(artículo original en francés, aquí)
Antonello da Messina, edited by Caterina Cardona & Giovanni Carlo Federico Villa, Skira, Milan, 2019, |
Ignoraba que Antonello da Messina (1430-1479) fuera un «descubrimiento» reciente : primera exposición colectiva en 1935, primera personal en 1953. Una exposición en Milan (que acaba de cerrar y que no vi) ha dado lugar a este bello libro, editorial Skira (en inglés y en italiano), que es mucho más que un catálogo de exposición. En la exposición mostraron 19 obras pero el catálogo no dice cuales y presenta 35. En efecto, siempre hemos conocido a Antonello pero sin percibir la amplitud de su obra (muchas atribuciones erróneas a flamencos, bastantes a van Eyck o a alemanes como Dürer), y fue un erudito del siglo XIX, Cavalcaselle, el primero que intenta hacer una recensión de sus obras (y el co-comisario Giovanni C.F. Villa le consagra un ensayo elocuente, con numerosas reproducciones de los carnets de dibujos de Cavalcaselle). El catálogo tiene también textos de historiadores del arte, muy bien hechos, pero a veces los unos y los otros se repiten, y a veces se concentran demasiado en los detalles (como la historia de la familia que poseía la Virgen de Palermo, más abajo), y un estudio erudito técnico al final del volumen : al contrario de la leyenda de Vasari, no fue Antonello quien importa la pintura al óleo a Italia pero si es cierto que fue más cercano que sus compatriotas a los pintores de Brujas, Bruselas y Provenza, lo que extraña de parte de un siciliano de la periferia de la península (aunque haya estudiado en Nápoles y pasado varios años fructuosos en Venecia).
Antonello de Messine, San Jerónimo en su estudio, hacia 1475, óleo sobre tilo, 45.7×36.2cm, National Gallery, Londres |
El catálogo tiene también cinco introducciones cortas de escritores italianos, salvo la de una estadounidense originaria de la India. Son reflexiones o ensueños sobre las obras de Antonello en las que los autores dan rienda suelta a sus sensaciones : a veces (tres casos entre cinco) muy conmovedor, dos a propósito de los Ecce Homo y de su representación del sufrimiento tangible, una a propósito de San Jerónimo en su estudio y de la extraordinaria composición de espacio y de luz, de orden y desorden que reina en ese microcosmos (arriba). Pero como la pintura de Antonello es muy psicológica y como es entonces uno de los pintores que mejor sabe mostrar la vida interior, el peligro es que un autor emprendra fácilmente un análisis de sentimientos muy simplista del modelo (es más o menos el caso aquí con el Hombre Joven de Filadelfia y el Hombre de Turín).
Antonello de Messine, San Benedicto (detalle), hacia 1471-1472, óleo sobre álamo, total 105x4305cm, Castello Sforzesco, Milan; en depósito en la galería Uffizi en Florencia de 2015 à 2030 |
Puesto que Antonello es (o en todo caso es así como queda en la historia) un pintor de retratos : de las treinta y cinco obras listadas, solo unos doce no son retratos religiosos o civiles (y, podríamos decir que el San Benedicto, en el fondo, es también un retrato; detalle abajo). Lo que sorprende enseguida en Antonello y que siempre recordamos, son ante todo los ojos, la fuerza y la sensibilidad de las miradas, a menudo directas (lo que entonces no era frecuente), y algunas reseñas del catálogo han hecho bien diciendo (siguiendo con San Benedicto) « una mirada cansada en la cual dos pequeños toques de blanco de plomo en los iris medio escondidos por la pesadez de los párpados sugieren la intensidad de la búsqueda de expresividad de Antonello » (p.152, mi traducción).
Antonello de Messine, Portrait du marin inconnu, vers 1470, huile sur noyer, Museo della Fondazione Mandralisca, Cefalu |
Antonello, también son sonrisas : varias décadas antes de Mona Lisa, dibuja la sonrisa enigmática del (pretendido) marinero desconocido de Céfalu, que aparentemente consiguieron en donde un apoticario de Lipari, pero parece que es el obispo local, contento de sí, en misántropo burlón (aquí arriba). El Hombre joven del Metropolitain (como llamarlos de otra manera puesto que no tienen ni nombres ni indicaciones) exhibe una sonrisa tan misteriosa como la de Mona Lisa. En cuanto al Hombre joven de Berlín, más serio, ¿ no diríamos que se va a poner a hablar ?
Antonello de Messine, Ecce Homo, 1463-1465, tempera sobre madera, 19.5×14.3cm (recto), col. privada, NYC |
Es con el Cristo y en especial con los Ecce Homo, que Antonello pinta otra emoción, el dolor, el sufrimiento. El pequeño texto del escritor siciliano Roberto Alajmo que abre el catálogo, pone en perspectiva los seis cuadros sobre ese tema (en una colección privada, aquí arriba, en el Metropolitano, en Plasencia, en Génova, en el Louvre -el Cristo de la columna- y en Mesina, aquí abajo), a los que podríamos añadir la Piedad del Prado : lo hace en una perspectiva más literaria que cronológica y muestra de qué manera el rostro de Cristo expresa una tras otra, la modestia (col. privada), la vergüenza (Metropolitano), la desesperación (Génova y Plasencia, la incomprensión (Louvre), y finalmente la aceptación melancólica de la derrota (Mesina, que al contrario de lo se lee de vez en cuando por ahí, no es una Piedad, el Cristo está vivo). La obsesión de Antonello con el rostro derrotado del Cristo era probablement religiosa (y Alajmo imagina, a un Cristo Sísifo, luchando en vano para ser el vínculo entre Dios y la humanidad y fracasando) y en todo caso plástica. También hay otro pequeño texto, más teológico, de Giorgio Montefoschi sobre el Ecce Homo de Plasencia.
Antonello de Messine, Cabeza de Cristo (Ecce Homo), hacia 1463, tempera sobre madera, 15×10.7cm (recto), Museo Regionale, Messine |
Lo que esos retratos de Cristo indican también es una gran cercanía entre lo divino y nuestro mundo profano, una cercanía física, palpable. El cuadro que mejor indica ese punto de vista es sin duda la Virgen « anunciada » de Palermo (más que la de Munich, el instante siguiente, el anuncio hecho y aceptado) : ni arcángel Gabriel (como aquí), ni Espíritu Santo en paloma, ni homúnculo descendiendo en aeroplano al oído de María, únicamente un soplo ligero (¿angélico?) que agita las páginas del libro, una mirada de sorpresa, una mano inquieta que se crispa sobre el vestido, confiada, que viene hacia nosotros, que franquea el espacio entre la Virgen y nosotros. Es sin duda su cuadro más complejo, mejor logrado. Pero hay que hablar también de San Sebastián y del alabardero acostado en el fondo (aquí abajo), de los Calvarios (de Sibiu, de Londres y Amberes), del Condotiero leporino (figura central para Perec, pues el dominio del mundo se encuentra significado con el dominio del pintor, de ahí su novela sobre lo falso).
Antonello de Messine, Saint Sébastien, 1478-1479, huile sur bois transférée sur toile, 171x85cm, Staatliche Kunstsammlung, Dresde |
Bueno, un libro bien hecho, con bonitas reproducciones y muchos detalles, textos en su mayoría interesantes y bien documentados (con muy poco errores, como la confusión entre Ferdinando Bologna y Federico Zeri pág.275). Pero la idea de ilustrar el ensayo biográfico de Renzo Villa únicamente con los cartellini en los que figura la firma de Antonello sería entretenida si no faltaran sistemáticamente las referencias a las páginas de las obras en los textos; para referirse pues no hay referencias o lista, hay que mirar el catálogo todo el tiempo y no es nada práctico. No hay ni índice de obras ni de museos, ni de nombres propios : no es digno de un libro científico. Pero es mi único reproche.
Libro recibido en servicio de prensa.
1), cumpliendo funciones en el Hospital de la Caridad y en la Vice Capellanía de San Benito Abad. Sus datos de filiación son muy escasos y algunos de ellos son contradictorios. En efecto, del cura Benito Garavaso hay desde comentarios que lo elevan hasta hechos que https://noticiasdelalin.es/4-tecnicas-de-subrayado-como-metodos-de-estudio/
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