11 de agosto de 2024, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Lygia Clark, Baba antropofágica, video, 1973 |
La artista brasileña Lygia Clark (1920-1988) pasa cerca de ocho años en París entre 1968 y 1976, en los cuales enseñó en la Sorbona (Saint-Charles), después de una primera estancia parisina en 1950-52 (durante la cual su marido se ocupó de los niños en Río...). Pero, salvo error, no ha tenido en Francia sino dos exposiciones museales personales, una en Marsella en 1998 y otra en Nantes en 2005. Ahora bien, su recorrido, tal y como lo presentaron en la Pinacoteca de San Pablo (hasta el 4 de agosto) es bastante singular. Cuando empieza, después de su formación parisina (con Fernand Léger y Arpard Szenes), es primero una pintora abstracta de construcciones geométricas bastantes formales, francamente, no son muy originales. Hacia 1959 cuando pasa a la tercera dimensión, su trabajo se vuelve más original, con esculturas metálicas articuladas que llama Insectos, y que pueden tomar diferentes formas según como las muevan la artista... y el espectador.
Lygia Clark, Bicho, años 1960 (insecto) |
Se lleva a cabo entonces una revolución, la interacción con el visitante, la libertad que se le da, no solamente para tocar sino también para articular de nuevo la obra; se introduce una relación nueva tanto por parte del artista que la deja «abierta» y modificable, como de parte del espectador que (modestamente) participa en la elaboración, o en todo caso en la presentación de la obra. En esta exposición nos invitan a hacerlo, no con los frágiles originales sino con unas réplicas articuladas que podemos recomponer como queramos.
Lygia Clark, Máscara abismo, hacia 1960 |
Es a partir de esa experiencia que el trabajo de Lygia Clark va a evolucionar, se aleja de la materialidad de las obras, rompe los límites, y hace énfasis en la interacción con el espectador, primero en torno a la respiración y después animándolo para que reproduzca sus «obras blandas» inspiradas de la banda de Möbius. Luego se dirige hacia obras performativas y participativas con una arquitectura biológica viva en la que el hombre construye su espacio propio, por ejemplo la performance respiratoria en pareja, aquí arriba. En su instalación «La Casa es el Cuerpo» podemos entrar en la oscuridad de un laberinto lleno de balones, piezas de tela, manguitos soplantes, en el cual se supone que se puede experimentar la procreación: penetración, ovulación, germinación y expulsión. Es bastante extraño.
Lygia Clark, vista de la exposición |
También trabaja mucho con el cuerpo colectivo, los participantes van vinculados unos con otros en el interior del mismo «traje», interactuando de manera más o menos mecánica y sensual. Durante sus últimos años se concentra más en la arteterapia, incluso más tarde, solamente en la psicoterapia, en lugar de producir obras de arte materiales o performativas. Ella misma sufrió diferentes enfermedades físicas y mentales. Abre un consultorio y trata a pacientes psicóticos haciéndose pagar: el medio psiquiátrico y psicoanalista la rechaza pero la buena sociedad carioca la adora. Su implicación del espectador en la obra y su insistencia sobre la interacción fueron bastante revolucionarias en su época pero su evolución a partir de su regreso a Brasil en 1976, hacia la psicoterapia New Age nos desconcierta y ante todo, en la actualidad todo eso nos parece bastante rancio.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire