dimanche 27 décembre 2020

Periplos parisinos 3 : Iglesia de San Sulpicio

 


19 de diciembre de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)




Eugène Delacroix, La Lucha de Jacob con el Ángel, 1855-1861, óleo y cera sobre yeso, 751x485cm, Iglesia San Sulpicio, Paris


Los cuadros eclesiásticos de Delacroix más conocidos en Paris son, claro, los de la Capilla de los Santos Ángeles de la iglesia San Sulpicio. Tres ángeles, entonces...: San Miguel en el techo derrotando al dragón (no es lo mejor de Delacroix ...), el ángel a caballo que caza a Heliodoro que vino a robar el Templo y los dos ángeles ápteros pero volando que azotan el seléucida bajo los cascos del caballo (escena tumultuosa llena de ruido y de furor), y ante todo el ángel que está luchando con Jacob. Cuando empecé este blog yo decía lo siguiente:


Eugène Delacroix, La Lutte de Jacob avec l’Ange, detalle 


Si sus pasos lo llevan a San Sulpicio (cuya arquitectura clásica está en las antípodas del estilo llamado sulpiciano), aléjese de los peregrinos del Da Vinci Code, al entrar gire a la derecha y vaya a la capilla de los Santos Ángeles. Verá tres obras de Delacroix, en el techo San Miguel matando al Dragón, Heliodoro expulsado del Templo y ante todo, La Lucha de Jacob con el Ángel. Jacob hijo de Isaac que le quitó el derecho de mayorazgo a Esaú, se lleva a su familia y rebaños, a la derecha lo vemos pasando el arroyo. Entonces lo detiene un extranjero con quien lucha toda la noche, éste le disloca la cadera, lo vuelve cojo y lo llama Israel. La lucha con el ángel, emblema de las pruebas que Dios le impone a los hombres, es también un descubrimiento de sí, un renacimiento con un nombre nuevo. Vean de qué manera el ángel de alas negras, tranquilo, contiene la fuerza desordenada de Jacob que no se quiere someter. Delacroix, luchó con esta pintura y la pared durante doce años. Jean-Paul Kaufmann, aficionado al Burdeos y a los cigarros, apasionado por los museos, antes de otras peripecias que prefiere que no evoquemos mucho aquí (pero fui de los que lloraron delante de sus televisores el 4 de mayo de 1988, después de 1000 días), escribió un bonito libro sobre Delacroix en el cual hace una encuesta histórica sobre Delacroix (en especial la identidad de su padre), una narración sobre las dificultades creativas del artista y sus propios sentimientos y descubrimientos frente a esta obra en esta iglesia. Me apetece copiar aquí páginas de su libro a la vez erudito y conmovedor. Pero más bien léanlo ustedes mismos, es uno de los mejores escritos sobre la obra y el arte que he leído. Solamente una citación de él: «Siempre decimos la lucha con el Ángel, nunca la lucha contra el Ángel. Cuando se lucha es contra alguien. Existe entonces una connivencia secreta en esta lucha a puño limpio. Jacob y el Ángel son cómplices. Sin embargo el combate no está arreglado, Jacob puede morir. Todo está en la llave, en la fuerza de empuje para hacer tambalear al adversario.» 


Sello postal 1963


Para completar la reseña de 2005, he aquí otras representaciones del episodio bíblico, cuya singularidad ha atraído a los artistas: un capitel de Vézelay, Rembrandt, esta película también, Paul Baudry, Gustave Doré, Gustave Moreau, Gauguin, Maurice Denis, Odilon Redon, Chagall, y la más extraña, casi erótica, la escultura de Jacob Epstein; únicamente Delacroix sumerge la escena en la profundidad verde, con la verticalidad del roble y del olivo que ocupan casi todo el espacio, la lucha dando la impresión de no ser sino un detalle. Para completar, he aquí una reutilización del Delacroix, un eco cinematográfico, y el catálogo de una exposición de 2018 en el Museo Delacroix. Pueden ver este video bastante bien hecho. 


Eugène Delacroix, Estudio para la Lucha de Jacob con el Ángel, hacia 1855, mina     de plomo sobre papel, 24.5×32.5cm, Museo Delacroix, Paris


Cuando, dos años antes de su muerte, Delacroix termina su trabajo en San Sulpicio, las reacciones fueron como mínimo tibias, por ejemplo la de Émile-Louis Galichon en la Gazette des Beaux Arts: «las figuras que el señor Delacroix pinta son a menudo feas, nunca son banales; en su obra es el sentimiento que hace las veces de belleza». Y, en su novela La Rebelión de los Ángeles Anatole France le hará decir al padre Patouille (cura de San Sulpicio que «cojea con la dignidad que presagia a un obispo»): «Nunca será excesivo, como entonces dije, cuanto se haga para reducirles la inspiración a los artistas a las reglas del arte cristiano; nunca será excesivo para imponerles el respeto a las Sagradas Escrituras y a sus intérpretes autorizados. El pintor Delacroix no había sometido su genio fogoso a la tradición. Dejóse llevar por su capricho y pintó en esa capilla figuras agitadas, composiciones violentas, terribles, que lejos de infundir en las almas la paz, el recogimiento y la quietud, las arrojan en un abismo de turbación y espanto. Aquellos  ángeles muestran fisionomías feroces; sus facciones son recelosas y duras. Diríase que representan a Lucifer y a sus compañeros cuando meditaban la  rebelión. Pues bien, hijito, esas imágenes fueron la causa de que tu entendimiento, debilitado y aturdido por toda especia de abusos, concibiera las alucinaciones de que fuiste víctima.» Lo que en realidad es un elogio. 




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