mercredi 20 juillet 2022

Eugène Leroy, mágico

 


18 de julio de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Eugène Leroy, Concierto campestre, 1992, óleo sobre lienzo, 61x73cm


Esta es quizás la exposición más grande sobre Eugène Leroy, (en el MAM hasta el 28 de agosto) ciento cincuenta lienzos y dibujos, se podrían pasar días enteros. Es un placer inmenso mirar los lienzos de Eugène Leroy. Podemos pegar la nariz, quitarnos las gafas para mirar mejor desde muy cerca y perdernos en la cartografía del lienzo, montañas y valles, ríos de lava, un magma original, campos de color, oleajes, burbujas, grietas. En medio de una masa orgánica descubrimos de repente un trazo minúsculo de color escarlata casi invisible. Luego nos ponemos las gafas y tomamos distancia metro a metro lentamente, entrecerrando los ojos, deformando la visión para concentrarla en el lienzo sin dejarnos distraer por nada. Y es entonces cuando emerge una cabeza, un busto, una cara, un cuerpo desnudo, que adivinamos, que intentamos entender, capturar. Solamente después, agotados y felices es que podemos leer el cartel. Pero aquí hay que hacerlo unas cien veces. Como escribe Dagen, «se dice uno con pena que será imposible estudiarlas todas tan detenidamente pues cada una necesita un ejercicio de percepción especial». 


Eugène Leroy, Concierto campestre, 1992, detalle



O hacemos lo contrario: ponernos lejos para apreciar, entrecerrando los ojos, los contornos de un cuerpo o una cara y luego acercarnos lo más posible para entender la complejidad de la pintura. No hay distancia justa ni visión apropiada, solamente experiencias para ver de cerca o de lejos, zigzagueando como se nos antoje según las sensaciones que sintamos frente a estas paredes de pintura. ¿Nos quemaremos si nos acercamos demasiado? Cada lienzo es único, incluso doble o triple según nuestra mirada. 


Eugène Leroy, Flores, hacia 1990, óleo sobre lienzo, 61x50cm


Y alguna veces es en el visor de la cámara fotográfica que aparece más claramente el motivo: visión distanciada y reveladora. Vean en otro lugar de qué manera el color cambia según en donde estemos, cerca o lejos. Sin importar el tema, puede ser un desnudo, una cara o un paisaje que existe sólo para revelar la pintura: ni motivo, ni anécdota, pintura pura. Dijo un crítico cuando tuvo lugar su primera exposición en 1937: «Leroy no es un pintor tranquilo. El arte de Leroy es rudo y agresivo a primera vista». 


Eugène Leroy, Flores, hacia 1990, detalle


Leroy decía: «Yo no quise hacer un lienzo bonito, solamente quise pintar». Sus lienzos que pueden pesar hasta 90 kilos, rebosan de materia pictórica que forma masas y torrentes que se recubren sin cesar, y bajo la dura capa de la superficie la pintura se queda largo tiempo blanda, movediza, y a veces deja aparecer colores enterrados, otros que se disuelven para mostrar más valles, más cúmulos a través del tiempo. Y además, con frecuencia, Leroy volvía a trabajar sus cuadros, estamos ante una pintura animada. 


Portada del libro « Toucher la penture comme la peinture vous touche »


Catálogo grande (65€) con numerosas y bonitas reproducciones pero que tuvo la idea absurda de imprimir todas las letras en mayúsculas,  ¿quita esto las ganas de leer? Cómprenlo por las imágenes más bien lean su libro de escritos y entrevistas Toucher la peinture comme la peinture vous touche, prefacio de Eric Darragon, fotografías de Benjamin Katz (L’atelier contemporain, 264 páginas, recibido en servicio de prensa). En medio de anécdotas y relatos autobiográficos, de declaraciones divertidas y provocadoras, recorridos circunvalados del pensamiento, Leroy afirma su rechazo de los conceptos clásicos de estilo, forma, tema, rehusa la cultura dominante de su época y arraiga su trabajo en la historia. 




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