(original en francés, aquí)
Anon. francés, Dos manos, piedra negra y realces con blanco, hacia 1725, 25.9x41.3cm
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Puede que lo natural de un prólogo sea ser etéreo, leve, incitativo, estimulante, que agudice la curiosidad; puede que lo natural de un epílogo sea ser serio, denso, demostrativo, concluyente, que clausure. La segunda parte de Pliure (pliego), la exposición de Paulo Pires do Vale en el Palacio de Bellas Artes (hasta el 7 de junio) es un epílogo; me pareció que no tiene la fantasía mágica de la exposición que se terminó en la Fundación Gulbenkian y no se debe únicamente a la disposición y al espíritu del lugar. Primero, el epílogo comprende un capitulo de 'verdadera' historia del arte, un nivel entero muestra el resultado de la exploración de las colecciones inmensas de la escuela con el fin de encontrar obras que evocaran el libro, grabados de Dürer y de Rembrandt hasta Jazz de Matisse. Es didáctico e interesante, pero sin fantasía, y, en esos rollos, rotuli, codex, libros mariposa, giratorios, kansubon, de antes del libro, el espacio infra delgado del pliego parece que desaparece. Igualmente el bien documentado homenaje dedicado a Seth Siegelaub contribuye a reorientar la exposición entera hacia una dimensión más intelectual, hacia un tema más amplio y más indefinido, en la cual la misteriosa magia del pliego parece que se desvanece.
Claudio Parmiggiani,ST, 2014 |
Pero eso son sólo anexos : dejemos lo didáctico en el nivel superior y vayamos al nivel bajo en el cual nos confrontamos ante todo a fantasmas, fantasmas de libros ausentes de las estanterías (Ignasi Aballi) o quemados (Claudio Parmiggiani), fantasma de Bas Jan Ader mismo o de la amiga muerta de quien Fernanda Fragaterio corta y vuelve a configurar los libros. Libros ausentes que serán solamente lo que hagamos de ellos nosotros mismos, solo existen a través de lo que proyectamos en ellos, entre prólogo y epígolo.
Dora Garcia, The Joycean Society, 2013 |
Frente a ese vacío, a la ausencia soñada se confronta el libro más denso, el más grueso, el más cargado, no la Biblia (y sin embargo hubiera ocupado un espacio, por ejemplo en la obra sin Dios de Faustine Cornette), sino Finnegans Wake (del cual no debo ser el único aquí que no llegó al final...). Si John Cage filmado por Takahiko Iimura hace de él una salmodia, un conjuro, como una dispersión en forma de humo, un grupo de doce serios zuriqueses y en su mayoría mayores se reúnen todas las semanas durante una hora desde 1984 para disecarlo, esculcarlo, interrogarlo sin descanso : Dora Garcia filmó (extraordinariamente, intensamente, discretamente) la integral de una de las sesiones de la Joycean Society, y, de toda la exposición, es la obra más amorosa, más respetuosa, más cautivadora, la más poseída. Se trata del carácter más o menos acuático de los ríos empezando por el San Lorenzo, del parentesco semántico entre Joyce ('joy') y Freud ('freude'), de la adicción a Finnegans Wake, como una droga terapéutica para gente sin ambición amorosa ni profesional, y naturalmente, palabras, nombres propios o comunes, para descifrar incansablemente, por todos los medios : analogía, investigación, poesía, fantasía, migraciones lingüísticas o construcciones estrambóticas. La primera lectura duró de 1984 a 1995, la segunda otros once años y están en la tercera iteración, en el tercer intento por agotar el sentido. Cada sesión es en un local estrecho, biblioteca joyciana ideal, y se termina por un instante de silencio, contemplación casi religiosa. Y, dice uno de ellos "Todos iremos al infierno por haber leído Finnegans Wake".
Danh Vo et alii, Hannah Arendt's Library, 2012 |
Después de esta experiencia de una intensidad total, muchas obras pueden parecer algo sosas, la estética relacional de Dominique Gonzalez-Foerster o de Seth Price parecen sencillitas, bien intencionadas, es verdad, pero algo ligeras en cuanto al sentido, e incluso las notas marginales de mi querido Julien Prévieux parecen demasiado evidentes (lástima que no tengamos más bien una de esas bibliotecas). Podemos proseguir gracias a los metatextos más largos que los de Genette, no solamente la nota abajo de la página, cuyo gran formato por Alejandro Cesarco (Footnotes) la hace sobresalir, sino también el inserto, el señalador : tres cómplices Heinz Peter Knes, Danh Vo y Amy Zion fotografiaron todos los pedazos de papel entre las páginas de los libros de Hannah Arendt. Si la mayoría tienen que ver con el libro mismo, por favor insertar, tarjeta del editor, carta del autor o artículo crítico, los que más intrigan son aquellos que abren una ventana sobre al vida de la escritora : factura de zapatero, postal de Walter Benjamin o el recibo de un giro postal por 50 francos emitido a Klapeida (Mermel) el 15 de septiembre de 1935 (que la leyenda confunde con un billete de tren...). ¿ Qué dicen de nosotros esos fragmentos, esas huellas de vida sin contexto ? Indicios en lugar de hechos, marcas en lugar de signos, anécdotas en lugar de historias.
Rodney Graham, Allegory of Folly: Study for an Equestrian Monument in the Form of a Wind Vane, 2005
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Para terminar dos obras visualmente potentes : una que se impone, la otra que se disimula. Un enorme letrero iluminado estilo retro muestra a Rodney Graham en Erasmo, montado a caballo al revés, absorbido por la lectura : la distracción, es verdad, pero también ir a contra corriente. El otro (arriba) un dibujito de un gesto que todos hemos hecho, francés anónimo, y al hacerlo sobresalir toma una dimensión erótica evidente : es también así que nos gustan los libros, es así también que se ofrecen, es así también que los tomamos. A doscientos metros de allí, para vender mejor sus trapos, Sonia Rykiel transformó su tienda en librería...
Fotos del autor, excepto la última.
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