15 de octubre de 2018, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
John Miller & Richard Hoeck, Mannequin Death, 2016, captura de pantalla vídeo |
Lo que uno espera de una Bienal es que tenga cierto sentido, cierta unidad y no que sea una yuxtaposición de iniciativas individuales, diversas e incoherentes. Al contrario de la precedente, esta edición n°33 de la Bienale de Sao Pablo (hasta el 9 de diciembre) es una catástrofe. El comisario general de la Bienal, el español Gabriel Pérez Barreiro, ha prácticamente renunciado a su papel; o, más precisamente, escogió a siete « artistas-curadores », que dejó libres para que cada uno concibiera su propia exposición, les dio cheque en blanco, sin imponerles la mínima regla : la mayoría de esos artistas no son curadores y la calidad de sus exposiciones va de lo espantoso a lo correcto sin más.
Empecemos por las peores : Sofia Borges no cree en el concepto de autor, entonces hizo una exposición de « desautoría », « de-autorship », sin carteles, sin mencionar el nombre de los artistas frente a las obras, está dentro de un pretencioso laberinto oscuro en donde lo primero que seduce son las fotografías de Martin Gusinde, antes de navegar entre las obras de la artista-curadora (ellas sí bien reconocibles), un Sarah Lucas mediocre y otras piezas inidentificables. La otra palma del fracaso va al escultor brasileño Waltercio Caldas cuyo espacio ocupan el 90% de sus propias piezas, en el resto aceptó algunas pequeñas obras, un bonito Anthony Caro, una pantalla de Bruce Nauman y dibujos de Victor Hugo (19 hombres y una sola mujer, Gego) : auto promoción y machismo.
Mame-Diarra Niang, 11:11, serie Since Time is Distance in Space, 2018, instalación vidéo |
Se pasa rápido por los espacios de Antonio Ballester Moreno, que es muy poco coherente (su interés principal son las reconstituciones de juegos para jardines infantiles del pedagogo Friedrich Frobel, un inspirador de Steiner), y de
Wura-Natasha Ogunji, cuya única unidad consiste en presentar mujeres de origen africano. Olvidaremos rápido la representación payasada de Lhola Amira y nos contentaremos con la única instalación digna de interés, la, oscura y onírica, de Mame-Diarra Niang (un nombre para recordar), que es una inmersión total en la imagen y el sonido, en el cual flotan, en negativo, asteroides y cuerpos de la artista bailando en el vacío sideral con una música lancinante.
Elba Bairon, ST, 2018 |
Luego la parte que le correspondió a Claudia Fontes, titulada « The Slow Bird », aunque también carece de unidad sin hablar del discurso incomprensible, tiene por lo menos piezas de calidad : una gota de tinta negra enorme de Elba Bairon, un vídeo de Roderick Hietbrink que muestra un apartamento atravesado por un árbol, entre humor e inquietud, y una instalación de Claudia Fontes misma con una tabla cubierta de fragmentos de porcelana cuidadosamente envueltos y etiquetados (fragmentos de animales de porcelana destruidos por gaviotas verdaderas que los atacaron).
Oliver Laric, Jeune de Magdalensberg, 2018 |
Más coherente es la exposición de Alejandro Cesarco en torno a la idea de repetición y de reproducción, con, entre otros, Sturtevant, Peter Dreher (que pinta incansablemente el mismo vaso medio vacío - o lleno), Henrik Olesen que duplica Matt Mullican, Louise Lawler que retoma su propio trabajo, Oliver Laric que reproduce en plástico, resina y metal una estatua supuestamente antigua, que es en realidad una copia del siglo XVI de la copia romana de una estatua griega, y un vídeo, hilarante y trágico, de John Miller & Richard Hoeck en el que unos maniquíes son arrojados por un precipicio y se dislocan al caer : obra tan emblemática de esta Bienal (o del arte contemporáneo) que puse una imagen al principio de esta reseña.
Mamma Andersson, Stargazer, 2012 |
Para terminar, la mejor de esas exposiciones es sin duda la de la sueca Mamma Andersson, que revisita sus fuentes de inspiración, todas en el campo de lo extraño : encontramos a mi querido Tichy, a Henry Darger, un dibujo animado
« animalista » del sorprendente Ladislas Starewitch, unos dibujos alucinados de Carl Fredrik Hill, cuadros violentos del espiritualista Ernst Josephson, pinturas pop de Bruno Knutman, espejos extraños de Lim-Johan, obras inspiradas de Dick Bengtsson (empleado de Correos y pintor desconocido), obras todas en la frontera del arte marginal, cuya influencia en los lienzos vecinos de Mamma Andersson se nota. La única artista viva del grupo (junto con la curadora), Gunvor Nelson, cuyo vídeo estroboscópico de strip-tease verdaderamente « total » es completamente desconcertante e incómodo.
Gunvor Nelson, Take Off, 1972, captura de pantalla vídeo |
Si todo hubiera sido de esta calidad e inteligencia, hubiera podido ser una buena Bienal. También hay 12 exposiciones individuales de artistas escogidos por el jefe curador, hablaré de ello mañana.
Muy buena crítica en inglés en Terremoto
Fotos del autor
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