mercredi 24 octobre 2018

Un cuento de libros, y de la imposibilidad de leer


22 de octubre de 2018, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)




Hilal Sami Hilal, Sherazade, 2015, col.SESC

Esta exposición en dos lugares (aquí, hasta el 27 de octubre y en la biblioteca de la USP, ya se acabó), está en la linea de las que ya ha realizado el comisario, Paulo Pires do Vale, en París, dos veces en Lisboa (aquí con la curadora, Rosely Nakagawa) : se trata de nuevo, del libro como objeto, de la mirada sobre el texto impreso, de su impacto visual y más de su estructura que de su contenido. Nos recibe una escultura del artista Hilal Sami Hilal, un libro sin principio ni fin, hecho con 16 encuadernaciones unidas con páginas blancas sinuosas que serpentean por el suelo : pensamos en L/leporello listando las numerosas conquistas de Don Juan, pero el título Sherazada, recuerda otro cuento sin fin, un libro-relato imposible de completar. Libro tan infinito como el de los Cien mil millones de poemas de Raymond Queneau, maravilla combinatoria presentada un poco más lejos. 



Angela Detanico & Rafael Lain, Ulysses, 2017

Los dos brasileños de París Detanico y Lain, juegan como siempre con los símbolos, letras y cifras : un hombre hecho con letras camina sin fin en un vídeo de animation. El texto que lleva dentro y fuera de él, que es su sustancia misma, su carne, es el de Ulises de Joyce (después, siguiendo con Joyce, un vídeo de Takahiko Iimura muestra a John Cage leyendo Finnegans’Wake transformando el texto, volviéndolo aún más incomprensible). ¿Cada hombre es un libro como al final de Fahrenheit 451? (un guarda páginas de Claude Closky lleva también el fuego en el libro, y Nicolas Giraud multiplica los incendios de bibliotecas). O, como lo sugiere después una estatua indo portuguesa del siglo XVIII y que representa a Santa Ana enseñándole a leer a la Virgen (si hubiera sido iletrada no hubiera podido engendrar el Verbo), ¿será una forma de revisitar el Verbo que se hizo carne?


Lucia Loeb, Guardas, 2018

El uruguayo Alejandro Cesarco (desde hace poco en el Jeu de Paume no lo hemos visto aún) anima las partes bajas de las paredes con notas a pie de página, un juego a la Genette; al igual que Fabio Maorais coleccionaba tan solo las anotaciones manuscritas en los libros de los cuales borraba el texto. Kentridge rinde homenaje a Meliés, los dos nos hacen entrar en el interior del mismo libro, al convertirse en una de sus figuras, en uno de sus personajes. Lucia Loeb fotografía las páginas de guarda de los libros de su abuelo (José Mindlin, fundador de la biblioteca epónima), los motivos abstractos que nadie mira y a los que ella da sentido a través de su mirada; más tarde vemos que presenta un libro partido : todo el libro es una hendidura, una apertura sobre el mundo. Otros libros juegan con el infinito, el adentro y el afuera, la ausencia, el vacío; y Marcel Broodthaers se obstina (aquí también) a escribir bajo la lluvia : la imposibilidad de lo escrito. 


Luise Weiss, Memorias, s.d.

Para concluir esta exposición-ensayo, la pieza de la artista brasileña Luise Weiss parece ser un libro gigante colgado en la pared, con una cubierta inmaculada como de corcho en donde se encuentra el título en letras doradas, Memorias; el visitante, puede abrir la cubierta y sumergirse en el libro, se encuentra frente a una placa de metal corroído : recuerdos desaparecidos, memorias abolidas por el tiempo, la enfermedad, o quizás la depresión, la censura. Otro libro imposible de leer : punto culminante desesperante.



Pascal Dethurens, Eloge du Livre, Paris, Hazan, 2018

Después de haber visto esta exposición leí el libro de Pascal Dethurens, que acaba de salir en Ediciones Hazan* : se intitula Elogio del Libro, (en cubierta, un detalle de Alsacia o Monje leyendo, de Odilon Redon, hacia 1914) se trata principalmente de lectores (primera parte) y escritores (segunda parte) en la pintura (con una cien bonitas reproducciones de los frescos de Pompeya de Francis Bacon) y la literatura. El autor explora admirablemente la figura del lector, soñador, sagrado, loco (Don Quijote), sabio : ¿qué significa leer? ¿qué enigma y qué felicidad nacen de la lectura? ¿qué hace un escritor? Para concluir con el Verbo. En este elogio de la lectura y la escritura, el libro es, esencialmente, no un objeto autónomo como en las exposiciones mencionadas más arriba, sino un vector, una herramienta, un medio.


Vincent van Gogh, Les livres jaunes (romans parisiens), 1887, coll. Robert Holmes à Court, Perth

Única excepción mencionada brevemente (sin reproducción del cuadro en el libro) : «Pensándolo bien conocemos solo una obra -y es de talla- que pasó al lado de la figura del lector, es la de Van Gogh, quien totalmente, llevó el libro a su estatuto original de objeto. Todos los libros que representó se parecen a sillas de paja y a pares de zuecos terrosos; sin lectores, son y no pueden ser sino objetos, aburridos de soledad, cerrados en sí mismos. Razón por la cual el artista no pintó sino cuadros con naturalezas muertas de libros, como Los libros amarillos (novelas parisinas) (1887) : francamente, aquí, el libro no entrega nada, terco en su opacidad, tendido en su ser-ahí, compacto en su pesadez» Con este libro nos encontramos entonces en las antípodas del enfoque de la exposición : por un lado un literario apegado a las palabras, por el otro un historiador de arte preocupado por los símbolos. 

Fotos del autor, excepto las dos últimas.
* recibido en servicio de prensa

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