enfocar bien). Los dos hacen vibrar el color creando una tensión a veces estridente. Los dos escenifican el movimiento, el uno con trípticos que recortan la acción el otro con hojas de contacto (como Muybridge pero más fijo).


Antoine d’Agata, Nuevo Laredo, 2005; Francis Bacon, Estudios del cuerpo humano, offset litográfico, 1980


Más allá de las similitudes formales que le parecen erróneamente evidentes, Léa Bismuth argumenta que la comparación entre los dos artistas tiene que ver más con la intensidad del gesto artístico y con la implicación personal en el acto creativo. Es una tesis bastante convincente que toma distancia con una lectura formal y que privilegia la investigación de la psiquis del artista. Los vincula a los dos «con las deformaciones serpentinas, con las ambigüedades eróticas y el juego formal [sic] de la escuela manierista», no solamente los italianos del siglo XVI, sino también, dice ella, Goya, Manet y Velasquez: una búsqueda de la fiebre, que cita a Batalla. Esta diferencia entre similitudes formales y cercanías creativas era obvia en la Strozzina hace ocho años, al lado de artistas estructuralmente cercanos a Bacon pero sin más (Nathalie Djurberg, Adrian Ghenie), otros alcanzan con él un suerte de parentesco espiritual, por ejemplo Arcangelo Sassolino, y especialmente Annegret Soltau, me parece, más allá de las similitudes formales, más que d'Agata. 


Antoine d’Agata, Etna, 2004; Francis Bacon, Máscara mortuoria de William Blake, litografía, 1991


Sin embargo las fotografías de d'Agata sufren con la comparación: no es que su implicación personal y la intensidad sean menores que las de Bacon, pero la gran cercanía, su falta de distancia en relación con el tema, su sumersión en ese universo, le confieren a su trabajo menos densidad. Allí en donde Bacon sabe sublimar sus emociones y transformar sus dolores y pasiones a través de un gesto creativo liberatorio, las fotografías de d'Agata no se elevan por encima del nivel de lo real. ¿Será porque se trata de fotografías y no de pinturas, «sirvientas humildes» (Baudelaire) incapaces de diferenciarse de la realidad? Nada esencial sin embargo: hay tantas fotografías que han sabido evadirse de la prisión de la realidad que la distancia que le falta no es a causa del medio sino más bien a causa de lo que quiso el artista. 

Libro recibido en servicio de prensa.


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