mercredi 1 mai 2019

Erika Verzutti : a contracorriente

16 de abril de 2019, por lunettes rouges

(Artículo original en francés, aquí)


Erika Verzutti, vista de la exposición , Centro Pompidou, foto, Audrey Lauren

Antes que todo me hubiera gustado mostrar el reverso de la imagen de arriba, es decir, la vista que se tiene desde el exterior, a través de los grandes ventanales del Centro Pompidou, sobre la exposición de la artista brasileña Erika Verzutti (fue hasta el 15 de abril), su primera exposición importante en Europa. Del exterior se ve un cisne grande y blanco que les sirve de soporte a una docena de estatuas pequeñas, vemos cinco islotes poblados con pequeñas estatuas de colores entre las cuales navegan los visitantes. La parte de arriba de las paredes está pintada de amarillo, como un sol fantasma, y, en lugar de sentirse en una exposición, se cree uno en un santuario de colores exuberante en el cual nunca será iniciado pero que admirará de lejos.

Erika Verzutti, Beijo (Beso), serie Tarsila, 2011, bronce y acrílica, 38x36x12cm

Hay que entrar por supuesto, olvidar los argumentos convencionales que intentan vincular este trabajo con el de al lado (como si generar formas pudiera reducirse a un proceso orgánico) y hundirse en este universo alegre, irónico, impertinente. Erika Verzutti es una hedonista, a la que no le importan los conceptos abstractos o post modernos (lo que hace que los buenos espíritus del arte contemporáneo tengan dificultades para entenderla: el prefacio del catálogo es una prueba divertidísima de ello). Incluso la comisaria Christine Macel (que sin embargo ya la había presentado en Venecia en 2017) parece aceptar con dificultad la profusión, el rechazo de las reglas, la libertad, puesto que no pueden hacerla entrar en la casilla «feminismo» o en la casilla «política» que son tan prácticas. Al contrario de lo que se practica comúnmente, Verzutti es la heredera de Tarsila do Amaral (y de su marido el antropofagista  Oswald de Andrade), y ella le rinde homenaje aquí con pequeñas esculturas de pepinos fálicos que a veces se abrazan y se acarician.

Erika Verzutti, Bikini, 2015, bronce y acrílica, 61x40x9cm

Pero su trabajo no se reduce al tropicalismo: sus columnas, sus «tortugas», sus estelas se alinean en una historia del arte barroca o surrealista, entre naturaleza y cultura, entre arte primitivo, incluso arcaico, y civilización de la pantalla. Sus obras llevan las huellas de sus dedos, sus huecos sensuales reciben huevos de colores. Trabaja la arcilla, el bronce, el papel maché, el yeso, el concreto, la cera, qué importa, las formas al mismo tiempo prosaicas y extrañas nacen de las yemas de sus dedos como creaciones mágicas.

Erika Verzutti, Misionero, 2011, bronce y acrílica, 31x10x16cm

Su erotismo es suave e irreverente, con una sensualidad de colores y formas dulces, redondas, voluptuosas; su serie Misionero evoca la posición que conocemos y no las conversiones, tenemos Venus vanguardistas (Yogi) y Ladies con bananos (¿Josephine Baker?). Ambivalente y astuta, se divierte maravillosamente con la ambigüedad, y el artificio (ver el ensayo de Chris Sharp en el catálogo, sobre Byung-Chul Han) y lanza cosas increíbles que su entrevistadora se toma en serio y apunta cuidadosamente sin saber para qué.

Erika Verzutti, vue d’exposition, Cimetière au 1er plan, Centre Pompidou, ph. Audrey Laurens

La exposición también comprende Cementerios, agrupación de residuos en el suelo, fracasos, huellas de fracasos aceptados, reliquias que  también se pueden venerar cuando se rechaza el éxito, en una reconciliación con el fracaso: ningún artista «verdadero» haría eso (quizás Rodin) y Verzutti se complace con ello, naturalmente, una vez más fuera de las reglas y convenciones.

Erika Verzutti, Enceinte (Gravid), 2014, bronze, béton, émail, cire et acrylique, 90x60x28cm

Es una energía que se sube a las paredes : varias obras pasaron de esculturas en el suelo a bajorrelieves  (ver análisis de José Augusto Ribeiro en el catálogo). Se trata de formas de colores, siempre tan redondas, que saltan de la pared hacia el espectador, como una pantalla táctil, un ventana aberrante que se ha vuelto viva, activa y potente. No sabemos qué pensar de ese trabajo, o mejor, no sabemos mucho cómo analizarlo, preferimos sentirlo, fusionar con él: la experiencia de la visita es más sensible o mística que intelectual, y ahí está la proeza a contracorriente de Erika Verzutti..









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