samedi 23 juin 2018

El jovenTintoreto (2)


19 de junio de 2018, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)



En la exposición sobre la juventud de Tintoreto en el Museo de Luxemburgo (hasta el 1 de julio), también hay obras menos emblemáticas que las obras maestras, pero igual de interesantes. 



Tintoreto, Caín et Abel, hacia 1538-39, óleo sobre madera, 31×78.5cm, Budapest, Szepmuveszeti Muzeum

Empecemos por los pequeños cuadros decorativos, de formato alargado, hechos para adornar los salones de los venecianos ricos y que se colgaban cerca del techo (en el Prado habían reconstituido una habitación de casados con seis de esos carteles), los pintaban rapidamente (lo que le conviene muy bien a Tintoreto) y por lo general tratan temas íntimos, incluso eróticos y también históricos y a veces terroríficos.
Susana parece que se presta para las caricias de los Viejos, Judith decapita a Holofernes con algo de tristeza, la reverencia de Esther ante Asuero se ve desde un audaz contrapicado, y sobretodo, el asesinato de Abel por Caín, en un paisaje de ruinas romanas es de una violencia salvaje : Caín levanta su garrote y parece que quiere aplastar el sexo de su hermano cuyos muslos están cubiertos de sangre. Extraña escena para decorar un hogar.

Tintoreto, Júpiter et Sémele, 1541-42, 153x133cm, Módena, galeria Estensi

Después, en residencias más imponentes como el palacio Pisani, su primer pedido importante, una serie de carteles octogonales inspirados en las Metamorfosis de Ovidio. Como esos carteles estaban colgados muy arriba y destinados para ser vistos desde abajo, el escorzo visual es impresionante. El que representa a Deucalión y Pirra rezando ante la estatua de la diosa Temis es una vista desde abajo de construcción clásica, en el de Júpiter y Sémele hay tumulto y confusión. Sémele, es amante de Júpiter (y madre de Dionisio), Juno, celosa, la incita para que le pida a Júpiter que le muestre su verdadero rostro : aterrorizada por los relámpagos y rayos la ataca el águila y muere. En ese cartel lleno de furor, se ve flotando en el aire, fulminada. El plano tranquilo de su vestido contrasta con el rubio frenesí jupiterino.


Tintoreto, Marte et Venus sorprendidos por Vulcain, hacia 1550-1555, 135x198cm, Munich, Alte Pinakothek

No olvidemos a Venus, Vulcain y Marte cuando Vulcain los sorprende después de que Venus se le entregara a Marte (valiente guerrero, que aún lleva puesto el casco y que se esconde debajo de la mesa en donde lo descubre el perrito), mientras que en el segundo plano, Cupido, agotado, duerme. Es verdad que podemos admirar la belleza de las formas de la diosa que su marido descubre de forma impúdica en búsqueda de las huellas visibles de su falta. 

Tintoreto, Mate y Venus sorprendidos por Vulcain hacia 1550-1555, detalle
Pero un espejo indiscreto (¿el escudo de Marte?) sorprende a Vulcain en una actitud de las más ambiguas, debida a la singularidad de su deseo. Vulcain, visto de frente, solamente a puesto la rodilla derecha sobre la cama, apoyándose en ésta en una postura desequilibrada y agachado sobre su mujer; pero lo traiciona su reflejo en el espejo que lo muestra listo para entrar en la cama de su esposa, las dos piernas puestas en el colchón, deslizándose hacia ella para poseerla. Probablemente en erección, como en el famoso dibujo de Parmigianino, al cual Daniel Arasse consagra un capitulo en El Sujeto en el cuadro. Podemos leer también los análisis estético geométricos de Erasmus Weddingen sobre ese cuadro (y otros).

Tintoreto,Retrato de Andrea Calmo, 1557, Florencia, Uffizi

Finalmente, sus retratos : la mayoría son hombres vestidos de negro, sin aderezos, sin decorados, tranquilos y sin afectos. Solo cuentan su majestad y su mirada. Es quizás ahí que uno piensa más en Tiziano. Una excepción (este lienzo que durante mucho tiempo se le atribuyó a Carrache), el retrato de su amigo el poeta y dramaturgo Andrea Calmo, cuyo rostro envejecido, la inclinación de la cabeza y el principio de la calvicie expresan una intensidad melancólica algo inquietante. Pensamos en los Monomanes de Géricault, tal vez el del robo de los niños.  




Guillaume Cassegrain, Tintoreto, Paris, Hazan, 2010

Para esta exposición el editor Hazan volvió a sacar una monografía de Guillaume Cassegrain que data de 2010 (recibida en servicio de prensa). Es una de las raras monografías sobre el pintor, en francés. Más que un enfoque histórico o temático (para ello es mejor referirse al catálogo del Prado en español y en inglés), el autor despliega sus diferentes enfoques de la pintura de Tintoreto, entre idealismo y materialismo. Insiste sobre la importancia del dispositivo de la construcción de sus pinturas con puntos de vista múltiples. Su análisis del color y en particular de las manchas como señales visibles de la actividad del pintor es también muy interesante. Extrañan ciertas interpretaciones iconográficas, llenas de referencias a veces muy lejanas y algunas veces obsesionales (por ejemplo cuando ve signos atrevidos, gata y sodomía en Leda, o cuando el laúd en el borde de la ventana de Dánae es descrito como un falo penetrador, p.126), y es extraño y una lástima la ausencia casi total de análisis de retratos con el pretexto de las dudas sobre la atribución de algunos de ellos (nota 5, p.306), mientras que otras obras « dudosas » están incluidas en la antología.
El capítulo más interesante es el último, en él, Cassegrain analiza cómo por un lado Andreas Riegl y Max Dvorak, insistieron sobre la dimensión visionaria de Tintoreto, y por el otro György Lukacs y sobre todo Jean Paul Sartre, para quienes prevalecía la dimensión material de Tintoreto : en una visión amplia, se incluyen a Marx, Breton, Bataille et incluso Jacques André Boiffard (p.276), el autor bosqueja un cuadro incisivo de esas percepciones « ideológicas » de Tintoreto. 
Dos críticas : la falta de traducción de las citaciones en italiano (« con el fin de respetar los textos originales sin complicar excesivamente la lectura », p.306) es molesta, incluso despreciativa para el lector, y a menudo el estilo no es muy llevadero : un ejemplo entre muchos, esta frase, digna del señor Jourdain : 
« variaban, transpasando a veces, como lo muestra un dibujo de Zuccaro, la arquitectura, los puntos de vista » (p.19). Aunque yo prefiera el catálogo del Prado, mejor estructurado y más completo (sin traducción al francés), esta monografía de Hazan es sin embargo un libro interesante y muy bien ilustrado.

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