14 de febrero de 2025, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
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Tarsila do Amaral, Abaporu, 1928, 85x73cm, Museo de arte latinoamericano de Buenos Aires, no está en la exposición. |
Tarsila do Amaral (1886-1973) es una de las figuras centrales del modernismo brasileño del siglo XX (fue una exposición en el Museo de Luxemburgo con unos cincuenta lienzos). Después de un comienzo bastante clásico fue miembro del grupo de los Cinco que en 1922 fue la primera afirmación modernista brasileña y allí se encontraban dos pintoras (ella y la pionera Anita Malfatti un poco olvidada actualmente) y tres escritores, entre ellos su amante y futuro marido Oswald de Andrade. Luego en 1924 fue asociada con los manifiestos Pau-Brasil y ante todo con Antropófago en 1928, escritos por Andrade y de los cuales ella fue la encarnación artística más evidente entonces; este cuadro Abaporu (no está en la exposición, una pena) de un gigante melancólico de cabeza minúscula y pies enormes, ilustraba el Manifiesto, «abaporu» antropófago en tupi-guarani. En lugar de inspirarse en el arte europeo como lo hicieron tantos otros países, se trata desde ese momento de canibalizarlo, es decir apropiarse de sus cualidades y digerirlo, siendo sin duda Brasil, el único país ex colonia que fue capaz de afirmarse así frente a la dominación cultural europeo-céntrica.
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Tarsila do Amaral, Autorretrato (abrigo rojo, 1923, 73×60.5cm, Museo nacional de bellas artes, Rio de Janeiro. |
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Y allí reside sin duda la primera ambigüedad de Tarsila, entre la orgullosa afirmación nacional anclada en la cultura indígena y su voluntad de éxito en Europa, sobre todo en Francia a donde va con frecuencia y crea para ella y su pintura una imagen exótica adaptada algo simplista pero que seduce. Se perfila como «caipirinha» (es decir campesinita) vestida por Poiret, y el retrato con abrigo rojo (Patou) aquí arriba es la marca. El lienzo epónimo Caipirinha (más abajo), una forma de autorretrato, combina formas modernistas y colores típicamente brasileños, lo que la sitúa en la cultura popular brasileña para diferenciarse de la influencia europea. Es posible que su relación con Blaise Cendrars le haya permitido superar la contradicción y reconciliar sus dos culturas.
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Tarsila do Amaral, A Negra, 1923, 100×81.3cm, Museos de arte contemporáneo de la USP, São Paulo. |
Segunda ambigüedad, Tarsila es blanca y de la alta, procedente de una familia de terratenientes (que quedarán arruinados después del 29), alejados del pueblo y con mayor razón de los indígenas y afro-brasileños. Su mirada hacia el «populacho» tiene algo de condescendencia simpática, de búsqueda de lo pintoresco y de estereotipos: es un ideal burgués. Su cuadro A negra, inspirado de una antigua esclava de la hacienda familiar (la esclavitud fue abolida solamente dos años después del nacimiento de Tarsila), se perfila como una obra primitivista a la europea y aquella mujer calva, sin orejas de cabeza minúscula y seno gigantesco y único, choca por su carácter grotesco y estereotipado (véase ensayo de Rafael Cardoso en el catálogo). Es posiblemente con su tercer marido, el psiquiatra comunista Osório Cesar, con quien estuvo en URSS (lo que le costó un mes de cárcel a su regreso), que rompiendo con su periodo «Oswald», adapta una actitud más política. Durante cierto tiempo tuvo un estilo muy «realista socialista» con pocos logros (por ejemplo el gran lienzo Operários) y toda una sala de cuadros bastante mediocres. Sus obras posteriores evolucionaron hacia la abstracción, por ejemplo, A Metrópole, pero su originalidad se diluye entonces.
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Tarsila do Amaral, A Caipirinha, 1923, 64x81cm, col. Luiz Harunari Goshima. |
Tercera ambigüedad (en todo caso, tensión): los lienzos de Tarsila parecen en su mayoría, tiernos, suaves, de bonitos colores, oníricos, misteriosos, no se ve la violencia o en todo caso está oculta. Pero podríamos decir la misma cosa del Brasil, un país fascinante, seductor y también desigual, corrupto y en donde la violencia puede explotar en cualquier momento. Al mismo tiempo, siendo una de las principales artistas brasileñas de la época (anuncia a las Lygia Clark, Lygia Pape, Adriana Varejão, Rosângela Rennó, o, en otro ámbito, a Lina Bo Bardi), no identificamos a Tarsila como feminista militante que en la época eran muy raras en el país.
La exposición fue una manera excelente de empezar el año cultural franco brasileño, no muy claro todavía. Catálogo de calidad pero con algunas repeticiones fastidiosas entre los diferentes ensayos.