mercredi 9 mars 2022

En búsqueda del genio de Graciela Iturbide

 


7 de marzo de 2022, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Graciela Iturbide, Cerdeña, 2010.


En la exposición de la Fundación Cartier (hasta el 29 de mayo) es como si hubiera dos Graciela Iturbide, una buena fotógrafa y una fotógrafa genial. En el sótano presentan principalmente retratos (además de una divertida mas no indispensable evocación de su estudio, un búnker de ladrillo en la Calle Heliotropo 37 y de ahí el nombre de la exposición). Los temas que fotografía son en sí interesantes: en general amerindios, los Seris en el desierto (para quienes apunta de forma extraña: «hago sus retratos pues su vida en la sierra es muy reducida, muy austera») y las mujeres de Juchitán, orgullosas, corpulentas y emancipadas de los rituales indígenas igualmente. Admiramos también su capacidad para hacerse aceptar en esas comunidades, para ganar su confianza. Es aún más cierto con los Cholos, chicanos sordomudos encerrados en ellos mismos, pero que la aceptan. Pero aunque los retratos son interesantes por el tema, es raro que lo sean por la hechura: son en su mayoría retratos bien hechos, realizados en confianza (lo que no es tan frecuente, hay que decirlo) pero sin gran originalidad formal, sin búsqueda de estética particular. 


Graciela Iturbide, Angelito, Dolores Hidalgo (Méjico), 1978.


En la parte de abajo hay dos excepciones a mi fallo demasiado cortante. Primero las imágenes relacionadas con la muerte en las ceremonias funerarias, quizás porque Graciela Iturbide, como ella dice, acaba de perder a su hija y ese trabajo fotográfico es también un trabajo de duelo. Luego algunas fotografías en las que el personaje fotografiado desaparece detrás de un objeto: una mujer de Juchitán disimulada detrás de un lienzo extendido en un marco, un hombre camina con un marco vacío al hombro, tres novicias ecuatorianas llevan una Verónica, patrona de la fotografía. 


Graciela Iturbide, Khajuraho, India, 1998


Pero es en la planta baja (primer piso) en donde estalla su talento y podemos calificarla de genial: ya no hay prácticamente mas humanos, o simplemente sus sombras por el suelo, e Iturbide que entra también en la ronda de sombras (arriba). Ya no hay humanos sino materiales, texturas, atmósferas. Vistas del cielo en contrapicado: nubes, es cierto, pero también vigas, cables eléctricos, antenas, ropa secando, chaqueta suspendida a una rama, nubes de pájaros arremolinados, todo tipo de vistas vertiginosas hacia el cielo.


Graciela Iturbide, Benarés, 2010


También hay imágenes misteriosas, como la que no se deja descifrar de inmediato: creemos ver una ventana abierta no sabemos hacia dónde y es un bloque de hielo cubierto de tela. Hay también telas arrugadas, huecos en el concreto (me parece, aunque podrían ser marmitas de gigante), placas de mármol contra una pared, espinos en la arena. Es posible que al lado de esta sinfonía en blanco y negro, las imágenes recientes de color ónix y alabastro no estén a la altura, demasiado bellas, demasiado evidentes.


Graciela Iturbide, Jardín botánico de Oaxaca (México), 2005.


Pero al lado, el hospital de los cactus de Oaxaca encanta: los cactus de formas extrañas son fotografiados como si fueran personas, con el mismo cuidado. Los velos que los rodean, las cuerdas que los sostienen evocan un extraño bondage exótico. 


Graciela Iturbide, Un caballito para (Gunther) Gerzso, Acadia, Luisiana, 1997.


Y, en el cielo rayado con cables eléctricos un caballo solitario del extremo del mundo, trágico y misterioso, es para mí el hermano del perro de Goya: una imagen que no se deja descifrar, que su composición descentrada vuelve más fuerte y conmovedora. 


Portada del catálogo, con Graciela Iturbide, Bolivia, 2013.


El catálogo de 300 páginas tiene más de 200 reproducciones de página entera además de fotografías de su estudio por Pablo López Luz. Hay una larga e interesante entrevista de Graciela Iturbide por Fabienne Bradu que data de 2002 pero puesta al día y corregida; y también una novela del escritor guatemalteco Eduardo Halfon, aparentemente bibliográfica pero escrita entorno a cuatro fotografías de Graciela Iturbide (catálogo recibido en servicio de prensa). Es una lástima que ni en la exposición ni en el libro hayan traducido las leyendas (todo el mundo no sabe lo que significa «zacate» por ejemplo). 



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