jeudi 24 février 2022

Reajuste mediterráneo

 


17 de febrero de 2022 por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



El nuevo Museo Nacional de Mónaco presenta (hasta el 2 de mayo) una exposición intitulada « Monaco Alexandrie. Le grand détour. Villes-mondes et surréalisme cosmopolite ». No he visto la exposición (y es posible que no la vea), pero recibí el catálogo (en servicio de prensa). De entrada el tema es más bien curioso: ¿qué podrá vincular a esas dos ciudades, fuera del exilio del rey Faruq que se volvió ciudadano monegasco? Es el interés de este libro, que además de las trayectorias particulares muestra la dimensión cosmopolita de las dos ciudades desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX y el eje creativo que atraviesa el Mediterráneo. Aunque Mónaco es un ejemplo entre otros de los vínculos con el Cercano Oriente, Alejandría es durante cerca de un siglo una ciudad-mundo, la más acogedora con los extranjeros sedentarios o exiliados, la más palpitante y la más desobediente (mucho más que Tánger, Beirut o Estambul, otras candidatas posibles). Del esplendor pasado ya no se ven actualmente sino los vestigios arquitecturales (pero muchas casas antiguas han sido destruidas a causa del frenesí inmobiliario), a veces un bar o una librería (y eso que ya llevo casi 40 años sin volver): quedan los libros y los cuadros. Y además del propósito artístico explícito aquí, la ciudad está poblada por los fantasmas de los Cavafis, Durrell y Chahine (o por otro estilo,  Dalida, Claude François, Moustaki y Demis Roussos); bueno, también Rudolf Hess. Al lado de la ciudad-mundo, Mónaco no tiene nada que ver (aunque le disguste a la autora del prólogo, S.A.R. la Princesa de Hanovre), y no es sino como refugio de André Pieyre de Mandiargues y de Leonor Fini durante la guerra, que la ciudad estado tiene voz y voto (pero descubrimos también al marqués Stanislao Lepri, pintor, consul de Italia en Mónaco y uno de los numerosos amantes de Leonor Fini, págs. 291-305, 201, 203, ver más abajo). 


Samir Rafi, El Pescador, 1954, 22x27cm, col. MMZAYK, pág.189


El catálogo bilingüe inglés es un curioso librazo de 350 páginas, publicado por el Museo y Zamân Books & Curating. El cuaderno central (págs.161-208) comprende, sin reseñas, 50 reproducciones en color de las obras que exponen (de las más o menos 240 de unos cincuenta artistas), desde un Marcel Duchamp incongruente a una Virginia Tentindo erótico-surrealista. El resto del libro, es decir, 300 páginas, reúne ocho ensayos y unas cuarenta reediciones de documentos, dibujos, afiches e historias breves. De éstas últimas, llenas de anécdotas e ilustraciones, seleccioné la mención de esta colección cairota que visité hace doce años (págs. 59-60); la misteriosa estadía del pintor egipcio Samir Rafi en la Algeria de Ben Bella (págs.89-92, págs.189 y 195); la raíces egipcias del futurismo con Marinetti, también nacido en Alejandría (págs. 130-132); y el movimiento del Désir Libertaire del poeta irakí Abdul Kader El Janabi, influenciado al tiempo por los surrealistas y los situacionistas (págs. 248-251).


Mohamed Riyad Saeed, ST, 1977, 75x90cm, Museo de Bellas artes, Alejandría, pág. 199


Y el Deseo Libertario; más literario que plástico, es aquí el principal representante del surrealismo árabe (leer aquí y aquí). Una pequeña reseña de síntesis sobre el surrealismo meridional de Morad Montazami (pág. 268-271) aclara el propósito. También se trata de la poetisa surrealista Joyce Mansour (hay también algunas piezas de arte plástico, págs. 204, 205), británica del Cairo (una ciudad que aquí no parece ser sino un suburbio de Alejandría), del poeta cosmopolita Georges Henein (págs.221-239), cairota también y del grupo Arte y Libertad, no hay alejandrinos artistas plásticos:  sin duda, según las reproducciones, Mohamed Riyad Saeed (pág. 199), Abdel Hadi El-Gazzar (págs.197 & 200), o Ramses Younan (pág. 182), pero es más o menos todo, creo (Mayo – Antoine Malliarakis– se queda al margen de los surrealistas, quienes, dice pág. 269 son antipáticos y poco naturales y «le dan más importancia a la manías y a los tics que al sueño mismo motor de la vida» págs. 144, 169, 177, 183, 198, 312-313, ver más abajo). El subtítulo «surrealismo cosmopolita» prometía más. Específicamente, me parece* que no hay ni una palabra sobre Lee Miller cuando era la esposa de Aziz Eloui Bey y sin embrago fue en Egipto en donde su arte se abrió plenamente.  


Mohamed Saïd, Bañistas con piragua, 1932 (91.7×76.5cm) & Le Dancing, 1949 (71.3×51.3cm), Museo de Bellas artes, Alejandría, pág. 162-163


El propósito del libro en lo que se relaciona con los artistas alejandrinos, o más ampliamente, medio orientales, está más centrado en los artistas modernistas, los que combinan las dos culturas y son intermediarios entre dos mundos. Es el caso de Mahmoud Saïd, objeto del primer ensayo (págs. 45-55, 115, 162, 163) por Arthur Debsi (después de la presentación págs. 15-39 de la obra por Morad  Montazami): aristócrata, tío de la Reina, vive entre Alejandría y Paris, es un pintor modernista típico que pinta mujeres «lascivas, enigmáticas y deseables» de la alta burguesía al igual que mujeres del pueblo y prostitutas. El ensayo que sigue (págs. 67-79) por Mehri Khalil, bien documentado, analiza muy bien las relaciones de André Lhota con Egipto, su crítica del academismo enseñado entonces y sus 19 estudiantes egipcios. Para Lhote, los pintores de la antigüedad egipcia fueron los primeros cubistas, los primeros modernos. Vemos después un texto de (págs. 99-109, 179) Arthur Debsi sobre Mohamed Naghi, quien habiendo vivido y estudiado en Florencia, Roma y Paris, quiso combinar la novedad de las artes modernas con el patrimonio antiguo. 


Cléa Badaro, Mujeres en el balcón, 1965, 76x103cm, col. Dr. M. Awad, pág.172


De paso veamos (son raras) a algunas mujeres egipcias artistas, Effat Naghi, Clea Badaro (pág. 172, la mágica Clea del Quatuor d’Alexandrie), e Inji Efflatoun (págs. 158-159, 176 arriba; que se distinguió hace un año), evocadas brevemente (las otras artistas mencionadas son europeas de Europa): no hay con qué justificar el «feminismo feroz y sin concesión» que el director del museo promete en el Prefacio (pág. 9), ni la «fuerte presencia de protagonistas femeninas de todos horizontes» las «vanguardistas egiptofilias», de las que alardea la reseña de presentación en la cual es cuestión de «la historia autorizada (escrita por los hombres)».**


Inji Efflatoun, Prisión, 1960 (48x68cm, col. MMZAYK) & Mayo, Sous-bois, 1961 (102.3x83cm, col. privée), págs 176-177


Sin ir hasta Soliman Pacha, a Gustave Le Gray o al padre Enfantin, unos franceses hicieron el viaje contrario que los egipcios que vinieron a estudiar y a vivir en Francia, se fueron a instalarse en Egipto por afinidad cultural más que por lucro y algunas veces se convirtieron al Islam. La interesante Valentine de Saint-Point, objeto del destacado ensayo de Amina Diab (págs. 119-129, 135) es un bonito ejemplo: aristócrata, poetisa, bailarina, autora del Manifiesto de la Mujer futurista y del Manifiesto futurista de la Lujuria, se convirtió al Islam y se instaló en el Cairo; contribuyó al renacimiento cultural del país y publica una revista, Le Phoenix, para acercar las culturas cristiana y musulmana. 


Stanislao Lepri, El Creador de los ángeles, 1969, 100x73cm, coll. J.-J. Plaisance, pág. 203


Siguen un texto de Francesca Rondinelli sobre el escritor surrealista Georges Henein (págs. 221-235) y un estudio de Cléa Daridan sobre dos familias egipcias de mecenas, además de otros textos sobre el lado netamente europeo que ponen bien en evidencia el surrealismo de André Pieyre de Mandiargues y de su esposa Bona, Jacques Kober, André Marchand, Leonor Fini, Stanislao Lepri entre otros, bastante lejos de Alejandría, y, salvo el trio Mandiargues – Fini – Lepri que se refugió durante la guerra no muy cerca de Mónaco tampoco, como dicen aquí arriba. Entre los ensayos, el texto de Francesca Rondinelli (págs. 275-285) sobre la dimensión corporal y sexual de las obras de Leonor Fini, Bona y Joyce Mansour intitulado con elocuencia «Déchirures et Plaisirs» -Desgarros y Placeres- es inspirador (leer también sobre Bona). 


Pages 20-21


Así que es un libro bastante desconcertante, no es verdaderamente un catálogo de exposición sino más bien un ensamblaje más o menos coherente de textos diversos en relación con el tema. No hay biografía de los artistas (nacimiento, muerte, pintor o escritor, es todo), de los autores tampoco, no hay índice ni cronología y las ilustraciones en el texto mismo (fuera del cuaderno central) son de malísima calidad, impresiones malas en monocromo lila y algunas veces en el plegado. Pero hay lecturas interesantes.

*La falta de índice es bastante fastidiosa y no me permite estar seguro a cien por cien. Imposible saber también si mencionan a Albert Cossery (2° a la izquierda en esta foto del grupo Arte y Libertad; el 2° a la derecha es Raoul Curiel, los dos cercanos a Georges Henein).

**Aunque en el libro hay tantos autores como autoras, solamente dedican dos artículos a mujeres y 6 a hombres (dos mixtos); entre las historias breves, 10 están relacionadas con hombres, 2 con mujeres (seis neutros o mixtos). En las páginas centrales, 26 hombres por 10 mujeres. Refleja bastante el universo que describen, me parece, pero estamos lejos del «feminismo feroz» anunciado en este prefacio bien pensante (en respuesta a un comentario criticando mi formulación, añadido del 18 de febrero).

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