lundi 17 août 2020

Allá en donde sopla el espíritu

 


7 de agosto de 2020, por Lunettes Rouges


(artículo original en francés, aquí)


Victor Simon, El Lienzo azul, mayo de 1943 – octubre de 1944, 190x498cm


La exposición de pinturas espirituales en el Museo Maillol (hasta el 1 de noviembre), adaptada de la exposición en el LaM de Villeneuve d'Ascq, presenta esencialmente a tres pintores del Norte de Francia, Augustin Lesage y Fleury-Joseph Crépin, contemporáneos, y a Victor Simon (1903-1976), mayor 30 años. Eran respectivamente, minero de fondo, administrador de cafetería y plomero: ¿Se puede uno volver «artista» cuando es obrero? Además, ¿se trata de artistas? Ante todo son médiums, curanderos, videntes, que pertenecen al mundo de la teosofía, de la psicosis, de la metafísica, de médiumnica. Y dicen que no son ellos quienes pintan sino los espíritus que les hablan, sostienen sus pinceles y guían sus manos, no son sino instrumentos. Si se vuelven más conocidos aunque se queden en el mundo del arte, es porque algún hombre de negocios, algún contable o ingeniero, hombres de medios superiores al de ellos les ayudan, los guían, los hacen conocer. Para los obreros (igualmente para las mujeres del pueblo), el único medio posible y socialmente aceptable, entonces, de hacer arte, es el arte espiritista o el arte marginal.


Fleury-Joseph Crépin, Tableau nº77 El Templo de los fantasmas, marzo de 1940, 54.5x49cm (colección anterior Nicolas Schöffer)


Está claro que sus lienzos están arraigados en su historia, en la sociedad de su tiempo: primero, son una escapatoria a la violencia, a la dureza de su condición obrera, a las guerras que atraviesan. Evidencian también la internacionalización de la cultura, ya sea a través de la vulgarización, en particular el Egipto antiguo de Lesage, a través del descubrimiento (colonial) de la cultura árabe (Lesage y Simon, ver el ensayo de Christophe Boulanger en el catálogo) o, en el caso de Crépin, a través de su misión salvadora de la paz del mundo (cuando haya pintado 300 cuadros, habrá cesse al fuego; cuando haya pintado 45 cuadros maravillosos, el mundo será pacificado, por desgracia muere después de haber pintado 43...) y a través de sus cuadros para Staline y Einsenhower. Las pinturas expresan también, incluso en la hechura, un respeto por el orden imperante de la jerarquía social y eclesial. Hay que ver también que el espiritismo es también, políticamente, una reacción contra la modernidad, contra la laicidad y el racionalismo, contra las ideologías de tendencia socialista. 


Augustin Lesage, Composición simbólica sobre el mundo espiritual. Lienzo pintado durante la Ocupación con el ruido de los motores, septiembre de 1940, 95x148cm


De entrada, lo que naturalmente sorprende en la mayoría de los cuadros (salvo los primeros de Lesage, tachistas y vibratiles) es su organización, la simetría perfecta, la precisión meticulosa. En el catálogo, Alexandre Holin subraya la importancia de la formación escolar de los tres hombres al dibujo técnico: una disciplina que no le deja espacio a la innovación ni a los impulsos creadores pues todo está perfectamente arreglado. Se puede, claro, con un poco de imaginación, ver obrar la sexualidad reprimida de Lesage en sus mandorlas con forma de vulva, como si fueran vaginae dentatae, pero es un erotismo que se queda en el inconsciente y que para nada perturba el mensaje de orden y belleza de las composiciones. Aunque la maestría técnica de los lienzos es de admirar, también pueden parecer agobiantes, repletos, asfixiantes de ornamentos pletóricos. Se respira mejor en la obra de Crépin que en la de Lesage, y es él principalmente quien interesará a Breton (ver el ensayo de Gérard Durozoi), a Nicolas Schöffer, Anatol Jakovski y Dubuffet (ver el ensayo de Lucienne Perry). ¿Arte marginal? ¿Arte naif? ¿Arte espiritista? ¿Es obligatorio categorizar? 


Madge Gill, ST (similar a una obra presentada en al exposición)


La exposición presenta también algunos artistas espiritistas (fotógrafos no, un vacío) y contemporáneos más o menos inspirados por el espiritismo: estos últimos no son muy interesantes (Louise Hervé y Chloé Maillet, bastante insustanciales) o que se vinculan con el arte espiritista de manera más formal que esencial (Elmar Trenkwalder, Timo Nasseri). En cambio, entre los artistas espiritistas, Stéfan Nowak, también minero del norte, corresponde directamente con la linea de los tres pintores; Madge Gill presenta un espiritismo más poético, más fluido, sin duda más femenino; Élise Müller / Hélène Smith transcribe sus experiencias extraterrestres y Abdelkrim Doumar (seguro que volveré a él), cercano a los sufis, destruye y disuelve las imágenes; (no hay nada sobre Hilma af Klint). Aparte de eso, la sección inicial de la exposición, dedicada a la historia del espiritismo, además de algunos objetos de médiums, le enseñará que Jaurés y los esposos Curie también fueron adeptos al igual que Sarah Winchester que recibía los espíritus de las personas que las carabinas fabricadas por su marido habían matado. 

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