(Artículo original en francés, aquí)
Davor Konjikusic, serie Aura F37, frontera serbio húngara, 2015-2017, toma con aparato fotográfico térmico. |
Este año los Encuentros de Arles están cumpliendo 50 años. Hubiéramos podido esperar una reflexión sobre la evolución de la fotografía y de la manera de exponer desde hace 50 años (pues en 50 años ¡han pasado muchas cosas!); hubiéramos podido esperar una mirada crítica sobre la evolución de los Encuentros, un análisis de las corrientes que en ellos se han desarrollado (y de aquellas que han sido excluidas), algunas estadísticas pertinentes sobre las fotografías mostradas (por nacionalidades, género, enfoque, incluso por estética), nos hubiera gustado que alguien se interesara un poco por la socio economía de la fotografía y de su impacto sobre los Encuentros (el mercantilismo, el costo de las exposiciones, el peso de las galerías). Esperábamos mucho y no obtuvimos gran cosa: algunas conmemoraciones flacuchas y anecdóticas dignas apenas de las páginas locales de un periódico de prensa regional cotidiana. Únicamente la exposición Clergue & Weston aportaba pálidamente una cosilla que podía contribuir en la reflexión sobre la historia de la fotografía en los últimos 50 años.
Rosalie Parent, ST, 2019 |
Y si fueron negligentes hasta ese punto sobre la reflexión histórica, es sin duda porque todas las energías se movilizaron hacia el objetivo principal de esta edición, lo que tiene que quedar como su marca insigne, la paridad hombres-mujeres. Y es bueno que lo hayan logrado al fin, bajo presión, es verdad (fui uno de los primeros signatarios de la petición), y era indispensable. Desgraciadamente a veces tenemos la impresión de que este objetivo tuvo más importancia que la calidad de las exposiciones y que algunas personas fueron incluidas en el programa esencialmente a causa de su sexo, para poder alcanzar la cifra mágica del 50% (en realidad 47% me dicen); una china narcisista, una francesa cuya hora de gloria pasó hace tiempos, una griega kitsch, parecen estar ahí porque había que rellenar casillas sin que tengamos la impresión de percibir una calidad deslumbrante en sus trabajos (y para prevenir las críticas, también podemos aburrirnos de lo lindo con hombres que muestran casinos, pájaros, el Rhône o una montaña china). El peor aunque no entre en las estadísticas es el Premio Dior, que recompensa fotos sobre la belleza del rostro femenino, es todavía peor que el año pasado: salvo una excepción (la francesa Rosalie Parent, cuyos rostros se descomponen con los estratos del cartel), esas fotógrafas (casi todas mujeres) no hacen sino una fotografía glamur de base.
Susan Meiselas fotografiando a Ginger, Carlisle, Pennsylvanie, 1975, ph. Cate Muther |
Uno de los ejemplos más impactantes es el de la exposición femenina y feminista que yuxtapone a Susan Meiselas y a dos otras estadounidenses, en torno a sus libros que desafortunadamente no muestran. La serie de Meiselas sobre las mujeres que hacen estriptís en ferias es tan fuerte, tan precisa, da tal testimonio de una relación revolucionaria equilibrada entre fotógrafo y modelos, hay tal complicidad, tal contrato civil de fotografía, como dice Ariella Azoulay en otro contexto, que las banalidades de las dos otras fotógrafas, al lado, parecen vacías: sea cual fuere el interés militante, mostrar a Marilyn Monroe sin maquillaje o promover a través de la imagen el auto examen ginecológico no son exactamente, en términos de fotografía, actos feministas revolucionarios de peso ante Susan Meiselas. Pero, afortunadamente, también están Helen Levitt, Germaine Krull, Laurence Aëgerter, Krystina Dul, Randa Mirza, Annabel Aoun Blanco, Ouka Lele, y mujeres fotógrafas del Prix Découverte, de quienes hablaré próximamente. Contrapunto a esta apoteosis feminista, Tom Wood quien, es cierto que fotografía mujeres en la calle, pero no se preocupa por mencionar sus nombres, de 40 de las 42 fotos presentadas (sólo Rachel y Tracy tienen la fortuna de ser identificadas, y ni sus hijos ni sus hermanas están en la misma imagen): una reducción sintomática de la mujer a simple objeto fotográfico que no merece ni siquiera que la nombren, negando así su identidad. En resumen, el anti Meiselas. Pero aparentemente a nadie le chocó.
Khalil Joreige & Joana Hadjithomas, serie Wonder Beirut, 1997-2006 |
En fin, uno de los otros elementos importantes de los Encuentros y de los cuales pocos han hablado, es, que por primera vez se entregaron tres becas de investigación en curaduría, una excelente iniciativa para mejorar el nivel, algunas veces bastante elemental de los comisarios aquí. En otra reseña volveré sobre la excelente exposición sobre la foto en RDA (curadora Sonia Voss); quiero decir unas palabras por una exposición bien hecha, bien pensada tanto estética como sociológicamente, sobre la tarjeta postal (comisarías Magali Nachtergael y Anne Reverseau): la tarjeta postal como visión estereotipada del mundo, como soporte de sueños y de fantasmas más o menos exóticos (incluso coloniales), con John Stezaker, las tarjetas quemadas de Wonder Beirut (Joreige et Hadjithomas), y un conjunto de Susan Hiller, magnifica lo vernáculo para hacer con ello un monumento a los artistas desconocidos; el único reproche es la instalación de Fredi Casco (se puede hacer mucho mejor con tarjetas QSL).
Marcell Piti, Embajada de Israel en Paris, serie Les Bords de l’Europe, 2019, Google Street View |
La tercera exposición galardonada con una beca en curaduría, es un conjunto bastante político y también poético, armado por el curador húngaro Istvan Viragvölgyi, sobre los muros en Europa, a partir de imágenes de todas las procedencias, foto periodistas, artistas, testigos, militantes, los mismos migrantes, y se trata en su mayoría de muros físicos, clasificados aquí en muros de influencia, muros de segregación y muros de (contra) migraciones, y todos tienen como objetivo rechazar, excluir y encerrar. Se trata únicamente de fronteras terrestres europeas, entre las cuales el curador excluyó el muro del apartheid israelí y Frontex en el Mediterráneo (aunque estén incluidos Ceuta y Melilla), lo que hace que la mayoría de muros evocados aquí sean de relativa baja intensidad. Treinta años después de la caída de la cortina de hierro, un húngaro (cuyo país fue uno de los primeros en abrirse en 1989 y que es hoy uno de los más anti migrantes) nos muestra el resurgimiento de divisiones, clausuras, exclusiones. Las formas son siempre las mismas: concreto y púas, cámaras, detección electrónica, miradores; uno de los artistas el croata Davor Konjikusic, desvía esos medios al hacer imágenes con las cámaras térmicas, imágenes «operacionales» (arriba). Entre los muros llamados de influencia, muchos están en la frontera rusa con los estados vecinos, cada uno intenta protegerse de la influencia del otro. Los más antiguos están en Chipre entre griegos y turcos, y en Gibraltar. La exposición incluye los muros electrónicos y los que protegen las embajadas (a menudo prohibidos de fotografiar: aquí arriba, una imagen de Google Street View que el fotógrafo húngaro Marcell Piti retoma, con los policías que intentan intervenir).
José Palazon, ST, Melilla, 22 de octubre de 2014 |
Los muros de segregación separan a las comunidades, católicas y protestantes en Irlanda del norte, pero sobre todo a los gitanos en Europa Central y Oriental. La hipocresía no tienen límites, esos muros que encierran a las comunidades romaníes son presentados como un medio para proteger a los niños del tráfico o una herramienta para favorecer la práctica del deporte y después los habitantes los distorsionan ya que los pintan y los decoran.
Los muros contra las migraciones son los que más presentes están en nuestras mentes. Además de Ceuta y Melilla (más arriba, foto terrible y tan simbólica de los migrantes y las jugadoras de golf por el militante José Palazon), y Calais, se trata sobre todo de las barreras en los Balcanes y Europa Central. Nos enteramos también de que existe una ruta de migración vía la frontera ruso noruega en el extremo norte de Europa: los rusos prohiben el paso a pie y los noruegos no autorizan fácilmente la entrada de automóviles, los migrantes pasan todos.... en bicicleta (aquí arriba, foto de Daniel Leal-Olivas).
Lukasz Skapski, Model for a reinforced border between Hunagry and Serbia, Serie The Clinch, New Architecture of European Borders, 2016/2017 |
La exposición se termina con unas bonitas maquetas pequeñas de muros, obra del polaco Daniel Leal-Olivas, como si estuviéramos en un salón comercial de la seguridad. Es una exposición documental muy bien hecha fruto de una búsqueda y de una reflexión de calidad. Sólo falta un catálogo (no hay sino un folleto pequeño de 20 páginas: sugiramos a los Encuentros que incluyan desde ahora la edición de un libro de las oportunas becas de curaduría.)
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire