16 de octubre de 2021, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Botticelli, Retrato de Michelle Marullo Tarcaniota, 1490-1500, témpera y óleo sobre madera reubicada sobre lienzo, 48x35cm, col. Familia Guardans-Cambó, cat. 25 |
Botticelli, Venus púdica (detalle), 1485-1490, témpera sobre lienzo, 158.1×68.5cm, Berlin, Gemäldegalerie, cat. 30, foto del autor |
Andrea del Verrocchio, Virgen con el Niño y dos ángeles (detalle), 1467-69, témpera sobre madera, 69.2×49.8cm, Londres, National Gallery, cat. 4, foto del autor |
En la primera sala confrontan cuatro Botticelli junto a este Verrochio y un Lippi sobre el mismo tema. Muchas veces es un detalle ínfimo lo que llama la atención en un cuadro. Así, en el de la Virgen y el Niño de Verrocchio, una joya minúscula en el hombro izquierdo de María (de rostro bello y dulce) atrae la mirada, es una placa pequeña de oro como si fuera un sol radiante montado con una piedra roja brillante. Ese pequeño resplandor sobre el azul del traje de drapeados poco refinados descentra la atención y vuelve a equilibrar toda la composición. Pero cuando Botticelli pinta su Madona Campana (en Avignon) según Verrochio, su único Virgo Lactans, omite la piedra roja y ya la cosa no funciona.
Botticelli, Virgen con el Niño llamada Madona del Libro (detalle), 1482-1483, témpera sobre madera, 58×39.6cm, Milan, Museo Poldi Pezzoli, cat. 6, foto del autor |
Otro detalle curioso en la Madona del Libro de Botticelli, el Niño Jesús tiene en la muñeca de la mano izquierda una corona de espinas de oro, presagio de su suplicio pero como suavizado, y la Virgen tiene en la mano izquierda lo que parece ser un tridente minúsculo de oro y del cual ignoro el sentido. [comentario de JD Baltassat. Quizás sea un símbolo de la Trinidad, las flechas salen de la carne virginal en forma de abanico y no como un tridente antiguo. Puede que sea la respuesta para aquellos que piensan que el mito de María es puro invento popular medieval, para mostrarles que la Santa Trinidad brota de la carne misma de María y que por lo tanto ella es la encarnación del Todo, la base de la presencia divina.]
Maestro de las construcciones góticos (Jacopo Foschi), Los Vándalos devorados por los osos, hacia 1492, témpera sobre madera, 14x33cm, Florencia, Museo del Bargello, cat. 39, foto del autor |
Cabe destacar la Coronación de la Virgen, un retablo para Volterra, y del que se han encontrado cuatro de las cinco tablas de la parte inferior del cuadro, entre las cuales este divertido Vándalos devorados por los osos de Jacopo Foshi (llamado el Maestro de las edificaciones góticas); dos de los dibujos de Botticelli que ilustran la Divina Comedia (mucho mejor presentados que los que vimos hace unos días en el Gulbenkian); y aquí abajo, dos Judith y Holofernes.
Botticelli et Filippino Lippi, El Regreso de Judith a Betulia, 1469/70, témpera sobre madera, 29.2×21.6cm, Cincinnati Art Museum, cat. 7 |
La primera que data de aproximadamente 1470 (una réplica hecha con el hijo Lippi del cuadro casi idéntico de Florencia), nos muestra a una Judith jubilosa que va de un paso alegre por el camino de Betulia, la cimitarra en la mano derecha y una rama en la izquierda, seguida de su joven sirvienta Abra que lleva en la cabeza un recipiente con la cabeza en turbante del general asirio: una sensación ligera, jocosa, danzante, luminosa.
Botticelli, Judith sosteniendo la cabeza de Holofernes, finales de los años 1490, témpera sobre madera, 36.5x20cm, Amsterdam, Rijksmuseum, cat. 48 |
Más de treinta años más tarde, bajo el reino de Savonarola, Botticelli pinta de nuevo a Judith con un tono más oscuro y trágico: debajo de un baldaquino teatral, la joven sale de la tienda en donde ha sacrificado su virtud por el bien de su pueblo y mira con una suerte de tristeza atónita la cabeza decapitada de Holofernes que tiene en la mano izquierda; curiosamente la cabeza de Holofernes parece más pequeña que la de ella y Abra no es sino una sombra sin rostro. Es un cuadro tardío y es mucho más seco, más vaporoso, más depurado, más arcaico, podríamos decir.
Portada del catálogo, con Botticelli, Figura alegórica llamada La Bella Simonetta, hacia 1485, témpera y óleo sobre madera de álamo, 81.8x54cm, Francfort, Städel Museum, cat. 26 |
Para resumir, no es una exposición de primer plano en la que sólo descubrirá obras más bien secundarias que no le harán «adorar» a Botticelli, pero cuyo interés principal es su presentación comercial del taller de Botticelli. De las 51 obras presentadas, 19 son de Botticelli, 14 en colaboración con un asistente, de su taller o de acuerdo con él, y 18 de otro artista. El catálogo está bien hecho (240 págs, 35/40€), muy bien ilustrado, pero las reseñas sobre las obras se interesan sobre todo por la atribución, la técnica y la procedencia más que por el tema y la iconografía; la bibliografía muy completa. Varios de los ensayos son sobre temas interesantes pero al fin y al cabo bastante marginales (esculturas florentinas, Jacopo Foschi, Vasari sobre Botticelli, Botticelli en las colecciones francesas), y solamente el de Ana Debenedetti aporta un punto de vista pertinente sobre el trabajo del pintor y de su taller («laboratorio del Renacimiento»).
* El título es una alusión a Bernard Berenson: «No hay belleza; tampoco mucho encanto ni siquiera gracia; el dibujo rara vez correcto, el color rara vez agradable; los modelos poco agraciados; una sensación de acuidad tan intensa que se vuelve casi dolorosa, ¿qué es lo que vuelve a Sandro Botticelli tan irresistible, que todavía hoy no tenemos otra alternativa que adorarlo o detestarlo?»
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