20 de febrero de 2020, por Lunettes Rouges
Claudia Andujar, Pista de aterrizaje militar en la región de Surucurus, 1983 |
Claudia Andujar es una persona extraordinaria que ha consagrado 50 años de su vida (tiene 89 años) a los Yanomami. Usted puede leer por todas partes informaciones sobre los indios Yanomami, sobre todo lo que amenaza su cultura y su salud y sobre el combate para protegerlos, todavía más necesario en el Brasil de Bolsonaro. En lugar de repetir aquí informaciones disponibles fácilmente (y que usted puede profundizar con otros antropólogos con enfoques menos idílicos, por ejemplo Chagnon, sobre la violencia o Lizot sobre la sexualidad), prefiero, a propósito de su bonita exposición en la Fundación Cartier (hasta el 10 de mayo), hablar de fotografía. Primero quiero decir algo sobre la posición de Claudia Andujar en relación con los indios, con los cuales pasó meses y meses y aprendió su idioma, tomaré entonces lo que escribí hace dos años cuando hubo una exposición similar: «Ella desarrolló una gran cercanía con ellos y se nota en numerosas fotografías suyas: de cierta manera es una anti Salgado... nada que ver con el paternalismo colonial de la mayoría de los retratos de indigenas (por ejemplo los indios de Edward Curtis, o los Nubas de Leni Riefenstahl), ni con la orgullosa hostilidad de las mujeres argelinas de Marc Garanger, sino más bien con los Beduinos de Miki Kratsman, otros parias que la etnia dominante rechaza». Hubiera podido poner en contraste con Andujar (todavía peor que Riefenstahl), el trabajo de Gertrude Käsebier, icono feminista para algunos, pero fotógrafa racista y colonial.
Claudia Andujar, Envoltorio funerario en el bosque, Catrimani, 1976, película infrarrojo |
Dicho esto, hablemos de fotografía. No cabe duda que en el calor húmedo de Amazonía es difícil fotografiar (lo vimos recién con Guido Baselgia). Además la luz bajo las copas de los árboles es tenue y es todavía más oscuro en las casas comunales en las que algunos rayos se filtran a través de los resquicios de la construcción. Por lo tanto Andujar tuvo que encontrar soluciones: se entrenó para fotografiar, en su apartamento de Sao Pablo con las persianas cerradas, utilizó rollos ultrasensibles, infrarrojos, filtros de color, le echó vaselina al objetivo, jugó con lámparas de aceite, algunas veces hizo sobreexposiciones, superposiciones.
Claudia Andujar, diapositiva de Genocidio do Yanomami: morto do Brasil, 1989 |
Y el resultado es a veces bastante desconcertante: demasiados efectos, demasiada puesta en escena visual. Las imágenes con infrarrojo (arriba), incandescentes, le dan una dimensión dramática, irreal, artificial, a la escena fotografiada. El abuso de lo borroso (aquí arriba), para dar una impresión de movimiento, incluso de éxtasis alucinado, no permite entender la escena fotografiada y hace notar demasiado el método.
Claudia Andujar, Interior de una casa colectiva, Catrimani, 1974 |
El centelleo de la luz en el interior crea una dimensión espectral en los seres: el chico iluminado parece más bien un irradiado o un extraterrestre que otra cosa. Al producir imágenes icónicas, demasiado arregladas se acerca al neo-pictorialismo. Se nota bastante en la serie sobre el «réahu», fiesta de cantos, danzas, alucinógenos, sexo e ingestión de cenizas de ancianos, en las cuales intenta restituir el ruido y el furor por medio de métodos de fotógrafo de rave (en la exposición vemos una película mas sobria y distante, de un cineasta Yanomami, Morzaniel Iramari, sobre el mismo tema).
Claudia Andujar, serie Marcados, 1983 |
Si no le gustan esos artificios, se pueden preferir sus retratos directos, frontales, por ejemplo los de la serie Marcados: retratos de busto, cada uno con una etiqueta con un número, trabajo documental para una expedición médica de vacunación, pero que recuerda la identidad judicial y sobre todo a su padre, Siegfried Hass, víctima de la exterminación de los judíos de Europa. Al principio se trataba de un trabajo simplemente documental, solo decidió editarlo y presentarlo como una obra de arte 25 años más tarde, pero, a mí me parece que es el trabajo más puro, y el mejor de la exposición.
Claudia Andujar, Adolescente con plumones de cóndor real o de falcón, Hwaya u, 1976 |
Otros retratos, menos antropométricos, son también instructivos: utiliza un rollo entero por persona para realizar su retrato, de forma amical, abierta, descomplicada. Pero en la cultura Yanomami, cuando alguien muere, todas sus pertenencias al igual que sus imágenes deben ser destruidas por el fuego (también su cadáver) para que no deje rastro y se pueda hacer el duelo. Es evidente que esto no se aplica a las fotografías de Claudia Andujar.
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