17 de agosto de 2015, por Lunettes Rouges
Puede ser difícil hacer (y visitar) exposiciones de libros de artistas : vitrinas
incómodas, sólo una página visible, sistema de referencias difícil de explicar... Si la
exposición de Lourdes Castro en la Fundación Gulbenkian (hasta el 26 de
octubre) no cae en estos escollos, es sin duda gracias a los talentos
conjugados de la artista (una viva muchacha de 84 primaveras) y del comísario
(Paulo Pires do Vale, a quien debemos el excelente plegado), y me parece también que se
debe al hecho de que no solamente se trata de libro, de lenguaje, de sentido y
de ilustración sino también de signos y de todo lo que podemos hacer con las letras cuando se
las trata como objetos visuales que se pueden manipular. Vemos la ambivalencia
desde la entrada : un cuadro de una mujer leyendo (¿"Qué lee
Marie-Alice?"), y la composición de aluminio, debajo de las dos
casitas, letras (y otros signos, como botones de chaqueta) forman un zócalo tan
indescifrable como un texto de una cultura desaparecida y sobre la cual, el
ojo, desposeído de la necesidad de entender, erra y disfruta con la armonía que
tropieza con las formas.
Lourdes Castro, Sombras transparentes, 1967
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Luego
muchos libros (de los cuales, me parece, se han mostrado pocos) pretextan la
moda, la cocina, pero sobretodo tejen en torno a poemas (Apollinaire, Rilke,
Rimbaud, Helder... y, una letanía para repetir en voz alta, la
genealogía de Jesus según el evangelio de San Mateo, texto absurdo con sonidos encantadores),
a menudo con humor y ternura. Otros se inspiran, tema recurrente en ella, en la
sombra proyectada, descifrar una realidad inmediata, proyectada, jugando a
menudo con plexiglas o rhodoid, algunas de sus "sombras" son tan
finas, tan delicadas, tan cercanas al objeto proyectado que tenemos la impresión de ver
fotogramas, no revelados por la sombra sobre una superficie pasiva sino
marcados por la luz sobre un papel sensible.
Lourdes Castro, Avessos encadeaodos : Goethe, 1971 |
Pero aquí lo más
fascinante es que el texto desaparece y se consagra el libro como simple objeto
físico : hay algunos libros minúsculos, milimétricos,
sin texto ni imagen, simples libros-objeto. Hay libros bordados : en la primera
página aparecen legibles las palabras, según los libros, Sombra, Ombre,
Goethe (arriba), Alvess, el ideograma Kagé, también
cambiado, luego el revés del revés y así sucesivamente hasta que de página en página la
palabra se vaya borrando, el sentido desaparece, las formas se deforman y a
veces vemos un destello que hace reconocer. Esta mutación, esta
alquimia que se aplica a las formas y a las letras, esta transposición
obstinada nos hacen ver una búsqueda sobre el signo aparte del sentido, como soy un enamorado de las
escrituras para mi indescifrables esto me parece apasionante. Y el bordado de
Lourdes Castro es mucho más verdadero, radical, rebelde y contemporáneo que el crochet...
Lourdes castro et Manuel Zimbro, Otro Libro Rojo, 1970, vista
de la exposición
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La última sala presenta un libro que hizo con su compañero Manuel Zimbro a partir del libro rojo del presidente Mao, monumento para los que fueron jóvenes y locos hace 40 años. Unas cien páginas en las paredes con el tema del rojo, de la sangre al amor, del fruto al poder, del juego a lo prohibido : de la política y de la ironía, de la historia y de la poesia. Más desordenado imposible, y cada página (que habría que volver a ver con el Pastoureau en la mano) hace soñar.
Fotos del
autor, excepto la segunda.
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