6 de octubre de 2020, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Martine Franck, Ireland, Donegal, Tory Island, Impresión original, 1995 |
Ernest Pignon-Ernest creó dos proyectos de museo en contextos de dictadura y opresión, el uno para Chile en la época de Pinochet y el otro para Sudáfrica en la época del apartheid: artistas solidarios regalaban obras y, una vez restablecida la libertad, la colección sería instalada en el país. Era irrealista y utópico pero funcionó: actualmente hay en Santiago un Museo Salvador Allende y Pignon-Ernest fue recibido por Mandela cuando le llevó la colección (hubo una iniciativa similar en la época del FLN y algunos de los cuadros están en el MAMA). Ernest Pignon-Ernest que estuvo en Palestina en 2009 para rendirle homenaje a Mahmud Darwish, le propuso a su regreso a Elias Sanbar (el escritor embajador de Palestina en la Unesco) que creara en Palestina un museo de arte moderno y contemporáneo con ese mismo principio, el cual sería instalado en Jerusalén, capital de Palestina, cuando llegara el día (el Palestinian Museum de Bir Zeit cerca de Ramallah se asoció con el IMA durante 2017). Numerosos artistas regalaron obras (algunos como por ejemplo Boltanski y Viallat, prudentes o pusilánimes, prefirieron dar una obra para Palestina y una para Israel, en igualdad). Desde 2015 la colección está guardada en el Instituto del Mundo Árabe, el cual, por tercera vez expone una selección de 52 artistas con más de 70 obras (hasta el 20 de diciembre).
Vladimir Velickovic, Paisaje, óleo sobre lienzo, 2004 |
Esta exposición tiene dos partes: una es un homenaje a Vladimir Velickovic, que falleció recién y que fue uno de los primeros en participar en la colección (habiendo participado ya en el Museo del exilio contra el apartheid). Velickovic, pintor del sufrimiento, de la violencia infligida al cuerpo humano, estaba totalmente en la linea de las luchas contra el apartheid, tanto sudafricano como israelí. Originario de un país que ya no existe, él apoyaba un país que algunos quieren hacer desaparecer. El Paisaje trágico que le regaló a Palestina está oscurecido por el humo de los incendios o de las explosiones, los arreboles de un incendio se ven a lo lejos y, en primer plano, se distingue lo que puede ser un cuerpo mutilado, torturado, en carne viva. Como dice Pignon-Ernest, más que una obra política es una evocación de la Pasión, símbolo del sufrimiento eterno del hombre.
May Murad, You can’t go back, 2019, acrílica sobre lienzo |
Bruno Fert, Hawsha, N 32°47’33.25″ E 35°08’36.50″, 04.1948 |
Esta fotografía de Bruno Fert se intitula con un nombre, Hawsha, una coordenada GPS, N 32°47’33.25″ E 35°08’36.50″ y una fecha 04.1948. Si se entran las coordenadas GPS, se obtienen nombres diferentes, en otro idioma: Ramat Yohanan, Zevulun. Hawsha es uno de los más de cincuenta pueblos que fueron destruidos por Israel en 1948 y cuyos habitantes fueron expuestos a la depuración étnica planificada entonces (la Nakba). Bruno Fert, en su serie Los Ausentes, fotografía esos pueblos, sus ruinas (aquí algunos pedazos de muro), habitadas por los fantasmas de palestinos masacrados y expulsados. Como lo escribió Elias Sanbar «esas fotografías dotan la mirada de una capacidad de comprensión». Es gracias a ese trabajo de memoria que pueden hacer frente y que nosotros podemos apoyarlos.
Julio Le Parc, La Longue Marche, 1975, serigrafía similar a la de la exposición |
Entre las otras obras, me llamaron la atención las aguafuertes de Noriko Fuse, cada mes expresa una sensación, una luz, una atmósfera; una Larga Marcha de Julio Le Parc, una página de Tardi en Le Cri du Peuple, un nido de Nils Udo. Un bonito proyecto, que probablemente no vea en vida, pero, como dice Sanbar, «la dificultad es un elemento de la permanencia».
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