5 de octubre de 2021, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
François Boucher, Estudio de pie, hacia 1751-52, pastel, 29.5x29cm, Museo Carnavalet, págs.94-95 del catálogo |
Esta exposición se acabó en julio y debí escribir mucho antes, pero todavía pueden disfrutar del catálogo. Por estos tiempos opacos e impregnados de moralina, atreverse a presentar una exposición sobre l’Empire des Sens -El Imperio de los sentidos- es una tabla de salvación para el público. Nadie duda de que en el siglo XVIII el disfrute sensual estaba reservado a algunas personas bien nacidas y cultas; hagamos caso omiso de la mirada retrospectiva que critica las costumbres de entonces ¡desde el punto de vista actual! Esta exposición del Museo Cognac-Jay exploraba el tema del amor (físico) en la obra de François Boucher y sus contemporáneos, Antoine Watteau, Jean-Honoré Fragonard, Pierre-Antoine Baudouin et Jean-Baptiste Greuze. Las salas tenían títulos: El objeto del deseo; Los amores de los dioses; Las figuras del mirón; El modelo deseado; El desnudo que se brinda («piernas por aquí, piernas por allí»); De las caricias al beso; Cuerpos entrelazados; Violencia y trauma; y el gabinete Erotica bastante explícito de Mony Vibescu (del que no les mostraré nada). Fue un panorama bastante completo del enfoque erótico en el siglo XVIII en el cual el pretexto mitológico (amores de los dioses) no es sino una disculpa, las mujeres y los hombres se entregan al placer sin moderación, antes de que la sociedad burguesa del siglo XIX imponga sus tabúes puritanos (que siguen vigentes, maquillados con la corrección política). Y el proto-burgués del Diderot preocupado por la respetabilidad y la moral, ya reprobaba este arte decadente.
Pierre-Antoine Baudouin, La Lectura, hacia 1765, gouache sobre papel 30x22cm, detalle, Museo de Artes Decorativos, págs.114-115 |
Época de libertinaje y de libertad (para una parte ínfima de la población, claro), que también permite (eso fue otra exposición) la eclosión de mujeres artistas (que también sucumbirán ante el poder burgués hacia 1830). Entonces escribía yo: «No es la mínima paradoja el decir que los valores aristocráticos y los valores revolucionarios les dieron más libertad a las mujeres (a algunas en el primer caso) que los valores burgueses. Quizás encontremos la misma oposición paradójica en las costumbres (libertinaje aristocrático y amor libre revolucionario, versus puritanismo y moralina burgueses) y en la ropa (comparen los vestidos sexys del final de la Monarquía o las transparencias del Directorio con los tristes trajes de las mujeres burguesas)»
Jean-Baptiste Greuze, Bosquejo para El Cántaro roto, 1772, óleo sobre lienzo, óvalo 43x37cm, Museo del Louvre, págs.138-139 |
Y en el cuadro no falta la dimensión violenta: es también el siglo del divino Marqués. No es que esté presente en la exposición (la exposición de Annie Le Brun en Orsay sigue siendo la referencia imprescindible; además firma un ensayo breve y enérgico en el catálogo) pero algunos cuadros de Greuze (El Cántaro roto; aquí tenemos un esbozo más conmovedor que el cuadro final) y de Boucher (La Bella Cocinera) evocan simbólicamente la violencia que sufren las mujeres y al mismo tiempo son bastante ambiguos: vela quemada, leche derramada, gato comiéndose una gallina, cántaro roto, seno descubierto y manos crispadas en el pubis, dan testimonio del drama. ¿serán reclamaciones moralizadoras? o ¿serán denuncias por violación?
François Boucher, Venus y Adonis, después de 1750, piedra negra, col. part., no está en el catálogo, foto del autor |
Encontramos palabras que nada tienen que ver con las de hoy: manosear, seducir, licencia, deseo; el vínculo con la literatura libertina de la época es constante (Guillaume Faroult autor de esta espléndida obra de referencia, firma en el catálogo un ensayo sobre la ilustración literaria erótica). Vemos materiales, pieles, drapeados, velos reveladores, los que a principios del siglo siguiente se convertirán en simples motivos académicos perdiendo así toda sensualidad. Aquí el cuerpo femenino no siempre ideal y por lo general regordete, no esconde ni carnes rosadas ni formas opulentas, ni intimidades que se brindan, ni bocas húmedas; las nalgas son el motivo preferido de Boucher, las prefiere rosadas y con hoyuelos, lo máximo siendo su Odalisca morena. Algunas veces el pintor puede mostrarse más audaz con los encargos privados y se atreve a mostrar la vulva de Venus (aquí arriba, rarísima); una lectora que se masturba (Baudoin, arriba), su esposa en pleno orgasmo (Greuze) o dos amantes enlazados (Jean-Baptiste Marie Pierre, más de un siglo antes de Courbet). Al contrario podríamos creer muy decente el pie que abre esta reseña, pero su dimensión fetichista está comprobada (Rousseau dirá que un pie le causa más emoción que la joven más hermosa bailando desnuda).
Gabriel de Saint-Aubin, El caso de la conciencia, n.d., óleo sobre lienzo, 41.3×32.3cm, col. part., págs.86-87, foto del autor |
Algunas veces los juegos se invierten: Hercules y Ónfale han abandonado sus «travestismos», ella de hombre lo seduce a él de mujer, desnudos se besan en la boca, entrelazan sus piernas y le dan rienda suelta a su pasión. Todavía más fuera de lugar, Saint Aubin pinta a una joven campesina disimulada detrás de un matorral espiando a un efebo desnudo, rara escena de voyerismo femenino inspirada en un cuento de La Fontaine.
Antoine Watteau, Mujer desnuda se quita el camisón, hacia 1717-19, piedra negra, sanguina y difumino sobre papel grisáceo, 23.2×25.6cm, British Museum, págs.42-43 |
El tema es un regocijo y la pintura es en general bastante clásica. Vemos sin embargo algunos dibujos de Watteau cuyo estilo y factura intrigan por su modernidad, por ejemplo un Sátiro levantando una sábana, intenso y realista, y hay que ver a la mujer desnuda quitándose el camisón de una manera íntima y delicada que parece anunciar el impresionismo.
Portada del catálogo con detalle de La Odalisca morena de François Boucher, 1745 |
El catálogo (152 págs; 29.90€) tiene reseñas bastante completas sobre sesenta y una de las obras expuestas; la gran mayoría de las que intervienen en la exposición y en el catálogo son mujeres. Además de los textos históricos sobre Boucher y su época, hay que leer el ensayo de la historiadora Marine Carcanague «¿Uniones libertinas o violencia sexual? Interrogar el "consentimiento" en el siglo XVIII» que describe muy bien la cultura sexual de la época y sus ambigüedades. Faltan la lista de las obras expuestas y un índice.
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