10 de junio de 2018, por Lunettes Rouges
(artículo original en francés, aquí)
Jeanloup Sieff, 1987 |
Yo había escrito sobre Isabelle Mège basándome en un artículo -como cosa rara aquí- del New Yorker, y sin haber visto las obras, pues el caso me pareció lo suficientemente singular para merecer una reseña en este blog (de allí saco algunos elementos). Gracias a la exposición sobre sus fotografías en la Chapelle de Clairfontaine (hasta el 26 de agosto) pude colmar ese vacío. Isabelle Mège secretaria en un hospital parisino, acabada de llegar de su región natal, Auvernia, descubre a los 20 años, en 1986, la obra de Jeanloup Sieff en el Museo de Arte Moderno. Ella, que no es « nada », sin formación artística o histórica, desconocida, concibe entonces, más o menos claramente lo que será su proyecto durante más de veinte años : le escribe a Sieff, le dice que lo admira y le pide que le haga una fotografía de ella. En esta primera foto de Jeanloup Sieff, los extraños cuadros de senos en relieve sobre la pared hacen eco con su cuerpo en el sofá, ella es apenas un elemento de una composición bastante cargada y aún no es el centro de una imagen trabajada de las cuales será (salvo rara excepción, como con Witkin) el único sujeto.
Alexandra Catiere, 2016 |
Luego de su primera experiencia con Sieff, Mège se interesa más por la fotografía, lee, va a ver exposiciones, y con perseverancia e insistencia les pide a diferentes fotógrafos que la fotografíen. No quiere que le paguen como modelo sino que pide una copia. Algunos se niegan poco interesados con la idea o a veces algo preocupados por ese planteamiento demasiado directivo y que pone en entredicho su poder. Algunas de las cartas de rechazo estas expuestas, siendo la más divertida la de Giacomelli : « Tanto mi mujer como mi amante están celosísimas ». 80 aceptaron, entre los cuales unas doce mujeres. Esta exposición presenta 110 fotografías. La mayoría son en blanco y negro, y casi en su totalidad son desnudos. Mège solamente escogió fotógrafos cuya obra le gustaba, sin preocuparse por su reputación o su valor en el mercado, y algunos nombres son prácticamente desconocidos; pero también encontramos nombres ilustres Boubat, Claass, Saudek, Ronis, Moulène (excelente), Tosani (desfasado), Hosoe et Witkin (barroco y misterioso). Aquí arriba la última foto, un retrato desdoblado por Alexandra Catiere en 2016 (aunque la serie debía terminar el 2008).
Daniel Besson, 1989 |
Algunas imágenes la muestran encinta (Henri Foucault), o con sus dos bebés (Jean-François Bauret); otros son retratos sin ningún erotismo (Fouad Elkoury, quien la fotografía en plano picado, soñadora, en un sillón; Martin Rosswog en la calle; Mayumi). Aunque algunos son desnudos bastantes clásicos, otros rebasan los limites del desnudo clásico por su crudeza (Seymour Jacobs), su transgresión (cuando Minkinnen desnudo aparece también en la imagen) o su carga erótica (como el díptico de la falda desabrochada, por Paul-Armand Gette). Muchos otros juegan con los efectos de estilo, de sombra, los juegos de luz, como Georges Tourdjman o aqui arriba Daniel Besson.
Jean-Philippe Reverdot, 1995 |
Me parece que las imágenes más interesantes son aquellas en las que el fotógrafo no entra en el juego del modelo sino que produce una imagen más original, más desfasada (como Moulène o Tosani que ya mencioné). Así, el hiperblanco de su cara por Rosella Bellusci y la imagen igual de invisible de su pecho maquillado por Frédéric Gallier; o el auto quimigrama de grano acentuado de un seno por Pierre Cordier; o el detalle desaliñado de Jean-Philippe Reverdot (arriba).
Katharina Bosse, 2001 |
Isabelle Mège no es una simple modelo : al tomar las riendas a su manera, construyó una obra. Exhibicionista narcisista y oportunista, dirán algunos. Para mí es ante todo un proceso pensado, construido y obsesionante, en el que el fotógrafo, por más talentoso y original que sea, no es sino un instrumento al servicio de un proyecto performativo que lo sobrepasa. « Ella se modeló sobre ella misma » escribe Jean-Luc Nancy en una pared de la exposición. Delegar la dirección de la obra es como ocultar tal un Duchamp al autor-fotógrafo, no es reducirlo a simple conceptor a la Franco Vaccari, sino hacer de él el ejecutor de un aparatus, de un proyecto programático que lo sobrepasa. Katharina Bosse es sin duda la que mejor muestra esa ambigüedad y el dilema entre artista y modelo.
Fotos cortesía de La Chapelle de Clairefontaine (Baudoin Lebon)
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