dimanche 2 février 2020

Hans Hartung, entre rigor matemático e impulso




15 de enero de 2020, por Lunettes Rouges









Hans Hartung, T1987-E26 & T1987-H27, 1987, acrílica sobre lienzo, cada 300x500cm, Fund. Hartung Bergman

Hace diez años, el 16 de octubre de 2009, abría en el MAMVP una exposición intitulada Deadline : las últimas obras de unos doce artistas poco antes de su muerte. Entre ellos, Hans Hartung, que murió el 7 de diciembre de 1989 a los 85 años; la exposición mostraba su último lienzo, pintado el 19 de noviembre de 1989, y también toda su producción de un solo día, del 4 de junio de 1989; en 1989 realizó 360 obras en total. Un video de ese mismo año que sus asistentes rodaron (en parte para contestar a la sospecha de que eran ellos quienes pintaban en su lugar), lo muestra en silla de ruedas pintando con pulverizador, débil pero con la misma fiebre por pintar; la toman de nuevo en la exposición actual (hasta el 1 de marzo), La fabrique du geste, también en el MAMVP (30 años después de su muerte, 40 años después de una revisita de solamente sus obras de antes de la guerra, 50 años después de su gran retrospectiva en Francia). En su memoria habría que empezar la visita por la última sala, una capilla silenciosa con 4 lienzos inmensos de 1987 (arriba) frente a frente como símbolos de la carrera de velocidad contra el tiempo, contra la parca que se acerca: hay que pintar rápido y mucho.  

Hans Hartung, Leucate, ma cabane grise, 1927, óleo sobre tabla, 29.3x46cm, Fundd. Hartung Bergman

Esta exposición, con 300 obras (de 1500) y bastantes documentos (entre ellos una carta de Artaud a M. Archtung del 25 de abril de 1947), cubre la totalidad de la obra de Hartung desde que empezara en Leipzig, Paris, Dresde. Luego de haber hecho obras bastante kokoshkianas (Otto Dix le escribe en 1927 «no sería hacerle un favor dejarlo estudiar conmigo», un giro maravillosamente ambiguo), surgió de repente en 1927 este pequeño lienzo de su cabaña en Leucate (en donde dos años más tarde seducirá a Anna-Eva Bergman), un lienzo bastante estructurado, de influencia cubista, que marca una ruptura y es una conversión a la geometría (que muestra también su interés por la arquitectura, tal como lo demuestran sus talleres en Menorca, Paris y Antibes).

Hans Hartung, T1947-12, 1947, óleo sobre lienzo, 146x97cm, Fund. Gandur Genève

A menudo, mirando los lienzos de Hartung, pensamos que son expresiones rápidas y brutales de un impulso creativo violento, que se desencadena. Pero aunque lo haya disimulado hasta los años sesenta, así no es. Es verdad que su fiebre creativa se manifiesta de manera primaria en sus acuarelas, aguadas, dibujos, pero sus cuadros de 1932 (año en que la muerte de su padre le provoca una grave crisis) hasta 1960 son, en su mayoría, puestas en cuadrícula de sus dibujos, son reproducciones agrandadas (esta es una ampliación del lienzo T1947-11 y la recuperación de un dibujo de 1940). Como dice Pierre Wat en el catálogo: «Lo que el público y la crítica tomaron durante mucho tiempo por una pintura lírica, de primer intento e ímpetu interior, era en realidad un juego entre hacer y deshacer, entre producir y reproducir, que irrigaba todo su proceso». Hartung no deja de reproducir, repetir, rehacer, en serie. La serie de acuarelas abstractas («manchas») que realiza en 1922 ¿es demasiado frágil? Hace entonces facsímiles en 1966, y los expone al lado de los originales en su exposición de 1980, al mismo nivel. ¿Cuál es el original? ¿La creación se expresa más en el primer intento o en las variaciones posteriores? El rigor matemático (Hartung se interesó mucho por la sección oro y a las relaciones entre estética y matemáticas) de su trabajo de cuadrículas disimulado durante mucho tiempo es la columna vertebral secreta de su obra durante esos años.

Hans Hartung, T1986-E16, acrílica sobre toiler (enlucido), 142x180cm, Fund. Hartung Bergman

Y después, en 1960, todo cambia: como lo escribe Pierre Wat: «la idea de reproducibilidad, la capacidad de la obra para mantenerse y extenderse sin cesar, de soporte en soporte, habita de aquí en adelante el centro mismo de su práctica pictórica, y suprime así la diferencia entre cuadro e imagen». Pero esta pintura gestual, esta acción painting se construirá experimentando incesantemente nuevas maneras de pintar, primero con «pinceles» extraños: rollos de grabado, multi pinceles, podón, escobas cepillos, ramas de retama y otras construcciones vegetales (pero son secretos de taller que serán revelados más tarde). Después se trata de no tocar más el lienzo sino de pulverizar la pintura: aerosol, spray, pistola de carrocería, aspirador invertido, máquina de enlucir (arriba), pulverizador de viña, no son solamente las prótesis de un pintor inválido y enfermo, sino herramientas para pintar más rápido, es también una manera de tomar distancia y alejarse que contrasta con el periodo precedente, de la nariz contra el lienzo reproduciendo minuciosamente con un pincel pequeño los elementos traspuestos a partir de una acuarela o un dibujo. Hartung dejó el rigor matemático para pasar al gesto y a la acción. 

Vista de la exposición (repertorio de herramientas para rascar)

Además, otro gesto, muchos de esos lienzos fueron escarbados, lacerados, rayados; por otro lado, la exposición propone páginas de su catálogo con herramientas para rayar, Hartung siempre fue un archivista y contable e hizo inventario de su propia obra (tuvo una archivista, la noruega Marie Aanderaa, desde 1957), conservaba y clasificaba todo.  

Hans Hartung, Collage photographie I & II, 1932

Su interés por la reproducibilidad y la no-unicidad de la obra se expresa también en el grabado y mucho, claro, en la fotografía. Empieza con un caja de cigarros transformada en cámara oscura, antes de pasar a aparatos más «serios». Además de numerosos retratos (de los cuales el de Maurice Allemand, visto aquí hace poco), hizo muchísimas investigaciones y experimentos fotográficos: fotos de guijarros o ramas tirando a la abstracción, foto montajes, manchas de pintura en placas de vidrio, collages con bandas de papel pegadas y pintadas, rayaduras y estrías sobre los negativos.

Hans Hartung, ST, 1940, gouache sur papier, 31.5×24.5cm, Fond. Hartung Bergman

Hartung vivió periodos históricos complejos que lo marcaron personalmente (convocación de la Gestapo, huída de Alemania, prisión en España, invalidez); su entrada en la Legión parece haberse debido menos al patriotismo francés anti nazi que al riesgo de verse internado como enemigo en 1939, luego, en 1943, por su deseo de salirse de los calabozos franquistas. Pero, con alguna excepción (que luego contradirá), ninguna de sus obras parece expresar la mínima posición política o compromiso con el mundo (aunque la crítica Madeleine Rousseau describió su arte como abstracto-realista, otra realidad). Es como disociar completamente sus opiniones y su obra (al contrario de la mayoría de los artistas de la época). La excepción, son las 80 Têtes de 1940, que evocan horror y furia, pero, más tarde dirá que fueron hechas «para darle gusto a sus allegados» en un contexto en el cual «todo le era más o menos indiferente». En esta excelente exposición, es verdad que desentonan, pero luego de todas esas salas de hermosos lienzos abstractos de tonos crepitantes, se vuelve sin embargo de forma compulsiva, como para anclarse en el mundo. 


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