samedi 26 février 2022

Meret Oppenheim : exposición y experiencia (con Susanna Pozzoli)

 


21 de febrero de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Catálogo con Meret Oppenheim, Ma gouvernante, 1936-1967, 14x35x21cm, Moderna Museet Stockholm


Salvo error de mi parte, Meret Oppenheim no ha tenido sino dos exposiciones de museo en Francia, en 1984 en el ARC y en 2014 en Villeneuve d'Ascq. La exposición de 2014 me pareció catastrófica: por minimizar su dimensión surrealista, por ocultar sus obras más conocidas, por descuidar la dimensión rebelde y erótica de su trabajo, por debilitar lo que hace la fuerza de su reputación en pro de un discurso conformista, puritano y confuso. Al igual que Dagen, la mayoría de las críticas se escandalizaron salvo los más conformistas. En Berna se acaba de terminar una importante exposición que irá a Houston y luego a Nueva York pero no vendrá a Paris en donde además tenemos muy pocas obras de ella (sólo 3 en Pompidou) y su única obra en el espacio público (en un lugar que conozco bien) ni siquiera está señalada. Como no pude ver la exposición de Berna (la cual, además de la guía misma de la exposición en francés, hay una página documental muy bien hecha), les hablaré únicamente del catálogo (188 páginas en inglés), y también de otro muy buen libro sobre Meret Oppenheim y su casa en Carona en Le Tessin (recibidos en servicio de prensa).  


Meret Oppenheim, X-Ray of M.O.’s Skull, 1964-1981, 40.5×30.5cm, éd. 6/20, Kunstmuseum Berne


El catálogo presenta 155 obras de 1929 (Meret tiene 15 años) a 1985 el año de su muerte, además de las 12 hojas que compone en 1983 para preparar su exposición retrospectiva. La obras se pueden clasificar en tres periodos: juventud cercana a los surrealistas (hasta en 1937, 55 obras), el periodo de crisis en Suiza (1938-1954, 20 obras), y su «renacimiento» (de 1954 a 1985, 80 obras). Los tres ensayos que les voy a presentar aclaran su trabajo paro hace falta una presentación de sus obras tanto cronológica como temática, las planchas no llevan ninguna noticia, hay que leer la pequeña guía para ponerlas en contexto y es una lástima. Hay que leer como complemento el sitio que le dedican pues el catálogo no lleva biografía y da la impresión que el catálogo está dirigido a las personas que conocen bien su obra (que son probablement numerosas en Suiza, menos en Francia). La bibliografía está bien hecha. Dos páginas enteras y densas de agradecimientos (...). 


Meret Oppenheim, El almuerzo de piel (Object), 1936, MoMA, NY


El primer ensayo de Nathalie Dupêcher (The Menil Collection) presenta muy bien el periodo 1932-1937, periodo parisino y surrealista de Meret Oppenheim: llega a Francia a los 18 años y rápidamente se acerca a los surrealistas, se convierte en la pareja de Max Ernst (con quien rompe al poco tiempo: ver el video en la página dedicada en el cual ella cuenta la ruptura, mujer libre y autónoma). Es más breve sobre el periodo 1937-1954 cuando tiene que volver a Suiza en donde trabaja poco y se deprime, se casa, se vuelve anticuaria, antes de recuperarse al final de la crisis (ver también este corto video). Analizando el pasado vemos que la paradoja de su periodo parisino es que dos obras de entonces la hicieron célebre y al mismo tiempo la encerraron en una imagen algo estática. La primera es una obra de ella, Object (o El desayuno de piel) de 1936 (pág.63) la taza, el plato y la cuchara cubiertos de piel que fueron comprados inmediatamente por Alfred Barr del MoMA (casi es igual de conocida Mi Enfermera, evocación posible de una vulva utilizando un par de zapatos amarrados y aderezados en una bandeja, pág.65). La segunda es una obra que la representa, la serie de fotografías Erótica velada de Man Ray: no las muestran aquí y en la página 32 la curadora del MoMa las tilda de infames (« the nude subject of an infamous Man Ray photograph »), sin duda en nombre de una ¡moral feminista retrospectiva! Que Meret Oppenheim haya querido liberarse de aquellas fotografías hechas cuando tenía 20 años podemos entenderlo (en el momento de su primera exposición en museo en Estocolmo batalló en vano para que la portada del catálogo mostrara más bien su retrato con rayos X, pág.156 y finalmente cedió por esto). Las dos obras, la que ella crea y la que la hace tema tratan sin embargo del mismo tema de ruptura, de rebelión y de erotismo por parte de una joven de armas tomar que no le teme a la desnudez ni a la sexualidad. Y querer ocultar una de las dos obras es decepcionante pero revelador. Además Oppenheim detestaba que la pusieran en la «sección de mujeres artistas»: ella misma se definía «artista y punto final».

 

Meret Oppenheim, Octavia, 1969, objeto, óleo sobre tabla, sustancia moldeada y sierra, 187×47cm, col. privada


El ensayo de la directora del museo de Berna, Nina Zimmer, es menos general y después de una elocuente defensa de la discontinuidad y de las facetas múltiples de Meret Oppenheim, se esmera por demostrar, tomando ejemplo en cinco obras que datan de 1966 a 1974, que la artista, sobrepasando el surrealismo tuvo afinidades con otros movimientos artísticos, lo que corresponde totalmente con el discurso de Oppenheim de después de la guerra. Es perfectamente evidente con el Pop Art a través de A Distant Relative (pág.116), y Meret Oppenheim reivindicó personalmente esta cercanía. El parentesco con los Nuevos Realistas muchos de los cuales eran amigos suyos, se demuestra también claramente con Octavia, arriba (pág.123). En cuanto a Flower of Fog (y los otros lienzos de la misma serie, por ejemplo Head of Fog, págs.139 y 140), el parentesco con el expresionismo abstracto se entiende por la similitud de las formas pero nada más, y yo hubiera recordado más bien a ciertos fotógrafos experimentales, como por ejemplo Rossella Bellusci. En cuanto a las similitudes con el Arte Povera, el hecho de utilizar una tabla de madera en bruto para su Geneviève de 1974 (pág.129) además del diseño post-moderno de su maqueta (pág.157) de la fuente en Berna son menos convincentes. Pero el enfoque es interesante aunque por ello el periodo de después de 1954 es cubierto de manera más detallada que el periodo parisino. El más largo de los tres ensayos es el de los dos curadores del MoMa Anne Umland y Lee Colón, quienes después de haber insultado a Man Ray, se extienden largamente, demasiado largamente sobre las hojas que Meret creó en 1983 para preparar su exposición: un artículo erudito para eruditos. En resumen, no es EL libro definitivo sobre Meret Oppenheim pero si lo leemos junto con la guía y el sitio que le dedican es un conjunto un poco áspero pero interesante. 

 

Susanna Pozzoli, serie Casa Costanza, 2017-2020



Entonces, si uno sale de este catálogo (y posiblemente de la exposición) algo frustrado, quizás haya que tomar otro camino para acercarse a Meret Oppenheim fuera de esas normas, por ejemplo tratando de entenderla a través de su casa favorita, Casa Costanza en Carona, cerca de Lugano (allí está enterrada en la cripta familiar). El libro trilingüe (italiano, francés, inglés) de la fotógrafa italiana residente en Paris (nacida a 60kms de Carona) Susanna PozzoliUn’estate con Meret Oppenheim (212 páginas) no es un libro de fotografías. O, más precisamente, no es un libro de fotografías únicamente: los textos y los fragmentos de entrevistas que hizo se combinan con sus fotografías y nos propone una inmersión sensible en el universo de Meret Oppenheim. Meret renovó la casa de sus abuelos suizos, los Wenger, paraíso perdido a donde iba de niña. A partir de 1967 hace con la casa una obra de arte total, en la cual sus obras y los numerosos objetos que coleccionaba se armonizan con el espíritu del lugar y de la tradición local; el arquitecto Aurelio Galfetti, entonces principiante que colaboró con Meret Oppenheim es entrevistado aquí. Antes de ella y después de ella fue un lugar de cultura: el libro de oro de la casa (que empieza quizás con Herman Hess, un tiempo casado con Ruth Wenger, su tía) acumula las firmas conocidas. 


Susanna Pozzoli, serie Casa Costanza, 2017-2020


Pero primero las fotografías. Inspirada por la biografía escrita por Martina Corgnati (dice en su entrevista con Volker Feierabend, presidente de la fundación VAF que apoyó el proyecto), Susanna Pozzoli profundizó en el trabajo de Meret Oppenheim, en sus escritos, cartas, pasó tiempo con su cuñada, que vive en la casa, con su sobrina y sobrino que viven cerca, vió al arquitecto y a dos amigas de Meret, a los historiadores de arte Brice Curiger que escribió su biografía y a Jacqueline Burckhardt. Todo ello antes de tomar ninguna fotografía. En diversas ocasiones y diferentes estaciones volvió a Casa Costanza, se paseó sola en la casa silenciosa para domesticarla e intentar impregnarse de la atmósfera, del genio del lugar y percibir los testimonios latentes en las habitaciones y las paredes. Hay dos tipos de fotografías en este trabajo. Unas son de objetos en primer plano que pueblan la casa: obras de arte, claro, pero también una marioneta, una jabonera, un metrónomo, fotos de familia e igualmente papelitos abandonados por todas partes por Meret, y a veces cuentan la historia del objeto, fuentes de una clasificación sistemática y obsesiva y algunas veces de sus pequeñas manias de arreglar y ordenar. La fotógrafa se acerca lo más posible, nos acerca lo más posible, nuestra experiencia se vuelve sensorial, casi sensual. 


Susanna Pozzoli, serie Casa Costanza, 2017-2020


Y fotografías de los espacios, las habitaciones, los pasajes: los espacios que revelan a los seres. Como observa muy justamente Barbara Stehle en su ensayo, son en general vistas asimétricas y desfasadas, que muestran la voluntad de Susanna Pozzoli de escaparse de la vista frontal y documental como con esta chimenea de arriba. También vemos objetos cortados, fragmentados, cuya parte fuera de cámara también se escapa del documental simplista, lleva la mirada a otra parte, como un travelling, escribe. La luz, atenuada por las cortinas suaviza los lugares, esculturas de yeso, maquetas de Six nuages sur un pont  -Seis nubes en un puente-,  instaladas en un borde de ventana, iluminadas por detrás parecen fantasmas flotando. Yo creí ver aquí abajo una vista de las montañas por una ventana (especialmente porque al lado está su carta a Leonor Fini que dice «Las montañas de enfrente son magníficas»), antes de darme cuenta de que se trataba de un cuadro. La navegación poética entre vista general y y detalles le da al libro un ritmo tranquilo que entonan los textos: citaciones de Meret Oppenheim, fragmentos de entrevistas, citaciones del libro de oro. Los textos cuentan la vida de la familia, la historia de la casa, el proyecto Meret Oppenheim, la vida con ella: la otra mitad del relato. 


Susanna Pozzoli, serie Casa Costanza, 2017-2020


El resultado es por supuesto un homenaje de una artista a otra y también un retrato: retrato sin cuerpo, retrato en contrarrelieve, retrato con las huellas dejadas, retrato por caminos que atraviesan. A cada instante se vislumbra el diálogo entre la arquitectura ruda y antigua de la casa y la sensibilidad de Meret Oppenheim, sus colores, espacios, ubicaciones. Es un libro íntimo, aclarador, sensible, que nos cuenta de manera sutil una historia, en imágenes y en palabras. Al fin de cuentas parece que aprendiéramos más en este libro de fotografías que en el catálogo demasiado áspero, no sobre la obra de Oppenheim (pero la casa es también una obra), sino sobre la persona, su encanto, su melancolía, sus manías, sus amistades. Bella experiencia.  




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