dimanche 1 mai 2022

Unos libros de fotografía

 


28 de abril de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



Mathieu Pernot, La Ruine de sa Demeure -La Ruina y su morada- (Atelier EXB, 2022, 216 páginas, 210 fotografías en color) es el catálogo de la exposición actual en la Fundación HCB (no la he visto todavía). En 1926 el abuelo de Mathieu Pernot, René, que se había instalado en Líbano el año anterior, emprendió un viaje turístico (que podríamos calificar de orientalista: ruinas y pintoresco) en la región, que en ese entonces estaba bajo mandato francés. El libro abre con un facsímil de su album de fotografías, desde el Cabo Bon hasta Palmira. Partiendo del apartamento en Beirut en donde su padre vivió hasta 1958, Mathieu Pernot hizo el mismo viaje que su abuelo y lo prolongó hasta Mosul. Al confrontar las fotografías antiguas, turísticas o familiares, con las que él tomó, Mathieu Pernot muestra la catástrofe: explosión de Beirut, huellas de enfrentamientos en Tripoli, desasosiego en Damas, bombardeos de Homs y de Alep, destrucción de Palmira y de Nimrud, entre Daesh y Assad, ruinas de Mosul, por todas partes las huellas de las guerras y de las colonizaciones, una fascinación curiosa por las ruinas; sólo quedan más o menos preservadas algunas ruinas antiguas, Baalbek, el Crac de los Caballeros. Al contrario de su práctica habitual hay pocos seres humanos, no hay retratos sino habitantes pasando, limpiando, reconstruyendo, algunos niños jugando, enamorados en Baalbek, sostenedores de muros en Damas (y las fotos de Assad en las paredes); un anciano descontento mira al fotógrafo con una desconfianza bien diferente de la humildad aparente de los indigenas fotografiados por el abuelo. El album del nieto concluye con unas veinte fotografías de bebés, familias, amigos reencontrados en las ruinas de Mosul: impresiones dañadas, manchadas, sucias, quemadas, tan elocuentes como las imágenes de ruinas. Tejiendo su historia familiar con la (parcial) de la región, Mathieu Pernot explora un nuevo campo de la fotografía, el desplazamiento antes que la serie, el arraigo en la historia más que en la sociedad. Hay una entrevista de Etienne Hatt con el artista y antes que todo un bonito ensayo de la siria Hala Kodmani sobre el ingenuo fotógrafo que descubre aquellas regiones y «llora sobre las ruinas» (un resumen sobre poesía árabe clásica). Ya se han fotografiado bastante las ruinas, no solamente las antiguas sino también las ruinas de las guerras modernas, tema predilecto y a veces algo malsano de tantos fotógrafos. Al igual que un homenaje al abuelo, es sin duda la mirada ingenua de Mathieu Pernot, lo que hace aquí la diferencia. 



Howard Greenberg & Gilles Mora, The New York School Show, Les photographes de l’école de New York, -Los fotógrafos de la escuela de Nueva York- 1935-1965 (Hazan, 2020, 144 páginas) es el catálogo de la exposición en Montpellier en el Pavillon Populaire en 2020/21. Presentan el trabajo de 21 fotógrafos, cada cual con su corta reseña bibliográfica y entre una (Diane Arbus, Morris Engel) y 15 (Leon Levinstein) fotografías, casi todas en blanco y negro (salvo algunas excepciones en color de Sy Kattelson, Louis Faurer, Saul Leiter). Algunos son bastante conocidos: Lisette Model, Helen Levitt, Robert Frank, Diane Arbus, Saul Leiter, William Klein, Bruce Davidson; otros menos, y entre ellos me gustaron mucho Dave Heath y Leon Levinstein (en especial sus madres e hijo pág.48/49), además de las fotos afiebradas de Ted Croner. Un texto personal del galerista Howard Greenberg que representa un buen número de entre ellos y una presentación sintética de Gilles Mora. De paso, una buena parte de los fotógrafos es de cultura judía: ¿Existe algún estudio sobre esta eventual dimensión cultural-religiosa? 



Forever Saul Leiter (textuel, 2021, 310 páginas) es la traducción en francés del catálogo en japonés de una exposición de Saul Leiter en Tokyo y Kyoto en 2020. Las primeras 280 páginas son casi exclusivamente fotografías de Leiter, de página entera, acompañadas de algunas citaciones de él y de algunas reseñas breves sobre sus autorretratos, sobre su hermana Deborah, su modelo y amante Soames, sus diapositivas en color y sus fragmentos de fotos rotas. Siguen un texto de los directores de la Fundación Saul Leiter a propósito de sus trabajos y un ensayo un poco leve de la fotógrafa y escritora japonesa Otake Akiko (quien confiesa que hace diez años no había oido hablar nunca de Saul Leiter). Apreciamos el número de reproducciones y su calidad, pero la pobreza de los textos hace que para comprender el trabajo de Leiter no es suficiente. Y es una lástima, había mucho que decir (por ejemplo Arnaud Jamin). 



Terri Weifenbach, Cloud Physics (Atelier EXB, 2021, 216 páginas), primero fotografió instrumentos de medida (radiómetro, pluviómetro), y de ahí pasó a fotografiar los fenómenos naturales que los instrumentos intentan captar: el agua, la luz, el fuego, las nubes. Podría ser del estilo de la fotografía de Berenice Abbot en el MIT o de Harold Edgerton, pero es infinitamente más sensible y poética; en especial el juego constante entre borroso y nítido que le da a las imágenes un colorido casi emocional. Me avergüenzo mucho pues no conocía a esta fotógrafa (que vive en Paris), y tanto el planteamiento como el resultado me parecen interesantes. Aquí presenta al mismo tiempo un instrumento de medida (fotografía nítida y fría), un gráfico de sus medidas e imágenes de plantas, cielos, aguas, hechas en el momento de captar los datos, los cuales entrega cada imagen. Hay un interesante ensayo de Luce Lebart, quien, además de encontrar un eco sensible con las fotografías,  también las sitúa en una perspectiva histórica, yendo al enfoque estético-científico en el Renacimiento en torno a las condiciones climáticas y a la ciencia naciente de las nubes en el siglo XIX. Bonito descubrimiento.



Stéphanie Solinas, Le Soleil ni la Mort -El sol ni la muerte- (Delpire, 2022, 160 páginas) es una serie de fotografías tomadas desde un avión pequeño y muestra por un lado la luna llena y por el otro el atardecer, cada una fechada con una precisión de segundos, entre 19 59' 30" y 20 28' 58". Es un trabajo se serie bastante fascinante, incluso increíble, del cual es difícil desprenderse. Son fotografías que solas hubieran hecho un bonito libro, sin nada más. Pero les pusieron trozos de una entrevista con la fundadora y el presidente de una empresa estadounidense de criogenia, que dicen, entre otras, que «hay que tener fé» y que sus adversarios «se focalizan en el mínimo riesgo de que ello no salga bien», ello, viene a ser el cuerpo de un muerto (o, en mas de la mitad de los casos, de su cabeza) y su futura resucitación (a los decapitados, la ciencia del futuro sabrá reconstruirles un cuerpo); perdón, hay que decir «paciente», no «muerto». Bueno, estará de moda, pero no me cambió la idea de hacerme incinerar (como Timothy Leary). El título viene de la única máxima de François de La Rochefoucauld -de costumbre más preocupado por el amor, las mujeres, la vanidad y el poder- que trata de la muerte: «Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente». 

Libros recibidos en servicio de prensa.



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