jeudi 1 août 2019

Kokoschka, el enfant terrible que se volvió conformista


24 de julio de 2019, por Lunettes Rouges 


 
Oskar Kokoschka, Self-Portrait at the Easel, 1922, óleo sobre lienzo, 181.1×111.1cm, Leopold

Gustav Klimt murió (en 1918, a los 56 años). Koloman Moser murió (en 1918, a los 50 años). Egon Schiele murió (en 1918, a los 28 años). Richard Gerstl, el extraordinario y desconocido Richard Gerstl, (en unos meses podremos verlo aquí mismo), primer pintor desde Dürer que se pintó desnudo (antes de Schiele y antes de la primera, Olga Rozanova), se suicidó delante de su espejo (dos meses más tarde, en 1908, a los 25 años), víctima de Mme Schönberg. Oskar Kokoschka (contemporáneo de los dos últimos, nacido en 1886) es EL sobreviviente vienés. No murió de sus heridas de guerra; no se suicidó cuando Alma Malher (futura viuda de los cuatro artes) lo dejó, pero hizo hacer una muñeca erótica a su imagen, que metía en su cama y que lo acompañaba a la ópera y que decapitará luego de haberla ensuciado con vino (en 1947, en su primera monografía americana, le exige a la autora, Edith Hoffmann que no mencione este episodio). En la exposición, está, por cierto, la réplica grotesca de la muñeca hecha por Denis Savary en 2007. No, Kokoschka vivió hasta 1980 y siguió pintando. Hace un año, intitulé una reseña «Delacroix debió morir a los 40»: ¿qué decir de Kokoschka? ¿a los 38 cuando se va de Dresde? ¿a los 52 cuando huye de Praga? En todo caso, no más.
 
Oskar Kokoschka, Marianne, Maquis, The Second Front, 1942, óleo sobre lienzo, 63.5×76.2cm, Tate

Los cuadros de la segunda mitad de su vida fallan a su vez por la hechura y por el tema. Siempre fiel a lo figurativo y detestando la abstracción, Kokoschka abandona la nerviosidad vivaz de su juventud y pinta con gruesas pinceladas grasas y empastadas. Podemos admirar el «Bad Painting» cuando es la distracción pasajera de un Magritte o un Picabia, pero cuando se trata de la única vía que sigue el artista, se vuelve demasiado. 
 
Oskar Kokoschka, Theseus and Antiope (Abduction of Antiope), 1958-75, óleo sobre lienzo, 195x165cm, Fondation OK Vevey

Y ¿qué pinta? Paisajes banales, alegorías grandilocuentes, mitológicas y políticas (como las de aquí arriba), y muchos retratos. Kokoschka desea pintar a los grandes del mundo: Roosevelt contra un visado para los Estados Unidos, Churchill que hace que le digan que en el momento está muy ocupado con la guerra para ponerse a posar, Stalin a quien Kokoschka hace una declaración de lealtad en 1942, Gandhi, el Papa, Einstein, ninguno acepta. En esa línea de retratos « Paris-Match », se tiene que contentar con el presidente checo Tomas Mazarik (y obtiene la nacionalidad checa en gratitud), con el ex canciller Konrad Adenauer (retrato que preside en la oficina de Angela Merkel, únicamente desde que políticamente correcta quitó los dos extraordinarios Nolde) y con Golda Meir (en 1973). También pinta hombres de negocios, políticos, influyentes del arte y coleccionistas, en serie. Muy poca realidad psicológica en esos retratos mandados a hacer: ni nervios, ni corazón, ni consistencia. A diferencia de retratos anteriores. 
 
Oskar Kokoschka,Father Hirsch, 1909, óleo sobre lienzo, 70.5×62.5cm, Lentos Linz

Es por eso que las últimas salas de esta gran exposición en el Museo Leopold en Viena (termina el 8 de julio) son bastante tristes, se recorren añorando la riqueza y el esplendor de las primeras salas. ¿Qué pasó con el Kokoschka escandaloso, «el más indómito de todos», el enfant terrible que se pelaba la cabeza los días de furor, el «lacerador de almas»? ¿Qué pasó con el maravilloso ilustrador sensual de Dreaming Boys (aquí abajo) de la época de los Wiener Werksstäte? ¿Qué pasó con el pintor de mujeres-niñas apenas púberes, de pudor provocador (más abajo)? ¿Qué pasó con el dibujante de trazo seco y potente? ¿Qué pasó con el retratista del père Hirsch, terco y colérico como un van Gogh (aquí arriba)? ¿y el del morabito argelino, exótico y sin embargo tan presente (más abajo)? ¿Qué pasó con el pintor sensible de los dos niños jugando, lienzo «degenerado» que fue lacerado por un visitante de la Neue Galerie en 1924 (más abajo)? ¿Qué pasó con el amante loco por Alma?
 
Oskar Kokoschka, The Girl Li and I, 1907-08, hoja 8 de la serie The Dreaming Boys, litografía color, 24.5x30cm

Kokoschka se va de Austria en 1917 y no vuelve sino de vez en cuando, fue toda su vida un nómada, un migrante. Si en su estancia en Dresde (y su encuentro con los expresionistas alemanes, Nolde en particular) lo influenciaron visiblemente, parece en cambio que tuvo pocos contactos con las escenas artísticas de sus otras residencias, Praga, Londres o Suiza, para continuar  solitario su obstinado camino. 
 
Oskar Kokoschka, Standing Nude Girl, Left Hand on her Chin, 1907, lápiz y acuarela sobre papel de envolver, 44.9×31.5cm, Nordico Linz

Situado por los nazis en la categoría de artistas degenerados, Kokoschka fue toda su vida un antifascista (lo que no le impidió hacer el retrato de Ezra Pound en 1964). Pero describirlo como un «homo politicus» como lo hace Heinz Spielmann en el catálogo, es un poco exagerado, ya que fue ambivalente y oportunista, yendo de la apología del comunismo al apoyo de la democracia cristiana alemana y pasando por las declaraciones pro sionistas cuando fue a Israel en 1973.
 
Oskar Kokoschka, Children Playing, 1909, óleo sobre lienzo 72x108cm, Lehmbruck Duisburg

Kokoschka es (junto con Hundertwasser et Kubin) el único austriaco de primer plano entre 1918 y los años 60, cuando aparecen los accionistas vieneses, luego Arnulf Rainer y Erwin Wurm hoy. Podemos apreciar por supuesto el realismo de  Franz Sedlacek  o la singularidad barroca de Oscar Laske, pero no tienen la misma estatura. No hubo cubismo austriaco, no hubo abstracción austriaca, ni surrealismo. En esa curiosa burbuja al margen de las grandes corrientes artísticas durante 40 o 50 años, Kokoschka ocupó todo el espacio. 
 
Oskar Kokoschka, The Marabout Temacin (Sidi Ahmed ben Tijani), 1928,óleo sobre lienzo, 98.5×130.5cm, Fondation OK Vevey

El catálogo tiene buenas reproducciones pero los ensayos son demasiado fragmentados (por época o sobre su relación con Austria, su dimensión política, sus carnets, ...). Falta un texto más largo, más sintético. Ni el libro, ni la exposición ponen en entredicho los prejuicios de Kokoschka, como lo señala este crítico.

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