18 de diciembre de 2020, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Eugène Delacroix, Cristo en Getsemaní, 1827, óleo sobre lienzo, 294x362cm, Iglesia San Pablo San Luis, Paris |
Para seguir revitalizándolos después de las decepciones eventuales en las galerías, al otro extremo del Marais está la iglesia de San Pablo, más que su Virgen de la Piedad de Germain Pilon atrozmente restaurado y que los tres cuadros bastante pomposos de Vouet y su escuela, les ofrece el Delacroix más desconocido de Paris, que le fue encargado en 1824 (tenía 26 años) para remplazar el cuarto Vouet desaparecido durante la Revolución. Este cuadro grande, de 1827, es una de las primeras obras religiosas del pintor (luego de copias de Tiziano, y de Rembrandt, y del mediocre Triunfo de la Religión de Ajaccio). Colgado en lo alto y mal iluminado, es difícil de ver. El tema es la agonía en el Monte de los Olivos, aquí agonía significa «último combate contra la muerte», pero en general se intitula «El Cristo en Getsemaní» (getsemaní significa lagar de olivas). Jesús se retira para orar, los tres apóstoles se duermen, Jesús suda sangre (episodio rara vez representado en pintura), ruega, «Padre, si es tu voluntad, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya» (Lucas 22:42), un ángel lo acompaña y lo consuela y le recuerda la necesidad de su sacrificio; Judas llegará y lo denunciará a los soldados que lo detendrán. Escena que ha sido representada con frecuencia en pintura como un elemento esencial de la Pasión (Bellini, Mantegna – también Holbein, Véronèse, El Greco, Poussin, Champaigne, Murillo – sobre obsidiana, Tiepolo, etc.), y entre los más extraordinarios, Tiziano en el cual Jesús emerge de la noche, y Blake, composición sorprendente pintada con tempera sobre hierro estañado.
Eugène Delacroix, Estudio para el Cristo en el Jardín de los Olivos, hacia 1823/26, óleo sobre mienzo, 32x40cm, Museo Delacroix, Paris |
Lo que Delacroix expresa aquí mejor que cualquier otro es la naturaleza doble de Jesús, humana y divina, y, partiendo de la dualidad de la escena: la mano levantada de Jesús es a la vez un llamado a su padre y una puesta a distancia, un rechazo a los ángeles, palma levantada, un gesto ambiguo entre revuelta y resignación mientras que su cabeza inclinada hacia el suelo y su mirada expresan la aceptación de su destino, el consentimiento resignado a su sacrificio; podemos ver un gesto similar en un cuadro anónimo de la Catedral de San Pedro en Saintes. La composición se construye sobre la oposición entre luz y sombra sumamente simbólica de su cuestionamiento trágico; las antorchas de los soldados a lo lejos se oponen al halo de Jesús y a la claridad que rodea a los ángeles. En lugar del único ángel venido para fortalecerlo (Luc 22:43), Delacroix pinta varios (como el Mantegna de Londres y el Poussin), al contrario de todos sus predecesores, lo muestra no tanto prodigando consuelo y aliento ante el sacrificio (como aquí) sino manifestando su desesperanza, y apunta en su diario: «Los ángeles de la muerte tristes y severos ponen sus miradas melancólicas en Jesús». El cuadro fue restaurado hace poco (cursor foto). Delacroix hizo diferentes bosquejos, pasteles y dibujos, entre ellos al pequeño lienzo aquí arriba.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire