samedi 10 août 2019

La filosofía del desierto


26 de julio de 2019 por Lunettes Rouges 




Driss Aroussi, Sisyphe, 2017-18, fotograma de vidéo

Si busca en un plano la dirección de la tarjeta de invitación, 143 calle del Desierto en Marsella verá que no existe. No es una dirección sino el nombre de la exposición en algún lugar alternativo de Marsella, la compañía, en donde no es la primera vez que veo exposiciones de calidad (hasta el 30 de septiembre, pero espere la reapertura el 28 de agosto). Tres historias franco magrebíes, tres historias de un lado y otro del Mediterráneo. El trabajo de Dalila Mahdjoub obre la inmigración, la colonización y lo cotidiano de los inmigrantes parece más clásico, sobre un tema tratado a menudo. Los dos otros artistas nos hablan de su desierto, el uno marroquí y el otro argelino. Y de su propósito, vídeos, fotos y textos nace una forma de melancolía pensativa, un distanciamiento extraño con nuestro universo y al mismo tiempo un interrogante, un cuestionamiento que solamente puede emerger cuando uno se encuentra lejísimos del mundo, ya sea en la alta montaña, en alta mar o aquí, en el desierto. 


Driss Aroussi, Sisyphe, 2017-18, fotograma de video

Driss Aroussi nos propone un vídeo intitulado, y qué filosófico, Sísifo: en un desierto pedrizo árido y desolado, un hombre rompe piedras todo el día; se le ven unas hormigas en las manos, un caballo que lo espera en la tarde, ninguna otra señal de vida. Comienza silencioso, concentrado, filmado lo más cerca, saca de la escueta cantera bloques que quiebra linealmente. Luego, aparece su voz en medio del soplo del viento y del choque de sus herramientas contra el suelo. Cuando descubre fósiles (una tortuga, quizás), los entierra de nuevo para que el tiempo los bonifique, para que el tiempo haga con ellos «buenas piedras». Nos cuenta la vida de las piedras, su inmortalidad, su inmutabilidad y nuestra pobre existencia humana en comparación. 

Driss Aroussi, Sisyphe, 2017-18, fotograma de video

De Driss Aroussi conocíamos sus fotos sobre los trabajadores de la construcción, las herramientas, la materialidad banal de lo cotidiano, que contaban el esfuerzo y también la belleza del azar compuesto. Al tomar algunos de esos temas, con este vídeo alcanza una especie de nueva poesía, una flotación con respecto a lo verdadero, no me atrevo a hablar de misticismo o de transcendencia que no aparecían antes sino de manera casi imperceptible (por ejemplo en sus esqueletos melancólicos). Conociendo también sus experimentaciones fotográficas, no nos sorprende ver también algunos polaroids algo mustios. 

Hassen Ferhani, Malika, 2019, fotograma de video

Si el personaje de Aroussi alcanza la sabiduría a través del esfuerzo, los del cineasta Hassen Ferhani lo logran a través del descanso. En la carretera de Tamanrasset, en medio de la nada, encontramos una parada-café para los camioneros. Es una choza sin nada, el árbol, que está delante es debilucho a causa del viento incesante; el gato pasa silencioso y Malika la encargada, no es mucho más habladora. Pero cada quien se detiene allí, para una pausa breve durante el largo trayecto, se toma un café o come algo rápido, cuenta algo, un chiste, un cuento. Es una comunidad en la cual siempre se conoce a alguien cercano al efímero pasante, un primo, un hermano. La anciana es el eje, guardiana del desierto, la única permanente e inmóvil, la única que resiste al tiempo. 

Hassen Ferhani, Malika, 2019, fotograma de video

Dos vídeos frente a frente, un diaporama de camioneros (con una foto incongruente de un tumba a la orilla del mar, fantasma o premonición), un tríptico fotográfico, pocas palabras y la tranquilidad del desierto. Una filosofía que podría parecer más epicúrea que la del quebrador de piedras, pero también una forma de tristeza revoltosa en su relación con el mundo, y así, la canción Yal Menfi (Ô toi le banni, sobre los argelinos deportados a Cayena y a Nueva Caledonia después del fracaso de la insurrección de 1871: «Díganle a mi madre que no llore»).

Se trata entonces, para cada uno, de un acercamiento a su propia realidad a través de un viaje hacia el extremo de sí mismo, que el artista sitúa bajo el amparo del sufismo del emir Abdelkader en su Livre des Haltes. He aquí lo que puede enseñarnos la frecuentación del desierto, y cómo ello nos conduce a ser más sensatos.

Fotos cortesía de los artistas. 



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