dimanche 23 juillet 2023

La soledad en pintura

 


21 de julio de 2023, por Lunettes Rouges

(artículo original en francés, aquí)


Djamel Tatah, S.T., 2022, óleo y cera sobre lienzo, 60x80cm


Si quedó aburrido con la mediocridad de las exposiciones de los Encuentros de Arlés y desea cambiar de aire, la Fundación Lee Ufan es el lugar, lejos del espectáculo y de la facilidad puede reparar los daños ante la sobriedad y la serenidad de las obras. Y una vez allá podrá ir a ver la exposición temporal Figuras solas, en el último piso (hasta el 24 de septiembre) y cuyo comisario es Philippe Dagen. Si nos referimos a la forma, estamos bastante lejos de la pintura de Lee Ufan: una pintura figurativa, de personajes, y Ufan subraya en el prefacio del catálogo que filosóficamente se siente bastante cercano a los pintores que pintan la soledad, ya que Dagen quiso obras en las cuales la figura humana se encuentra sola, a la vez única en el lienzo y marcada por la soledad: soledad feliz o triste, sufrida o intencional. Cinco pintores que viven en Francia, de estilos totalmente diferentes, tres hombres y dos mujeres entre 37 y 66 años, presentan cada uno, entre 3 y 6 lienzos, algunos descriptivos y otros más elípticos en un espacio abierto con cuatro salas. 


Marc Desgrandchamps, S.T., 2015, gouache sobre papel marouflé sobre lienzo, 200x150cm


Sabemos hasta que punto Dagen se encaprichó con Marc Desgranchamps y podemos sentir o no lo mismo. Tenemos cuatro lienzos grandes y dos más pequeños, las figuras son hieráticas e inmóviles como si fueran estatuas arcaicas, el exceso de color y la superabundancia de motivos pequeños ocultan el personaje. Se adivina el método y no siempre me convenció. 


Tim Eitel, Tür, 2006, óleo sobre lienzo, 20x28cm


Yo conocía poco a Tim Eitel, pintor del misterio: en cuatro de los cinco lienzos que muestran, sus figuras apenas visibles, emergen de unos fondos lisos y grises que ocupan todo el espacio dentro de un mundo inmenso, vacío e inquietante. Con gran economía de medios es quizás él quien expresa mejor la sensación de soledad, desesperanza y absurdidad. Con un trabajo muy diferente es él quien mejor nos recuerda al maestro incontestable de la soledad y de la melancolía, Edvard Munch.


Djamel Tatah, S.T., 2017, óleo y cera sobre lienzo, 200x250cm


Bastante cercano a Eitel por la forma, Djamel Tatah trabaja la pureza de las líneas, un simple trazo y fondos lisos para construir un lugar abstracto que en uno de sus lienzos apenas si distrae una columna antigua. La cara es más expresiva que en la obra de Eitel, pero me parece que hay que traspasar la expresión y verlo como un constructor, un gramático de las formas, un pintor por sustracción y que al igual que Eitel, en su trabajo sobrepasa verdaderamente el tema algo reductor de la soledad (y sus lienzos con personajes múltiples tienen sin duda más fuerza). 


Brigitte Aubignac, Insomnie en gris, 2016, óleo sobre lienzo, 120x80cm


Brigitte Aubignac pone en escena un cuerpo femenino sumergido en el insomnio en un salón o un taller, : es un cuento o anécdota que sirve de pretexto para mostrar así un cuerpo (¿el suyo?) abandonado, tirado. Otros lienzos la muestran gritando o víctima de «locura anunciada». Es una pintura bastante clásica, ya pasada, si se compara con las exploraciones estéticas de los otros cuatro artistas. 


Ymane Chabi-Gara, Hikikomori 5, 2020, acrílica sobre multilaminado, 122x244cm


Ymane Chabi-Gara pinta el encierro, el de los hikikomori, aquellos jóvenes japoneses que abandonan todo contacto con el mundo real para refugiarse en su mundo cerrado imaginario. Pinta la fobia social bajo la forma de figuras devoradas por su entorno, figuras mezcladas en las que los cuerpos y los objetos fusionan como si fuera un desbarate hasta llegar al límite. Ella es la revelación de la exposición. 


Maliheh Afnan, Concours, 1961, óleo sobre lienzo, 120x120cm


Hablando todavía de Arlés, puede ahorrarse la exposición en el Espacio van Gogh (hasta el 22 de octubre) sobre las mujeres y la abstracción: más allá del (elogiable) objetivo de rehabilitar a las artistas en un universo masculino, la exposición no tiene ningún propósito ni coherencia. 85 mujeres, 132 cuadros, como una letanía. La exposición en Pompidou de hace dos años tenía los mismos defectos pero por lo menos había una reflexión, no se resumía a instalar los cuadros de forma lineal sin hilo conductor. Es cierto que hay hermosos cuadros pero no hay contexto, es como si flotaran; descubrí cosas bellas, por ejemplo esta abstracción caligráfica de la artista palestina Maliheh Afnan (1935-2016), sobre la pérdida y la expulsión. Se consuela uno con los vídeos (Heretic y Lamentation de Martha Graham, Meat Joy de Carolee Schneemann, Leaning Duets de Trisha Brown, Wind de Joan Jonas, Butterfly de Ana Mendieta), bastantes alejadas de la abstracción pero tan vivas y subversivas que alegran la monotonía del recorrido. 



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