mardi 2 novembre 2021

Las Detenidas de Bettina Rheims

 


21 de octubre de 2021, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Bettina Rheims, Morgane, noviembre de 2014, Roanne


Nunca fui un gran fanático de Bettina Rheims, quizás sea demasiado puritano para apreciar algunas de sus criaturas glamour y sexuales (sin embargo me parece vergonzoso que la moralina la haya excluido de la pretendida Una Historia Mundial de las Mujeres Fotógrafas). Bueno, no aprecié mucho dos de sus exposiciones en el Instituto Para la Fotografía de Lille (hasta el 5 de diciembre), que visitaba por primera vez, ni la inmersión total en los cuerpos desnudos de La Chapelle, lo que me hizo sentir incómodo, ni el relato erótico surrealista de su serie Rose c'est Paris con Serge Bramly (en este caso, más que las imágenes del final, me pareció interesante la presentación de los archivos que muestran sus investigaciones y sus vacilaciones), pero para mí aquí, es más una cuestión de tema, creo, que de calidad intrínseca. En cambio me fascinó la serie Detenidas (que no vi en Vincennes en 2018): en una serie de salas con obstáculos, exponen 51 fotografías de detenidas de las cárceles francesas (Lyon, Roanne, Rennes, Poitiers) tomadas en octubre y noviembre de 2014, son de tamaño natural (127 par 97 cm). Son mujeres que posan frontalmente con fondo blanco y sin el menor adorno, algunas naturales otras arregladas, maquilladas, con lo mejor que tienen. Una está llorando (Niniovitch, en Roanne, abajo), otra esconde la cara (Romy à Poitiers), sólo una ríe (Cloé en Rennes). Cada una es un individuo singular, una persona digna, allende los crímenes cometidos (infanticidio, asesinato de la pareja, tráfico de droga, ...). La mayoría solamente da su nombre pero catorce de ellas están identificadas con sus apellidos (entre ellas la «confidente» de  Monique Olivier-Fourniret). El enfoque individual sin indicador del encierro es el anti Bertillon, es descubrir un mundo desconocido para nosotros pero poblado de mujeres que nos parecen familiares, madres, hermanas, hijas, amantes. 

 

Bettina Rheims, Niniovitch II, noviembre 2014, Roanne



El enfoque de Bettina Rheims les da humanidad a esas mujeres y una individualidad que la cárcel aniquila necesariamente. Ante el objetivo tienen la sensación rara de que las miran como mujeres, a ellas que ya no son sino números que ya no tienen la ocasión de seducir (una excepción: una pareja de lesbianas que posan juntas, Elvira y Lagdar en Roanne); entonces esta crítica feminista me parece desplazada, denuncia el hecho de que se le pida a la mujer que sea atractiva y seduzca. ¿En qué se convierte la feminidad cuando se está en la cárcel? Son fotografías que pueden ser destinadas a sus familias, sus maridos o a la persona que querrán encontrar cuando salgan, son ante todo fotografías en sí, para que se miren ellas mismas y ganen algo de su dignidad y auto estima. Algunas son abuelas severas, otras llevan en la cara las huellas de sus desgracias, depresiones o adicciones; otras parecen todavía niñas (Lu, aquí abajo y Jess en Rennes); algunas se ven orgullosas y desafiantes. Y a veces en el fondo de sus miradas tristes surge un poco de la llama que los años de detención ha ahogado. 


Bettina Rheims, Lu, novembre 2014, Rennes


El proyecto fue iniciativa de Robert Badinter que deseaba que Bettina Rheims «le restituya a cada una la personalidad que el encarcelamiento tiende a borrar». Bettian Rheims las escuchó y consignó lo que dijeron, unos treinta fragmentos, muchos de ellos bastante conmovedores que expresan el dolor, la soledad, la angustia, y algunos testimonios preocupantes («Ella dice que mató a un tipo y lo cortó en pedazos para ver lo que sentía porque hay que probar de todo en la vida», «Ella vive como una humillación el hecho de estar encerrada con mujeres que han matado a sus hijos»). El libro Détenues -Detenidas- publicado en gran formato en la Blanche de la editora Gallimard, es tanto un manifiesto como un catálogo; además de las 68 fotografías (de 64 mujeres) en plena página, lleva fragmentos, el prefacio de Badinter y un interesante ensayo de Nadeije Laneyrie-Dagen, quien analiza las fotografías con lenguaje de historiadora de la pintura (los colores cálidos o fríos, la luz a la derecha, la textura del fondo, la ventana falsa, el marco, el taburete) y aporta una mirada original  en el campo del análisis crítico de la fotografía que apreciamos. Los archivos de Bettina Rheims están depositados en el Instituto que también presenta una visita virtual en 3D de su estudio (que perteneció a  Alicia Penalba).


Agnès Varda, Sel, 1951, col. Rosalie Varda


Como lo decía sobre Rose c’est Paris, una de las características que sobresalen en las exposiciones del Instituto para la Fotografía es que también muestran lo que está detrás de las fotografías, el proceso de elaboración y de selección, y analizan las piezas presentadas por tipologías científica y didáctica. Es muy cierto en dos de las  exposiciones actuales, la del libro de fotógrafo que analiza muy bien la composición, la disposición de las imágenes, las relaciones entre texto y foto, para construir tipologías; y la del album de familia que también examina los temas, incluso los tópicos de los álbumes. Uno sale más inteligente. Otras exposiciones a partir de archivos depositados en el Instituto: las fotos de juventud de Agnes Varda (las salinas de Sète, un corto risible sobre Varda mientras fotografía a Brassai en la calle Fermat pero sin la foto final); una selección de obras de Jean-Louis Schoellkopf, con entre otras, las fotografías de Saint Étienne que me son tan familiares. 


Ezio D’Agostino, True Faith, 2019


Me convenció menos la presentación extraña del trabajo de Pierre Zucca y la banalidad relativa de las imágenes del joven marroquí Yoriyas; en cambio me sedujo, en la rica abundancia de exposiciones, la búsqueda del fotógrafo italiano Ezio D'Agostino sobre True Faith, lugares en donde hubo apariciones, Virgen, Cristo o Padre Pío. Cuando tenía 7 años su madre lo llevó cerca de Calabria, a ver un olivo que tenía una rama quebrada y en ella había aparecido milagrosamente el rostro de Cristo, él no vio nada, solamente la rama rota. Una película en la exposición revisita el lugar veinte años después y la devoción sigue constante. Hay también unas veinte fotografías suspendidas en la penumbra, muestran lugares comunes y corrientes, edificios, casas, huertas, un bar, una gasolinera, que componen la cartografía invisible de las apariciones en la península (Italia cuenta con un tercio de las apariciones cristianas en el mundo). Como dice, «allí en donde yo sólo veo una pared, otros perciben un acontecimiento que transforma toda la configuración del pueblo». Esas fotografías que a nosotros como a él no nos revelan nada son sin embargo, las huellas de la aparición, su anclaje en lo real. Acompañado por la socio antropóloga Hélène Jeanmougin, D'Agostino recogió los testimonios. Nos gustaría un libro. 


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