(artículo original en francés, aquí)
Susan Meiselas, Soldados registrando a los pasajeros del bus en la autopista Norte, El Salvador, 1980
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Si, para usted, la fotografía humanista, es la de un fotógrafo henchido de humanidad que toma temas bonitos a la Doisneau; si para usted, el foto reportaje es la imagen choc, que se hace con urgencia para ser difundida enseguida, a la Capa; si, para usted, el fotógrafo debe capturar el instante decisivo y dirigir sus temas que se reducen a fotografiar objetos a la ... (casi todos, ¿no?); si para usted las imágenes tienen más peso que las palabras y que, como mucho, una leyenda documental es bastante para entender de qué se trata, entonces no vaya a ver la exposición de Susan Meiselas en el Jeu de Paume (hasta el 20 de mayo), molestaría demasiado sus prejuicios.
Susan Meiselas, Becky Schlemmer, de la serie 44 Irving Street.1971 |
No les hablaré (o poco) de lo que Susan Meiselas fotografía, sino que les hablaré de su relación con las personas que fotografía, y de su relación con la fotografía misma, su veracidad y su incompletitud. En 1971, Susan Meiselas, de 23 años y estudiante de Harvard, fotografía a los habitantes de la casa amueblada en la que vive, 44 Irving Street en Cambridge (yo también tenía esa edad y vivía a 100 metros de allá, yo hubiera podido estar...); pero lo esencial en este primer proyecto, no son las fotografías que hizo (excepto una excepción, aquí abajo), es la relación que ella entabla con sus compañeros de piso, el hecho de incluirlos en el proyecto como personas y no como objetos, su contribución en forma de un texto que reacciona a la fotografía y describe su vínculo con el lugar (el concepto del lugar de la fotografía es esencial en la obra de Meiselas), y el hecho que ella les entrega un copia, les da la palabra, los integra, será una constante en su trabajo.
Susan Meiselas, Autoportrait, de la série 44 Irving Street, 1971 |
Y, más allá de los retratos de unos y otros, la imagen que mejor recordamos de esta serie, es su autorretrato en fantasma, a la vez está y no está, presente y ausente, la fotógrafa borrada, tan arraigada que se volvió invisible. Esta concepción del vínculo relacional con las personas fotografiadas es una constante en su obra, aunque las circunstancias varíen, y se trate de jovencitas de Prince Street, de la ciudad de Lando, de chicas que practican striptis o (serie que muestran aquí) de marroquíes de 20 dírhams por una foto : esas personas son receptores, prácticamente compañeras y no objetos fotográficos que se toman en el haz de una caja negra manipulada por alguien que controla la mira y el disparador y que una vez tomada la foto desaparece llevándose consigo lo que guardó la memoria del aparato, como dijo Ariella Azoulay (autora del Contrato civil de la fotografía) en su excelente texto del catálogo, intitulado «Deshacerse de la postura de fotógrafo en calidad de experto» (quizás no sea muy cierto con él pero esas fotos no están en la exposición...).
Susan Meiselas, Viuda en la fosa común de Koreme, Irak del Norte, 1992 |
Este análisis político del lugar del fotógrafo se manifiesta también en su concepción del papel de las fotografías : para ella, las fotografías son insuficientes para informar pues solo pueden mostrar un instante, un punto de vista, y son ineficaces frente a los hechos históricos, frente a las memorias y especialmente frente a las destrucciones. Así que las completa a menudo con documentos, testimonios e informaciones recogidas y que formaron parte de un proyecto común con sus interlocutores. El ejemplo más emblemático es tal vez su obra sobre Kurdistán. Podemos expresar algunas reservas políticas sobre el romanticismo occidental pro kurdo, que me parece impregnado de cierto neo-orientalismo, o extrañarse sobre la historia de los kurdos que aquí se cuenta y que no remonta hasta el genocidio armenio, pero no se trata de ello : lo esencial es procurar evidenciar un hecho pasado (la destrucción de pueblos kurdos por Saddam Hussein) a partir de un mosaico de imágenes, de documentos y de cartas, en donde en efecto, la fotografía se deshace.
Susan Meiselas, Mediaciones (Nicaragua), vista de la exposición |
Total, el análisis político se prolonga hasta el acto de exponer las imágenes. En el momento del lanzamiento de su libro Nicaragua, Martha Rosler la había criticado de forma violenta, entre otras por el hecho de que la concepción del libro daba cuenta de su situación «de rehén de los intereses de los editores y patrones de prensa, para quienes lo esencial no es buscar la «verdad», sino comercializar la fascinación nihilista de la muerte». No es por nada que la exposición del Jeu de Paume se llama Mediaciones, y retoma el título de su primera exposición después de aquel libro (en Newcastle-upon-Tyne) : la presentación de la obra sobre Nicaragua en tres bandas horizontales demuestra la toma de conciencia de Susan Meiselas sobre la necesidad de situar la problemática del acto de exponer sus imágenes. El dispositivo, retomado, yuxtapone una banda central esencialmente con sus propias fotografías, a veces idealizadas y enmarcadas, una banda superior con ejemplos de algunas de sus imágenes que aparecieron en la prensa, y una banda inferior con las hojas de contacto, las alternativas, las imágenes que ella no seleccionó.
Dudando entre lectura horizontal o vertical uno se halla confrontado a la elección de la fotógrafa (y a lo que no quiso mostrar) y a la elección de los editores (y a lo que ellos no quisieron publicar). El conjunto lo reproducen en forma de plegable dentro del catálogo, en medio de un muy buen ensayo de Carles Guerra.
Susan Meiselas, « Mano blanca, » firma de los comandos de la muerte sobre la perta de Ernesto Menjivar, un lider campesino asesinado, Arcatao, Chalatenango provincia., El Salvador, 1980 |
Son posibles otras interpretaciones, naturalmente, más narrativas, sobre Nicaragua y el Salvador, o en torno al concepto de lugar en su obra, o sobre sus obras más feministas (mujeres golpeadas y también el sadomasoquismo desde el punto de vista de la dominación femenina, poder sexual que va contra el poder económico). Es una exposición que hay que ver varias veces, un catálogo que hay que leer (a pesar de los errores fastidiosos que confunden NYC y Cambridge, o una residencia con un dormitorio común). Preferí concentrarme sobre este tema porque me pareció que es lo suficientemente raro ver a una fotógrafa que reflexiona así de bien sobre la esencia misma de la relación fotográfica, una especie de metafotografía.
Todas las fotos (c) Susan Meiselas /Magnum Photos. Fotos 1 & 4 cortesía del Jeu de Paume; foto 5 del autor.
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