2 de octubre de 2020, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Adrianna Wallis, Las direcciones, exposición Las cartas ordinarias, desde 2016, foto del autor |
Cuando una carta está mal dirigida, correos la trata en un centro especializado, en Libourne, en donde abren la carta para intentar identificar al remitente o al destinatario. Si es imposible, y si la dirección es pura fantasía (salvo las cartas a Papá Noel), a partir de ahora, esas cartas perdidas se le entregan a Adriana Wallis, quien las lee, las conserva, las trata nuevamente y las resucita. Convertida en receptora de todos esos secretos anónimos, ella deja que maduren en ella, y a veces va al desierto brumoso del Vercor para gritar (video Les cris -los gritos-) y así evacúa el exceso, la embriaguez, la posesión; o arruga con rabia papel fotográfico para fabricar un cianotipio (abajo). Esas cartas perdidas van desde la más banal, simple error de dirección de un niño que le cuenta las vacaciones a sus padres, hasta las que un acto fallido desvió de su destino, y son en general, gritos de desesperación, llamados de auxilio, confesiones tristes. Algunos errores son a propósito, algunas veces con humor y fantasía, otras con rabia y desesperanza, como esta Lucienne Mabienaimmé (Lucienne Miamadaquerida), que vive en la calle de las Reconciliaciones en Enfin, y que nunca se reconciliará. También hay insultos, más raro, envíos sistemáticos, elogios para un pintor desconocido, declaraciones de amor a BHL, y, en la última entrega, letras de soledad durante el confinamiento.
Adrianna Wallis, Los lectores, 2020 |
De todo eso, Adriana Wallis, cuyo trabajo se basa en la memoria y el olvido, en la intimidad y el compartir, hizo un libro, una exposición (muy apropiada en los Archivos Nacionales, en los magníficos salones del Hôtel de Soubisse, con un decorado totalmente desconectado de la materia trágica de esos correos. Hasta el 13 de diciembre) y una performance. Por la tarde, cinco días a la semana, lectores voluntarios cogen cartas al azar en las cajas del correo y las leen. Si a veces ríen, prima la emoción y es raro que no corran lágrimas.
Adrianna Wallis, Arrugados, 2018, cianotipio |
La primera carta que Adriana descubrió durante su primera estadía en Libourne fue la de un hombre que le confesaba su homosexualidad a su tía al tiempo que le contaba su dificultad para hablar de ello: dificultad tal, que la carta estaba dirigida a Maria Nombrefalso, calle Sin Nombre, en Saint-Nazaire. Lectores o leyentes, al descubrir esas cartas, jugamos un papel que implícitamente nos fue asignado por el remitente, ejecutamos su deseo insatisfecho de ser escuchado, cualesquiera que hayan sido los desvíos para lograrlo.
Adrianna Wallis, Las cartas ordinarias, 2020, vista de la exposición, f. M Verret |
¿Qué hubiera pasado si todas esas cartas le hubieran llegado al destinatario? ¿el mundo hubiera cambiado? O en todo caso las vidas de dos personas que no pudieron, o no quisieron encontrarse. En uno de los videos, unos carteros de Libourne contestan, cada quien a su manera, a una de esas cartas perdidas. Y se pone uno a pensar en las cartas que uno mismo hubiera querido escribir, pero que nunca salieron, para nuestros padres, amantes, hijos, y a las respuestas que nunca fueron formuladas y que nunca fueron recibidas.
Adrianna Wallis, Las cartas ordinarias, 2020 |
De las que están en la exposición, y que algunas veces hay que descubrir en un cajón o una vitrina al lado de la última carta de María-Antonieta, mi preferida es esta de arriba en la cual la escritura de deshace, se va desdibujando, fundiendo, hasta convertirse en trazos incoherentes. Naturalmente encuentro cierta cercanía con el arte marginal y en particular con el piso de Jeannot (actualmente bastante mal presentado delante de Santa Ana). Para terminar, cada programa comprende, en la tercera hoja, una citación en post-scriptum, cada vez diferente: la mía fue «¡Ves, todo llega!». Esto concluye muy bien un bonito trabajo, bien organizado, de compilación, de cuidado, de empatía, que da a su manera un testimonio de las grietas de nuestro mundo.
Fotos cortesía de la artista, salvo la primera.
Muy interesante!! Una noble tarea de no dejar en el vacío las vivencias contenidas en cada mensaje.
RépondreSupprimerExcelente publicación Pili. Un abrazo con admiración.