mardi 27 octobre 2020

Victor Brauner : Ocultismo y erotismo

 


25 de octubre de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Victor Brauner, Tot-in-Tot, 1945, bronce a la cera perdida, 37,7×29,5×9,5 cm, MAMC Saint-Étienne



Recuerdo que adolescente descubrí maravillado esta pequeña escultura en el Museo de mi ciudad natal, una mujer cargando a un hombre horizontalmente y con los ojos cerrados (aquí lo presentan con un lienzo, La Gran Metamorfosis). Entonces, sin saber nada del artista (la viuda Jacqueline le había donado a ese museo más de 2000 obras) había pensando enseguida en las Señoritas peinadas (descubiertas el verano anterior): y hasta ahora descubro que durante la guerra, Victor Brauner se escondió a unos kilómetros del lugar. Lo que sorprende es que Brauer, cuya gran cantidad de obras están en unos doce museos franceses gracias a las importantes donaciones que hizo su esposa, sea tan poco mostrado en Francia: una retrospectiva en el MNAM en 1972, una exposición de la colección de Pompidou en 1996, y en algunos museos parisinos, es todo (hubiera sido interesante una lista de exposiciones en el catálogo). La gran y hermosa exposición en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Paris (hasta el 10 de enero) viene a llenar de manera magistral ese vacío. 


Victor Brauner, El encuentro del 2 bis, rue Perrel, 1946, óleo sobre lienzo, 85x105cm, MAMVP


No voy a volver a hablar aquí de la vida de Brauner, exiliado de siempre, desde su niñez, de Rumania a Alemania, a Austria, a Francia y regreso, se escondió durante la guerra y tuvo que huir de Francia a Suiza en 1948 por temor a que lo expulsaran hacia la Rumania comunista, antes de estabilizarse en Paris en 1954 con el estatuto de refugiado y finalmente naturalizado en 1963, tres años antes de su muerte a los 63 años. Artista surrealista (pero que fue excluido del movimiento de 1948 a 1959), su obra no se reduce al surrealismo. Lo abordaré aquí privilegiando dos ejes que me impresionaron mucho, su ocultismo y su erotismo. 


Victor Brauner, Objeto de contra-hechizo, 1943, cera, arcilla cruda, plomo, alambre, tinta sobre papel, madera, vidrio, 25×13.8×5.2cm, Centro Pompidou. No está en la exposición.


Lo paranormal fascinó toda la vida a Brauner, no solamente como tema de interés intelectual sino como un elemento primordial de su existencia, lo que lo condujo a realizar durante la guerra, piezas apotropaicas, amuletos pequeños a partir de guijarros del Durance, para protegerse de la mala suerte y del mal de ojo. Su padre fue espiritista y seguramente lo influenció (y en uno de sus lienzos de 1948 evoca de forma significativa a Fleury-Joseph Crépin, apreciado por André Breton), vio el cometa Halley a los siete años, y a los dieciséis lo fascinó su encuentro en Fălticeni con un joven sonámbulo, además frecuentó la estación balnearia de Balcic, lugar importante de la teosofía y de los bahaíes. En 1961 bautizó su casa de Varangeville «Athanor», el crisol de los alquimistas. Siempre le interesó la magia, mucho más que a los otros surrealistas; adepto de Paracelso, de Jung y de la Cábala, adopta técnicas inspiradas de manipulaciones alquimistas, sus cuadros a la cera durante la guerra (remedia la falta de material artístico). Los personajes que pinta son con frecuencia híbridos, no son quimeras surrealistas sino monstruos inquietantes inspirados por el Gólem y Frankenstein. 


Victor Brauner, Número, 1942-45/1989, yeso, plomo, porcelana, 161x64x64cm, Musée Cantini Marseille; foto del autor


La escultura Número, 1943/45, lo ilustra de manera elocuente: es ante todo un mito fundador, el ancestro andrógino de yeso con aleta caudal, cuernos dorsales en simetría con un pénis erecto y serpiente levantada como un rayo. Y bajo sus senos una cavidad abriga una escultura negra pequeña de plomo dentro de la cual está encastrada una estatuilla minúscula de porcelana. Esas estatuas imbricadas pueden recordar la estatuaria divina egipcia o el naos de un templo antiguo, pero yo veo también una alusión a las raras representaciones de Vírgenes abiertas (raras porque prohibidas por el Concilio de Trento) en la cual Santa Ana lleva a la Virgen, la cual lleva a Cristo. Este totem andrógino se alinea así en el cruce de varias tradiciones místicas mágicas. 


Victor Brauner, Autorretrato, 1931, óleo sobre madera, 22×16.2cm, Centro Pompidou


El episodio más conocido de este esoterismo es claro, su premonición de la pérdida de un ojo en 1938, un accidente que hace de él un «vidente», ya que el tema aparece en su pintura muchos años antes. En efecto, pintó o dibujó personajes cuyos ojos fueron reemplazados por cuernos (en 1937), y también en 1937, un pintor cuya nariz y ojos se volvieron pedúnculos-pinceles. Este Autorretrato de frente en 1931 muestra una herida abierta en su ojo izquierdo (en el espejo) y el Paisaje mediterráneo de 1932 muestra su ojo atravesado por una daga decorada con la inicial D, como Dominguez, el que lo dejó tuerto. Más allá de las coincidencias, una premonición mágica. 


Victor Brauner, El mundo apacible, 1927, tinta sobre papel filigranado, 17.2×11.5cm, Centro Pompidou


El ojo, precisamente, se encuentra también en el centro de su erotismo: su primera obra publicada en Francia es el dibujo del Mundo apacible, cuerpo truncado en el cual el ojo desmesurado bien abierto se convierte en órgano erótico objeto de deseo, con un fondo de mini olas; el ojo no está destinado para ver sino para percibir misterios. Un año más tarde, Bataille publica su Historia del Ojo. La serie de dibujos Anatomía del deseo en 1934-35 presenta prótesis eróticas, hibridaciones de cuerpo femenino y de objetos, aparatos fetichistas que objetivan la mujer reducida a la sexualidad (aquí, descabezada), que evoca, es cierto a Die Puppe pero de manera más libre y menos ordenada. 


Victor Brauner, La Paladista 1943, óleo sobre lienzo, 130x162cm, Centro Pompidou


Plenamente reveladora del erotismo onírico de Brauner es este lienzo de 1943, La Paladista, en el cual vemos a un hombre que parece de yeso con cabeza de pez construyendo, como Pigmalión, a su mujer ideal, usando una especie de llave inglesa: brazo saliendo de la sien, pierna atada a un hombro en el que crecen dos senos. Los dos están de perfil pero con un ojo de frente; detrás de ellos, suspendidos entre los dos se arremolinan serpientes de deseo. Al contrario de la descomposición cubista del cuerpo o a las contorsiones de Bellmer, aquí se trata de un juego de construcción, un deseo que toma forma, un artista creador trabajando. El título extraño nos lleva al ocultismo. 


Victor Brauner, Conglomeros, 1945, yeso, 180x117x75cm, MAMVP


Conglomeros, que empieza en 1941 como un dibujo cuando Brauner está enamorado de la futura arqueóloga Laurette Séjourné, pareja de Victor Serge: en un cuerpo delgado de mujer desnuda con una cabeza desmedida de ojos inmensos y dos brazos suplementarios, van injertos dos cuerpos de hombres acéfalos o mejor, que comparten la misma cabeza como monstruos siameses; los ocho brazos se anudan, esconden los ojos, acarician el vientre, las piernas se enrollan. Brauner realiza unos cincuenta dibujos con este motivo, algunos con flores o animales híbridos, y en 1945 hace realizar por Michel Herz, una escultura de yeso de tamaño humano. Herz había vivido con Brauner y su mujer durante la guerra. El conjunto escultural genera una inquietud singular, molesta y atrae a la vez, es un arco tendido de deseo excesivo y monstruoso. Por casualidad, Brauner ocupó el taller del Aduanero Rousseau después de 1945, allí pintó el encuentro de un Conglomeros simplificado y de la flautista con serpientes (arriba).


Victor Brauner, Ceremonia, mayo de 1947, óleo sobre paño de algodón forrado, 190x238cm, Fonds de dotation Jean-Claude Lebel


En mayo de 1947, un centenar de jovencitas «ineducables» internas en la Santé puesto que no había centro educativo especializado, se rebelan, rompen puertas y vidrios, roban comida y bebidas, y nos cuenta el periódico Combat del 8 de mayo de 1947, hacen que los agentes de policía que llegan para poner orden se ruboricen. Perversas e irreductibles se enfrentaron con las buenas reglas y serán castigadas severamente. Una de las jóvenes rebeldes que se había atiborrado de chocolate robado en el economato de la cárcel le declara al juez: «Era la revolución, yo aproveché». A Brauner le gustó esa rebelión y le consagró un cuadro grande que llamó Ceremonia: un hombre de pie, cuadrado, rígido, rojizo, con corona de laureles mientras una serpiente le sorbe un ojo, lleva espuelas y una vela como cetro, representa el orden; la mujer flexible, desnuda, azulada, peinada con una medialuna, volando horizontalmente y bebiendo un arcoíris de licores, lo encierra entre sus piernas, un gesto a la vez de desestabilización y de deseo erótico. Allí en donde sus cuerpos se juntan en un abrazo improbable, un gato silencioso; detrás un sol con calavera. En una dedicatoria, Brauner habla de aquellos días «en los cuales todas las formas del pensamiento desnaturalizaron las ideas más elementales de amor y de libertad, pervirtiéndolas»: la revuelta mistificada es también una revuelta del cuerpo contra el espíritu, de la naturaleza anhelante contra la cultura anquilosada. 


Victor Brauner, La Autónoma, 1965, óleo sobre madera y madera pintada 99x199cm, MASC, Les Sables d’Olonne


Las obras de los veinte últimos años de Brauner muestran una libertad renovada y sin complejos (como en la serie Onomatomanie), emancipación de las normas estéticas (como con sus marcos en forma de avión o de carro en las series Mitologías Y Fiestas de las Madres, un ejemplo aquí arriba), pero también tenemos un conjunto más oscuro, más introspectivo, en la serie de los Retractados (aquí arriba) en los cuales salen a la luz terror y soledad: en la Despolarización de la Conciencia, la multiplicación de su mirada alucinada por encima de una máquina híbrida nos persigue.  


Victor Brauner, Despolarización de la conciencia II, julio de 1952, óleo sobre lienzo, 98x145cm, MAMVP


El catálogo (312 páginas, 160 reproducciones en página completa) está bien hecho pero incompleto: la biografía está muy bien detallada y las treinta reseñas cortas sobre las obras principales están bien escritas, los ensayos en sí mismos casi no cubren los últimos veinte años de su trabajo y es una lástima. El ensayo biográfico de Radu Stern sobre Brauner en Rumania, insiste sobre todo en su identidad judía y sospecha de que no perteneció al Partido Comunista, al contrario de lo que afirmaba y habla demasiado poco de su trabajo; el de Georges Sebbag sobre el ojo pineal, analiza muy bien el lugar central que ocupa el ojo en su obra; Camille Morando cuenta sus años de guerra, la curadora de la exposición Sophie Krebs estudia Congloméros, Jeanne Brun se concentra sobre sus obras políticas en torno al Señor K. (que me parecieron demasiado simplistas) y Fabrice Flahutez habla de su relación con la magia hasta en 1946. Se trata poco entonces en esos ensayos de su desarrollo después de 1946, posiblemente visto como secundario o menos interesante por autores mas interesados por el surrealismo. Tenemos algunos textos históricos sobre Brauner, una buena bibliografía, no hay índice ni lista de exposiciones ni biografía de los autores y la lista de las obras al final del libro, no es secuencial y es complicada de utilizar; hay hermosas reproducciones y cabe resaltar la buena impresión de las fotografías que ilustran la biografía. 

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