14 de febrero de 2022, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Francis Alÿs, As Long as I’m Walking, portada del libro |
Tirar un perrito con ruedas de metal imantado que recoge residuos metálicos por el suelo (abajo), o, de la misma manera, caminar por la ciudad con zapatos de suelas imantadas. Empujar un bloque de hielo por las calles hasta que se derrita. Hacer girar alrededor de una columna a un pastor y su rebaño. Deambular al azar por Venecia con la mitad de un bajo hasta encontrar por casualidad a la persona con la otra mitad. Caminar por la ciudad con una pistola en la mano hasta que un policía lo detenga. Mirar al aire solo, en medio de una plaza. Con una varilla de tambor en mano, pasarla por las rejas de los parques. Echar pintura por el suelo para visibilizar de nuevo las fronteras borradas. Patear una pelota encendida por las calles hasta que se apague. Caminar once horas al día durante una semana dándole la vuelta sin parar a su pequeño aparta-estudio, o sea 118 kms. Desmontar y montar un arma lo más rápido posible. Jugar al balón con una botella, al aro con una llanta o una bobina de película de 35mm, hacer rebotes en el agua, elevar cometas, jugar Tangara saltando en un pie, al jackes,... ¡Qué absurdo! ¿Para qué sirven esos juegos?
Francis Alÿs, The Collector (Colector), 1990-92, páginas 10-11 |
Y es que ¡es tan poético! Allí encontramos la poesía del azar, de la suerte, como en todos los juegos; también vemos el esfuerzo, la voluntad de ir hacia el extremo de un gesto gratuito. La idea del «hasta» dónde, el deseo de alcanzar el punto final, la desaparición del objeto derretido o quemado. Pensamos en Sísifo claro y también en ciertas performances discretas de Jiri Kovanda. Deambulamos, nos le medimos al espacio, derivamos: caminar es esencial, es resistencia y disciplina poética.
Francis Alÿs, Retoque / Painting, 2008, páginas 56-57 |
Sí pero: el cielo afgano por donde se pasea una cometa palidece cuando se ve un helicóptero militar (abajo); las cabrillas intentan pasar el estrecho de Gibraltar; los soldados que desmontan sus armas son un talibán y un británico de cuerpo expedicionario en Afganistán; la caminata alrededor del estudio recuerda la de Albert Speer durante veinte años en su calabozo de Spandau; la pelota en llamas corre por las calles de Ciudad Juarez, la ciudad de los carteles; la pintura verde en el suelo marca la tristemente célebre frontera de Jerusalén que Israel cruzó en 1967 y abolió 13 años más tarde anexando así la parte este de la ciudad para crear la «capital eterna, una e indivisible del pueblo judío», y, en ese contexto, Alÿs «adorna» su video con las entrevistas de, entre otros, Amira Hass, Eyal Weizman y Michel Warschaski; otra pintura en el suelo amarilla esta vez, marca la Zona del Canal de Panamá ocupada por los Estados Unidos durante 96 años (arriba y portada del libro); la columna es del Zócalo, lugar importante de la represión en Méjico en 1968; el policía que detiene es mejicano, país en donde vive el artista y muchas de sus acciones tienen lugar allá. Todo o casi todo aquí es político, no de manera evidente ni comprometida sino alusiva, evocadora, con indicios. Para Francis Alÿs, puesto que de él se trata por supuesto, la política, es también el asunto de la polis de la ciudad, la manera como se estructura y cómo los habitantes se organizan frente a su opresión.
Francis Alÿs, TRF, 2014, páginas 150-151, foto del autor |
El libro, publicado por JRP Éditions con motivo de la exposición en el Museo cantonal de Bellas artes de Lausana (no la vi, mi última exposición de Alÿs data de 2010 en el Tate), presenta 28 videos de Francis Alÿs, cada uno con algunas imágenes y un texto (en una pena, hacen falta los Coldstream); entre los videos, unos diez pertenecen a la serie de los Juegos de niños. También vemos en gran cantidad dibujos y pinturas de su proyecto afgano entre 2010 y 2014. Dos de esas pinturas son abstractas, con formas geométricas de colores (arriba): toman las insignias de cuerpos (TRF : Tactical Recognition Flashes) de soldados británicos de la fuerza expedicionaria (le 2nd Battalion Parachute Regiment et le 1st Battallion Mercian Regiment). Son imágenes de lo real pero que rechazan la representación de la realidad, al igual que en la misma situación, las «fotografías» de Afganistan de Broomberg & Chanarin, o como algunos trabajos de Yto Barrada sobre los migrantes.
Francis Alÿs, Children’s Games #10 (Papalote), páginas 82-83 |
Después de una introducción por la curadora Nicole Schweizer quien insiste sobre la caminata, el ensueño, la creación, como medios del artista para «pensar lo real de otra manera», un interesante ensayo de la historiadora de la performance Judith Rodenbeck que apunta entre otros, los fenómenos de acumulación (por ejemplo con Fabiola) y de travesía en la obra de Alÿs. Viene luego un texto excelente del poeta e historiador del arte Luis Pérez-Oramas quien convoca a Bataille, Deligny (las líneas de velocidad residual y el entre dos) y... a Frans Post en torno a los Juegos de niños, un conjunto sobre el cual trata también el último ensayo de la historiadora del arte Julia Bryan-Wilson, más descriptivo y menos convincente en su intento por leerlos a través de la teoría queer. Biografía corta del artista y buena bibliografía al final; una entrevista con Alÿs hubiera podido completar el catálogo. El título de mi reseña se inspira del subtítulo del video en Jerusalén, The Green Line: « Sometimes Doing Something Poetic Can Become Political, and Sometimes Doing Something Political Can Become Poetic. »
Catálogo recibido en servicio de prensa.
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