22 de diciembre de 2020, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Auguste Préault, Cristo agonizante, 1840/46, cedro, 267x139x43cm, Iglesia Saint-Gervais-Saint-Protais, Paris © Courtauld Institute of Art |
El Cristo de Auguste Préault está maldito. Préault (cuya obra más conocida es la Ofelia en el Museo de Orsay), escultor romántico rebelde, que dicen fue provocador y escandaloso, reprobado en Bellas Artes, rechazado en el Salón, tenía aquí, en 1840, su primer encargo oficial. Pero en lugar de presentar a un Cristo lastimero, meditativo y sufriendo como era lo adecuado en la época, esculpe a un agonisante que grita su dolor: la obra fue rechazada por el jurado del Salón porque le encontró una «falta de elevación», al cabo de un año lo retiraron de la iglesia de Saint-Germain-l’Auxerrois, el cura declaró «no es Cristo, es el mal ladrón que bebió vitriolo», la iglesia de San Paul San Luis tampoco lo acepta. Furioso, Préault va a ver al cura de Saint-Gervais, que se encuentra moribundo y que declara que no acepta su escultura; Préault se volverá mahometano y el cura tendrá esa apostasía sobre la conciencia. El buen cura, preocupado por no irse al infierno por la pérdida de esta alma acepta la escultura. Pero todavía hoy está puesta de lado en una pared desnuda que conduce a la sacristía pues no se considera digno del coro de Saint Gervais; y me temo que en la Francia actual protestar amenazando con convertirse al Islam no tendría muchos efectos positivos.
Auguste Préault, Cristo agonizante, detalle |
Préault se ajuició durante el Segundo Imperio: reconocido, colmado de pedidos oficiales, pierde la creatividad del principio para convertirse en un cacique del romanticismo oficial. Pero su Cristo agonizante, atormentado, dolorido, la cabeza torcida corresponde a una veracidad, es de un realismo que pocas veces encontramos en la escultura católica de la época, cuyo clasicismo insípido carece tanto de intensidad. Su intensidad, su capacidad de emoción son desconcertantes, y el pulido de la madera resalta la tensión del cuerpo crispado en su agonía. Es una obra bastante perturbadora. Su otro Cristo crucificado, de bronce, en la iglesia de Saint-Ferdinand-des-Ternes, de 1850, se sitúa en la misma línea, pero sus otras esculturas en las iglesias parisinas (fuera de una estatua de Saint Gervais del exterior), el monumento del abate de l'Épée en la iglesia de San Roque, el monumento del abate Liautard en la iglesia Saint-Joseph-des-Carmes,, una María Magdalena en la iglesia de la Madeleine, no tienen la misma fuerza: los honores de la edad lo volvieron soso. Por otro lado, en la iglesia Saint Gervais son los vitrales lo que más llama la atención, pero yo vi una bonita escena doméstica con caldera brillante y utensilios de cocina encima de la puerta de entrada a la derecha, un Jesus en casa de Marta y María, anónimo del siglo XVII.
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