samedi 3 octobre 2020

Detrás de cada gran mujer artista se esconde un hombre

 


1 de octubre de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Ana Vidigal, Acabou a glamour – para mhvs, 2020, técnica mixta sobre papel, 94×127.5cm, foto del autor


Ana Vidigal, con toda la impertinencia y el humor que la caracterizan, presenta en el Museo Arpad Szenes Vieira da Silva de Lisboa (hasta el 17 de enero) una pequeña exposición en torno a cuatro mujeres artistas portuguesas (y bien se sabe la importancia que las mujeres artistas tuvieron en el siglo XX en este país) que eclipsaron la carrera de sus maridos, de ahí que haya desviado la citación atribuida a Talleyrand aquí arriba. Ella también se incluye con un autorretrato humorístico que intitula la exposición «Arpad y las cinco» (en femenino), y para cada una realiza una obra parodia y homenaje al mismo tiempo: en cada una se reconoce inmediatamente el estilo, desviado, de la artista evocada. Para Paula Rego (cuyo difunto marido, Victor Willing, no es para nada conocido), construyó un cuadro grande poblado de personajes disparatados bastante evocadores. Para Maria Helena Vieira da Silva (Arpad Szenes no es ningún desconocido, pero su celebridad es menor), imaginó esta composición geométrica con una matriz rectangular sobre un cartel de la artista en el momento de la Revolución de los claveles (intitulado «Fin du Glamour, por mhvs»).


Ana Vidigal, Nos, os sonsos essenciais -para lc #2, 2020, collage, 23.5x142cm, foto del autor 


Para Lourdes Castro (su marido, René Bértholo, no era desconocido pero la reputación de su mujer era muy superior), Ana Vidigal juega con la fascinación de Castro por el archivo y el libro con un conjunto de bolsas de papel (intitulado «Nosotros las maliciosas esenciales, pr lc»). Para Ana Vieira, quizás menos conocida fuera de Portugal, pero que vimos en Paris en esta exposición (me gusta mucho el trabajo de su marido, Eduardo Nery, pero aquí también hay una gran diferencia de popularidad), una composición colorida con un imaginario fantástico. Hubiera podido incluir a la gran fotógrafa Helena Almeida, cuyo marido, Artur Rosa, abandona la escultura para ser el asistente de su mujer (incluso, una de sus últimas obras es un relato enamorado). No se me ocurriría sacar conclusiones definitivas que irían en contra de discursos más correctos, pero, en este país en el cual las más grandes artistas de los últimos cincuenta años han sido mujeres, Ana Vidigal subraya con humor y pertinencia una paradoja evidente. 


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