(artículo original en francés, aquí)
Ana Mendieta, Corazon de roca con sangre, 1975, vidéo |
Excelente exposición en la Pinacoteca de Sao Pablo (hasta el 19 de noviembre; antes en el Museo Hammer de los Ángeles y en el Museo de Brooklyn) que presenta a las mujeres latinoamericanas (de 15 países incluyendo las chicanas de los Estados Unidos) entre 1960 y 1985. Es verdad que es una escena que conozco muy poco (de las 125 que presentaron solamente 8 me eran familiares). En ese entonces, casi por todas partes son años de dictaduras militares y guerras civiles, y al exposición insiste sobre la afirmación del cuerpo femenino como vector político : el cuerpo femenino permite cuestionar tanto los cánones artísticos como la violencia de los esquemas políticos, culturales y sociales. Excepto en Estados Unidos y, en menor grado, en Méjico, no hay en ese entonces un verdadero movimiento feminista artístico (la sección intitulada Feminismos es además la más débil de la exposición, entre movimiento LGTB y tareas domésticas). Además, las artistas feministas norte americanas tuvieron que posicionarse también frente a un movimiento que entonces no tenía para nada en cuenta la opresión específica de las mujeres negras. Para tomar los títulos de las secciones todo se sitúa en torno al cuerpo, su paisaje, su performance, su mapa, su erotismo, el autorretrato, las formas de resistencia y el peso de las palabras. El grueso catálogo (384 páginas) está bien hecho, con un enfoque a veces temático, a veces geográfico; ver también este album.
Lourdes Grobet, Hora y media, 1975, part 3 |
La exposición comienza con un vídeo estruendoso de la peruana Victoria Santa Cruz, Me gritaron negra al cual responden en ritmo « iNegra! ». En la primera sección, la de los autorretratos, además de las fotografías de la chicana Judy Baca, atrae la mejicana Lourdes Grobet cuyo cuerpo emerge a través de una hoja de papel que evoca un himen o una mandorla, en tres fotos : primero una simple hendidura, luego una mano y una rodilla y al fin el cuerpo entero. Para aquellas fotografías (de Marcos Kurtycz) no usaron fijador y desaparecían progresivamente cuando se miraban a la luz, quizás una alusión a la invisibilidad de las mujeres en el mundo del arte y a su desaparición después de pasar brevemente ante los proyectores. El gesto de Grobet es como una venida al mundo, como un nacimiento, una liberación. También hay parto, la aparición del cuerpo de la bailarina uruguaya Teresa Trujillo filmada en París en 1964 por su compatriota Mario Handler : cubierta con una capa elástica, primero saca un brazo, luego el otro, una pierna, luego la otra, como un animal recién nacido extirpándose de la placenta.
Celeida Tostes, Passagem, 1979, fotoperformance |
En la siguiente sección, Paisaje del cuerpo, una performance poética de la brasileña Celeida Tostes es sobre un tema similar : desnuda y cubierta de arcilla líquida, se encierra en una jarra de arcilla que recuerda las urnas funerarias amerindias y también el útero materno. Al cabo de un momento, rompe las paredes de la jarra y se libera, emerge de la urna como un recién nacido. Al lado, la visión fragmentaria del cuerpo de la brasileña Mara Alvares disimulado entre árboles y rocas; los detalles epidérmicos de la brasileña Vera Chaves Barcello; sobresalen los vídeos de la cubana Ana Mendieta (una de las raras que yo conocía), Corazón de roca con sangre (arriba); también la mejicana Silvia Gruner, desnuda en la arena, alternando blanco y negro y color, otro nacimiento. Además del parto, otro tema específico es la menstruación, con fotos de tampones de la puertorriqueña Sophie Rivera y la performance sanguinolenta de la colombiana María Evelia Marmolejo.
Liliana Porter, ST (line II), 1973 |
La cartografía del cuerpo es otra sección muy rica. Vemos a Ana Mendieta con el cuerpo aplastado contra una placa de vidrio, o ataviada con barba; a la chilena Eugenia Vargas Pereira con el cuerpo desdoblado en un espejo; los ECGs pintados de la colombiana Sandra Llano Mejía; y las extrañas prótesis del cuerpo aumentado de la argentina Liliana Maresca. Los autorretratos de la argentina Liliana Porter son más sutiles, apunta sobre su cara o sus manos formas geométricas simples : la linea trazada con el dedo continúa en el papel, luego, una vez tomada la foto, en la maria luisa y el marco y al final colgada en la pared; desorganización del cuerpo en varios lugares, varios momentos, varios soportes, varias situaciones, pero, en apariencia una sola línea.
Gloria Camiruaga, Popsicles, 1982-84, vidéo |
Luego pasamos a obras más directamente políticas, más ligadas con la resistencia contra las dictaduras. En 1970 la peruana Gloria Gómez Sanchez presentó su trabajo en una galería completamente vacía, solamente había un cartel que decía «El espacio de esta exposición es el de tu espíritu. Haz de tu vida una obra» : fin del arte, desmaterialización de la obra. En 1968 en Rosario, la argentina Graciela Carnevale encerró con llave en la galería a los visitantes de su inauguración y se
fue : para salir, los participantes involuntarios tuvieron que romper los vidrios. Simbología evidente en épocas de dictadura. Bajo la dictadura también, en 1982/84, la chilena Gloria Camiruaga filmó en primer plano a unas niñitas (también las suyas) chupando, no sin sensualidad, helados de colores chillones al tiempo que recitaban el Ave María; sus labios y lenguas se colorean, y, a lo largo de la letanía y de chupar aparecen soldados de plástico. En ese corto, un erotismo inocente se transforma en crítica insidiosa del poder.
Diamela Eltit, Zona de dolor II, 1981, vidéo |
Podríamos mencionar de nuevo a la chilena Paz Errazuriz (que vimos en Arles el año pasado); a las brasileñas (bastante conocidas) Lygia Clark y Lygia Pape; a la fotógrafa mejicana Graciela Iturbide; el vídeo Tarefa 1 de planchado de Leticia Parente (quien, como lo decía anteriormente, fue la única que trató la lucha de clases en la exposición «feminista» en la Monnaie, en la cual faltaban las empleadas domésticas, cantidad insignificante, indignas de interés). Quisiera concluir con una obra fastidiosa, un vídeo de la novelista chilena Diamela Eltit : la artista, mujer blanca y moderna (novelista reconocida, profesora de universidad, esposa del dirigente del PS chileno), se encuentra en la calle con un marginal, mal vestido y desarreglado, cogeando y con muleta, mendigo descrito (por ella en un cartel) como esquizofrénico. ¿Será bondad social en un mundo dominado por el liberalismo y en el cual una mujer de izquierda debe mostrarse generosa? ¿Será voyerismo más o menos asumido, una fascinación por lo extraño? Los dos conversan amablemente y, cuando se despiden se besan castamente en la boca, demostración de la mentalidad abierta de la señora Eltit. Pero el tipo se las da de vivo y le mete la lengua en la boca a la artista que intenta zafarse y sale del campo visual, mientras que el hombre contento, muestra una sonrisa plena. ¿Agresión sexual dirán ustedes? O bien la revuelta de un pordiosero, que no quiere dejarse instrumentalizar, ya sea como objeto de piedad o como objeto de arte. Entonces, en esta exposición de femems rebeldes, un hombre se rebela también; y una mujer cae en la trampa de su enfoque condescendiente. Cualquiera no es Diane Arbus. Puede que no sea sino una performance puesta en escena. Ello no impide que al mostrar el vídeo cuyo título es elocuente « Zona de Dolor II », Diamela Elit tuvo el valor, me parece, de cuestionarse, y, al mismo tiempo, de cuestionar el discurso que prevalece aquí (y en otras partes).
Diamela Eltit, Zona de dolor II, 1981, vidéo |
Fotos 3, 4, 6 & 7 del autor
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