23 de octubre de 2021, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Marlene Dumas, The Death of the Author, 2003, óleo sobre lienzo, 40x50cm, col. Julie van Leeuwen |
No nos queda sino saludar la audacia de Marlene Dumas, quien se confronta con el romanticismo y el impresionismo en el Museo de Orsay (hasta el 30 de enero). Hay que empezar por la sala de los impresionistas en el 5° piso en donde se organizan tres «conversaciones». La más conmovedora es indudablemente la del magnífico retrato de su mujer muerta de Monet, pintado la noche misma de su muerte (Monet le confesará más tarde a Clemenceau que le avergonzaba un poco, en ese momento, pintar en lugar de rezar) en la cual el torbellino confuso de trazos de color alrededor de la cara expresan el sentimiento de tristeza desesperada del pintor poseído por la necesidad creativa que lo domina. La representación de la mujer muerta no es rara (podemos citar a Hodler), pero Dumas se abstrae y nos muestra un muerto rígido medio escondido por una sábana, impersonal, sin nombre y que en realidad es Louis-Ferdinand Céline, según una fotografía (de Pierre Duverger, me parece). Dumas llama el cuadro La Muerte del Autor, un tema barthesiano que añade una complejidad indebida a la confrontación de cadáveres que hubiera sido suficiente en sí, únicamente con las imágenes sin necesidad de la alusión pedante.
Marlene Dumas, Waiting (for Meaning), 1988, óleo sobre lienzo, Kunsthalle zu Kiel, 50x70cm |
Más interesante es la reflexión alrededor del cuadro de la mujer negra desnuda de piernas colgando tirada en una cama deshecha, que ubicaron entre un Bonnard y un Toulouse Lautrec de formas similares, pero que le fue inspirada a Dumas por una fotografía de David Hamilton. El título, Esperando (el sentido), no tiene ninguna relación con la imagen que se muestra sino que expresa más bien la perplejidad de la artista frente a la pintura, y, partiendo de la del espectador, «se dificulta el sentido esperado procedente de la imagen». En cuanto a la conversación entre La Noche estrellada sobre Ródano de Van Gogh y la frente brillante de Moshekwa, le es difícil convencernos.
Montaje: Marlene Dumas, The Origin of Painting, 2018; Time and Chimera, 2020; & The Making of, 2020, huile sur toile, chacune 300x100cm |
Mucho mejor lograda es la exposición del 2°0 piso en la cual Marlene Dumas rinde homenaje a Baudelaire por su bicentenario, primero con dos retratos (también Jeanne Duval), luego al ilustrar algunos de sus poemas más conocidos (el juguete del pobre, la desesperación de la vieja), y al pintar ciertos temas apreciados por el poeta (la rata, la botella, la vela). Es una sala larga y en medio de unas veinte pinturas de Dumas se crea una atmósfera a la Baudelaire, melancólica y sensual. Tres composiciones grandes ilustran el acto artístico; se intitulan, el origen de la pintura, el tiempo y la quimera y la factura (Making of), que muestran el acto creativo en sí, dibujo de una sombra o modelado de una estatua (montaje de los tres aquí arriba).
Marlene Dumas, Lady of Uruk, 2020, óleo sobre lienzo, 130x110cm |
Al final de la sala, la Dama de Uruk. Uruk es la ciudad de Mesopotamia en la que parece, fue inventada la escritura cuneiforme en medio del cuarto milenio; la Dama de Uruk es una estatua de piedra caliza y mármol que data aproximadamente del año 3300 a. de C, es una de las representaciones más antiguas de la cara de una mujer. Son los rasgos que retoma Marlene Dumas para celebrar una forma de belleza eterna e intemporal (también pintó a Nefertiti). ¿Cuál es el vínculo con Baudelaire? Quizás el tono a la Baudelaire de los versos del poema de Gilgamesh, el rey desesperado por la muerte de su doble Enkidu: «Dios mío, brilla el sol, luminoso sobre la tierra, para mí el día es negro, la tristeza, la angustia, la desesperación en el fondo de mí, el sufrimiento me consume como a un ser elegido únicamente para las lágrimas.» Un pretexto sutil pero acertado.
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